Las actividades físicas grecolatinas según Isidoro de Sevilla Physical activity in ancient Greece and Rome according to Saint Isidore of Seville |
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Maestro de Educación Física por la Universidad de Murcia Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y los Deportes por la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM) |
Alfredo Titos Gil (España) |
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Resumen San Isidoro de Sevilla, obispo hispalense en las primeras décadas del siglo VII, recogió en su obra cumbre, Etimologías, todo el saber de su tiempo sobre la cultura grecolatina. Dicho compendio de conocimientos se convertiría durante la Edad Media en la principal enciclopedia en la Europa occidental. El presente artículo pretende mostrar el importante legado histórico de esta obra para conocer las actividades físicas practicadas en el Imperio Romano de Occidente, así como las valoraciones religioso-morales que el autor realizaría de las mismas, apreciaciones que tendrían gran influencia en la persistencia o abandono de las mismas durante la Edad Media. Palabras clave: San Isidoro de Sevilla. Etimologías. Religión. Grecolatino. Juegos. Espectáculos.
Abstract Saint Isidore of Seville, Archbishop of Seville in the early decades of the VII century, put together in his masterpiece, Etymologiae, all the knowledge available in his time about greco-latin culture. His collection of ancient Greek and Roman knowledge would later become the most relevant encyclopedia in Medieval Western Europe. This article shows the important historic legacy of this work, to which we owe the knowledge about physical activity practiced in the Western Roman Empire, as well as the author’s religious and moral views on such activities, appreciations that would later have great influence in their persistence or abandonment during the Middle Ages. Keywords: Saint Isidore of Seville. Etymologiae. Religion. Classical antiquity. Games.
Recepción: 24/11/2016 - Aceptación: 12/06/2017
1ª Revisión: 18/05/2017 - 2ª Revisión: 08/06/2017
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Lecturas: Educación Física y Deportes, Revista Digital. Buenos Aires - Año 22 - Nº 229 - Junio de 2017. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
Todos los historiadores coinciden en que la Edad Media fue un periodo de crisis en lo relativo a las prácticas físico-deportivas. La Iglesia cristiana, que desde el Imperio Romano se había opuesto a las competiciones atléticas (los últimos Juegos Olímpicos tuvieron lugar en el año 393), se radicalizó durante la Edad Media en contra de todo lo relativo al cuerpo (González Aja, 1985).
Etimologías de San Isidro de Sevilla
Las referencias que nos han llegado relativas a las prácticas físico-deportivas del Medievo son muy escasas, pues hay que tener presente que la caída del Imperio Romano de Occidente propició una ruralización de la sociedad, lo que contribuiría a que los espectáculos de masas desaparecieran. Por consiguiente, las actividades físicas practicadas carecerían de la entidad suficiente como para ser recogidas en las crónicas y escritos de la época (Zabalo, 1975).
En este sentido, el historiador Johan Huizinga señaló que el único deporte medieval era la guerra y las prácticas de caballeros ligadas a su preparación: torneos, justas, carreras a caballo, caza, esgrima y equitación (Gómez Cimiano, 2003).
Sin embargo, en una época en la que la Iglesia menospreció y prohibió las actividades físico-deportivas, destaca la figura de San Isidoro, obispo de Sevilla desde el año 602 al 636, por recuperar en sus investigaciones las actividades físicas de la Antigüedad Clásica (González Hernández, 2003).
Isidoro de Sevilla fue el más importante de los enciclopedistas medievales. Sus escritos han sido ampliamente estudiados y reconocidos por estudiosos de todos los ámbitos de la cultura, especialmente su obra principal, Etimologías, reconocida universalmente durante siglos, por tratarse de una vasta enciclopedia que reúne todos los campos del saber grecolatino (González Hernández, 2003).
Este artículo refuerza el reconocimiento histórico y científico de Etimologías, pues esta obra nos ha permitido conocer las actividades físicas grecolatinas realizadas en Europa occidental. Además, el artículo concluye con las valoraciones éticas y religiosas que Isidoro realizó de cada una de ellas –con evidente cariz evangelizador-, apreciaciones que tendrían gran influencia entre los nuevos católicos de la Edad Media y, por tanto, en su abandono y, en algunos casos, en su continuidad de práctica.
