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Juegos populares en la mirada de maestros rurales de la
Provincia de Río Negro, Patagonia Argentina

Docente de la Universidad del Comahue
(Argentina)
Víctor Pavía
vapavia@uncoma.edu.ar

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 30 - Febrero de 2001

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Primer testimonio 1

    Amanece en el valle de El Bolsón. Al norte del pueblo comienza a iluminarse la Escuela Rural N° 139. Su edificación antigua, sólida y espaciosa, se levanta al costado de la ruta, a doce Km. del pueblo, con sus aulas para cada grado, su galpón-gimnasio y su taller de carpintería. Detrás de la escuela pasa el río Quemquentreu, que sigue hacia el sur bordeando los siete kilómetros del largo Barrio Luján, dándole vida a chacras de lúpulo o de frambuesas y a pequeñas huertas familiares. Del otro lado, el este es una inmensa muralla. El cerro Piltriquitrón se levanta imponente, extendida pared de piedra que proyecta su sombra sobre todo el valle.

    Un despertador natural despabila a Ceferino, el portero. El amanecer es todavía sólo una lejana línea en el oeste, un reflejo a contramano proyectándose sobre los picos del Hielo Azul, más allá esta Chile. En la oscuridad, Ceferino sale a picar un poco de leña para el mate. Hecha "chamiza" en la "económica" y se queda unos instantes mirando juguetear el fuego. Hasta que el agua se caliente tendrá tiempo de dar comida a sus gallinas y a sus pavos que "corren p'aca" ni bien abre la puerta. No muy lejos los teros contestan el canto de las bandurrias. Como todos los días, Ceferino esperar que el reloj marca las siete para caminar los cincuenta metros que lo separan de la 139. Cruza el puente del canal y ve que le falta una tabla; "es ceniza", se dijo, pensando que la habían llevado como leña. Ya ha encendido el fogón y las salamandras, cuando empiezan a llegar los chicos del Mallín y de la Rinconada. La larga caminata entre cipreses y radales les ha puesto cachetes y narices coloradas por el frío. Entre risas, se van acomodando, apretaditos, al lado del fogón de la galería. Luego llega el colectivo escolar, blanco arriba, marrón abajo, de recorrer tantos kilómetros de tierra por el corazón del Barrio Luján. Bajan los chicos y algunos maestros. Unas nenas corren para alcanzar una hamaca, otros se acomodan en el cerco de alambre y empiezan un partido de bolitas; el resto se queda conversando por el patio. Ceferino llama a Pablo y le pide que lo ayude con la leña. Mientras caminan hasta el taller de carpintería en busca de una carretilla, conversan: -¿Y ese juego, Pablo, el que han estado armando desde hace unos días en el recreo?-. -Lo enseñó la profesora de Educación Física, se llama jambol-.

    Alejo entra a quinto grado y ve a Jesús que tiene la pelota inquieta debajo de su pie derecho, como anunciando la llegada del recreo. Suena la campana y en tres segundos el patio esta repleto: los más chiquitos ocupan enseguida el sector de los juegos; unos diez varones corren detrás de Cornelio que lleva el fútbol. Hay protestas: durante la corrida barrieron hoyo, líneas y bolitas de otros jugadores. Las nenas más grandes dan vueltas por el patio, conversan, se ríen. Se adivina que unas acompañan a las otras siguiendo curiosas el rastro alegre los chicos.

    Desde este momento, los dioses de lo vivo y los sumergidos en la oscuridad, vuelven a presenciar algo que ellos creían no sucedería más. Los dioses de abajo son mal arriados y "chascones" y se empacan con todo lo que venga de arriba: los ruidos, las risas, el sol. Por eso rezongan cuando escuchan que Jesús empieza el partido haciendo picar la pelota. Mientras, uno de los dioses de arriba, que había estado esperando con ansiedad que los chicos salieran al recreo a jugar, lanza una estruendosa carcajada que hace temblar su bonachón y voluminoso ser. Los otros dioses, animados por su alegría, se le acercan para ver de qué se trata. -Es que los chicos est n jugando -dice- mientras se escucha un "no vale pechar huevón", por un empujón que no es causa de enojo. Y el juego vuelve, siempre vuelve. Los chicos parecían tener alas en la cancha. No había golpes ni disputas, pero lo que más placer producía era ver el desparramo de reglas ignoradas. Ellos hacían trampas sin hacerlas, porque parecía existir un pacto implícito de violar las normas.

  • Ya me duele la cabeza de tantos golpes de pelota y corridas- gritaba uno de los dioses ocultos.

  • No puede ser- decía otro. ­Encima ¡Miren lo que hacen!- ­¡El arquero patea la pelota!- ­¡Dan cuatro o cinco pasos antes de picar!- ­Y todo sigue como si no pasara nada-. Sin embargo... pasar, pasa.

    Por eso los dioses de arriba disfrutan cuando ven llegar hasta la cancha (y atravesarla como si nada) a unas nenas con rastrillos, o cuando Benito -que esta en el arco- sacó de su bolsillo unas tortas fritas para convidarle a unos nenes de primer grado, que juegan a sus espaldas tratando de embocar en un aro de básquet, envueltos todos en la nebulosa de la no pertenencia al mundo de ese juego. Pasar es como si no pasaran, y los chicos parecen esquivarlos como si fueran transparentes o su existencia demasiado leve o efímera para interrumpir el juego. Benito ni siquiera piensa en ellos cuando, parado a un costado de la cancha, ve que Germán corre la pelota apretadita contra del pecho, esquiva a Quique, se acerca al arco y hace gol. Y termina el partido porque toca la campana. El portero Ceferino, que ha seguido el partido como atento espectador, le pregunta a Joaquín:2 -¿Quién ganó?-. -El equipo de Remigio-. -¿Por cuánto goles?, yo no vi festejar ninguno-. -No se, pero me parece que metieron más goles-.

