Sin determinado Stress no se pueden mejorar los rendimientos deportivos |
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Investigador Auxiliar
del Instituto de Medicina del Deporte. Psicólogo Equipo Nacional de Atletismo (Cuba) | Dr.
Luis Gustavo González Carballido. lgus@inder.co.cu |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 37 - Junio de 2001 |
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Tal vez la afirmación contenida en el título de este trabajo parezca excesiva o contradictoria. Sin embargo, el lector podrá compartirla cuando comprenda que el stress no tiene un carácter exclusivamente negativo y, más aún, que esta compleja respuesta emocional es inherente al deporte.
Como se expresó en el número anterior de esta serie de artículos, "los seres vivos estamos constantemente bajo stress, y cualquier cosa, penosa o placentera que acelere el ritmo de nuestra vida, causa un aumento temporal del stress ... Un golpe violento que recibimos o un beso apasionado, pueden igualmente ser provocadores de un gran stress" (78)
De lo que se trata entonces, es de capacitar al deportista para manejar convenientemente su stress e imponer un estado positivo, anabólico, que favorezca el rendimiento. No debe olvidarse que en el deporte es necesario conciliar un elevado nivel de excitación con determinado ordenamiento de acciones, en un contexto que exige o excede los recursos adaptativos con que se cuenta. Y esta es una "conciliación" difícil de lograr.
Los hábitos motores en el ámbito del deporte son muy estrictos. Es decir, las cosas hay que hacerlas exactamente como son. En la figura No. 1 se puede comparar la estructura de varios tipos de hábitos motores.
Figura No. 1. Representación esquemática de la complejidad relativa de los estereotipos dinámicos de los hábitos motores. (Tomado de "Psicología". Libro de texto. Editorial Planeta, 1990)
El hábito motor "a" corresponde a la vida diaria. Como se puede observar, son diversos los estereotipos de conexiones nerviosas temporales, lo que garantiza un automatismo muy grande. No es necesario una intensa actividad de las regiones correspondientes de la corteza cerebral para garantizar un mínimo de calidad en la ejecución. Esto asegura una mayor adaptación a las distintas condiciones en que se actúa. Un ama de casa, por ejemplo, puede barrer con eficiencia sobre cualquier tipo de losa, con cualquier tipo de implemento, bajo cualquier estado anímico, a cualquier hora, etc.
En los hábitos laborales ("b"), en cambio, las conexiones nerviosas que garantizan el buen resultado son más localizadas, específicas, siendo parcial el automatismo. Se logra la adaptación a una cantidad limitada de determinados cambios de las condiciones del proceso laboral. El aprendizaje ha de ser más fino, más dirigido y limitado a un modo más específico de hacer.
En el caso de los hábitos deportivos ("c") existe una cantidad limitada de conexiones nerviosas temporales, que se corresponden estrictamente con la estructura técnica del ejercicio aprendido. La adaptación, por tanto, es limitada a una cantidad muy pequeña de condiciones cambiantes. Se necesita una mayor discriminación respecto al movimiento ideal y este ha de ejecutarse de una determinada manera y no de otra, aunque parezca parecida. Se necesita maestría, tanto para realizar la acción como para reconocer externamente su calidad, privilegio que tienen aquellos entrenadores habituados a calificar el movimiento. Los espectadores solo observamos el resultado de la acción del deportista; los entrenadores son capaces de ver mucho más, y pueden catalogar de adecuada una acción que no se haya traducido en buenos resultados (por factores azarosos o ajenos al movimiento) o, por el contrario, censurar por imperfecta una ejecución aparentemente exitosa.
De ahí nuestra afirmación de que el ordenamiento de acciones en el deporte es estricto. Y a la vez, esa exigencia hay que cumplirla con un enorme despliegue de fuerza, rapidez y resistencia, lo cual resulta muy difícil de lograr.
Por ejemplo, para correr 110 ms. con vallas en un tiempo cercano a los 13 segundos, y hacerlo con la elegancia y eficiencia requeridas, se necesita una extraordinaria activación del sistema cardiovascular, que haga llegar con rapidez y en la cantidad necesaria el oxígeno que necesitan los músculos; una frecuencia respiratoria alta, una velocidad de conducción nerviosa increíble y muchas respuestas orgánicas que, en determinada medida y condiciones, pueden amenazar seriamente la coordinación psicomotora y la precisión técnica del movimiento.
