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La metodología observacional en el deporte: conceptos básicos
María Teresa Anguera Argilaga, Ángel Blanco Villaseñor, JoséLuis Losada López y Antonio Hernández Mendo

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 24 - Agosto de 2000

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  1. La observación directa implica una "transducción" de lo real, gozando de un suficiente nivel de observabilidad (Anguera, 1986a) y cumpliendo el objetivo de describir la situación y el contexto. El criterio que aquí probablemente tenga mayor trascendencia probablemente sea la total perceptibilidad de la conducta.

        Corresponde a un objeto de observación formado por conductas manifiestas, y, por tanto, susceptibles de ser percibidas a través de nuestros órganos sensoriales. Se trata de un proceso que se inició con la percepción de un evento y/o conducta y/o situación que dio lugar a un registro determinado, con la única excepción de material textual, o, del que no siéndolo inicialmente, después es analizado como texto o documento.

        Según Longabaugh (1980), es observable la conducta que, si ocurre en presencia de otro sujeto, tiene la capacidad de actuar como estimulo para dicho sujeto, el cual puede obtener de ella un registro de conducta. Para Mucchielli (1974, p. 6), "observación es la percepción de la realidad desde la perspectiva del observador". En primer lugar, para hacer viable la recogida de datos, tendrá que desencadenarse el correspondiente proceso representacional, que proporciona un retrato de la realidad -según Bernard (1976, p. 41), "el observador debe ser como el fotógrafo de los fenómenos"-, y para el cual se precisa del mecanismo representacional, que actúa selectivamente e implica tanto aspectos orgánicos (cada individuo, ya que sus representaciones son puras y totalmente propias, y no pueden ser experienciadas por otra persona) como inorgánicos (mecanismos autónomos de registro), y se manifiesta mediante signos de diverso orden (sensaciones, elementos convencionales, etc.) que, en cualquier caso, estarán insertos en un contexto de representación que fijará las dimensiones básicas espacio-temporales, etc.

        El problema y consiguiente pregunta que ello sugiere es: ¿Cómo podría obtenerse información sobre conductas en el terreno de juego, en la cancha, etc. de las que todavía no se posee ningún conocimiento? Mediante un mecanismo orgánico deberá desencadenarse adaptativamente la sucesión de cambios necesarios a lo largo de un proceso de desarrollo que permitirá la representación del correspondiente segmento de la realidad y enlazará con el planteamiento inductivo o deductivo de la investigación, que implica, respectivamente, la ausencia o presencia de un conocimiento previo, y permitirá adoptar la decisión acerca de cuándo pueden o deben formularse hipótesis en un estudio observacional.

  2. La observación indirecta (denominación no unánimemente aceptada) no constituye un bloque compacto, sino que incluye tanto el registro de conductas encubiertas que son susceptibles de elaboración de informes -por ejemplo, los análisis a partir de indicadores- como el análisis de contenido llevado a cabo a partir de textos documentales (autoinformes, diarios, conversaciones entrenador-atleta, etc.).

    En el análisis de la realidad social ocupan un papel relevante las conductas verbales del sujeto. Es innegable que, como ser social por naturaleza, la comunicación humana se realiza predominantemente mediante la conducta verbal, aunque sea igualmente cierto que en la mayoría de los casos se completa y/o modula en virtud de que actúan otros niveles de respuesta, especialmente el vocal y el no verbal.

    La conducta verbal ofrece la posibilidad de ser analizada desde una doble perspectiva. Por una parte, es perfectamente susceptible de observación directa, sola o complementada con otros niveles de respuesta; pero, por otra, se abre lentamente un nuevo horizonte de posibilidades si tenemos en cuenta que además de ser directamente perceptible puede serlo también indirectamente, dado que la interpretación de "lo hablado" puede tener diversos sentidos en función del contexto, del sujeto emisor, del sujeto receptor, de ambos, ... Es obvio, además, que la conducta verbal se puede grabar y transcribir, con lo que adopta la forma de material documental.

