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Garaycochea: el crujido de la fantasía lógica
Jesús Castañón Rodríguez

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 33 - Marzo de 2001

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Pesca

    Es un ámbito de ilógica donde aparecen situaciones donde un pescador saca la pieza del agua en competencia con un cazador que también apunta al pez con el fusil; otro, al que se le ha quedado enganchado el anzuelo en una raíz del fondo, pide a un suicida que no se tire al mar hasta desengancharlo; y un tercer pescador se enfrenta a un pez enorme al que propone quedar empatados si el pez se va y él suelta el hilo de la caña. Además, la pesca se convierte en un lugar para el cruce de las relaciones lógicas y absurdas para las riñas conyugales al tirar un pescador las cenizas de su cigarrillo al agua mientras su mujer le abronca: "¡Cómo se ve que el río no es tuyo!"


Rugby

    El deporte del balón oval refleja situaciones insólitas como la inauguración de monumento al jugador cuya última jugada fue incrustar su cabeza en la tierra a la búsqueda del balón. Pero también acoge exageraciones sobre jugadores embarrados que al saludar a sus amigas no son reconocidos por su sucio aspecto o llenan de barro el set informativo al acudir a las entrevistas directamente desde la cancha de juego.


Deportes olímpicos

    Comprende una análisis de 10 disciplinas: atletismo, baloncesto, boxeo, fútbol, hípica, natación, remo, tenis, tiro y vela.


Atletismo

    El atletismo se convierte en ámbito para situaciones abiertas que debe cerrar la imaginación del lector. Es el caso de los corredores que van por la calle ante la indignación de un estrafalario personaje -con chaqueta de flores, corbata de lunares, pantalones de cuadros, zapatos de dos colores, bolso, barba recortada de forma desigual, sombrero con pluma y cigarrillo con boquilla larga- que les critica por hacer el ridículo con esa vestimenta por la calle. Y también de los atletas que no se atreven a llegar a una meta instalada bajo una roca que da la impresión de poder desprenderse.


Baloncesto

    Lances insólitos como el pívot que se apoya en la cabeza de otro jugador más bajo para alcanzar un balón; el director técnico que se enfada con el pívot y se sirve de una escalera para subirse a su espalda y hablar con él; la entidad baloncestística con dos entradas (una ancha y baja) y una salida de jugadores estrecha y muy alta; y el jugador novato que corre detrás de los globos en vez del balón ante la desesperación de su entrenador.

    Se combinan relaciones lógicas y absurdas cuando el entrenador del equipo que pierde por 84-17 en un encuentro da las últimas instrucciones a sus jugadores: "abríguense cuando salgan del estadio porque en la calle está haciendo bastante frío". Y también en la cancha de baloncesto donde las losetas del parquet semejan un crucigrama por la gran afición de su presidente a las palabras cruzadas, así como en el caso de la jugadora que recibe los improperios de un espectador por su juego violento, y a los que ella responde entre ruborizada y halagada: "Vamos mentiroso... A cuántas habrás dicho lo mismo".


Boxeo

    El boxeo acoge situaciones disparatadas: un boxeador zurdo con el brazo izquierdo más desarrollado y más largo que el derecho, hasta el punto de arrastrarlo como si fuera el velo de una novia; un púgil lleno de magulladuras y golpes al que el árbitro levanta el brazo, pero no para marcar su victoria sino para ver si todavía está vivo; boxeadores ensangrentados y la cara y el cuerpo llenos de cortes que se saludan efusivamente al final del combate con la frase; "He tenido mucho gusto en haberlo conocido"; la entrevista periodística en el rincón con el manager sentado en la banqueta y el boxeador sobre sus piernas, donde el púgil declara que más que un manager es un padre; el boxeador que derrumba un tabique de pared de un golpe al hacer ejercicios de sombra mientras afirma que ha noqueado a su sombra; el púgil que para cubrirse la cabeza, la encoge entre los hombros hasta que queda a ras de cuello; el enfadado manager que arrastra a su derrotado pupilo y a la pregunta de la prensa sobre sus planes inmediatos, responde: "¡defenderse de la paliza que voy a darle desde ahora en el vestuario!"; el segundo que previene a su pupilo porque en el tercer asalto su rival va a sacar la derecha, que lleva envuelta en un papel de periódico; y el boxeador que sentado en el suelo con el cuerpo reventado, tiritas cruzadas por el rostro, puntos de cicatrices y síntomas de agotamiento, sostiene feliz la copa que le acredita como campeón.

