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Algo más que un equipo de fútbol 1

   
Lic. en Ciencias de la Comunicación
Universidad Nacional de Río Cuarto
(Argentina)
 
Alberto Enrique Ferreyra
aferreyra@rec.unrc.edu.ar

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 40 - Setiembre de 2001

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    "El equipo de mi barrio está en Primera". La frase, pronunciada por Cristian el domingo 16 de julio de 2000, alude al ascenso de Los Andes. El club de Lomas de Zamora, querido por el joven del también sureño barrio Transradio, reivindica a este sector del Gran Buenos Aires a la vera del Camino de Cintura. Por una vez, el lugar no es el del riesgo de robo en los puentes que cruzan la ruta, ni el de las calles de tierra intransitables. Ese domingo, Los Andes le dio a Transradio su chapa de Primera.

    Diego, vecino de Cristian, es otro Mil Rayitas. Tiene 20 años, trabaja junto a su padre como obrero de la construcción y ha decidido discontinuar sus estudios secundarios.

    El valor que le asigna a Los Andes supera el formal de "club que compite en los torneos oficiales de la Asociación del Fútbol Argentino". Y se nota. En 1998, por vestir una camiseta de Los Andes fue atacado y sufrió lesiones que derivaron en peritonitis. Dejó de usar la casaca de su club. Eso sí: ahora va a la cancha embanderado. Así fue el domingo 16 de julio pasado al estadio Centenario, en Quilmes, donde su divisa subió a Primera A.

    Dice Jorge Elbaum que "el cuerpo del aguante (cursiva en el original) es insensato porque escenifica la virtud de renegar del dolor como restricción o como límite"2 (1998:238). Algo de eso hay en Diego.

    Dos años después de la peritonitis, no vaciló en sacar medio cuerpo por la ventanilla en el colectivo a la vuelta de la cancha de Quilmes, aun después de que una piedra grande como un puño lanzada desde una villa contraria a Los Andes ensangrentó la cabeza de uno de los que iba junto a él.

    Tanto Diego como Cristian son de los jóvenes que, pertenecientes a sectores excluidos, desarrollan parte importante de sus relatos de identidad en torno al fútbol (Alabarces, Pablo y María Rodríguez, 1996). Dicen y hacen de Los Andes la locura de sus corazones. No en vano cantan bien alto, con música del grupo La Mosca, que "toda la gente dice que no comprende esa pasión que siento yo por vos".

    Marginados de un trabajo calificado y de estudios universitarios, Diego y Cristian se asemejan al Homero al que le canta la banda "Viejas locas". Son obreros, como él, y al bajar del colectivo más de una vez deben tener que darle "monedas a unos vagos" porque, tal lo testimonia la agrupación, "la vida en un barrio es así".

    "Viejas locas" afirma que no obstante las dificultades económicas y las chances esquivas de cambio, "aprendemos a ser felices así".

    Al costado de sueños susceptibles de cumplimiento sencillo en cuanto a honesta manera de acumular dinero, el par de hinchas de Los Andes no vive displacenteramente cualquier exclusión. Es más, goza cantando con música del grupo La Mosca que "toda la gente dice que no comprende esa pasión que siento yo por vos".


Compañero de emociones

    Diego cuenta que fue con Los Andes "a todos lados". Es conciente de que es "mucha" la respuesta a su pregunta "¿Sabés la guita que me gasté este año?". Y lo ejemplifica con los 40 pesos que pagó por dos entradas en reventa para ver con su hermano la final de ida por el segundo ascenso a Primera frente a Quilmes, en Lomas de Zamora.

    En la pared de la habitación de Diego, las fibras negras han dejado más de una docena de leyendas del orden de "Los mandamientos son diez, pero yo sólo conozco dos: amar a Dios y amarte a vos" (así reza una bandera de Los Andes) o "Lomas: locura de mi corazón". Entre afiches del grupo punk Los Ramones, el pelilargo Diego ha colgado un par de banderas de mano con los colores de su equipo.

