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Un juego exclusivo de mujeres: las Birllas de Campo (Huesca). Proceso de |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 25 - Setiembre de 2000 |
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De esta manera, se puede considerar que las partidas de exhibición que realizan las mujeres de Campo son un ejemplo fehaciente de este folklorismo que afecta a nuestro legado cultural. Las birllas se divulgan, atraviesan sus propias fronteras espaciales, dejan de ser propiedades exclusivas de la localidad de Campo, y se insertan al corpus folklorístico de un ámbito geográfico; Aragón, Alta Ribagorza, Pirineo..., en función de los intereses del momento. El juego de las birllas se incorpora al mercantilismo, ingiere y se cubre de todos aquellos ingredientes que lo hagan atractivo, interesante, apto para ser adquirido por un sector consumidor hambriento de ideología, dispuesto a devorar contenidos que afirmen su identidad succionada por una sociedad homogeneizante.
El escenario de las birllas también es utilizado como punto de encuentro para las emigrantes que abandonaron Campo, y que residentes en grandes urbes, tales como Zaragoza o Barcelona, focos principales del éxodo rural aragonés, festejan sus reencuentros anuales en fechas señaladas, en las que el juego forma parte íntegra de estos acontecimientos, resultando incluso, una excusa para poder juntarse y sentir esa convivencia que en las complejas ciudades es tan inusual.
En cuanto al futuro y el presente de las birllas es percibido de diferente forma por las jugadoras veteranas con respecto a las más jóvenes. Generaciones que han vivenciado su transcurrir por las birllas de formas muy distintas; unas que lo han mamado desde la tierna infancia, testigos de la edad de oro de las birllas, cuyo recuerdo perenne se alza en la figura de sus madres; por otro, las más jóvenes, hijas de la cultura deportiva, detectan en las birllas valores que en antaño no existían. Por tanto, la actitud hacia el grado de variabilidad de las reglas del juego es coherente con el tipo de relación que hayan mantenido con esta manifestación lúdica.
Las mujeres mayores se muestran reacias a admitir cambio alguno en las birllas, las reglas deben mantener su originalidad, la pureza de su pasado, siendo inadmisible la alteración en el mínimo detalle. Preocupadas por la continuidad del juego, e inquietas ante la grieta generacional que traza un amplio distanciamiento, incitan a sus hijas y nietas para que tomen el relevo. Aunque imbuidas en este proceso de transformación socioeconómico que afecta a las localidades altoaragonesas, se columpian en esa dicotomía, e intercalan formas tradicionales con las recientemente impuestas. No han renunciado brutalmente de sus costumbres, sino que combinan en plena sintonía valores procedentes de dos universos distintos, pero que se amoldan y forman un armónico híbrido. Sabedoras de la nueva realidad que alberga a la juventud, auguran un futuro quebradizo en la supervivencia de las birllas, pero expresan su desacuerdo hacia cualquier motivo que suponga variación alguna, porque "el juego no puede cambiar". Otras, denuncian los grandes cambios que está sufriendo el juego, y siempre que pueden, intentan remediarlos para mantenerlo con la pureza de antaño.
Las jóvenes, que se acercan al juego por diferentes motivos simpatizan con las innovaciones que alteran el juego. Sobre todo, es por la falta de habilidad que no pueden realizar las jugadas que con gran brillantez efectúan las mujeres de mayor experiencia, e intentan compensar este déficit a través de una transigencia de las normas, que antiguamente no existía. Son conscientes de que en ellas recae toda esperanza de que el juego siga vivo. Reconocen y asienten el mayor interés, sabiduría y destreza de sus compañeras más veteranas, pero también aceptan las diferentes circunstancias que las rodean. Conviven en una dialéctica continua de lo que es y debería ser el juego de las birllas, al que no desean renunciar, pero que lo adaptan a su presente más inmediato.
El juego de las birllas se está adaptando a esta nueva situación social, incorporando paulatinamente aspectos propios del deporte. Esta transformación resulta muy atractiva para una población que ha crecido bajo la influencia de la cultura deportiva. No es de extrañar pues, que toda esta nueva indumentaria con la que se está cubriendo el juego, sea el principal motivo de aproximación para unas jóvenes que se le han quedado obsoletos los principios antiguos del juego. Ahora las birllas son un deporte, y por ésta condición, es punto de mira para la mayoría de las jóvenes interesadas. Los valores anteriores quedarán guarnecidos en las vitrinas de un museo, brillos que ayudarán a recomponer la memoria histórica de una cultura, de un pueblo, pero que en los momentos actuales, no pueden sobrevivir en la praxis de las mujeres más jóvenes.
De ahí que, se pueda comprender que estas mujeres ante los vericuetos del juego muestran indiferencia, y que sus inclinaciones se encaminen hacia otros aspectos que van más de acuerdo al contexto en el que se encuentran. "Hoy en día está muy generalizada la opinión de que es preciso conservar parte de lo que denominamos el legado tradicional popular, especialmente en lo que atañe a las producciones artesanales y artísticas. Estamos de acuerdo en que conservar con finalidad museística es necesario, y probablemente será algo que nos agradecerán las futuras generaciones. Pero esta no es la única manera de evitar el olvido de una tradición. También existe la posibilidad de intentar adaptar conscientemente a nuestra sociedad actual aquellos elementos procedentes de la tradición que nos parecen dignos de conservar. Si la primera vía es estática, exige fidelidad a la historia y es representativa de un pasado, la segunda es dinámica, híbrida por definición y propia del presente. En la primera, se acota el pasado para perpetuarlo en el presente; en la segunda, el presente mismo contiene el pasado" (Martí, J., 1996. Pág., 214).
Nota
1. MARTÍ PEREZ, Josep: El folklorismo. Uso y abuso de la tradición. Ronsel. Barcelona 1995.
Bibliografía
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