Energía, motivación, emoción, activación, ansiedad y
estrés como conceptos complementarios

Hiram M. Valdés Casal

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 21 - Mayo 2000

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    En nuestra opinión estas consideraciones de la ansiedad, tanto la de rasgo y estado, como la de somática y cognitiva, están intentando mantener un sólo constructo, que puede ser “medido” de la misma manera. Para estos mensuradores norteamericanos, la cualidad implica algo metodológicamente incorrecto, por los retos que hace a la “medición”. Y este reto, a su vez, proviene de la subjetividad, la que teóricamente tampoco ha sido muy “respetable” en la psicología norteamericana.


El concepto de Estrés

    Como muy bien señala Alvarez (1998): “En los últimos años a ocurrido una popularización del término estrés que en realidad ha provocado más confusiones que son secuencias favorables, no sólo en legos, sino también en profesionales, muchos de estos últimos atribuyéndole un carácter heurístico del que carece; o sea, pretender que el concepto es solucionador de problemas cuando en realidad sólo es un descriptor vago”.

    Pero veamos de que se trata para bien y para mal.

    En 1936, Hans Selye llamó la atención sobre un síndrome que se producía de manera inespecífica, según él, debido a estímulos diversos. La literatura científica ya reseñaba el aumento del córtex suprarrenal, la atrofia del tejido timolinfático y la úlcera estomacal aguda. Estas tres reacciones se tornaron indicadores objetivos para fundamentar el concepto de estrés.

    Este síndrome fue llamado después Síndrome de Adaptación General o síndrome de estrés biológico. El síndrome según Selye (1946), tiene tres estadios. El primero se denomina reacción de alarma y consiste en los cambios típicos que tienen lugar durante la emoción y que se han reseñado con anterioridad. Si el estrés continua, el organismo comienza la llamada resistencia al estrés, en la cual el organismo se recupera de la alarma inicial e inicia una resistencia por todos los medios al estrés, en el sentido de conservar la homeostasis. Si el estrés continua por tiempo suficiente el organismo entra en una tercera etapa que puede llamarse de agotamiento, donde se rompe la homeostasis y el organismo se debilita y puede llegar a morir.

    Es muy interesante porque como dice Morgan (1965): “Varios de los cambios corporales que tienen lugar durante la emoción también ocurren en otros tipos de estrés: sobrecarga de trabajo, exposición prolongada al frío o al calor, quemaduras severas o dolor, o el sufrimiento de una enfermedad. Las respuestas autonómicas a todo eso, incluyendo la emoción, son en gran medida las mismas.”

    Lo primero en que me hace pensar el concepto de estrés, observado desde la psicología, es lo siguiente: para qué lo necesito si puedo explicar muy bien desde el punto de vista psicológico, el surgimiento de la emoción, y sus relaciones con el rendimiento en tanto se presentan como reacción emocional, ante un desafío o ante una amenaza, en forma de activación o ansiedad respectivamente.

    La cuestión es que la importancia del concepto de estrés no puede ser fundamentada a partir de la psicología u otra ciencia de manera aislada: es un concepto que implica la multidisciplinariedad.

    Como hemos visto Selye llamó la atención sobre estresores biológicos que comprobamos producen en un primer momento las mismas reacción neuro-humorales que la emoción. Quiere decir que estresores biológicos y estímulos que afectan emocionalmente al sujeto provocan el mismo tipo de reacción interior. Esto significa que el concepto de estrés es un concepto psicobiológico. Un concepto que le da unidad a los estímulos biológicos y psicológicos. Es, repito, interdisciplinario.

    En segundo lugar el concepto de estrés que parte de la observación de ciertos cambios patológicos inespecíficos y que produce reacciones iguales a las de las emociones y que tiene una fase de resistencia y una de agotamiento, se centra en explicar la ruptura homeostática y con ello las patologías que se producen a partir del estado de estrés. Esto es muy interesante porque se le da una unidad a la patología producida por factores biológicos o psicológicos que generan el mismo tipo de reacción y la misma ruptura homeostática.

    Esto ya había sido intuido por el psicoanálisis freudiano y después retomado por la psicosomática de origen analítico; pero estas corrientes no pudieron de forma alguna reconectar los mecanismos biológicos con las causas psicológicas de que partían.

    Así, lo que nos trae nuevo el concepto de estrés, en nuestro criterio, y que lo hace absolutamente respetable desde el punto de vista científico, es esta concepción multidisciplinaria a la que obliga su estudio.

    La cuestión es que lo que Hans Selye estaba planteando, en primer lugar, es el carácter complejo del estrés, en tanto proceso, como reacción de una personalidad total que incluye lo biológico. En este sentido está planteando una conceptualización que sale de los marcos de la biología para situarse en una dimensión multidisciplinaria.

    Para los educadores físicos y todos aquellos que tratan de utilizar la actividad física para combatir la ansiedad y la depresión, esta línea de pensamiento presenta algunos resultados útiles.

    Se sabe por ejemplo que ante el estrés físico (nadie se espante; esto se refiere a una carga de entrenamiento dada), se ha visto que la noradrenalina se triplica mientras la adrenalina se duplica, de la misma forma que ante la cólera y la agresividad.

    Pero también se sabe por múltiples investigaciones (Amaro, 1991, todas consistentes, que ante este tipo de estrés, tanto las catecolaminas como el ACTH y el cortisol suben. Pero hay un dato extremadamente interesante: suben más en los sujetos no entrenados que en los entrenados. Esto podría significar que el “umbral” para las vivencias de ansiedad se podría incrementar por vía del ejercicio físico, lo cual sería una de las explicaciones para lo que algunos trabajos en cuanto a la relación entre la actividad física, la ansiedad y la depresión parecen sugerir. (Valdés, 1996)

    En segundo lugar, Selye proyecta el concepto de estrés de forma tal que nos hace pensar en él, como estado, como momento de ruptura de la homeostasis de la persona, sea una ruptura homeostática biológica o psicológica o biológica que desencadena la psicológica o a la inversa: situando así, de nuevo, el problema en un campo multidisciplinario.

