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    En los centros de poder futbolístico: Italia y España, el fútbol es ya un producto puramente comercial. Para llegar a ese punto han tenido que lograr el tono impreciso de superficialidad que tiene ahora, donde lo que menos importa es el juego. En esto han tenido mucho que ver, y tienen, los medios de comunicación, pero, sobre todo, la televisión que todo lo banaliza y por supuesto al fútbol también.

    Si, como dice Francois Brune "la televisión jamás comunica lo real del mundo...", tampoco lo hace cuando retransmite un partido de fútbol. Mas bien elabora un show que tiene como base un partido de fútbol, pero que termina manipulando hasta convertirlo en un espectáculo denso, anodino y trivial. Eso sí, con mucho ritmo y movilidad. El mismo autor que acabo de citar, en un artículo publicado en Le Monde Diplomatique sobre mitologías contemporáneas, habla del mito de la velocidad y la movilidad, precisamente.

    Explica que actualmente parece necesario "ir deprisa en todos los dominios, pensar deprisa, vivir deprisa". Agrega que nos hacen creer que "toda movilidad es positiva". Quizá sea esa la razón por la cual la televisión, en Europa, no nos deja respirar durante la retransmisión de un partido.

    Permanentemente están repitiendo jugadas por más intrascendentes que sean. Una falta en la mitad de la cancha, sin ninguna importancia en el desarrollo del juego, aparece ralentizada en la pantalla no una sino 3 ó 4 veces, tomada desde distintos ángulos. En tanto el juego continúa, pero no lo vemos. Los primeros planos son siempre preferidos a la visión panorámica del juego. Por eso, aunque prestemos atención, nos cuesta entender que pasa y por que. Es como si nos mostrasen una partida de ajedrez sin ver el tablero completo, sólo los primeros planos de las piezas moviéndose. No entenderíamos nada, ¿verdad?.

    La televisión nos dirige la mirada hacia donde quiere, desviándola de lo que realmente interesa que es el juego. Plano para los famosos de los palcos, para los presidentes de los clubes, para los gestos de los entrenadores y hasta de los espectadores. Es un programa con ritmo, evidentemente, que es lo que buscan, ¿y que? vale preguntarse. ¿Para que?. A nosotros, como espectadores de fútbol, nos interesa el partido, el juego, no el ritmo televisivo, ni el alarde de cámaras y de ángulos. Sólo pretendemos ver el partido para divertirnos o aburrirnos según lo que ocurra dentro de la cancha. Pero claro, si el dios mercado los autoriza a marginar a millones de personas condenándolas al hambre y la muerte, a destruir la naturaleza, a contaminar el aire, a envenenar los alimentos, a atropellar la cultura, ¿por qué iban a tener piedad con el fútbol?

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revista digital · Año 7 · N° 34 | Buenos Aires, Abril de 2001   © 1997-2001 Derechos reservados