    Ahora los dioses, tanto los de arriba como los de abajo, sienten el placer -como hace más de 500 años- de poder disfrutar de un juego sin tanta regla impuesta desde afuera y sentir que están jugando cada vez mejor.


Algunas reflexiones sueltas 3

    La pelota que rebota...

    Cuando en la observación de Marcela y Ornella, Alejo entra a 5° grado ve a Jesús que tiene la pelota inquieta debajo de su pie derecho. Como anunciando la llegada del recreo dicen. Lo que quizá Alejo no sepa que esta "pisando" un elemento singular cuya presencia se repite en la historia común y cotidiana de los pueblos: la pelota. Desde tiempos inmemoriales la pelota ha invitado a jugar con ella: rueda, se arrastra, salta, vuela lejos, retorna, alguien la pasa, otro la recibe, la acaricia, la golpea, la lanza. De cuero, rellena con estopa, era la pelota que invitaba a los chinos. De paja, envuelta en tela, la que entretenía a los egipcios. Aire insuflado en la vejiga de un animal recién sacrificado convertía tan efímero instrumento en la diversión preferida de los jóvenes “vulgares” de la primitiva Europa. Pero la buena pelota, la verdadera, la que contagiaba su alegría con un elástico salto de caucho, nació en América. Dice Magrassi: “los juegos con pelota de goma son patrimonio cultural de exclusivo origen indoamericano; la totalidad de las plantas que producen caucho, goma natural, goma elástica o goma de mascar pertenecen a la flora americana." (Magrassi, 82). Hay testimonios firmes de que muchos siglos antes a la llegada de los europeos, en estas tierras ya se practicaban formidables juegos con pelota de caucho o de tiento. La palabra "cancha" incluso, tan usada en nuestros días, rememora su origen autóctono (queshwas o quichua) incorporada al castellano como muchos otros vocablos aborígenes. Hay testimonios también de que en la mayoría de los festejos, juego y religión quedaban enredados. El juego de pelota azteca, ha dicho Weis "puede ser entendido como una representación dramática de un combate entre el día (las fuerzas de la luz) y la noche (la fuerza de lo oscuro)" (Weis, 86)


Jugar así es una aburridera...

    El deporte fue, originariamente, juego. Independiente de la religión y de las leyes del capital (apropiación del producto y acumulación de resultados) Fue diversión, esparcimiento, entretenimiento, solaz, alivio. La posibilidad de que la práctica deportiva informal permanezca dentro de la esfera de lo lúdico es directamente proporcional a la posibilidad que tienen los jugadores de recrear las reglas y colocar el valor del resultado en el lugar de lo efímero. Cuando su estructura se mantiene flexible a los requerimientos de los jugadores que las adecuan a sus necesidades del momento. Cuando el reglamento se convierte en “La Ley” y pierde su sentido de “ley”, vale decir de acuerdo para armonizar la convivencia. Observaciones sistemáticas sobre los juegos nos han permitido una aproximación a lo que preponderantemente motiva a un niño a jugar: "estar con otros, comunicarse con otros configurando una situación de juego social y culturalmente significativa [en ese proyecto en común] "la negociación de las reglas con las que se va a jugar es una compleja y ardua tarea, parte del juego, a la que los mismos jugadores se abocan empleando distintas estrategias para construir acuerdos y consensos que permiten que el juego ocurra y que la mayoría este" (Pavía, Russo, Santanera y Trpin, 94), sabiéndose ellos, los jugadores, dueños de la situación. Ese es el caso de los jugadores de jambol observados por Ornella y Marcela, que adaptaron la situación a sus intereses y posibilidades, también a las influencias culturales de su entorno. Fácil es imaginar los problemas que pueden experimentar estos niños/jugadores para adaptarse a las exigencias formales de una competencia inter-escolar. Sin poder negociar "Reglas Oficiales", más temprano que tarde descubren que el asunto se ha vuelto demasiado serio. Que ¿jugar? en estas circunstancias es otra cosa. Jugar así, comentaba un protagonista de la experiencia, “es una aburridera".


Quién pone las reglas...

    Organización deportivas formales y oficiales “legislan” sobre el deporte escolar. Su interés no está puesto en el juego informal; vale decir: en el juego propiamente dicho. Su interés esta puesto en lograr la práctica masiva de un deporte determinado y ya sabemos que la difusión de un deporte específico "se asocia lógicamente con la orientación a la performance y la homogeneización."(Callade, 93). Esto se debe a que el mundo del deporte, sobre todo del deporte espectáculo (vinculado al consumo y, por lo tanto, a negocios de distintos tipos) necesita de un reglamento que estandarice el producto; que permita la comparación de los resultados y su acumulación por parte de algunos: los más fuertes. Esta es la lógica del sistema. Así funciona. Así “debe” funcionar. El jugador no decide cuando, cómo y con quien ¿jugar?. Pierde control sobre la situación, el juego ya no le pertenece plenamente. Ya no juega para sí. El, se escucha decir con frecuencia, se debe a su club, a su escuela, a su barrio ¿Qué dirán los dioses de arriba al respecto? Lic. Víctor Pavía


Segundo testimonio 4

    Mil setecientos kilómetros al sur de Buenos Aires, lindando la cordillera, en la misma región que ocupan las ciudades turísticas de Bariloche y El Bolsón, est la escuelita del El Manso. Aunque esta ubicada no lejos de la carretera que une pistas de sky, bosques y lagos, los autos lujosos pasan de largo y apurados. No detienen aquí¡ sus motores (muy pocos son los que, por curiosidad o por necesidad, entran). No es ese tipo de sonido el que allí se escucha.


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