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Gordo panza de agua

  Instituto Superior de Formación docente
de Educación Física de Tandil
(Argentina)
Luis Alberto Quintela
luisquinte@hotmail.com

 

 

 


    Soy un Profesor radicado en Tandil provincia de Buenos Aires y mi mayor dedicación es el fútbol. Trabajé como preparador físico en el club Chacarita Juniors y también en el Club Los Millonarios de Colombia, junto a José O. Pastoriza. Luego me radiqué aquí en Tandil, donde me desempeño como Preparador Físico de los planteles del Club Grupo Universitario. Soy Profesor de la cátedra Fútbol en el Instituto Superior de Formación Docente de Educación Física de Tandil. También profesor de Didáctica en el Fútbol en el Curso de Directores Técnicos. Y profesor responsable del nombrado deporte en la Universidad Nacional del Centro. Actualmente estoy designado por la Dirección de Educación Física de la Provincia de Buenos Aires para la elaboración de un proyecto de Fútbol en la escuela, o como le llamo yo Volver al potrero con el fútbol de la mano de la Educación o darle una mano a la educación por medio de nuestra raíz histórico deportiva.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 37 - Junio de 2001

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    Muchos pibes a los que les toca ser gordos muchas veces se quejan, por su suerte, pero qué distinta fue mi historia, a mi nunca me dejaban elegir, yo nunca pisaba.

- Vos jugá de ellos me decían cuando éramos impares y yo me quedaba ultimo.
- Les damos al gordo si nos dejan sacar del medio a nosotros.
- Ufa! otra vez nos toca el panza de agua!

    Pero eso no me importaba porque yo me divertía igual con todos los pibes del barrio. De a poco fui aprendiendo a dominar la redonda. Primero empecé haciendo diez jueguitos sin que se me cayera, cuando estaba solo en casa. Me quedaba horas y horas practicando hasta que llegué a hacer 150 sin que toque el piso. Después aprendí a manejarla con el hombro, la cabeza, el taco, y lo que se me ocurriera, la tiraba contra la pared la bajaba con el pecho...

    Mientras tanto en el barrio para ir a jugar contra los otros barrios a mí nunca me elegían, a pesar de ser yo el hincha numero uno y el que llevaba el agua y las camisetas que nos había hecho Dora; la modista de mi vieja a la que yo siempre le hacia los mandados.

    Un día fuimos a jugar contra los del barrio del Calvario que tenían un equipazo y eran casi invencibles y para colmo a nosotros nos faltaban el Chicho que la rompía y el Tote que jugando atrás era impasable. Cuando llegamos al Tote lo había traído el viejo pero el Chicho ni apareció. Los pibes esperaron hasta lo último pero el goleador no aparecía. Ni vino... Después acusó descompostura, pero creo que lo metieron en penitencia porque se había afanado unas naranjas en el negocio del gringo que le fiaba a todo el barrio y era el que nos regalaba las mandarinas si perdíamos el desafío.

    Bueno la cuestión es que el Negro Conti que era el capitán del equipo y que yo siempre lo invitaba a tomar la leche a casa dijo:

- Bueno muchachos, ya que el Chicho no vino lo vamos a meter al gordo, total lo tiramos allá arriba y por lo menos va a joder a alguno.

    Todos me miraron y ahí yo sentí por primera vez en mi vida lo que era sentirse elegido. Jorgito Sagrera que era un zurdito que la movía bastante bien me dijo

- Vos gordo corré que a estos les vamos a ganar.

    Sentir que los amigos confiaban en mí era como estar nominado para la Selección Argentina, las patas me temblaban y el corazón me parecía que se me salía por la boca, los otros pibes dijeron

- ¡Y bueno, si no hay otro que entre!.

    Empezó el partido. El Tote sacaba todo, el Negro como jugaba Dios mío. Era un crack las cosas que hacía con la redonda; el zurdito Sagrera era imparable, pero los otros jugaban muy bien y no nos dejaban mover. El que me marcaba a mí era ligerísimo y yo ni la podía agarrar. El partido se terminaba, y nosotros disfrutábamos por el cero a cero, todos estaban reenchufados. Los gritos de aliento eran para todos. A mí me decían

- Corré alguna gordo panza de agua!

    Pero yo no daba más pese a su aliento.

    La última pelota del partido me viene de aire... yo estoy de espaldas al arco... la bajo con pecho haciendo un hueco y la dejo caer al pie derecho... la levanto por encima del que me marcaba haciéndole un sombrero y la dejo muerta en el empeine... con borde externo amago hacia adentro y hacia fuera, salgo con caño previo hacia fuera para el lado izquierdo de mi ataque, desbordo y de rabona meto un centro para la entrada sola del negro Conti que no hizo más que empujarla... Qué golazo!

    Todos los pibes se le abalanzaron al negro y lo besaban de alegría porque en ese momento terminó el partido. Lo trajimos en andas hasta el barrio y ahí repartimos las mandarinas que habíamos ganado y fue en ese momento que el Negro dijo:

- Bueno chicos, este triunfo es de todos por lo que corrimos, y metimos pero creo que las mandarinas se las merece el gordo porque ninguno de nosotros confiaba en él y hoy ganamos el partido gracias a él. Y ahora un aplauso para que baje de peso.

    Así tomé conciencia que tenia que bajar de peso y cuidarme para que me siguieran invitando. Después de eso me llevaban a las competencias de carrito a rulemanes. Yo me hice uno con Chirola que no nos ganaba nadie porque el Chiro era ligerísimo y él me empujaba en las bajadas y yo en las subidas ahí creo que me garcaba pero a mí eso nunca me importo porque a parir de todo esto yo fui tomando confianza en la vida y ya no me dio tanta vergüenza ir a cualquier lado. En el barrio todos me respetaban y me querían, hoy gracias a todo eso en mis clases yo puedo comprender mucho más a mis alumnos con capacidades diferentes, realmente comprendí que en la vida no vale tanto ser el mejor sino ser cada día mejor.

    El gordito Botella me parece que no anda tan mal, le voy a decir que se esmere que el domingo lo hago debutar contra el barrio La Movediza.


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revista digital · Año 7 · N° 37 | Buenos Aires, Junio de 2001  
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