    La observación indirecta, muy cuestionada desde diversos ángulos, implica la existencia de conductas encubiertas que requerirán una inferencia y, por tanto, una carga interpretativa que puede redundar en detrimento y menoscabo de la objetividad requerida en toda metodología científica. De ahí los recelos que inspira y su carácter un tanto ambiguo a la hora de considerar su inclusión2 . Sin embargo, y como se indicó anteriormente, en los últimos años se ha avanzado considerablemente en este sentido, y el estudio de los procesos cognitivos superiores ha impulsado a empujar los límites que la circundan. En la actualidad, por ejemplo, se está trabajando en indicadores externos de la conducta intencional de los niños y en autoinformes. Además, es muy posible que la mejora de las técnicas que permiten su estudio riguroso contribuya a su progresiva consolidación.

    Forman parte de la observación indirecta (Anguera, 1988), entre otras posibilidades, las mencionadas a continuación, en todas las cuales la originaria conducta verbal se ha transformado en material documental, motivo por el que le serán aplicables las mismas técnicas en cuanto al tratamiento cualitativo de datos:

  1. Textos documentales obtenidos por la grabación de la conducta verbal de un sujeto, y que pueden ser sometidos a un análisis de contenido, proceso que corre en paralelo con el de la observación directa, pero con la diferencia fundamental -que constituye un indudable riesgo- de delimitación de las unidades lingüísticas (pausas, sintácticas, estructurales y temáticas) y su codificación.

  2. Los datos verbales obtenidos oralmente mediante técnicas diversas (generalmente entrevistas) implica en parte una vuelta al introspeccionismo desde el momento en que el sujeto puede estar explicando sus vivencias en un momento determinado. Esta información, que corresponde a los informes verbales o protocolos, o análisis de tareas, puede ser igualmente susceptible de análisis de contenido, cada vez más sofisticados, e incluso contando con el prometedor apoyo de la teoría de grafos. La principal dificultad sigue siendo de garantía de validez.

  3. Los autoinformes, procedentes del registro propio de la auto-observación, deben también incluirse en tanto en cuanto que se refieren a conductas -en su sentido más amplio- no perceptibles por heteroobservadores (aunque en algunos casos en la autoobservación se registre desde la observación directa -por ejemplo, conductas agresivas de un jugador con el equipo en un período de tiempo-, debiendo contemplarse como tal), y en donde se externaliza el lenguaje interno de diversas formas, algunas muy características, como los diarios (por ejemplo, de jugadores o el de entrenadores) o cartas que dejaron escritas algunos suicidas, y que igualmente deberán someterse al análisis de contenido.

        Finalmente, en la observación indirecta se considera igualmente incluido un conjunto de materiales de registro que desde su origen adoptan una forma diversa, sean documentos escritos (entre los que se encuentran libros, publicaciones diarias y periódicas, series estadísticas, diarios autobiográficos, documentos históricos, etc.) y materiales audiovisuales (como discos, películas, fotografías, videos, etc.), y en donde ambos pueden ser tanto de carácter privado como público. No obstante, seguiremos considerando como prototipo el material escrito textual.


2.4. Niveles de respuesta

    Se da el nombre de niveles de respuesta a los diversos sectores del comportamiento perceptible. Por supuesto, son criterios muy distintos los que se pueden aplicar para establecer una taxonomía, y así ha ocurrido en las últimas décadas. No obstante, y aún a sabiendas de sus limitaciones por defecto, sugerimos la clasificación de niveles de respuesta de Weick (1968), que corresponden al “contenido” de la conducta a observar:

  1. La conducta no verbal se refiere a las expresiones motoras que pueden originarse en distintas partes del organismo. Se trata quizá del área más activa de las recientes investigaciones en metodología observacional, mostrándose que los movimientos del cuerpo son índices válidos de distintos procesos psicológicos; además la conducta no verbal es extremadamente sutil para el registro, siempre que el observador esté entrenado y adiestrado (Anguera, Blanco, Losada y Sánchez-Algarra, 1999) y sea sensible a sus manifestaciones. Así, entrenadores no adiestrados en el análisis de la conducta no verbal no podrían predecir, a través de señales faciales grabadas, cuáles son los alumnos que comprenden un concepto, mientras que esta predicción mejoraría significativamente si se añadiera información verbal.

