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Deporte y moral: los valores educativos del deporte escolar
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 31 - Febrero de 2001 |
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Paradójicamente a lo que pueda pensarse, la combinación de lo lúdico con lo agonístico no es no factible. A pesar de ser uno la antítesis del otro, se necesitan los dos, el uno del otro, y no es excluyente el inculcarlo aun en el deporte profesional. Ya Gösta Olander, uno de los fundadores del fartlek de la escuela sueca, en 1930 "inculcaba a sus atletas la alegría en la actividad, sentirla como un verdadero pasatiempo" (Mora, 1985:24). Esto no apoya más en lo que venimos proclamando desde más arriba: que lo importante es participar. Precisamente por ese componente lúdico, entre otros obviamente, pero sobre todo por ese.
Según el currículo (B.O.C,1993:1920) el valor lúdico de la actividad física es un inestimable recurso para favorecer los aprendizajes de los alumnos. Es, gracias a este cambio en la ideología educativa, como se ha transformado lo que antes era una preocupación por informar en lo que ahora se ha dado en llamar preocupación por formar. Ya, por fin, se tiene en cuenta a ese gran ser humano, tan olvidado del proceso educativo a lo largo de toda la historia, llamado discente. Reconocemos cuáles son sus intereses, sus expectativas, sus motivaciones, sus experiencias,... en fin, lo "reconocemos" (en todo el sentido de la palabra) y esto es un adelanto para la práctica de la actividad física y el deporte (y en general para toda la educación), puesto que es gracias a este valor, en el cual los niños se divierten, como además aprenden. Se trata en definitiva de aprender a jugar y de aprender jugando. Al fin y al cabo, el comportamiento lúdico es uno de los primeros que se empieza a manifestar en el hombre desde su infancia (y por tanto uno de los más puros; la competitividad se empieza a desarrollar mucho después), por eso es importante potenciar todas aquellas actividades que tiendan a su conservación y explotación.
El valor higiénico es considerado también por nosotros como intrínseco al práctica de la actividad deportiva.
De la lectura de varios autores (Mora, 1985; González, 1993; Corpas, Toro y Zarco, 1991; Blanchard y Cheska, 1986) se desprende como, a lo largo de la historia, el hombre siempre, o casi siempre, ha destacado el valor higiénico que tiene la práctica deportiva. Por ejemplo, y según Mora (1985), en China, ya desde el año 2000 a.C., en la dinastía Chow la actividad física era reconocida su propiedad higiénica. En Grecia, Aristóteles decía que la gimnasia debe investigar qué ejercicios son más útiles al cuerpo y cuál es el mejor para ellos. Los humanistas demuestran la relevancia que le otorgan a la salud cuando reconocen la importancia del movimiento como uno de los mejores elementos para satisfacer las necesidades intrínsecas del ser humano.
Actualmente, desde el currículo se nos infunde una educación para la salud, como elemento muy importante que, dentro de la educación física principalmente, contribuye a la formación integral del niño. Y sin embargo vivimos en una sociedad tal vez en crisis de valores, donde lo que impera es el culto al cuerpo (véase la eclosión de la musculatura, el desbordamiento de los gimnasios,...), el narcisismo (tal vez consecuente de lo anterior), el récord, la marca,... Hay una devaluación del valor de la actividad física como medio para la salud, a favor de la estética, considerándolo como un elemento secundario a la propia práctica. No obstante, estamos de acuerdo con el currículo en que se aboga por el valor higiénico considerando que "la actividad física favorece la conservación y mejora de la propia salud y estado físico, así como previene determinadas enfermedades y disfunciones" (B.O.C.,1993:1948), y nosotros añadiríamos que favorece además la formación de actitudes de respeto y cuidado hacia el propio cuerpo, y desarrolla hábitos higiénicos en los más pequeños.
En definitiva, el objetivo que nos proponemos es que ese valor higiénico que desde los comienzos de la humanidad ha estado presente en la actividad física, y que tan atenuado se encuentra hoy en esta sociedad imperada por una serie de valores que tienen más en cuenta la superficialidad que la profundidad a la propia persona, lo extrínseco eclipsa a lo intrínseco, se soslayan mucho aspectos que, al fin y al cabo, son los que nos definen como seres humanos, sea aceptado como una parte importante a tener en cuenta en la educación. Como bien dijo Pérez Galdós, es verdad que en estos tiempos de podredumbre se consideran como virtudes aquellos que son deberes de los más elementales.
El último valor al que haremos referencia en este apartado es el hedonístico (siguiendo la terminología de Seirul.lo, 1995). Este hace referencia al estado que experimenta el sujeto que realiza la actividad. Ya Aristóteles consideraba como uno de los principios de la actividad física la enexia (o bienestar deportivo) donde el placer de su realización está presente en toda acción. Practicamos un deporte por el mero hecho del placer que sentimos cuando lo estamos realizando. Es ese estado catártico en el que nos sentimos inmersos cuando hacemos deporte el origen de que en un muchos casos nos decidamos por uno u otro deporte. En la vida adulta, el componente hedonístico del deporte tiene un contexto de ocio. Se utiliza el deporte como contrapunto al trabajo; es en aquel en el que nos liberamos de las tensiones del trabajo diario, lo utilizamos en el tiempo libre como ocio por el simple gusto de olvidarnos de la rutina diaria. Valga, por ejemplo, el típico partido de squash que juegan los "yuppies" para liberar el estrés; o más cercano a nosotros, lo que hoy en día se ha dado en llamar "deportes de alto riesgo" (y no sin razón). ¿Por qué se practica si no es por el placer masoquista de sentir el peligro en el cuerpo?