    Además se combinan relaciones lógicas y absurdas en la charla que mantienen un púgil y sus cuidadores en el rincón sobre que ya no es el mismo de hace un año a lo que responde, con la cara reventada de golpes, que tampoco es el mismo de hace veinte minutos. Y también cuando una viejecita sale por las escaleras de acceso entre los vestuarios y el cuadrilátero y al encontrarse con dos nuevos boxeadores y un manager que van camino de la pista, les recomienda que salgan por otro lado porque allí se están zurrando a golpes dos y puede resultar peligroso. O en la discusión que mantienen un entrenador y su boxeador con la cara partida y que le pide que le diga las cosas en la cara mientras el primero comenta "¿en qué cara?".


Fútbol

    En el caso del fútbol, Garaycochea crea situaciones insólitas y combina relaciones lógicas y absurdas.

    Aplica la visión de situaciones inesperadas a árbitros, futbolistas, aficionados y directivos. Los colegiados hacen sonar el silbato con la ayuda de un fuelle; constituyen el blanco de las iras de rudos defensas cuyas acciones han sido castigadas con un penalti en contra; son escondidos en las taquillas de los vestuarios tras huir de jugadores que protestan airadamente; y patean penaltis tras haber sido empujados dentro del área. Los jugadores aparecen en una jaula del zoológico por su calidad de animal; patean penaltis a la derecha del portero, donde hay un enorme charco, porque no sabe nadar; dan explicaciones inverosímiles a los hinchas sobre lo que han querido hacer con su juego en el campo; son objeto de las agresiones de sus compañeros de equipo cuando consiguen un autogol o son despedidos a la tribuna mientras un locutor lo relata como el cambio que introduce un entrenador en la alineación. Los directores técnicos se convierten en seres enojados con sus pupilos, bien, porque malinterpretan su consigna de jugar con optimismo con reírse cada vez que les hacen un gol; bien, porque no entiende para quién está jugando uno de su futbolistas.

    Las hinchadas son destacadas por su ruido y su afluencia al estadio. Es el caso del aficionado -equipado con cuatro megáfonos, cinco amplificadores y cuatro micrófonos- que anima frente a la hinchada rival que abarrota una tribuna; del equipo con poca hinchada, a cuyas gradas sólo acuden perros curiosos; o el acertante de las apuestas, que se compra una tribuna del estadio para él solo con alfombra, toldo y una instalación propia de palco. Los dirigentes son reflejados en sus extremadas penurias económicas. Reparten muñecos entre sus jugadores como premio de fin de temporada o se medita una oferta de 10 millones por un jugador mientras en la parte trasera de la chabola que hace de sede social se da aire al tesorero para que se recupere tras un desmayo.

    La combinación de relaciones lógicas y absurdas se produce en los estamentos del fútbol y en situaciones de fantasía. En el primer caso, afecta a aficionados, dirigentes y periodistas deportivos.

