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Las multitudes deportivas: analogía entre
rituales deportivos y religiosos

Profesor de Etnología de la Universidad de Provenza
(Francia)

Christian Bromberger

Traducción: Jorge Markarz

Conferencia organizada por el Area Interdisciplinaria de Estudio del Deporte,
SEUBE - FFyL - UBA. Buenos Aires, agosto 17 de 2000


Jorge Markarz, Christian Bromberger y Roberto Di Giano

Quiero agradecer fundamentalmente al Área Interdisciplinaria de Estudios del Deporte,
en particular a Roberto Di Giano por su invitación y su cálida recepción.

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 29 - Enero de 2001

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    La noción de ritual posiblemente pueda ayudarnos a comprender la razón esencial de espectáculo deportivo, en donde el uso del concepto de ritual hace aparecer un kit de juego metafórico, que molesta más que lo que aclara en relación al fenómeno. Estamos llevados a plantear este tipo de problemas y a utilizar la noción de ritual con prudencia y escepticismo, cuando vemos la sobreutilización que se hace de este concepto, a la moda, para considerar los hechos sociales más diversos. Las reuniones más apasionadas, los espectáculos deportivos, los conciertos de rock, los meetings políticos pero también las prácticas cotidianas (en la medida que llegan un poco planificadas o programadas), los hechos de trabajo, las recepciones, las conferencias. En este juego donde el concepto se aplica más o menos a todas las actividades estereotipadas, y a no importa qué tipo de expresión simbólica, todo deviene en un ritual. De modo tal que hasta en una obra reciente, las actividades y comportamiento más diversos son generosamente calificadas de rituales.

    La técnica, la producción, la formación permanente, que "se viven como litúrgicamente ritualizadas en el tiempo y espacio". La comunicación, cuyos lugares de producción -se nos dice-, "son santuarios"; la informática, creando una grandiosa eucaristía a través de las computadoras, que relaciona y construye solidaridades; el levante, que no cede nada ante las litúrgicas religiosas más tradicionales; los mensajes de rosas, etc., etc. A través de este rápido florilegio vemos la devastación que puede provocar una tal concepción de ritualismo, que descubre lo sacro por todos lados, en todos lados donde no rija una estricta lógica práctica racional.

    Hace una veintena de años era el tiempo en donde convenía encontrar por todos lados un sistema de signos. Ese fue el tiempo del pansemiotismo, donde había que encontrar por todos lados la manifestación de ideologías dominantes. Todo: deporte, educación, arte, devenía en aparato ideológico del Estado. Hoy, cuando leemos cierto número de trabajos de antropología, tenemos la sensación de encontrarnos frente a una especie de ritomanía, y vemos a través de los ejemplos que cité anteriormente, los efectos devastadores que puede tener el uso descontrolado de este concepto. Estos abusos de utilización del concepto de ritual, que son como bromas wagnerianas, suscitaron críticas radicales.

    Hemos visto en el recurso a la categoría de ritual un modo de reencantrar el mundo a bajo precio, o todavía más, una estratagema para darle espesor intelectual y legitimidad académica a objetos de baja gama., tales como el espectáculo deportivo, que tendría necesidad de fuertes prótesis intelectuales, para llegar a adquirir un cierto reconocimiento en el mundo del conocimiento. Esta crítica vino sobretodo de los sociólogos, considerando que la calificación de ritual en relación a ciertas prácticas sociales llevaría a neutralizar las funciones emblemáticas y distintivas de estas prácticas en el campo social.

