Las emociones en la práctica de las actividades físicas en la naturaleza
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 23 - Julio 2000 |
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Las sensaciones que englobarían el término contingencia en función de la descripción dada por estas mujeres serían:
Temor: angustia al enfrentamiento de situaciones dotadas de incertidumbre, miedo provocado no sólo por peligros reales y palpables, sino también por peligros imaginados "...miedo de sentirte solo, sola en el río aunque estés con gente" (Chus)
Riesgo: percepción personal para atribuir como peligrosa alguna situación a la que nos enfrentamos. Sentir próxima la posibilidad de que pueda existir algún daño, aspecto que provoca dosis de inseguridad e incertidumbre. "¿el barranquismo?, lo veo muy emocionante, y el riesgo me gusta mucho también, y esto de ver ahí abajo la cascada y eso ... lo veo muy de riesgo ... me atrae... " (Eva) Existe en cierto modo ese peligro, esa inseguridad, incertidumbre hacia la praxis, hacia la situación a la que se enfrenta.
Riesgo controlado: la sensación de riesgo se halla mitigada por la confianza que se posee en la tecnología, en el material empleado en la actividad, o bien en la confianza de las propias posibilidades, en el conocimiento del yo y de sus limitaciones. "Por ejemplo tú estás escalando y tienes un seguro, una cuerda que te sujeta y entonces el riesgo muchas veces es psicológico porque la cuerda te va a sujetar ..." (Susana). Esta confianza instiga a no sentir el peligro de forma latente, sino a percibirlo como situaciones perceptibles de dominio y de control.
Desahogamiento: tras una situación de emociones fuertes donde se percibe riesgo, temor, donde existe una clara tensión en la actividad, se produce un alivio, una distensión y relajación provocada por el término de la praxis e inducida por esa situación previamente vivida. "En muchas actividades pasa esto, no se si voy a llegar y tal, esa sensación, y luego al acabar una ... o sea, te sientes descargado ¿no?, a la vez relajada, y a la vez eufórica ..." (Susana). Sucesión de sensaciones en las que tras una tensión se provoca una relajación.
Serenidad: el continuo enfrentamiento al riesgo moldea actitudes de calma ante situaciones vivenciadas como extremas. Ante tal hecho las mujeres aprenden a estar por encima de las circunstancias, dominando posibles brotes de histeria que se puedan producir ante situaciones límites.
La mujer se siente tan segura que se enfrenta a estas prácticas con una gran entereza, sintiéndose crecida y disponiendo al máximo de sus posibilidades y capacidades.
AgonismoTodas nuestras informantes, como nosotros mismos, somos hijos de la cultura deportiva (Lagardera, F., 1990) que dispone y entreteje buena parte de los usos y costumbres de la sociedad contemporánea. Muchas de ellas han seguido movilizando y justificando sus vidas sostenidas en un afán competitivo que caracteriza la actualidad de la mayoría de las manifestaciones sociales. No es de extrañar pues, que accedan al medio natural con esa moral agonista, con el agón combativo y tenaz que estimula todas nuestras fuerzas para superarnos día a día, para alcanzar la realización de la praxis, para compararnos con los demás, para medir las disponibilidades físicas y mentales con nuestra historia inmediata, con el cronómetro o para enfrentarnos a las dificultades que presenta la orografía o la climatología.
Motivación por la competición: búsqueda de elementos que sean fuente de predisposición para la práctica diaria y el entrenamiento. Esta fuente la hayan en la competición propiamente dicha, siendo esta un estímulo que comporta la ejecución regular de las actividades. Por tanto no se trata de practicar por practicar, sino de hacerlo por la persecución de objetivos y de metas, de alcanzar fines últimos. Es una actitud muy normal, por otra parte, en la generalidad de la población: la urbe, el consumo y la competición se trasladan a un medio natural salvaje, que hay que domesticar, dominar, superar, vencer, ...
Autosuperación: búsqueda de mejoras y exigencia continua, venciendo los obstáculos y/o dificultades, no sólo los implícitos en la propia actividad sino también las propias de la persona, persiguiendo la mejora la cual provoca sensaciones en las que auto recrearse. Esta actitud está muy bien expresada por Carmen cuando dice: "en un momento dado en la montaña lo pasas mal, y sufres y llega un momento que estás a punto de decir ¡oye pues hoy no me encuentro en condiciones!, pero ese afán de superación que te llena tanto ...". Es ahí donde se vislumbra la necesidad de la autosuperación, llamémosle competición interna debida a las sensaciones gratificantes que el propio ego provoca.
Esfuerzo: la realización de la praxis supone un requerimiento energético. Este requerimiento tanto físico como anímico busca la consecución de la actividad venciendo dificultades, lo que provoca la sensación que describen las mujeres como de esfuerzo. Se trata de una actitud estoica, usual en el mundo del deporte, en cualquiera de sus niveles y expresiones, vivenciada aquí como sensación.
Concentración: centrar toda la atención en los estímulos perceptivos para emitir respuestas inmediatas y correctas. Se trata de polarizar acciones hacia una sola dirección, un solo hecho en concreto, una sensación que se está vivenciando, "volar es una sensación muy conmigo misma. Cuando estoy volando no pienso en nada, sólo estoy pensando en lo que estoy, hay que estar muy atenta conforme las sensaciones" (Lola).