        La propuesta inicial, efectuada por Weick (1968), desglosaba la conducta no verbal en expresiones faciales, intercambios de mirada y movimientos corporales. No obstante, entendemos que se incurre en dos problemas metodológicos, lo cual nos ha llevado a introducir una modulación: Por una parte, entre expresiones faciales e intercambios de mirada no se cumple la mutua exclusividad, dado la que segunda constituiría un subconjunto de la primera, y los movimientos corporales no hacen posible que sea efectiva la condición de exhaustividad con el resto, dado que únicamente se contemplaría la conducta gestual, pero no la postural. Teniendo en cuenta que, desde un criterio topográfico del ser humano, siempre se produce alternancia entre conducta gestual (conducta dinámica entre dos conductas estáticas) y conducta postural (conducta estática entre dos conductas dinámicas), la modulación introducida consistiría en contemplar, como modalidades de la conducta no verbal, expresiones faciales, conducta gestual y conducta postural. Y, como apunte último, entendemos que esta última propuesta es sin perjuicio de que, en un futuro no lejano, se entienda dicotomizado en conducta gestual y postural, dado que las expresiones faciales se consideran como la expresión privilegiada de los estados emocionales del individuo, pero es igualmente cierto que pueden reducirse a las otras dos modalidades de conducta.

  2. La conducta espacial o proxémica presenta dos vertientes: Una de carácter estático, que se refiere a la elección de lugar en un espacio, así como el establecimiento de distancias interpersonales, y otra, mucho más fértil, que comprende el conjunto de los desplazamientos de un individuo, realización de trayectorias, ocupación del espacio, etc. Esta última vertiente sería la más productiva dentro del ámbito de la actividad física y el deporte. En la vertiente dinámica, el límite que la separa netamente de la conducta gestual (modalidad de la conducta no verbal) es cuando la proyección del centro de gravedad del individuo se halla fuera de su base de sustentación, lo cual le obliga a desplazarse, ya que, de lo contrario, se caería.

  3. La conducta vocal o extralingüística estudia todos los diversos aspectos de interés en la vocalización, sin que interese en absoluto el contenido del mensaje. A lo largo de los años, la incidencia de nuevas tecnologías ha revolucionado este tipo de conducta no verbal. Así, el actual sonógrafo permite efectuar una descomposición espectral de la voz, a la vez que calcula la energía producida en el instante de su emisión y detecta el formante, identificador de cualquier individuo. Las aplicaciones en ámbito deportivo son inmensas.

  4. La conducta verbal o lingüística, al contrario que la vocal o extralingüística, se refiere al contenido del mensaje. Por este motivo, nos debemos remitir al análisis del texto, y, en consecuencia, a lo indicado en la observación indirecta (ver apartado 2.3. Perceptividad).


3. Fases del proceso

    El proceso a seguir en la metodología observacional se vertebra en cuatro grandes fases:

  1. Correcta delimitación de la(s) conducta(s) y situación de observación. La acotación del objeto de estudio y una delimitación precisa de su contenido determinan en gran medida el éxito del estudio y facilitan la toma de decisiones. Resulta obvio que se precisa delimitar cuidadosamente la actividad, el período de tiempo que interesa, el(los) individuo(s) sobre los que se trabaja, y el contexto situacional. Toda la planificación y diseño del estudio no sólo mejoran sensiblemente al disponer de esta información, sino que ésta se revela como absolutamente necesaria para adecuar la serie de pasos específicos del procedimiento al contenido. De forma especial, en esta primera fase resulta imprescindible el cumplimiento de requisitos de homogeneidad inter e intrasesional, ya que una de las más acertadas críticas a la metodología observacional en su época clásica (hasta la década de los ochenta) se basaba en que la heterogeneidad existente entre diversas sesiones o incluso en el transcurso de una de ellas impedían cualquier posible análisis del proceso sometido a estudio. Asimismo, se planteará la evitación de sesgos, especialmente los de reactividad y expectancia.