Si la respuesta de stress ante el reto competitivo es negativa, se crean condiciones para que se produzca un deterioro del rendimiento. Ocurre una indeseable hipertonía muscular que consume demasiada energía, una excesiva vasoconstricción que provoca inhibiciones y tímidas entregas de movimiento; una alterada resistencia eléctrica de la piel que entorpece la exquisita discriminación táctil de las percepciones especializadas de peso o magnitud del implemento deportivo y, en fin, una activación angustiada, torpe y permisiva ante la introducción inoportuna de conexiones nerviosas temporales parásitas y ajenas a las estrictamente implicadas en la acción.
Pero, ¿qué causas provocan una respuesta de stress negativa o una positiva, generadora de una activación sana que favorezca la limpia expresión de las conexiones eficientes y pertinentes? Una de las más importantes se denomina "Control de la tarea", concepto que se explicó en el referido artículo anterior. (González, L.G. Importancia del stress como objeto de estudio en Psicología del deporte. http://www.efdeportes.com . No. 36. (II), mayo de 2001). Profundicemos aquí en su carácter psiconeuroendocrino.
Numerosos estudios han demostrado que existen ciertos patrones de respuesta de stress (asociados al grado de control de la tarea) que resultan útiles al psicólogo del deporte para trazarse estrategias de trabajo. En este sentido, Lundberg, V. (84) planteó que la "secreción de catecolaminas es elevada durante hechos stressantes y en situaciones caracterizadas tanto por excitación emocional placentera como displacentera, mientras el cortisol se incrementa fundamentalmente en situaciones caracterizadas por distress, ansiedad y desamparo."
En situaciones de alto control de la tarea, predomina un estado subjetivo de eutress (anglicismo que puede traducirse como "esfuerzo"), acompañado de alta producción de catecolaminas (fundamentalmente adrenalina y noradrenalina), mientras en las de bajo control aparece el estado de distress (cuya traducción pudiera ser "disconfort") en el cual predomina el cortisol. En la figura No. 2 se pueden apreciar las relaciones entre estos estados subjetivos y el control de la tarea.
Fig. No. 2 Relación entre Control de la Tarea y experiencias subjetivas de stress.
"Di" significa Distress y "Ef " significa Eutress
Dienstbier (25) encontró que los niveles de adrenalina y noradrenalina se incrementan luego de retos mentales y situaciones de stress, asociados a mejores ejecuciones y a estabilidad emocional. El término "Eutress" se ha reservado para hacer referencia al stress positivo, caracterizado por sensaciones de confianza, seguridad y optimismo, mientras que el de "distress" se reserva para la respuesta caracterizada por incertidumbre e inseguridad. Lundberg, V. y Frankenhaeuser, M. (85) apreciaron el eutress y el distress percibidos y la excreción de adrenalina y cortisol respectivamente en dos condiciones experimentales diferentes. Las tareas de vigilancia con bajo control indujeron eutress combinado con sentimientos de distress, mientras las tareas de tiempo de reacción a paso cómodo produjeron alto eutress.
En la situación de bajo control, caracterizada por distress y eutress, los niveles de adrenalina y cortisol están incrementados, mientras que en la situación de alto control, caracterizada por eutress sin distress, la adrenalina está incrementada pero la producción de cortisol es baja.
Frankenhaeuser, M. (38) conceptualizó estas relaciones psiconeuroendocrinas de la siguiente manera: "Estado de eutress sin distress": Es como una alegría estado feliz, que está acompañado por la secreción de catecolaminas, mientras la de cortisol puede ser activamente suprimida.
"Estado de eutress con distress": Es un estado típico de nuestros días. Está acompañado por un incremento de la secreción de catecolaminas y cortisol. La mayoría de nuestros estudiantes están en esta categoría. Por ejemplo, el trabajo mental realizado bajo condiciones de cualquier estímulo de umbral bajo o elevado, provocará típicamente sentimientos de esfuerzo así como de distress y, en consecuencia, se elevará el nivel de catecolaminas y cortisol.
"Estado de distress sin eutress": Significa sentimientos de desamparo, depresión. Conocemos de estudios psiquiátricos (Sachar, 1970) que establecen que la depresión y el desamparo pueden estar acompañados de elevación de cortisol".
Es menester, sin embargo, tanto para las labores de atención como para las de investigación, superar la polisemia que prevalece respecto al término stress y su confusión con otros que se utilizan en la Psicología del deporte, como Pre arranque, Ansiedad y Tensión.