3. El sentir femenino ante el entorno natural: a modo de conclusiónAbordar un estudio como el presente y dejar de lado la posibilidad efectiva de constatar los lazos que según algunos teóricos existe entre la naturaleza, las actitudes ecológicas, y la construcción social del género femenino, hubiese sido una irresponsabilidad con nuestro tiempo histórico. Es por esto que, hemos decidido tratar de construir un mapa emocional adscrito a las mujeres que hemos tomado como referencia, y a partir de aquí, intentar desvelar las posibles asociaciones que entre uno y otro paradigma; el ecológico y el feminista, puedan existir.
Para todas las mujeres el ser practicantes de actividades físicas en la naturaleza es un desencadenante de toda una serie de sensaciones que tienen un efecto decisivo en sus vidas cotidianas. Para unas supone una distensión, la desaparición temporal de las tensiones y agitación que les comporta el vivir cotidianamente en la ciudad; para otras, una forma de revitalización o de oxigenación; para todas supone un modo de salir de la rutina, una experiencia desrutinizadora que todas viven ya como una auténtica necesidad.
Muy ligado a lo que acabamos de comentar se encuentran las sensaciones que de delectación expresan las mujeres seleccionadas como practicantes asiduas. Estar en contacto con la naturaleza es un puro goce, una delectación constante que se expresa como una necesidad, como un modo de recompensa, una profunda autosatisfacción; para otras, como una forma de vida y una oportunidad para sentirse solidarias con el mundo, para encontrarse con su identidad más arraigada formando parte del universo.
Pero estas experiencias, en la mayoría de los casos maravillosas, no están exentas de sobresaltos, de contingencias que proporcionan situaciones de temor, de riesgo, aunque sea controlado; pero en la mayoría de las ocasiones las contingencias que se viven en el medio natural desencadenan un fuerte desahogo y una profunda serenidad. Estas tres grandes categorías emocionales configuran el cuadro común a la inmensa mayoría de nuestras informantes, sin embargo, tanto sus itinerarios personales como el tipo de prácticas que actualmente llevan a cabo, establecen una clara diferencia entre unas mujeres y otras, por consiguiente la gama de vivencias que afloran en unas y otras también ostentan diferenciaciones constatables.
Por una parte nos encontramos con un grupo de mujeres que podríamos calificar de deportistas o agonísticas. Provienen del mundo del deporte, algunas de ellas han sido o son deportistas destacadas, competidoras de éxito. El medio natural es una fuente constante de estímulos para su autosuperación; para sentirse fuertes y autónomas, ser tan capaces como los hombres, incluso más. El participar en competiciones les motiva para seguir esforzándose y superarse día a día. A través de su esfuerzo cotidiano han encontrado una vía de ensimismamiento, de concentración, lo que les agranda y desarrolla su autoestima. Son mujeres que han crecido y viven bajo los efectos de la cultura deportiva, allí se han instalado, no sin esfuerzo, y se sienten muy bien, reconocidas socialmente, no tan sólo indiscriminadas sino incluso valoradas. La naturaleza es un medio que les faculta para hacer deporte, para ser mejores día a día. El hecho de ser mujeres no les impide sentirse tan válidas como los hombres.
Al otro lado del mapa emocional nos encontramos con las mujeres que han convertido sus experiencias en el medio natural como una vía franca de interiorización personal. El sentirse en íntima conexión con su mismidad, reencontrarse con los ancestros de la madre Tierra y sentirse muy ligadas al cosmos, vivir el reencuentro con el mundo de la naturaleza como un privilegio, como un regalo de la vida, les otorga un equilibrio y una paz interior que difícilmente puede experimentarse en otro contexto. Para estas mujeres la conexión entre el amor a la vida natural y su expresión sensible como seres femeninos parece estar muy clara. Sus discursos son la manifestación empírica de una estrecha conexión entre la sensibilidad ecológica y la sensibilidad femenina.
Esta investigación muestra de forma fehaciente la coexistencia de dos actitudes ante el mundo y la vida social, que en estas circunstancias históricas parecen constatables. Una dominante, es la expresión cultural de una civilización hipercompetitiva, que ha crecido teniendo al progreso sin límites como eje dominador de sus valores, que ha sido construida y gestionada por los hombres, y a cuyos vectores de poder están accediendo en no pocos ámbitos las mujeres. La cultura deportiva es la expresión más popular y accesible de este modo de obrar y vivir a lo moderno. Otra emergente, que considera que al progreso hay que ponerle límites, que la naturaleza tiene sus leyes y que lo mejor y más sensato que podemos hacer es tratar de adaptarnos a sus designios y que la civilización contemporánea debe encontrar respuestas a los límites del crecimiento, a la distribución de los bienes existentes y al respeto al medio natural, como el mejor legado que podemos dejar a nuestros descendientes.
Lejos de encontrar visos de antagonismo entre unas actitudes y otras, lo que sorprende son los evidentes nexos de unión que se manifiestan entre ambos grupos de mujeres. El medio natural parece ser testigo del encuentro amistoso y pacífico, que coexiste confortablemente entre unas mujeres, las deportistas, que parecen vivir el presente social en su expresión hegemónica, y las otras, las naturalistas, que han apostado decididamente por un mundo sensible, aunque en estos momentos la sociedad aún esté lejos de ser receptiva a este tipo de actitudes intimistas, y mucho menos de constituirse como un valor dominante en la misma.
Bibliografía
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