IDENTIDADES: EL PROFESOR DE EDUCACION FISICA EN LOS ESCENARIOS DE LA POSMODERNIDAD
María Graciela Rodríguez (Arg.)
maria@daggs.sicoar.com

"La política no es la recuperación o la promoción de los derechos y de las necesidades e identidades preconstituidas, sino la que constituye identidades". Chantal Mouffe 1
En el año 1968, Michel Foucault iniciaba su Las palabras y las cosas, de la siguiente manera:
"Este libro nació de un texto de Borges 2. De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento -al nuestro, al que tiene nuestra edad y nuestra geografía-, trastornando todas las superficies ordenadas y todos los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro. Este texto cita 'cierta enciclopedia china' donde está escrito que 'los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador; b) embalsamados; c) amaestrados; d) lechones; e) sirenas; f) fabulosos; g) perros sueltos; h) incluidos en esta clasificación; i) que se agitan como locos; j) innumerables; k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello; l) etcétera; m) que acaban de romper el jarrón; n) que de lejos parecen moscas'. En el asombro de esta taxinomia, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto" (Foucault, M., 1968).
Con este comienzo, Foucault intentaba ejemplificar lo que sería uno de los postulados más importantes en la historia de las ideas: que todo discurso se legitima según el contexto (institucional, político, intelectual, etc.) en que se enuncia. Esto es, que todo discurso es parte de una operación intelectual relacionada con el poder. Borges mezcló objetos de distintas categorías en una imposible epistemología para producir extrañamiento. Uno podría decir que el listado de Borges (Aún adelantado?) es el signo mismo de la posmodernidad: una clasificación sin marco conceptual previo. Pero Foucault retomó esto para des-ocultar mecanismos discursivos de poder y no para inventar un tipo de discurso "posmoderno".

En general, en el campo de la Educación Física (EF) se habla de posmodernidad con demasiada liviandad, sin saber bien de qué se trata y demonizando sus atributos. Y para denunciar se cae en el mismo error que Foucault tomó como punto de partida: se mete todo en la misma bolsa. Así, pueden leerse "listados" que Borges envidiaría, donde se mezclan narrativas novelescas, prefijos "neo", el mundo de las imágenes, un sombrío ministerio, la historia pop (?), el amor y los simulacros, como si todos ellos fueran conceptos que pertenecen a la misma categoría (Cfr. Beer, David; 1997). Si uno afina el oído, quizás se puedan escuchar los improperios de Foucault desde su tumba pidiendo: "­Léanme de nuevo, por favor!".

En esta ocasión, quisiera poner la mirada sobre una serie de cuestiones que se articulan no sólo con el riesgo de banalizar los debates a través, justamente, de la banalización de las lecturas sino también, y entre otras cosas, con la dificultad del campo de la EF de pensar políticamente sus prácticas. Por un lado, la renovada (y nunca saldada) discusión sobre el status científico de la EF, cuestión que hoy por hoy necesita otros marcos conceptuales para ser debatida. Por otra parte y relacionado con lo anterior, los mecanismos de validación de algunos trabajos de investigación, que podrían estar apareciendo como índice de una apropiación acrítica de los procedimientos de investigación sociológica. Por último, ante la necesaria búsqueda de identidad, creo que se corre el riesgo de enfocar demasiado la mirada sobre el mercado para delimitar nuestro campo de actuación, lo que dificultaría la discusión en torno a lo programático de nuestras prácticas. Volveré sobre alguno de estos puntos (aunque no en este orden). Pero como todo ello está enmarcado en un orden cultural e histórico específico, comenzaré intentando delimitar el concepto de posmodernidad.
[sigue]


Lecturas: Educación Física y Deportes. Año 2, Nº 4. Buenos Aires. Abril 1997