Discusión
Para entender la obra de San Isidoro, sus intenciones y su repercusión es necesario conocer el contexto vital del autor:
El nacimiento de Isidoro tuvo lugar en torno al año 560 (se carece de datos para determinarlo con exactitud). Numerosos historiadores consideran que nació en Cartagena -de donde era originaria su familia-, pero la ocupación de dicha ciudad por el ejército de Bizancio durante esta época hace que muchos estudios sitúen su nacimiento en Sevilla, ciudad a la que migró su familia en el año 554, tras la ocupación bizantina (Fontaine, 2002).
Isidoro de Sevilla era el menor de cuatro hermanos de una familia hispanorromana de elevado rango social. Siendo adolescente quedó huérfano de padres, quedando a cargo de su hermano mayor, Leandro -Obispo de Sevilla-, lo que le facilitaría el acceso a una elevada formación moral e intelectual, adquiriendo una gran virtud en el dominio de idiomas, de la historia, la filosofía y las ciencias (González Hernández, 2003).
Su vida transcurrió en una Hispania convulsa, gobernada por reyes visigodos que, además de fuertes tensiones internas, mantenían contiendas con los suevos, los francos y con el ejército de Bizancio (asentado en el sureste de la Península). La crispación político-social propiciaría que reyes y gobernantes visigodos cambiaran con frecuencia, razón por la que Isidoro de Sevilla conocería nueve reyes hispano-visigodos: Leovigildo, Hermenegildo, Recaredo, Liuva, Viterico, Gundemaro, Sisebuto, Suíntila y Sisenando (Thompson, 2013).
Fueron tiempos difíciles también a nivel social y religioso, ya que durante la segunda mitad del siglo VI los hipanorromanos -católicos- se sentirían humillados por sus gobernantes visigodos -arrianos-, pues estaban sometidos bajo su poder, a pesar de que los hispanorromanos constituían la mayoría de la población y de que eran quienes ostentaban el poder económico y social (Fernández Alonso, 1955).
En mayo de 589, durante el Concilio de Toledo, el rey Recaredo y su esposa, junto con un importante grupo de nobles visigodos y de obispos arrianos abjuraron del arrianismo y se convirtieron al catolicismo, hecho que supuso la conversión oficial de Hispania al catolicismo (Fernández Alonso, 1955).
En una época en la que política y religión estaban estrechamente ligadas, San Isidoro -como Obispo de Sevilla- sería una de las personas cercanas a los gobernantes. Por tanto, Isidoro de Sevilla, conocería personalmente a sus monarcas, e incluso se cree que entablaría una buena relación personal con algunos de ellos, posiblemente con Sisebuto (Thompson, 2013).
Existen dudas de si fue Braulio, obispo de Zaragoza, o el rey Sisebuto quien incitó a Isidoro a elaborar las Etimologías (Madoz y García Goldáraz, 1960). San Isidoro comenzaría a escribirlas en torno al año 615 y, alrededor del 620 tendría una primera presentación embrionaria, aunque siendo una obra de tal magnitud, seguiría completándola y ampliándola hasta, aproximadamente, el año 630 (Fontaine, 2002).
Según Velázquez Soriano y Ripoll López (2015), “las Etimologías son la obra de mayor envergadura de Isidoro de Sevilla y también, probablemente, su obra más “profana”: en ella se vuelve hacia la Antigüedad clásica para escudriñarla, sintetizarla y ponerla al servicio de sus contemporáneos”. Es una especie de “conversión isidoriana a la cultura profana”, para resolver al hombre culto medio las dudas que plantea un conjunto de vocablos (Díaz y Díaz, 1976).
Braulio -obispo de Zaragoza- dividió la obra de San Isidoro en veinte libros, de manera que el presente trabajo se centra en el estudio del libro XVIII “Acerca de la guerra y los juegos” (De bello et ludis).
Como apunta Cantarero (2006), no es de extrañar que ambas temáticas se enmarquen en un mismo libro, teniendo en cuenta que tanto la Ilíada como la Odiesa son obras con una marcada temática guerrera e incluyen numerosos pasajes de contenido deportivo, y ambas eran instrumentos fundamentales de enseñanza en la antigüedad griega.
En las Etimologías Isidoro de Sevilla clasifica las actividades físico-deportivas grecolatinas, diferenciando seis categorías: los juegos gimnásticos, las competiciones, los juegos circenses, los mimos y danzarines del teatro, los juegos gladiatorios del anfiteatro y los juegos de pelota.
Juegos gimnásticos (ludo gymnico), que el autor los define como juegos que consisten en la velocidad y que se practicaban en el gimnasio, distinguiendo cinco clases de juegos gimnásticos:
El salto (saltus), del que dice que se practicaban saltos de altura y de longitud.
la carrera (cursus), de la que comenta que consiste en la agilidad de los pies y que debe su nombre a la velocidad de las piernas (crura).
