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Cambiar para permanecer: evolución del fútbol mexicano en los noventa

Licenciado en Economía
Ha publicado artículos en diarios y revistas nacionales

Héctor Zavala
hezavala@shcp.gob.mx
(México)

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 24 - Agosto de 2000


    Los tiempos cambian, pues hubo épocas en que al emitir una opinión o adoptar alguna decisión se podía considerar, que dependía del cristal con que el sujeto miraba el problema, esto suena poético. Pero ahora, en la era de los cibernautas solitarios que construyen sus realidades virtuales, la visión puramente futurista parece normar sus decisiones. Aunque como ha escrito Carlos Fuentes, no hay futuro sin pasado. En nuestro fútbol las perspectivas planteadas no son muy diferentes. Después de décadas de análisis y opiniones para tratar de encontrar las raíces de la desesperanza, las decisiones en el fútbol se han limitado a copiar experiencias ajenas en la organización y, a reforzar los aspectos financieros y comerciales. El fútbol, de cancha y sudor, es ahora un tema que se analiza en las satinadas páginas de las revistas financieras especializadas de México y el mundo.

    En un artículo anterior1 reviso las evoluciones tanto de la eficiencia como de la estructura del fútbol nacional entre 1924 y 1996. En ese texto señalo algunas de las principales debilidades estructurales del balompié mexicano, así como una paradójica modernidad sin eficiencia. El hallazgo central es la declinación de la eficiencia del fútbol, que de un promedio de 84.8% en los años treinta, desciende hasta un 68% en promedio, en los primeros seis torneos de los noventa.

    Las razones de la menor eficiencia se encuentran en la estructura misma de los torneos, que desde los años setenta se compone de dos fases: una etapa de calificación y otra de liguilla final, que es de hecho una nueva competencia. También contribuyó que durante el periodo analizado las estrategias de juego tuvieron una evolución constante con una marcada preferencia por fortalecer los sistemas defensivos. No menos importante ha sido la inexistencia, en los equipos mexicanos, de esquemas de organización destinados a formar recursos humanos; y como consecuencia de ello ha sido escasa la oferta de jugadores nacionales de alta calidad y capaces de competir en torneos de países europeos. Esto también ha provocado un encarecimiento excesivo del fútbol y una dependencia de los refuerzos provenientes del exterior, que suelen ocupar los puestos estratégicos en los equipos. Por si fuera poco, en los lustros más recientes se ha dificultado aún más la posibilidad de planear el desarrollo futuro del fútbol por la injerencia de intereses comerciales, que generalmente tienen perspectivas diferentes a las del deporte.

    A partir del invierno de 1996 se realizó un cambio en la estructura de la competición del fútbol mexicano. Se copió el modelo argentino: se juegan dos torneos cortos de diecisiete juegos cada uno, conservando la integración de los equipos en cuatro grupos, así como sus respectivas liguillas. Con esta organización se definen dos campeones al año, se obtienen mejores ingresos por taquilla y aparentemente, hubo mejoras en la competición. El tiempo transcurrido desde que se implantaron nos incita a intentar una primera evaluación de lo que realmente han agregado al fútbol nacional, a fin de evitar enfrascarse en polémicas estériles acerca de la duración de los torneos. Lo adecuado debería ser tener un torneo bien organizado y que corresponda a la realidad del balompié en nuestro país; además, con la mirada en el futuro, quienes toman las decisiones deberán comprometerse en la resolución de los defectos estructurales de este deporte-espectáculo para darle viabilidad, a largo plazo, y lo principal, convertirlo en un protagonista mundial, aspiración legítima de quienes nos apasionamos verdaderamente con él, ya que es también una de las actividades lúdicas más importantes de nuestra población y además, es una manifestación genuina de la cultura popular de nuestros tiempos.

    En la evolución de la eficiencia promedio en los torneos cortos de fútbol realizados, se aprecia una aparente mejora. En efecto, en esos torneos el promedio de eficiencia ha sido 70.59%, que supera al 68.3% en promedio de los torneos largos celebrados en los inicios de esta década.

    Sin ánimo de ser un aguafiestas y procurando tener un acercamiento cuidadoso al comportamiento de los mejores equipos de los torneos iniciados en la segunda parte de la década actual, me atrevo a señalar que la mejoría en la eficiencia no es como para extasiarnos ante el espejo de la autocomplacencia2. En un análisis más detallado de la gráfica de eficiencia de los minitorneos, se observa que desde los dos primeros (invierno 96 y verano 97) vino descendiendo. Es hasta el invierno de 98, cuando el Cruz Azul, obliga a un repunte en la curva al lograr un 78.43% de eficiencia, con lo que además elevó el promedio para el periodo; no obstante haber sido el equipo que acumuló mayor cantidad de puntos, fue eliminado en la liguilla, tal como les ha sucedido a otros conjuntos en torneos anteriores. Lo expuesto induce a considerar que aún en la nueva modalidad de los torneos, los equipos persisten en sus tácticas conservadoras y localistas durante la primera fase de calificación, aprovechan las facilidades en los criterios establecidos para el pase a la liguilla, así como la baja competitividad en algunos de los grupos originada por la heterogeneidad de los equipos. Sin duda, la liguilla es el verdadero torneo de campeonato.

     Como se estila en este fin de siglo, de fuertes tendencias hacia la homogeneización universal, cuando se trata de saber dónde estamos, es preciso echar una mirada hacia afuera. Con esa finalidad, se confronta el comportamiento de los mejores equipos nacionales de los años noventa, con los del fútbol español, que es uno de los mejores del mundo.