    Nos enfrentamos al tema del ritual una situación en la que, de un lado tenemos el abuso y del otro lado, un rechazo. Este rechazo categórico reposa muy frecuentemente sobre la concepción evolucionista de la sociedad, postulando la incompatibilidad entre modernidad y expresiones simbólicas densas. Es el caso del antropólogo Max Luckmann, que niega toda posibilidad de ritual contemporáneo y desde esta óptica el ritual pertenece a la era precientífica y sus representantes modernos, sin duda son aquellos que tienen los cabellos más blancos y que viven en los países más lejanos. ¿Acaso hay que recordar -contra esta concepción-, que hay ciertas prácticas a las que nadie le negaría un carácter ritual, son creaciones urbanas y modernas? De este modo, para tomar un ejemplo trivial, el Pesebre Navideño en el sur de Francia, considerado como una especie de costumbre inmemorial, es una invención urbana que remonta a los comienzos del siglo XIX. Y también hay que subrayar el nacimiento vertiginosos de los rituales en la Europa Contemporánea. Pienso, por ejemplo, en las novatadas de las grandes escuelas, y alguien como Jeremy Rasebon, pudo escribir un libro llamado "Revitalización de los Mitos Europeos". Entonces, por un lado se puede decir que existe el abuso de la noción de ritual, pero no hay que arrojarse en la concepción evolucionista por la cual el ritual pertenece exclusivamente a otra época .

    También hay que tener presente que las formas generadas por una sociedad, son también tributarias y prisioneras de la larga duración, y haríamos mal en pensar que largos reagrupamientos convergentes en el mundo latino no reactivan en cierto modo el esquema de las ceremonias religiosas, que es uno de los paradigmas de las manifestaciones masivas en el occidente cristiano.

    Entonces, separando de estos usos enfáticos y de las sospechas que los aquejan la noción de ritual puede, al fin de cuentas, ser de cierta ayuda para discernir, para definir la especificidad de los espectáculos deportivos que nos ocupan.

    Pero también hay que extenderse entonces sobre el sentido de la palabra "ritual", que es otra fuente de ambigüedad y de confusión. Vamos a dejar de un lado la definición ligera, "soft", la de Goffman, que recubre a aquella de "mito" y que designa la frecuencia de actos o de fórmulas repetitivas y culturalmente codificadas, que se escalonan en la vida cotidiana.

    Me detendré sobre dos definiciones más pesadas: una que abarca los rituales religiosos; y la segunda, a los rituales seculares. Las dos postulan la combinación necesaria de cierto número de propiedades, y secularizan la actividad ritual en relación con comportamientos regulados más arriba aludidos. ¿Cuáles son estos rasgos definitorios, entonces? Una ruptura con la rutina cotidiana, un marco espacio temporal específico, un escenario programado que se repite periódicamente a lo largo de un tiempo cíclico, palabras proferidas, gestos complementados, objetos manipulados que apuntan hacia una eficacia extra empírica, eficacia que no se agota en el encadenamiento mecánico de causas y efectos. Una configuración simbólica o mítica, que funda sobre significaciones la práctica ritual. La instauración también, en ocasión del ritual, de lo que Víctor Turner llama una "antiestructura": una estructura liberada de las jerarquías ordinarias y que asigna a cada uno. en este momento fuera del tiempo; un rango diferente en función de su proximidad relativa respecto al objeto de la celebración.

    Igualmente, existe la obligación moral de participar en ese ritual (la asistencia a rituales es del orden del deber y no de la simple voluntad.) Ir a una kermesse, por ejemplo, es un hecho ritual, un hecho que depende del deber, de una obligación. Ir a una fiesta eso corresponde más al orden de la voluntad. Ahora bien, en el desarrollo de la ceremonia los actos y las fórmulas extraen su sentido y su significación de las tradiciones, de explicaciones, de textos, que constituyen el plano de fondo del ritual fundador. Víctor Norman intenta de este modo definir al ritual como la imbricación necesaria de dimensiones operativas (gestos, acciones) y exegéticas de los textos que fundan la significación de los gestos y palabras proferidas.

    Sobre este fondo común de la definición del ritual, podemos separar el ritual religioso del ritual secular. Es bastante complicado, porque cuando se considera al ritual desde una perspectiva afectiva y singular, como una comunión de conciencia, lo sacro no permite delimitar con exactitud el culto de un santo con su peregrinaje, sus rezos, su capilla, de aquel de un Estado, con sus desfiles, (como el que vimos esta tarde con caballos impresionantes), sus himnos, sus mausoleos (y también me impresionó el mausoleo de San Martín en la Catedral de Buenos Aires). En el fondo, la demarcación entre el ritual religioso y el ritual secular pasa por la creencia en la presencia actuante de fuerzas sobrenaturales, en una representación de la trascendencia y de la salvación, hechos que actualizan la ceremonia y que permiten luego oponer las prácticas religiosas a las prácticas seculares. Hasta aquí hemos hablado de propiedades estructurales, pero también se puede considerar el problema desde el ángulo de sus funciones generales. Ya no se trata de "de que se trata" sino "para qué sirve."