El lanzamiento (lactus), para arrojar lo más lejos posible piedras levantadas a pulso, así como lanzas de determinado peso. San Isidoro incluye aquí el disparar flechas con el arco.
La fuerza (virtus) es la demostración de la enorme fortaleza en pruebas de trabajo y de peso.
La lucha (luctatio), en la que se enfrentaban en combate dos luchadores o atletas, sobre la palestra.
Las competiciones, que Isidoro de Sevilla las diferenció de los juegos gimnásticos, por acudir a la celebración de éstas gran cantidad de público.
Entre las competiciones el autor diferencia varios tipos:
La potencia de las fuerzas;
la rapidez en la carrera;
la destreza en disparar la flecha;
el tiempo que se aguanta permaneciendo en pie;
la forma de moverse al son de la citara;
peleas terrestres;
combates navales, y
certámenes en los que se demostraba el aguante de los suplicios.
Juegos circenses, en los que se celebraban carreras de caballos y carreras a pie. San Isidoro menciona tanto las carreras de jinetes a lomos de sus caballos como las carreras de carros guiados por los aurigas. Por el número de caballos y su yugo se distinguían varios tipos de carros: cuadrigas, bigas, trigas y seyugas.
Al referirse a los juegos circenses, Isidoro de Sevilla también habla de corredores pedestres (que corrían desnudos y en línea recta, de oriente hacia occidente) y de los desultores, llamados así porque a medida que iban llegando al final de la carrera, saltaban (desilire) del caballo y echaban a correr, o saltaban de un caballo a otro.
En el teatro actuaban (además de tragediógrafos, comediógrafos, músicos e histriones) mimos y danzarines. Sobre los mimos, en las Etimologías se explica que tenían su propio guionista, que narraba el argumento antes de que se representase la acción mímica, pues los poetas componían comedias que pudieran ser representadas mediante el movimiento del cuerpo.
En el anfiteatro (amphitheatro) se celebraban diversos espectáculos de gladiadores o juegos gladiatorios:
Juego ecuestre (ludo equestri): participaban dos jinetes a lomos de blancos caballos y pertrechados con pequeños cascos dorados y armas muy apropiadas. Con atroz perseverancia, combatían hasta lograr la muerte del contrario.
Reciarios (retiariis): era una clase de combatiente que se dirigía contra su adversario pertrechado con una red, denominada iaculum, para atrapar con ella a su contrincante mientras le acosaba con su arma, y una vez lo tuviera envuelto en ella, poder vencerlo por la fuerza.
Secutores (secutoribus): se llama así al que persigue al reciario, provisto de una espada y una maza de plomo.
Laquearios (laqueariis): el espectáculo consistía en perseguir y hacer caer a hombres que huían durante el juego. Los laquearios debían trabarlos con un lazo que les arrojaban, mientras los hombres intentaban protegerse con un escudo de piel.
Velites (velitibus): Luchaban lanzándose dardos desde un campo al otro. Sus combates eran muy variados, siendo los más disfrutados por el público.
El combate con fieras (ferali certamine) consistía en peleas entre bestias salvajes y hombres jóvenes a pie (no como castigo por crimen alguno, sino para demostrar su valentía).
En cuanto a los juegos de pelota (pila), Isidoro de Sevilla apunta que las pelotas se elaboraban con pelos de ciervo veloz, hasta que pesaran “una onza más de dos libras”, de lo que se deduce que eran de unos 930 gramos. En las Etimologías se mencionan brevemente diferentes juegos de pelota:
La trigonaria, del que sólo sabemos que se jugaba entre tres.
La arenata, que se jugaba entre muchos, lanzando la pelota desde el círculo del público, y para marcar un tanto había que arrojarla más allá del espacio marcado.
El “juego de codo”, en el que dos jugadores, situados frente a frente y muy cerca uno del otro, golpean la pelota con los codos casi pegados.
“Dar pantorrilla”, juego de pelota en el que los jugadores intentaban golpear la pelota extendiendo la pierna.
Con sus Etimologías, Isidoro de Sevilla pretendería –además de transmitir conocimientos a los hombres de su tiempo- difundir y propagar la moral cristiana en una sociedad en proceso de conversión a la religión católica (Val, 2008).
