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El deporte moderno. Consideraciones acerca de su génesis
y de la evolución de su significado y funciones sociales
Roberto Velázquez Buendía

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 36 - Mayo de 2001

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    Desde la perspectiva del ámbito público, también los Estados, a través de sus gobiernos, han intervenido de manera decisiva en la forma en que se ha ido configurando el deporte durante el desarrollo de la sociedad urbana industrial. Como se ha venido exponiendo, el deporte moderno surgió en el ámbito de la esfera privada e inició su crecimiento y difusión en el seno del Estado liberal, tal y como apunta Cazorla Prieto (1979:132), de la mano de las organizaciones civiles (clubes, federaciones, asociaciones...), las cuales dispusieron de una gran autonomía para configurar, organizar, reglamentar y sancionar la práctica deportiva, dotándose así paulatinamente de unas facultades con una sólida tradición histórica que nunca fueron puestas en entredicho (Meynaud, 1972:61). No obstante, la gran aceptación, expansión y capacidad de movilización de masas que junto con el desarrollo industrial fue adquiriendo el deporte le convirtió en un fenómeno socio-cultural y económico que el Estado no podía ignorar, sobre todo por las enormes posibilidades que ofrecía para satisfacer determinado tipo de intereses políticos8. Así, por ejemplo, las propias características de la actividad deportiva, la exaltación de los beneficios que su práctica comportaba a los individuos, el creciente sedentarismo de las poblaciones urbanas industrializadas, los valores y actitudes que contribuía a generar entre las diversas capas sociales..., constituyeron algunos de los motivos que hicieron del deporte un asunto de interés social y, consecuentemente, político.

    En este mismo sentido, se pronuncia Meynaud (1972: 132 y ss.), exponiendo la idea de que aunque los móviles que han tenido y tienen los poderes públicos son variados y de distinto tipo, existen sobre todo tres que han llegado a justificar una intervención permanente de las autoridades en el terreno deportivo. En primer lugar, la propia necesidad de salvaguardar el orden público durante la realización de manifestaciones o espectáculos deportivos, ya sea por los problemas de movilidad urbana o vial creados por el desarrollo de la propia actividad deportiva o por la asistencia de una multitud de espectadores, y también por la posibilidad de que surjan comportamientos agresivos entre algunos sectores del público que puedan dar lugar a situaciones de violencia colectiva. Este móvil, según Brohm (1993:54) y Laguillaumie (1978:52), ha contribuido a proporcionar al Estado una posibilidad de justificar ante la población la necesidad de un aparato represivo que asegure el mantenimiento del orden y acostumbrarla a su presencia, con lo que refuerza ideológicamente su existencia.

    En segundo lugar, Meynaud señala el deseo higiénico de mejorar la condición física de la población como otro de los móviles que llevaron a los poderes públicos a intervenir en el terreno deportivo con una triple finalidad, de equilibrio personal, de preparación militar y de rendimiento laboral. En cambio Brohm (1993:52 y 53) y Laguillaumie (1978:51 y 56) sólo consideran estas dos últimas finalidades como importantes para el Estado al contribuir a asegurar, por un lado, la buena condición física de sus ejércitos y una predisposición favorable de la población hacia los códigos de conducta y simbología militar, y, por otro, la buena salud de la fuerza productiva y su mentalización como trabajador hacia los principios de rendimiento y productividad.

    Por último, para Meynaud, el tercer gran motivo de las autoridades públicas ha girado y gira en torno a la afirmación del prestigio nacional de los Estados -y, por consiguiente, de sus gobiernos en relación con sus ciudadanos- que se deriva de la obtención de victorias en los enfrentamientos internacionales, las cuales se interpretan como signos del desarrollo socioeconómico de los países. Este móvil, en opinión de Laguillaumie (1978:55), ha terminado por convertir a los equipos deportivos en delegaciones nacionales, representantes directos del honor y del prestigio nacional, y a sus éxitos en servicios al Estado, en motivos de orgullo nacionalista y en medios de incrementar el sentido patriótico de la población, especialmente de la juventud. En este mismo sentido, también Cazorla Prieto (1979:225) pone de manifiesto la utilización del deporte como instrumento para alcanzar prestigio internacional, pero no sólo a través de las victorias sino también al reclamar la organización de grandes pruebas deportivas y poner de manifiesto la capacidad organizativa, técnica y económica del país correspondiente.

    Esta orientación instrumental del deporte es caracterizada por Barbero González (1993:29) como el síndrome del escaparate. Para este autor durante el periodo que media entre las dos guerras mundiales se produce un cambio significativo en la percepción que tienen los Estados acerca del papel del deporte. Al mismo tiempo que van perdiendo primacía los discursos oficiales sobre los beneficios en salud y estado físico que la práctica deportiva puede traer a la población, los Estados y poderes públicos y privados dirigen su preocupación hacia las manifestaciones deportivas de masas, las cuales constituyen un poderoso foco de atención nacional e internacional que ofrece la ocasión para aunar voluntades, por encima de rencillas internas, y demostrar al mundo el nivel de desarrollo alcanzado por el propio país. Así, siguiendo el planteamiento de Barbero González (1993:35), puede decirse que el espectáculo deportivo se ha ido transformando desde instancias públicas y privadas en una cuestión de prestigio local o nacional, lo que facilita tomar decisiones y generar consensos en torno a cuestiones de carácter económico, político y cultural, que en otro contexto hubieran sido mucho más problemáticas y difíciles de justificar y conseguir.

