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Escenarios del juego y vida cotidiana.
Una atrevida mirada sobre el caso Mozart

  Lic. en Educación Física
Universidad del Comahue
(Argentina)
Víctor A. Pavía
vapavia@uncoma.edu.ar

 

 

 

 
Artículo elaborado a partir de una monografía para un módulo de la Maestría en Teorías y Políticas de la Recreación.
Universidad Nacional del Comahue. Agosto, 1997
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 34 - Abril de 2001

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    Los interesados por el estudio del juego nos encontramos con serias dificultades al momento de buscar antecedentes sobre ciertos pormenores minúsculos. La escasez de información sobre los modos habituales del entretenimiento (ante una supuesta falta de valor histórico) constituye, por ejemplo, sino el único, el principal obstáculo con el que chocamos. Subraye el lector la palabra "modo", ya que la laguna no esta en la descripción de los juegos más jugados, sino en las maneras singulares de jugarlos en períodos y situaciones determinadas. Una carencia, si se me permite el término, del detalle, de la anécdota, de la riqueza analítica del chisme.

    En otras escritos me he referido al tema puntual del juego hecho de que el juego es una forma de diversión que se asocia, quizá demasiado prematuramente, con niñez.1 Y si bien esa asociación no debe ser excluyente, da pie para decir que, para entender algunas cuestiones vinculadas con el jugar, conviene bucear en las profundidades del concepto de infancia y sus cambios en la historia; resistiéndonos, como Carli, a la idea de que el concepto de infancia siempre estuvo claro, como una definición evolutiva dada desde siempre, inmutable, ahistórica y simple.2

    A poco de andar descubrimos que, al igual que la de los juegos, la historia de la infancia es también una historia llena de lagunas. Los especialistas Molina y Giménez, se lamentan que, por ahora, los historiadores de la infancia hayan encontrado sólo algunos relatos literarios aislados; y a partir del siglo XVIII, algunos "textos con recomendaciones sobre el trato y atenciones que deben ser prodigados a los pequeños"3. Nos obstante estos relatos aislados, aún en su precariedad y abundante generalizaciones, permiten inferir "una historia penosa, salpicada de atrocidades: infanticidio, abandonos, negligencia, inanición, etc.4" Para algunos historiadores, estas formas de trato y la ausencia de referencias específicas a la infancia, dejan en evidencia una dramática falta de consideración por los niños. Para otros, en cambio, no se trataría de una actitud desconsiderada en el sentido moral del término; sino una actitud diferente en el sentido que, en líneas generales, hasta antes del siglo XVII "no se concebía a la infancia como una entidad propia que justificase un trato especial" determinado.5

    Una rápida lectura de los autores consultados nos lleva a suponer que una imagen de infancia propiamente dicha y el consecuente sentimiento de preocupación hacia ella, son contemporáneos del ascenso burgués. Aries sostiene que recién en el siglo XVII "surge un interés psicológico y moral que inspira toda la educación posterior hasta la actualidad. Sentimiento que pasando al seno de la familia, corresponde a la conciencia de la particularidad infantil que la distingue del adulto6". Agreguemos, además, que tanto el ya mencionado Aries como de Mause (dos investigadores a los que siempre se nombra cuando se habla de una historia de la infancia) enfatizan "la simultaneidad en el tiempo del descubrimiento o reconocimiento de la infancia moderna y la aparición de instituciones protectoras donde cuidar y formar a la generación más joven.7" esto incluye a la escuela tal como la conocemos hoy. Lo cierto es que, aparentemente, hasta aproximadamente el siglo XVII, los historiadores no cuentan con documentos que contengan referencias explícitas a las formas de vida infantil.

    Una visión adultocéntrica ha excluido prácticamente "lo infantil" de la historia, sobre todo en el marco de la vida cotidiana. No existe demasiada documentación al respecto ¡Quién querría dejar para la posteridad pormenores de lo supuestamente intrascendente! Hay ahí una grieta por donde se han perdido detalles de modos particulares de jugar en periodos y situaciones determinadas. Agujero negro ubicado en el punto exacto que marcan las coordenadas del desinterés por lo infantil y por lo insignificante. Aún cuando, como dice Ferrarotti, lo cotidiano esta pidiendo "derecho de existencia histórica" para poder "construir la historia de lo que todavía no la tiene8". Una historia de lo cotidiano devolverá a la superficie, seguramente, elementos para que podamos entender aspectos hasta ahora silenciados del hombre que juega. Intentemos, por ahora, acercarnos a un caso.


El músico que jugaba al billar...