Veamos las distinciones con un sentido práctico. Supongamos que un estudiante recibe la noticia de que el libro que ansía encontrar desde hace mucho tiempo, está a la venta a escasos cincuenta metros de donde se encuentra. Solo dispone de dos minutos para llegar al lugar, pues al cabo de ese tiempo el librero se habrá marchado. Pero muchas veces ha hecho ese recorrido en un tiempo similar o menor, y se encuentra en plena capacidad para lograrlo. Solo necesitará "tensar" un poco sus fuerzas para satisfacer su cara necesidad. En este caso, lo que siente el estudiante es "Tensión".
Sin embargo, suponga que el joven está limitado por una lesión en la rodilla y no puede desplegar la velocidad necesaria; o que no cuenta con el dinero suficiente en ese momento. Aquí ocurre una amenaza: determinado impedimento o incapacidad pone en riesgo la satisfacción de su necesidad. Debe, por tanto, encontrar soluciones alternativas en situación de déficit de tiempo. En este sentido, debe hablarse de stress. Es decir, para hablar de stress es necesario que exista una amenaza para la integridad, la autoestima o la satisfacción de una necesidad.
Seguramente el lector habrá podido apreciar la escasa diferencia entre el referido estado de Tensión y el de Stress positivo (ó eutress), en el cual el elevado control de la tarea le permite desestimar la amenaza. Y es cierto, pero hay una sutil diferencia: en el eutress la amenaza es real, aunque el sujeto se sienta plenamente capacitado para enfrentarla y vencerla. En el estado de tensión, por el contrario, solo se puede hablar de necesidad de provocar determinada activación para lograr un objetivo que no ofrece significativa resistencia.
Veamos el término Pre arranque. Se refiere a los estados emocionales que anteceden el inicio de las competencias, y fue descrito ampliamente por Puni, A.Z. ( 103 ), quien lo clasificó en cuatro tipos: 1) Disposición combativa (el atleta se prepara para la competencia y se siente activado, deseoso de que comiencen las acciones. Fisiológicamente la frecuencia cardiaca se encuentra ligeramente más alta que en los entrenamientos, aumenta la frecuencia respiratoria y se produce un alerta general del organismo que facilita la lucha), 2) Fiebre de Pre arranque (el estado anterior se siente de manera incrementada, el atleta se manifiesta ansioso, desconcentrado y algunas veces inseguro. Fisiológicamente los indicadores antes mencionados se encuentran muy incrementados y pueden aparecer deseos de orinar o defecar, entre otros síntomas neurovegetativos), 3) Apatía de Pre arranque (al atleta se le quitan las ganas de competir; solo desea que todo termine de una vez. Fisiológicamente no se encuentra lo suficientemente movilizado para enfrentar la tarea) y 4) Autocomplacencia (estado de "refugio cognitivo", en el cual se sobreestiman las posibilidades de vencer o se subestima al contrario, y el deportista resta trascendencia al evento. Solo un fuerte golpe lo puede sacar de este inconveniente estado).
Obviamente, el pre arranque es un Estado que se produce antes de que comience la competencia y la respuesta de stress es una Reacción ante los acontecimientos que suceden durante su celebración. Así, el pre arranque puede considerarse el "aperitivo", mientras el "plato fuerte" lo constituye la respuesta de stress.
Claro está, conocer y controlar el pre arranque le permite al entrenador y al psicólogo evitar desgastes excesivos y prematuros que resultan inconvenientes. Pero, en realidad, el valor predictivo del pre arranque respecto al rendimiento competitivo es reducido.
Una anécdota puede explicar lo anterior. Existe una vieja rivalidad entre los equipos de baloncesto (m) de Cuba y Puerto Rico. A finales de los años 70, atendíamos al equipo cubano. Nos visitaban los puertorriqueños y la afición deliraba de entusiasmo. Nuestros basquebolistas ansiaban demostrar en su propio patio su superioridad.
Algunos de los regulares del equipo mostraron signos de fiebre de pre arranque, lo que me alarmó un poco. A pesar de contar con un naciente sentido de cautela científica, mi inexperiencia me delató y pronto el entrenador comprendió que algo no marchaba bien. Le expliqué mi preocupación y el sentido de algunas medidas que ya estaba tomando con los afectados.
Sin embargo, aquel fue el mejor partido ofrecido por el equipo cubano en mucho tiempo. Al finalizar la competencia, el entrenador se acercó y me dijo con cierta ironía: -Psicólogo, con tal de que siempre compitan así, nunca vaya a bajarles la fiebre...-
A veces, por el contrario, se disfruta de un pre arranque de Disposición Combativa, pero las acciones durante la competencia pueden marchar inesperadamente mal, el atleta sentirse particularmente amenazado y caer en un estado de distress.
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