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La vida y la máquina: dos prácticas
que se juegan en la Educación Física

  Profesor Nacional de Educación Física
Docente en el ISEF César Vázquez, Santa Fe
Maestrando en Educación Física, Universidad de Salamanca
Guillermo Galantini
galantini@ar.inter.net
(Argentina)

 

 

 


    Me propongo aquí avanzar sobre ciertas legitimaciones que han inspirado históricamente el desarrollo de la educación física como disciplina del sistema educativo. En este caminar, la primera galería son cuadros; escenas y parcelaciones donde pueden ser apreciadas las prácticas y experiencias personales. Desde ellas tengo una convicción: que todo proceso de investigación y reflexión se asienta sobre las prácticas cotidianas que, por obvias, muchas veces no son conocidas o reconocidas.
    La otra pretensión; es discutir aquellos aspectos que permiten la explicación y comprensión de nuestra práctica y que, sin dudas, están sujetos a los vaivenes del contexto de crisis en que se halla la ciencia. Esto es motivo de atención, para la posibilidad de construir un campo simbólico y representacional, donde - sin dudas- la educación física es depositaria de una condición privilegiada.
    Para alcanzar el respeto por una práctica del bienestar de la humanidad, la educación física deberá repensar y resignificar al menos: Dos Atrasos y un Olvido.
    Entre los primeros se encuentran las manifestaciones de la Biología y sus modos de explicar la vida humana. En ese espacio ha hecho reservas también la Física que desanda sus preocupaciones entre: la máquina y la técnica. Dos atrasos que se reproducen en la legitimación actual de la práctica y que generan un importante olvido; como que esos modelos científicos, son inadecuados para comprender los hechos humanos y culturales. Sin embargo, los atrasos y olvidos depositan su singularidad y materialidad efectiva en aquella categoría concreta y visible que es el Cuerpo. Categoría, sin dudas muchas veces incomprendida y maltratada en el terreno de la educación física.

    Conferencia dictada con motivo de la organización de la Primeras Jornadas de Intercambio de Trabajos Prácticos
para Estudiantes de Educación Física. Burzaco, Provincia de Buenos Aires, 13 y 14 de octubre de 2000

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 33 - Marzo de 2001

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Introducción

    No puedo sino, dejar de apoyarme en mi experiencia, para sostener que nuestra disciplina es el escenario privilegiado de una doble lógica. Escenario en el cual se refleja, muchas veces, un fuerte abismo entre el Hombre y la Vida.

    Tampoco quiero dejar pasar, y esto lo hago a modo de sinceramiento, que no creo en los supuestos racionalistas de que: "la buena práctica consiste en la aplicación de conocimientos aprendidos con anterioridad". Por el contrario, las teorías se derivan de la práctica ya que éstas incluyen implícitamente teorías. El laburo, entonces, consistiría en la elaboración de esas teorías "tácitas".

    Pues entonces, les voy a contar de donde vengo. Creo que con ello Uds. podrán advertir las prácticas y las teorías que me sustentan. Uno de mis lugares, es una Escuela Pública de la Ciudad de Santa Fe; que, a pesar de no estar enclavada en el corazón de lo que allá llamamos Villa del Parque, bien podría -y con un cierto giro corporal- decir que mi Escuela está en los costillares de un barrio que fue soporte y utopía en la creación y construcción de una sociedad más justa en los años '70. Allá, donde la negación a la presencia corporal era casi un delito. Aquí, donde las casas se levantan con el favor que ofrece la mano del vecino, y el corazón palpita entre los goles de Unión y de Colón. Ahí, donde la fe, el conocimiento y el trabajo, motivan la esperanza de sus habitantes por un mundo mejor.