    Cuando los estudiosos de la música hablan de la infancia de Mozart como niño prodigio, suelen concentrase más en lo tuvo de prodigio que de niño. Aún cuando "lo niño" lo acompañó a lo largo de su vida. Me gusta este caso. Particularmente porque nos pone frente a la distancia que se ha construido entre el icono que representa al músico genial e historias "menores", pero muy significativas, de su infancia. Detengámonos a saborear algunos detalles que interesan a los que estudiamos el juego (aunque también disfrutemos de su prima hermana: la música). La historiografía más difundida de Mozart tiende a ignorar sus pasiones por el juego en general y por el billar en particular; juego que descubrió en su infancia y que "amaba apasionadamente"9. a punto tal que: " toda persona que visitó a Mozart a finales de 1790 y en todo el año 1791, tenía que pasar por la habitación de billar, para llegar a la habitación de trabajo del compositor de la corte..."10 Esta faceta del creador sublime se nos representa de lo más humana; le agrega carnadura a los dilemas que seguramente habrá tenido que afrontar cotidianamente desde la niñez a raíz de su talento. Ahora bien, si a Ud. lector, como a mí, nos interesan las formas prácticas que adopta el juego infantil, no podemos menos que preguntarnos cómo entro el billar en la vida de este niño superdotado, desatando una pasión que no lo abandonaría más.


Aquellos escenarios de juego...

    Documentos de la época y libros sobre juego traen indicios de la intensidad con la que se jugaba al billar en ciudades como Londres, París o Viena y no sólo entre "la aristocracia y la nobleza"11. Por lo que podemos rescatar, siguiendo al ya citado Bauer, "en muchas de las hosterías en las cuales los Mozart se alojaban, existían cuartos y salas de billar; estas instalaciones pertenecían en aquél entonces ya a la vida cotidiana, y este podría ser otro motivo por el que Leopold Mozart no lo mencionara expresamente en sus cartas. 12" Es posible inferir que el billar pasa a ser una parte muy conocida en la vida cotidiana del pequeño prodigio que en los momentos de ocio deambula entre las mesas. Además ¿En dónde debía esperar el artista niño antes de ser llevado a tocar para el público seleccionado de la corte? ¿En dónde se cambiaba de ropa? ¿Cómo se predisponía físicamente para abordar los instrumentos junto a su hermano también músico? Para estos menesteres menores "se usaba normalmente la sala de juego o de billar, generalmente contigua a los comedores o sala de representación; (...) allí los niños prodigio y su acompañamiento podían esperar hasta el momento de su representación, de allí podían ser buscados a la hora adecuada y ahí también ser 'entretenidos' si el comienzo del concierto, por cualquier motivo, era retrasado por unas horas.13" Imaginemos a los pequeños hermanos Mozart ocupando su tiempo libre jugueteando con tacos y bolas entre los decorados de una arquitectura desmesurada. Un singular escenario de juegos, cobijo tanto de sus fantasías como de sus temores, y una influencia que uno alcanza sólo medianamente imaginar (se sabe que, ya adulto, W.A gustaba componer sobre la mesa de billar).

    Aparece así, sobre el final de este escrito, una alusión a la importancia que adquiere un estudio acabado sobre los lugares de juego. Ese espacio que configura una dimensión objetiva y simbólica y nos induce determinadas conductas, "demarcando nuestros movimientos y condicionando nuestras experiencias."14 Pienso en el niño Mozart jugueteando con su hermano entre las mesas de desproporcionados salones. Pienso, además, en lo útil que sería conocer más de estas historias. Historias que incluyan no sólo el modo y las circunstancias en las que un juego se jugaba, sino, también, datos a cerca del soporte material que lo condicionaba Vale la pena que los que investigamos los juegos de los niños comencemos a pensar en los escenario de juego, sobre todo ahora, que los escenarios han comenzado a cambiar aceleradamente como los decimos en Los Juegos en la Televisión.


Notas

  1. Se refiere a otros textos del mismo autor: Investigación y Juego... y El Modo Lúdico...

  2. Carli, S: Historia de la Infancia... En Escuela y Construcción de la Infancia. Fac. Filosofía y Letras. U.B.A. 1994

  3. Molina - Giménez: La Escuela Infantil. Bs.As. Paidós. 1992

  4. Ibídem.

  5. Ibídem.

  6. Citado por Rodríguez Brietman: La Construcción Social de la Infancia... En Revista Nueva Sociedad N° 129 Enero/Febrero 1994.

  7. Citados por Finkelstein: La incorporación de la inf. en la historia de la educación. En Revista de Educación. N° 281

  8. Ferrarotti: La crisis del evento... En La Historia y lo Cotidiano. Bs. As. CEAL.

  9. Testimonio de su esposa Konstanze citado por Bauer: W. A. Mozart el jugador de billar y de bolos. En Homo Ludens, el hombre que juega. Instituto para la Investigación y la Pedagogía del Juego de Salzburgo. Publicado en castellano por la Sede Sudamericana. Bs. As. 1996. Pág.137

  10. Bauer. Op. Cit. Pág. 177

  11. Ibídem Pág. 140

  12. Ibídem. Pág.147 (el subrayado en nuestro)

  13. Ibídem. Pág. 147

  14. García Ríos - Tamayo: El Escenario como Dictador. En revista Nueva Sociedad, N° 123. Caracas. Enero de 1993.


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