  2. Recogida y optimización de datos. El flujo de conducta en cualquier situación de observación es mucho más rico de lo que parece inicialmente, por lo que, una vez delimitado el objetivo según el apartado anterior, será preciso proceder a la codificación de las conductas que interesan, habiendo fijado cuáles son las unidades de conducta, y habiendo construido un instrumento ad hoc. No obstante, el registro que así se obtendría podría ser muy tosco y de baja calidad según cuestiones tan diversas como el criterio de inicio de las sesiones de observación, el que se eligiera discrecionalmente un día u otro, la existencia de períodos intrasesionales de inobservabilidad, el que durante la sesión se registrase de forma continua o por intervalos, la posible desincronización de los observadores en caso de haber varios o habiéndose grabado la sesión, la falta de consistencia de un observador con otro darían como resultado una falta de fiabilidad del registro realizado. En metodología observacional el registro de conducta es una forma de recogida de datos que en observación directa es, por naturaleza, cualitativo. Fuera del marco de la metodología cualitativa queda desnaturalizado el concepto de la metodología observacional, ya que no serían posibles las operaciones que la sustentan, del mismo modo que es de justicia constatar claramente que el control de la calidad del dato y el análisis posterior de dicho dato requerirá de la contribución de “lo” cuantitativo.

  3. Análisis de datos. No tendría ningún sentido realizar un análisis de datos sin hallarse vertebrado en un diseño determinado elaborado en función del estudio que interesa. Y decimos elaborado porque existen diseños estándar o no estándar, según, respectivamente, que se adapte o no el plan de investigación a algunos de los diseños que existen preestablecidos como tales. Es en metodología experimental en donde existe un amplio elenco de diseños estándar (factoriales, intrasujeto, jerárquicos, etc.), mientras que la flexibilidad propia de la metodología observacional y su especificidad impiden el uso de diseños prototipo, por lo que, si bien marcaremos unas pautas básicas de diseño (diseños diacrónicos, sincrónicos, y diacrónico/sincrónicos), éstos no son reactivos para la programación e investigación en el aula con adolescentes con finalidad preventiva, y, en cambio, sí sugieren unos determinados análisis de datos que resultan especialmente adecuados por sus características.

  4. Interpretación de resultados. El análisis de datos aboca directamente a la obtención de resultados, que constituyen la respuesta al objeto de estudio, y, en consecuencia, deben ponerse en relación con el planteamiento del problema que hizo en su día el profesional encargado de su estudio. Lo que ahora se obtiene es el resultado del proceso, que, en muchas ocasiones, será el punto de partida o base para iniciar una intervención, o adoptar una serie de decisiones.


Preparación de la observación: Observación exploratoria, requisitos idóneos, y reducción del sesgo

    Como en cualquier estudio, es imprescindible desarrollar una planificación adecuada a partir de la concreción del problema o delimitación de objetivos, que, por supuesto, es previa al inicio de la recogida de datos.

    Para reducir en gran medida los riesgos de error posterior conviene atender preferentemente a tres cuestiones que sostienen la consistencia del curso posterior del proceso:

    4.1. Observación exploratoria, que es de carácter asistemático o casual, pero que tiene una gran importancia y debe prolongarse suficientemente. Son considerables las ventajas que se obtienen de llevar a cabo esta observación pasiva:

  1. el problema se acota adecuadamente,

  2. disminuye o se anula el sesgo de reactividad de los sujetos observados.

  3. mejora el nivel de entrenamiento del observador.

  4. el bagaje de informaciones anecdóticas recogidas será muy útil para la toma de decisiones diversas (criterios de constancia intersesional, técnica de muestreo intrasesional, establecimiento o no de intervalos, número mínimo de sesiones, etc.) durante la observación activa.

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