    Si seguimos a Giorquel el objetivo principal de una ceremonia sería asegurar la continuidad de la conciencia colectiva; de testimoniar para sí mismo y de testimoniar para otros, que se forma parte del mismo grupo. De afirmar y recordar periódicamente la preeminencia de la comunidad sobre el individuo, ocasión de las acciones comunes, la sociedad toma conciencia de sí y se afirma. Que en ese momento los destinos individuales, se ordenan alrededor de normas colectivas y en estas situaciones -que Víctor Turner llama "liminales"- se afirma el sentimiento de comunidad (Comunitas) y que, prosigue diciendo el autor "es un lazo humano esencial y genérico, sin el cual no podría existir ninguna sociedad". En este sentido. el ritual no dice tanto sino que hace, recomponiendo periódicamente los fragmentos de un cuerpo despedazado. A propósito de estas definiciones planteadas, ¿ se trata para nosotros de afirmar o negar la naturaleza ritual de un gran partido de fútbol? Yo creo que el interés de un modelo, en particular el que acabamos de esbozar , no es tanto servir de principio de inclusión o de exclusión, de declarar que se trata o no de un ritual, sino de servir para desglosar la especificidad y este tipo de manifestación, en este caso durante el espectáculo deportivo, aislando paquetes diferenciales en relación a esta definición ideal típica que acabamos de evocar. Porque el riesgo, y yo creo que este es un riesgo que se ha corrido en numerosos análisis antropológicos, está en declarar a partir de ciertas analogías la naturaleza ritual de tal o cual fenómeno y así arrojar estos fenómenos en una noche donde todos los gatos son pardos, donde los conciertos de rock, los meetings electorales, los espectáculos deportivos, las compras en los supermercados serían todos rituales. A mi entender, entonces, no se trata tanto de repertoriar similitudes o convergencias generales, sino de dar cuenta de un sistema de distancias significativas, que deberían decirnos algo sobre la naturaleza del fenómeno que nos preocupa.

    Tratemos entonces de considerar, en primer lugar, las características formales, los tipos de comportamiento, las figuras simbólicas, que permitirían conformar el gran partido de fútbol, a un ritual en sentido pesado. En primer lugar hay una configuración espacial: el gran estadio urbano ( la cancha). El estadio urbano fue frecuentemente presentado como el santuario del mundo industrial. Esta aproximación no es meramente metafórica, si prestamos atención a los sentimientos y actitudes que este monumento urbano provoca.

    Existe un profundo vínculo que une a los espectadores con la cancha como antiguamente al campesino con el campanario de su iglesia. Se habría entonces pasado del "campanismo" al "estadismo" o al "canchismo". En el corazón de este monumento cerrado, cerrado sobre si mismo, por la naturaleza de su estructura panóptica particular está el césped. Césped que es inviolable por alguien otro que no sean los oficiantes mayores del partido de la semana. En Italia, los jugadores no se entrenan nunca en el estadio. Cuando juegan en su propia cancha, o cuando juegan en el exterior, no se entrenan nunca en el estadio donde se desarrolla el partido del campeonato. Yo estuve con Argiano, y me quedé sorprendido al ver ahí, donde se prepara el equipo italiano de fútbol, que ese césped nunca lo iba a pisar alguien que no sea un jugador de la Squadra Nazionale. En Italia, sobre este césped, no existe un partido preliminar. Los jugadores no hacen el calentamiento sobre el césped y van a prepararse en un gimnasio que se encuentra bajo las gradas o bajo el terreno. Para los hinchas más fervientes este césped tiene todas las características de una Tierra Santa. Ellos se llevan un pedazo de pasto que conservan piadosamente en su casa. Recuerdo, en la casa de numerosos hinchas, haber visto bolsitas, que estaban suspendidas, donde estaba el pedacito de césped que habían sacado de la cancha.


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