    La fiesta de los aficionados lleva a sustituir la baja por enfermedad del mono mascota por un espectador de físico parecido; a hacer que el perro mascota del club se burle de los jugadores de su equipo; a vaciar de público las gradas de un estadio mientras están llenas de gente las copas de los árboles que lo rodean. Los dirigentes juegan en su despacho al escondite de las nóminas de sus apáticos jugadores para que les dé un poco de trabajo encontrar el sueldo; critican el toque femenino de la iluminación de una cancha llena de lámparas de mesa de noche y floreros en la grada del estadio; advierten sus medidas para evitar desmanes en las rebosantes gradas de tablón: apuntalar la grada con una vara atada a un cordel y al final de cuyo extremo está un empleado dispuesto a hacerla bajar. Y los periodistas crean relatos fantásticos: la salida al campo de un jugador con una enorme cabeza que asombrará con sus goles con la testa; el ruido del choque de rabia de unas botas lanzadas contra la pared y un montón de palabras malsonantes, que son apoyadas por el comentario "Creo que no es necesario decir que ahora estamos transmitiendo desde los vestuarios del equipo perdedor"; y la visita a vestuarios de un equipo, cuyos jugadores se escapan por las ventanas tras perder en el primer tiempo, para realizar una pregunta a su entrenador: "¿Qué planes tienen para el segundo tiempo?"

    En el caso de las relaciones de fantasía convierte un estadio en un basurero por la gran cantidad de objetos que lanza el público; transforma un partido de futbolín en una cancha de fútbol; consigue que un equipo en graves dificultades económicas enrole en su plantilla a un gordo, porque es el dueño de la pelota; y recrea la situación de una cancha de fútbol junto a un campo nudista donde a los jugadores vuelven con un ojo morado tras recoger la pelota que se les ha escapado con frecuencia.


Hípica

    La hípica es un ámbito de situaciones insólitas y exageradas, con jinetes que limpian la alfombra de su casa en una silla de montar, vestidos de jockey y con la raqueta de limpiar haciendo de fusta o con tal miedo tras alguna caída que ya sólo montan caballos de madera.


Natación

    Este carácter de lógica inesperada también afecta a la natación con la presentación de un guía de club deportivo que muestra una insólita piscina cuadrada de pequeña extensión pero gran profundidad o que enseña la cancha de paleta, la pista de tenis y la pileta natación, pasando sobre las cabezas de los nadadores que tupen la piscina.


Remo

    El remo acoge la combinación de relaciones lógicas y absurdas con la presentación de una embarcación en la que van dos tripulantes y se hallan al borde de la caída por unas cataratas, momento en el que uno explica al otro: "Ahora verás por qué te pedí que trajeras casco".


Tenis

    El tenis recoge exageraciones: el jugador superior al rival que le gana atado a la pista, sosteniendo una bandeja en equilibrio con una botella y una copa mientras además fuma un cigarrillo; el partido con viento en contra en el que unos jugadores no hacen más que dar golpes y perder tantos por que el aire les devuelve las bolas mientras la otra pareja del partido de dobles se sienta y lee el periódico ; y el tenista que inventa una variante divertida con trampas para ratones que obliga a tener gran agilidad para no pillarse los pies en la pista.


Tiro

    El tiro se convierte en diana de la combinación de relaciones lógicas y absurdas con el conserje de una escuela de tiro que recrimina a una señora por llevar un vestido con círculos y a la que recomienda cruzar la calle para evitar desgracias.


Vela

    Acoge la fantástica situación de un automóvil que choca contra una embarcación que se halla en el dique seco en fase de reparación


Epílogo

    En resumen, Garaycochea ejerce en Los deportistas son una risa una mirada insólita, hace crujir con fantasía las relaciones lógicas y absurdas de la práctica deportiva y establece brillantes juegos gráficos para provocar la sonrisa. Su principal aportación reside en encontrar un punto de humor a todo tipo de actividades deportivas, aunque encuentre mayor inspiración en el fútbol, el automovilismo en su doble vertiente de rally y fórmula 1, el baloncesto y el golf.


Referencias bibliográficas

  • CASTAÑÓN RODRÍGUEZ, Jesús (1999) "¡Hay movimiento en el banco!", Idiomanía número 85, Buenos Aires.

  • GARAYCOCHEA (1975) Los deportistas son una risa, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.


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