El autor sevillano condena las actividades físicas del circo, el teatro y los espectáculos gladiatorios, realizando comentarios como los siguientes:
Al hablar de los juegos circenses, dice que fueron instituidos para celebración de dioses paganos, y que “los que asisten a ellos como espectadores se considera que con su presencia sirven al culto de los demonios.” (Etimologías, XVIII 27,1, en Oroz y Casquero, 2004).
Más adelante, San Isidoro comenta que, para los griegos, la palabra “Circo” deriva de Circe, “la hija del sol, (…) una maga, hechicera y sacerdotisa de los demonios: en la práctica circense se reconocen las obras de las artes mágicas y el culto de la idolatría.” (Etimologías, XVIII 28, en Oroz y Casquero, 2004).
En referencia a los corredores pedestres, critica sus vanas creencias y sus sacrilegios.
Al hablar de los espectáculos ecuestres, advierte al lector diciendo “debes darte cuenta, cristiano, de qué inmundas divinidades son las dueñas del circo. Por eso debe serte ajeno ese lugar que ocuparon numerosos espíritus de Satanás, pues todo él está repleto del diablo y de sus ángeles.” (Etimologías, XVIII 41,3, en Oroz y Casquero, 2004).
Cuando habla del teatro, Isidoro apunta que a este lugar también se le denomina “prostíbulo” o “lupanar”, porque en él se prostituían las rameras después de los espectáculos. Para concluir sus palabras sobre el teatro, Isidoro termina diciendo “Tú, cristiano, debes aborrecer este espectáculo del mismo modo que aborreciste a sus patronos.” (Etimologías, XVIII 51, en Oroz y Casquero, 2004).
Y, sobre los juegos gladiatorios dice: “Estos espectáculos de crueldad y la contemplación de estas vanidades fueron establecidas no sólo por la mala inclinación de los hombres, sino además por orden de los demonios.” (Etimologías, XVIII 59, en Oroz y Casquero, 2004).
Sin embargo, a pesar del posicionamiento de la Iglesia contra las prácticas físico-deportivas, los conocimientos médico-científicos de Isidoro influirían en sus valoraciones personales sobre estas actividades, ya que el autor -con toda seguridad- conocería la obra del médico griego Galeno de Pérgamo, que en su escrito “De parvae pilae exercitio” (Sobre el ejercicio físico por medio del juego de la pelota pequeña) comenta los beneficios de este juego para la salud (Morocho y Álvarez del Palacio, 2003).
Conclusiones
Las Etimologías de Isidoro de Sevilla nos han permitido conocer gran parte de las actividades físicas practicadas en el Imperio Romano de Occidente. Pero el autor no se limitó transmitir las costumbres físico-deportivas de la Antigüedad Clásica, sino que las acompaña de valoraciones personales según sus creencias religiosas.
Isidoro de Sevilla condena los juegos circenses, los gladiatorios y los espectáculos del teatro, siendo frecuentes los comentarios que hace de estas actividades presentándolas con carácter demoníaco. Sin embargo, no se muestra contrario a las competiciones gimnásticas, aspecto en el que se diferencia de Tertuliano, su principal fuente en lo relativo a los espectáculos (Castillo, 2001).
Las Etimologías de Isidoro no muestran rechazo hacia los juegos gimnásticos y las competiciones. Es más, puede apreciarse una valoración positiva cuando dice “El juego gimnástico consiste en la velocidad y es motivo de gloria para los hombres” (Etimologías, XVIII 17,1, en Oroz y Casquero, 2004).
Por tanto, se puede llegar a la conclusión de que Isidoro de Sevilla diferenciaría entre las actividades deportivas que sólo atañen a quien las practica (en las que los atletas se esfuerzan por superarse) y las actividades destinadas a los espectáculos sociales, que las condenaría enérgicamente, por su origen divino pagano y/o por su crueldad y barbarie.
Tal y como contempla en sus reflexiones García Morilla (2010), la crítica que hace San Isidoro debe ser entendida en el contexto de su época, pues muchas de aquellas actividades físicas, desde la perspectiva de la moral cristiana medieval, estaban viciadas y pervertidas desde épocas anteriores. De esta forma, la Iglesia del Medievo hizo de filtro de ciertas actividades, consiguiendo que algunas desaparecieran. Otras, como el juego de pelota, no fueron consideradas perniciosas desde la moral cristiana, y continuaron practicándose durante toda la Edad Media (Rodrigo-Estevan, 2007).
Bibliografía
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EFDeportes.com, Revista Digital · Año 22 · N° 229 | Buenos Aires,
Junio de 2017 |