    El profundo vínculo histórico y cultural entre España y México, se manifestó también en el fútbol, especialmente en las primeras décadas del siglo, por ello es valiosa la comparación. Así, la eficiencia promedio de los mejores equipos mexicanos en los noventa, señalada antes, se compara con la de 73.5%, que en promedio, registró el fútbol español en esta década; de esa forma se confirma la tendencia histórica de los equipos ibéricos a lograr una mayor eficiencia relativa que los conjuntos mexicanos. Esa ventaja relativa, para el fútbol español, sólo estuvo ausente en las décadas de los años treinta y cuarenta, marcadas por la inestabilidad social y la guerra, además, por la emigración de los mejores futbolistas españoles hacia Argentina y México, para contribuir al desarrollo del fútbol de manera muy destacada,. Cabe considerar que en España la eficiencia de los equipos es creciente, a diferencia de lo que sucede en nuestro fútbol; además la liga se juega de forma tal que el campeón es el que gana más puntos y durante varias décadas ha mantenido limitaciones para la incorporación de extranjeros.

    La modernidad arribó al fútbol nacional, con el desarrollo de las telecomunicaciones mundiales y la conversión del balompié en un espectáculo de consumo, en todos los continentes. Progresivamente, el espectáculo futbolístico aumentó su importancia económica. Como resultado de ello, el gasto corriente de los equipos mexicanos a precios constantes, cuyo principal componente son las remuneraciones a los jugadores, se disparó notablemente entre las décadas de los setenta y ochenta. Por lo tanto, cada punto porcentual de eficiencia que pudiera incrementarse en el balompié nacional, será necesariamente más costoso.


Fuentes: índice de precios, Banco de México e INEGI
Gasto: estimaciones propias basadas en investigaciones demográficas.

     Los incrementos en los gastos operativos y por contratación de recursos humanos, agregan fuertes incentivos a la comercialización de los equipos nacionales para obtener ingresos adicionales. Al finalizar los minitorneos, los directivos de los conjuntos presionan para contratar refuerzos nacionales y extranjeros. De esa forma pretenden hacer rápidamente competitivos a sus conjuntos. La finalidad es estar presentes en las liguillas de campeonato, así como negociar mejores contratos de patrocinio publicitario y de transmisión televisiva. Este proceso es cada vez más frecuente, ante la indecisión de los dirigentes de los equipos para desarrollar un mercado de producción de jugadores de alta calidad, posiblemente por las cuantiosas inversiones de largo plazo que serían necesarias, no obstante que en otros países han sido altamente rentables (Argentina, Holanda, Nigeria, etc.).

    Los cambios en las bases económicas y organizativas del fútbol nacional y mundial, han originado también cambios esenciales. Por ejemplo, la rotación exagerada de jugadores entre los equipos, de uno a otro torneo, origina una valuación exagerada de sus cotizaciones en el momento de las contrataciones; por otra parte, Jorge Valdano considera que los jugadores pierden la identidad de conjunto al ir de una camiseta a otra, además de que se debilita la solidaridad, esencia de la cohesión en un equipo, e incluso el placer de jugar al fútbol. Profundizando en su análisis, el estudioso argentino señala cómo el interés comercial empieza a condicionar al fútbol dentro y fuera de la cancha de forma excesiva, de suerte que los mejores jugadores “son dioses del mercado y éste tiene por costumbre chuparle la sangre a la gente, para tirarlos luego a la basura, incluso a los ídolos”. El desarraigo, obligado por la comercialización de los jugadores, ha generado también una intensa ola de críticas de sectores amplios de aficionados, que perciben cómo los equipos cambian a sus integrantes, aun aquellos que por su trayectoria se identifican con los colores y el simbolismo que fortalece esa identidad.

    En el inicio de un nuevo siglo, e involucrados en un proceso acelerado de cambios en todos los ámbitos de las sociedades y de las instituciones, es pertinente que los dirigentes del balompié nacional, reflexionen con amplitud de criterio acerca de la búsqueda de soluciones de profundidad para encauzar al fútbol mexicano hacia su verdadero papel en el ámbito mundial. La incorporación de tecnologías de avanzada es muy importante, pero no más que el desarrollo de la base fundamental de este deporte, que es el jugador mismo; en él reside la esencia del juego, no obstante la tentación de ceñirlo a tácticas férreas, la invención de lo inesperado por el hacedor del juego crea la tensión emotiva que apasiona a las multitudes y da colorido a las tardes de balompié en todos los rincones del mundo.

    La organización del fútbol como espectáculo requiere acuerdos básicos entre los dirigentes, para trazar las rutas de su desarrollo futuro. Al mismo tiempo que se construye una imagen internacional del balompié mexicano, es preciso intensificar la competitividad en los torneos, mediante esquemas de organización que establezcan los incentivos adecuados. Los torneos no importa que sean cortos o largos, esa discusión es muy limitada en alcances, las competiciones deben corresponder a la realidad de la estructura del fútbol nacional. Asimismo, es valioso aprovechar las experiencias de otros países al aplicar mecanismos de apoyo al desarrollo futbolístico, pero sin perder de vista los problemas estructurales que mantienen al fútbol nacional materialmente enquistado.


Notas

  1. Zavala, Héctor. Modernidad sin eficiencia: el fútbol nacional. Revista La Casa del Tiempo. UAM. Vol. XIV, núm. 67, septiembre 1997.

  2. Cita de Milan Kundera

    Los datos de las gráficas de eficiencia en torneos cortos y la comparación entre México y España, están calculados respectivamente, a partir de los publicados en diversos números del diario Reforma; y los datos aportados por Héctor Villa Martínez y José Vicente Tejedor en la Rec. Sport Soccer Statistics Foundation.


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