Respecto a este valor, es relevante rescatar aquí la "teoría del flujo" de Csikszentmihalyi. Estamos de acuerdo con el autor en que la práctica de la actividad física produce flujo, es decir, el estado de bienestar que sentimos recorre nuestro cuerpo cuando realizamos una actividad que nos es grata. La sensación de gratificación intrínseca de hacer algo por el simple placer de hacerlo, sin motivaciones extrínsecas. Hay que aclarar, sin embargo, que no sólo el movimiento produce flujo, es necesario una serie de motivaciones, intereses, un pensamiento, una atención,... ya que el disfrute no depende únicamente de lo que se hace sino de cómo se hace (Csikszentmihalyi, 1997:116).
Valores extrínsecos a la práctica deportivaLos valores extrínsecos son aquellos que "desde fuera" le atribuimos a la práctica deportiva. No son, al contrario que los intrínsecos, los que el sujeto experimenta durante la realización del mismo; son los que culturalmente podemos encontrar en ellos. Dependiendo, pues, de la sociedad y/o cultura en la que se practiquen representarán uno u otro ámbito del hombre.
Muchos son los valores que podemos atribuir al deporte, y muchos los que podemos potenciar con su práctica. De entre ellos, todos, o casi todos estamos de acuerdo en transmitir: solidaridad, fraternidad, participación, cooperación, respeto a los demás, ayuda mutua, no discriminación ni estereotipificación de actitudes, socialización, comunicación e interacción positiva entre los pueblos, nobleza, valentía, perseverancia, altruismo,...
El problema reside en que educar en estos valores supone formar personas honestas consigo mismas y con los demás, abiertas a nuevas experiencias pero sin anteponer sus propios intereses en detrimento de los demás, considerándose el respeto a la libertad de expresión y a la igualdad de oportunidades como algunos de los derechos más fundamentales de las personas. Sin embargo, no hay quien no piense que ello implicaría una educación para el fracaso; tal y como piensan estas personas, el mundo funciona por una serie de intereses económicos y políticos que trascienden de la educación y que se basan en una amalgama de valores totalmente contrarios a los aquí defendidos como son la lucha por ser el mejor, la competitividad (en el sentido negativo), la individualidad,... Y sería un completo error ignorar esto; pensar que el mundo no funcione así sería cerrar los ojos a una realidad que nos compete (y mucho más a nosotros) afrontarla. Y es precisamente por el triste hecho de existir esta realidad, por lo que pensamos que se hace totalmente inefable el que se eduque en aquellos valores a los que tanto hemos aludido. Creemos (y debemos) educar a través de la práctica deportiva, cuando menos, en estos valores por todo lo que hasta aquí hemos proclamado. Pensar que todo esfuerzo va a ser inútil supone aceptar la derrota sin haber peleado; es nuestro deber cambiar, en la medida de lo que se pueda (y en lo que esté al alcance de nuestra mano), esta sociedad que nos ha tocado vivir y con la que, paradójicamente, tanto nos identificamos.
ConclusionesEstaremos de acuerdo que la transferencia de los valores educativos de la Educación Física y el deporte no se hacen espontáneos; están supeditados a la pedagogía (B.O.C., 9-IV-1993:1949) y es a este respecto por lo que se hace necesario el que el propio maestro, educador físico, entrenador, etc.... sea consciente y coherente con lo que hace y cómo lo hace. Es irrefutable el hecho de que la pedagogía es el fundamento de la educación (en cuanto que es de aquélla de la que se nutre toda orientación en el ámbito educativo), por ello, inherente a toda formación del profesional de la Educación Física o del deporte está la base filosófica o ideológica sobre la que se sustentará su intervención educativa; sobre ella versará la jerarquía de valores (implícitos o explícitos) que tratará de transmitir a sus alumnos, jugadores, etc.... formarlos críticamente (en la medida en que se pueda) para que establezcan su propia jerarquía de valores y sepan resolver dilemas morales.
Hemos intentado recoger, en este breve trabajo, aquellos valores que consideramos óptimos para la formación integral del alumno, no ofrecidos como un recetario del que se hace un uso pragmático inmediato sino como una invitación a la reflexión por parte del lector a la crítica de los valores sociales imperantes a nuestra sociedad y tomando como punto de referencia el desarrollo global de los alumnos: formarlos como seres humanos y no como máquinas elaboradoras de movimientos estereotipados o reproducciones sin sentido en donde la espontaneidad, la creatividad, la libre expresión son un tenue reflejo de ese gran valor que es la condición humana. Creemos que se debe "educar en sentido amplio, educar para que los alumnos y alumnas se conviertan en ciudadanos capaces de alcanzar un sentido de realización personal" (Gutiérrez, 1996:39).
En definitiva, el deporte en sí mismo no es ni bueno ni malo, es nuestra sociedad la que le otorga un sentido u otro, dependiendo del nivel de control o mantenimiento de las estructuras que la componen y como lo desea ejercer. De lo que se trata, pues, es de cómo nosotros logremos utilizarlo en beneficio de nuestros alumnos, siempre desde la perspectiva educativa. Así, como dice Huxley (cit. por Gutiérrez, 1996: 40), "bien utilizado el deporte puede enseñar resistencia y estimular el juego limpio y el respeto por las normas, un esfuerzo coordinado y la subordinación de los intereses propios a los del grupo; mal utilizado, el deporte puede estimular la vanidad personal, el deseo codicioso de victoria y el odio a los rivales". Tratemos, ipso facto, de auspiciar la primera opción, aunque en muchos casos se vaya en contra de lo que se impera.
Bibliografía
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