    De esos lugares provienen los chicos que asisten a mi Escuela. Ninguno de ellos usa anteojos; en sus dentaduras no se observan los alambrecitos de las ortodoncias; Sus prendas de vestir, son la marca de que no han podido llegar a las Marcas del Mercado. No son como Sarmiento, que "iba a clases hasta en día de lluvias"; en esos días es muy difícil salir del barrio y las mamás deben cuidar los zapatos para los días de tiempo bueno. La gran mayoría desayuna y almuerza en el comedor de la escuela. Muchos, alguna vez, vieron un tiroteo en la puerta de sus casas. Algunos, frecuentemente, están con los piqueteros, que cortan las rutas para pedir trabajo. Otros, como Mauricio, conocen y explican la indignidad del gatillo fácil. En el barrio, las casas están una al lado de la otra. Les gusta jugar a la pelota, pero lo hacen en los pasillos o en el peligro de la calle. Muchos tienen doce, trece años y están en el primer ciclo. Otros atienden las salidas de los supermercados; algunos cuidan coches hasta la madrugada; y, a veces -abruptamente- las chicas que inician su adolescencia toman viaje para Buenos Aires. Siempre llegan a la escuela con la ilusión y la sonrisa puesta. Nunca dejan de preguntar: ¿Hoy tenemos profe?. El Nicolás, que está en primer grado, hace malabarismos y sueña con tener un circo cuando sea grande. Cristian, que está en sexto, pide consejos a su existencial duda de aprender fútbol con el Señor del Barrio o anotarse y ser federado en la escuelita de un club. Ezequiel, en el veranillo de San Juan, fue capaz de sacarse la remera que escondía un voluminoso abdomen y dijo: "al que no le guste que no mire". Ninguno tomó risas ni burlas hacia él. Al regreso de las vacaciones de invierno les pregunto: ¿Y...? ¿dónde fueron? Con gran espontaneidad y alegría uno me respondió "Yo fui al dispensario profe".

    Simultáneamente, desarrollo mi trabajo en un Instituto de Formación de Profesores de Educación Física. Instituciones que no pueden dejar de reconocer su inmensa responsabilidad con el folclórico comportamiento de nuestra disciplina en el sistema escolar argentino. Un comportamiento que en diferentes ocasiones ha llevado a producir una función domesticadora del cuerpo de los alumnos; generando un práctica instruccional, a-histórica y descontextualizada; produciendo exámenes que visualizan un modo incondicional por el rendimiento físico y técnico de los movimientos. Incluyendo prácticas pedagógicas donde la tolerancia para la invención, el diálogo y los procesos son actividades tan marginales que, si no están autocensuradas, son poco menos que prohibidas. Hay una fuerte complicidad de los Institutos de Formación en cuanto al proceso legitimador de una práctica que en diferentes circunstancias decide de manera meritocrática, selectiva y exclusiva sobre la vida y los cuerpos de los alumnos; favoreciendo al mejor, al más apto, al más condicionado; entonces al más veloz, al más resistente, al más fuerte; y así contribuyendo, hasta de manera no-intencional, a conformar el aparato de simulación que invita al desarrollo de políticas injustas no solo educativas sino ya sociales. Esta, nuestra práctica, no ha enriquecido a la democracia. Ella crece en el diálogo, en la disputa y en la lucha por diferentes concepciones; lo que nosotros hemos hecho ha sido: formar en fila; mantener el silencio; hacer bien los ejercicios; no saltearse las progresiones. En fin, proceder a obedecer y no a comunicarse. A esto no se llega sin la garantía y el resguardo de los Institutos de Formación que, como configuradores del campo de control simbólico operan regulando las relaciones sociales, la conciencia y las disposiciones corporales. Estas son las usinas de los discursos especializados que de cierta manera han impulsado una practica pastiche para la educación física. Una practica que combina: calidad de vida, recreación, aire libre, competencias, juegos, pero que lo hace en muchas situaciones por mecanismos cínicamente autoritarios. Así termina por incrustarse una pacífica relación conyugal entre educación física y sistema educativo, donde, y para no molestar a éste, aquélla debió transformarse en una curiosa disciplina custodial. Pero a esa relación tan pacífica y desinteresada se llega, sin dudas, por la vocación de gendarme que tiene su marido, que la estructuró con sus bloques, que le ordenó sus contenidos, que reajustó sus horas de trabajo... en fin, un matrimonio como tantos otros.