    También, desde otras perspectivas, se ha señalado la instrumentación que se ha hecho del deporte con una finalidad de despolitización, utilizándolo como medio de distraer a la opinión pública de los problemas políticos (Laguillaumie, 1978:53; Cazorla Prieto, 1979:217; Brohm, 1993:53), y también como forma de reafirmar la personalidad regional o nacional, o como procedimiento de activación de sentimientos larvados regionalistas o nacionalistas (Laguillaumie, 1978:54; Cazorla Prieto, 1979:220).

    Como viene sucediendo con los temas tratados anteriormente, la exposición de los intereses políticos que subyacen y que han propiciado la intervención estatal en el crecimiento y desarrollo del deporte moderno a lo largo de este siglo constituye una cuestión cuyo tratamiento en extensión y profundidad excede con mucho los propósitos con los que aquí se ha abordado este tema. Sirvan los breves apuntes que se han realizado en este y en los apartados anteriores para poner de manifiesto el hecho de que por debajo de la retórica oficial y privada sobre el deporte -donde se ha exaltado la importancia y valores de la práctica deportiva, de sus beneficios individuales y sociales, de los presupuestos públicos invertidos en instalaciones, equipamientos y subvenciones...- que ha tenido lugar a lo largo del siglo XX, y sobre todo a partir de su segunda mitad, subyacen intereses políticos, económicos e ideológicos que han sido los que han orientado los discursos y las decisiones de los poderes públicos y de las empresas privadas (comerciales y de otro tipo) en el terreno deportivo. En otras palabras, puede decirse que la intervención del Estado y de las organizaciones empresariales no sólo ha hecho viable el crecimiento, expansión y popularización del deporte y de la práctica deportiva hasta llegar a ser lo que es hoy, sino que también la ha condicionado en sus modos de practicarla y en sus formas de entenderla, acomodándola a sus propios fines.


Notas

  1. Aunque más adelante aludiremos al tema de la génesis del deporte en las Publics Schools, para más información sobre este tema en particular ver también, por ejemplo, las aportaciones al respecto de Mandell (1986:162 y ss.) y de Barbero González (1993:11 y ss.).

  2. En tales planteamientos la génesis del deporte se sitúa en los orígenes de la civilización humana, y su evolución se considera de forma paralela a la de la especie humana, explicando las causas de su aparición y desarrollo también desde diversas perspectivas disciplinares e ideológicas (para más información al respecto ver Velázquez Buendía, 2000).

  3. Aunque algunos autores como Barbero González (1993:14) comparten esta idea de que la génesis y evolución del deporte tuvo lugar en las Publics Schools, otros explican dicha génesis y evolución incorporando otras causas, contextos y realidades diferentes, como se puede comprobar en la exposición que hemos venido realizando. No obstante, la gran mayoría de autores comparten la idea de que las Publics Schools tuvieron un protagonismo esencial al respecto.

  4. Es ilustrativo el hecho señalado por Bordieu (1993:64) de que el primer Comité Olímpico incluía numerosos duques, condes y lores, y que tal composición aristocrática tiende a perpetuarse en la mayor parte de las organizaciones nacionales e internacionales de este tipo.

  5. Si bien el término amateur -que, como concepto, necesariamente debía caracterizar a todo participante olímpico- fue desterrado en 1981 de la Carta Olímpica, el grado en que tal concepción moral del deporte, como idea-fuerza o ideal, fue difundida y enfatizada desde las instituciones, organismos y medios de comunicación, llegó a ser tal que todavía hoy dicha concepción se encuentra arraigada entre amplios sectores de la población, subyaciendo, de manera acrítica en muchos de los discursos oficiales y de las conversaciones particulares que tienen lugar cotidianamente en los distintos ámbitos públicos y privados.

  6. Nos referimos a la práctica deportiva llevada a cabo por el pueblo común, ya que, como señala Dunning (1992:262), la aristocracia y los terratenientes constituyeron una excepción en este sentido, pues eran y se veían a sí mismos como clases nacionales y competían entre ellos en un ámbito nacional.

  7. Decimos pretendida porque, como apunta Hargreaves (1993:128), en muchas pruebas deportivas, incluso con elevados requerimientos de velocidad y potencia, las diferencias son más grandes dentro de un mismo sexo que entre sexos.

  8. Ya en el último periodo del Estado liberal, aunque el deporte, como actividad privada, estaba llamada a ser sostenida por la sociedad civil, la relevancia y necesidades económicas del mundo del deporte provocaron demandas sociales hacia los poderes públicos en busca de ayudas en este sentido. Con la aparición del Estado contemporáneo -o Estado social, Estado de bienestar- los poderes públicos dejan de ser ajenos a los procesos e intereses sociales, surgiendo una política decididamente intervencionista y reguladora en el terreno deportivo como consecuencia de la nueva orientación social de la política. Así, el deporte pasa a ser considerado políticamente como un servicio social que el Estado debe proporcionar a los ciudadanos para su beneficio y bienestar personal (Cazorla Prieto, 1979:134, 158 y ss., 209 y ss.).


Bibliografía

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  • Meynaud, J. (1972): El deporte y la política (análisis social de unas relaciones ocultas). Hispano Europea. Barcelona.

  • Velázquez Buendía, R. (2000): "Una aproximación a las teorías sobre la génesis del deporte"; en Arrakis nº 10 (www.askesis.arrakis.es/numero_10/invitados/2.htm)

  • Velázquez Buendía, R. (2000-b): "¿Existe el deporte educativo?. Un ensayo en torno a la naturaleza educativa del deporte"; en La Formación inicial y permanente del profesor de Educación Física (Actas del XVIII Congreso Nacional de Educación Física, Ciudad Real, 20-23 de septiembre de 2000). Universidad de Castilla-La Mancha. Cuenca.


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