    A propósito de Los Ramones, lo dicho por Jorge Elbaum acerca de los jóvenes punk es aplicable en cierta medida a futboleros como Diego:

"Es así como el pacifismo bucólico sostenido por los hippies pudo ser suplantado por el primitivismo pesimista y minimalista de los punks. La existencia de este campo implica -con sus contenidos de transgresión y rápida obsolescencia, para amplios sectores de jóvenes de los sectores populares, la posibilidad de "ser parte de un juego", de contar con referencias de sentido masculinas, "rebeldes", heroicas y al mismo tiempo suplantar el vacío (y la vergüenza) por la exclusión de otros juegos: los educativos, laborales, profesionales o simplemente los del prestigio social".3

    Diego no es de los que apedrea a los policías o los insulta al verlos. Pero bien que da el perfil en tanto muchacho al que el fútbol le da referentes masculinos, cual José, capo de la barra brava de Los Andes, de quien habla más o menos como han de hacerlo los negros respecto de Martin Luther King.

    Cristian se siente a gusto repitiendo hasta que sea posible memorizar sus expresiones palabra por palabra que otro miembro de la barra, que vive en Monte Grande, "un día sacó una nueve milímetros y pegó un tiro contra un escalón de la tribuna porque la gente no cantaba".

    Se distinguen de los hinchas que dejaron de ir a la popular y se pasaron a la platea. Se complacen viajando a las canchas en colectivos o camiones, en lo que califican como "una re-caravana". Asumen que Los Andes es mucho más que once apellidos de jugadores y uno del técnico.

    Ni Diego ni Cristian pertenecen a los pibes que, por identificarse con el fútbol, asumen conductas violentas (contra las fuerzas represivas del Estado, contra el otro o contra sí mismos en cuanto al uso de drogas) como única forma posible de la visibilidad (Alabarces, Pablo y María Rodríguez, 1996).

    Sí se encolumnan tras aquellos que alguna vez pintaron "Nada más importa" o "El sólo hecho de verte le da sentido a mi vida" sobre banderas de Los Andes. Al hacerlo pueden prescindir de las drogas para violentarse contra sí mismos. El mero hecho de asignar tamaña relevancia a su cuadro de fútbol los conduce a actuar sin medir consecuencias.


Medios

    Hinchas. Seguidores. Estoicos. Felices por ser como son, quizás canten pensando en Los Andes la canción de Memphis en la que el vocalista Adrián Otero entona: "Sin vos no soy ni seré más que un montón de nada".

    Estos Mil Rayitas de Transradio han trazado un camino para cuyo tránsito Los Andes es una condición sine qua non. Instalados en un país donde hay ricos y pobres, encuentran en el club a uno de sus Robin Hood, a uno de sus justicieros mientras el Estado se empecinó en replegarse. Si se habla de "uno de sus Robin Hood" es porque existe, cuanto menos, otro. Es el que asegura la trascendencia, el paso de ser uno entre millones de números de Documento Nacional de Identidad a ser, por ejemplo, "Diego, el pibe que apareció en los festejos de Los Andes". Ese Robin Hood es la televisión.


Notas

  1. Ferreyra, A. Ensayo breve.

  2. Elbaum, Jorge. "Apuntes para el "aguante". La construcción simbólica del cuerpo popular", en Alabarces, Pablo; Di Giano, Roberto y Julio. Frydenberg (comp) (1998). Deporte y Sociedad, Eudeba, Buenos Aires, 1998.

  3. Elbaum, J. Idem.

Referencias bibliográficas

  • Alabarces, P. Di Giano, R. y J. Frydenberg. Deporte y Sociedad. Eudeba, Buenos Aires, 1998.

  • Alabarces, P. y M. Rodríguez. Cuestión de Pelotas. Fútbol/ Deporte/ Sociedad/ Cultura. Atuel, Buenos Aires, 1996.


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