    De cierta manera estos aspectos precisan de una fuerte reforma del pensamiento, reforma a la que muy bien puede contribuir la Educación Física en la medida que sea capaz de mirarse a sí misma y salir de esa condición acurrucada que como mandato histórico ha venido legitimando. A mi modo de ver quiero destacar que esa reforma no puede salir del vacío, del cero, de la nada. Una mirada menos reduccionista y fragmentada y, por lo tanto más compleja, ya ha comenzado en la literatura, en la filosofía y se prepara en las Ciencias.

    Les propongo que me sigan, y que estén atentos a dos aclaraciones que quiero hacer; la primera tiene que ver con algunas apreciaciones que ya hiciera como aquellas en que históricamente ubicaba a la educación física como envuelta en sí misma, explicada con simplificaciones y distinciones que han llevado a la preocupación por las partes olvidándose del todo. Entonces cuando hablo de Complejidad estoy diciendo de la necesidad de los fenómenos multidimensionales en lugar del aislamiento y la mutilación; estoy reconociendo las realidades como conflictivas (la democracia misma se nutre de sus antagonismos); del respeto a lo diverso y al mismo tiempo de la unidad.

    La segunda aclaración: tiene que ver con el contexto de crisis actual de la Ciencia y con ello un lugar para pensar la Educación Física como práctica social y pedagógica. Desde principios del siglo XX y, principalmente en los últimos 50 años hemos visto sino el derrumbe al menos el socavamiento del paradigma reduccionista-positivista. Contrariamente hay una resurrección de un carácter ecológico en la esfera científica que se había distinguido por cortar, seleccionar y dividir la realidad; es un hecho auspicioso para la concepción compleja. Esto todavía se presenta inacabado en muchos campos, básicamente el de las ciencias humanas, pero podemos esperar que esta reforma avanzará siguiendo esas huellas. Si no una duda, al menos surge un fuerte interrogante: en este devenir de la ciencia y consecuentemente reforma de pensamiento: ¿qué lugar puede tener la educación física? Con sorpresa, les puedo decir que ella es vista como Cultivadora de la Corporeidad, entendiendo al Cuerpo como la condición primera y única para restablecer la presencia humana del ser humano.

    Hasta aquí hablamos de complejidad y de crisis de la ciencia. Insertemos a la Educación Física en ese contexto desde la olvidada pero inevitable condición humana que es el Cuerpo. Con relación a esta categoría dimensional, quiero puntualizar finalmente, dos aspectos.

    En primer lugar tengo interés en dar cuenta de lo que para mí significan atrasos o retrocesos en esta nuestra disciplina. Paradójicamente lo más omitido ha sido la propia categoría de cuerpo. Es muy difícil pensar cualquier instancia social o cultural prescindiendo del mismo, a pesar de esto, históricamente lo hemos negado y hasta prohibido. Sin embargo debemos reconocer que no hemos percibido con claridad que en torno a esta categoría se construyen mucho de los modelos de comportamiento y sensibilidad social, que muchas de sus prácticas implican los modos de aprehensión estética y ética del cuerpo y fundamentalmente los modos en que los poderes sociales se ejercen sobre y contra el cuerpo.

    Los dispositivos de control y dominación social tienen sino en el cuerpo el primer vehículo para producir ese engranaje de constitución de poder. Es al cuerpo a quien le pedimos silencio, es él quien debe obedecer, ponerse firme, estar en fila, tomar distancias, no hacer ruido. Es él quien repite y se ejercita. Es él quien recibe las inscripciones de orden, prolijidad y deber. Es sobre él donde nacen y se desenvuelven las ideologías y las hegemonías; y esto ha sido todavía muy poco estudiado.

    Ahora bien, esto no quiere decir que el cuerpo no haya tenido un lugar en nuestra práctica, pero un lugar al fin parcializado y disminuido. El lugar que se admitió es el del cuerpo biologizado. Ha sido visto sólo como un conjunto de órganos, músculos y articulaciones; entonces capaz de producir, ser eficiente y rendir. De esos elementos se nutre la idea de Máquina Corporal que se extendió por la práctica de la educación física, y se ha confiado su explicación fundamentalmente a la anatomía y el análisis de los movimientos. Una mirada apenas externa. Esto ha llevado a constante debates y pujas -muchas de las veces estériles- entre quienes se desenvuelven en el campo biológico y aquellos que lo hacen en el de las ciencias humanas. Muchos son los autores que podría citar para comprobar la localización de estas visiones contrarias y contrapuestas que son los de la vida y la máquina; el de los humanistas y mecanicista. El problema es que los mismos defensores de la mirada biológica, todavía hoy no comprenden los avances en este campo. Ya la biología ha dejado de mirar al cuerpo desde afuera y lo empieza a hacer desde adentro. Prueba de esto son todos los avances en el campo de la genética y los estudios del ADN. Sin embargo el lugar de la máquina ha sido el de las explicaciones provenientes de la física, la cual deja pasar, por insignificante todas las cuestiones relativas a lo vivo. Esta parece devastar el espacio vital produciendo un sobredimensionamiento de la técnica. Aquí también la educación física reproduce un discurso tradicional de lo que fue la Física hasta mediados del siglo XX.

    Se puede inferir hasta aquí que, desde el lugar de la ciencia, la educación física es depositaria de al menos dos atrasos y un olvido (casi un título para una novela de amor y suspenso, verdad?)

    Entonces quiero explicar, y muy brevemente, a lo que nombro por atrasos y por olvidos.

    Para llamar la atención de Uds. quiero anticiparles que; debido a los atrasos, el modelo hegemónico de educación física no es el adecuado para tratar los hechos humanos y culturales, siendo éste el verdadero olvido de la profesión. Veamos el primero de esos atrasos:


Una ojeada por la Biología

    Durante mucho tiempo el hombre estuvo preocupado por el estudio de los seres vivos. Podemos señalar la época del renacimiento europeo como el más trascendental en el conocimiento del cuerpo humano en cuanto que la medicina y la cirugía se vieron beneficiada por la aparición de los anatomistas. De todas forma ya en esa época había un científico -Andrés Vesalio- que señalaba la imposibilidad de conocer la anatomía humana a partir de cadáveres y que sería mucho mejor hacerlo sobre el cuerpo vivo.

    A pesar de ello, la arquitectura corporal que comienza a tejerse es la de tratar al cuerpo como algo extraño, donde el cuerpo del investigador es una cosa y el del investigado otra; donde el científico empieza a colocarse delante de ese objeto que es el cuerpo como delante de cualquier otro objeto que no sea precisamente humano.

    Así, por esa ventana de la racionalidad es el acceso del cuerpo a la cultura intelectualista occidental, y es conveniente destacar que, esa entrada es desde el lugar de la exterioridad y ésta es apenas un simple vestigio de la vida humana.

    Sabemos que a partir del siglo XVII y de la mano de Galileo el universo comienza a ser explicado como un gran maquina que se rige por leyes físicas explicadas en términos matemáticos y figuras geométricas. Esto incluye también una forma originaria de ver el cuerpo de los individuos, de configurar y conformarlo con la misma lógica de la máquina.

    Nos lleva, por lo tanto a que la imagen de maquina sea vista como un avance en el conocimiento del organismo humano. Entonces los miembros, pasan a ser palancas; las articulaciones, son engranajes; el corazón es una central de bombeo... etc.


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