    Sin embargo, retomando el concepto a nivel de la psicología puede decirse que no es lo mismo identificar un estresor físico o biológico que un estresor psicológico.

    Un buen día Selye comenzó a enredarse hablando de estrés bueno -eustrés- y estrés negativo -distrés-. Esto, además de ser contradictorio con su teoría del estrés, no traía nada nuevo. Era sencillamente reconocer que el sujeto necesita un cierto nivel de activación para su actividad y que este nivel de activación puede vivenciarse como placentero. Para ello no necesitábamos el concepto de estrés.

    Entonces, ahora tenemos que volver a dar marcha atrás y retomar los conceptos de ansiedad y activación.

    Resulta evidente que la ansiedad con su tono displacentero y perjudicial a la eficiencia psicológica del organismo es un síntoma de estrés psicológico ya que ella esta relacionada dinámicamente con estímulos (u estresores) que son percibidos como amenazadores para el sujeto.

    También el exceso de activación -no ansiedad- que surge ante la interpretación de la situación como un desafío que se enfrenta con la correspondiente autoconfianza del sujeto, puede devenir en estrés en función del estado del organismo. En un organismo debilitado una fuerte alegría puede llevar a la muerte por un infarto por ejemplo. La homeostasis puede verse afectada también por una activación sostenida: por ejemplo un ciclo demasiado extenso de competiciones deportivas sin descanso.

    No siempre la conceptualización se respeta lo suficiente. En este sentido, el muy afamado Spielberguer (1989) nos da una muestra.. Dice él: “El estrés se refiere a un complejo proceso psicobiológico que consiste en tres elementos principales: estresores, percepciones o evaluaciones de peligro (amenaza) y la reacción emocional”.

    Lo primero que nos podemos cuestionar en esta definición es que si bien su autor dice que es un “complejo proceso psicobiológico”, el tercer elemento es la reacción emocional. Esto, en términos de la teoría del estrés, no es verdadero. La emoción puede o no acompañar al estrés, pues un estresor biológico, que incluso puede llegar a matar, no tiene por que ser psicológicamente interpretado. A Ud. lo matan de un disparo en la cabeza, muere por el estresor y no le da tiempo a evaluar y por tanto a emocionarse. La emoción, positiva o negativa, quedará para los que lo aprecian o detestan. Sería bueno que el autor, ya que utiliza el concepto de estrés nos hubiese señalado en que plano se está situando en su análisis.

    Más adelante, el mismo autor en la misma publicación, dice que la relación entre los tres elementos principales del estrés puede ser conceptualizada así:

Estresor  ———›   Percepción y evaluación de amenaza  ———›  Estado de ansiedad


    De buenas a primeras, el estado emocional se convirtió en estado de ansiedad a partir de las percepción de evaluación y amenaza. Sin embargo resulta evidente que este no es el único estado emocional posible.

    A partir de esta conclusión nos impondrán la idea que el problema para que la conducta sea o no eficaz depende de la cantidad de ansiedad y, por supuesto, una medida unidimensional de la ansiedad que va a predecir el comportamiento.

    “Calma y serenidad -dice Spielberguer (1989)- indican la ausencia de estados de ansiedad: la tensión, aprensión, nerviosismo y preocupación acompañan los niveles moderados; sentimientos intensos de miedo y pensamientos catastróficos y conductas de pánico desorganizadas están asociadas con muy altos niveles de ansiedad”.

    Si , muy bien. Pero el deportista que va a romper una marca, que no se siente amenazado y por tanto no muestra ansiedad, no está en calma. Eso sería una afirmación absolutamente falsa, pues no tendría a su disposición las cantidades tremendas de energía necesarias; el deportista está requetebien emocionado, activado en alto grado. Tanto es así, que ni oye al público y ni siquiera al entrenador cuando le habla.

    El asunto consiste en que el deportista a que nos referimos no se siente amenazado, sino desafiado, y por tanto no hay ansiedad, aunque si hay un alto nivel de activación. De esto no da cuenta la teoría de Spielberguer, porque pierde de vista la diferencia cualitativa entre los procesos emocionales de activación y ansiedad.

    En 1982, Karasek, Russell y Theorell sientan las bases de un enfoque bidimensional del estrés. Las dimensiones eran intensidad de la reacción de estrés y grado de control sobre él.

    El control sería la posibilidad de que el sujeto modificase las condiciones ambientales y modificara los estresores. Este tipo de intercambio con el ambiente en el sentido de cambiarlo para modificar los estresores no esta contenido en la concepción clásica de Selye.

    En este sentido, la teoría de Lazarus - en colaboración con Monat y Folkman- (1979, 1984) merece ser citada, no sólo por su fama, sino en nuestro criterio por la coherencia conceptual que nosotros también estamos persiguiendo como objetivo.

    En esta teoría se considera la ansiedad como el proceso emocional donde la activación, al ser procesada bajo la cognición de amenaza, da lugar a comportamientos incontrolados, desorganizados, inhibitorios y evitativos.

    El estrés es un resultado de la transacción entre los factores ambiente y persona. El significado de un suceso esta determinado por un proceso de evaluación cognitiva. Hay tres evaluaciones primarias posibles; daño/pérdida, amenaza y reto (desafío).

    La primera se refiere a daño físico o psicológico ya recibido. La segunda a la potencialidad de daño o pérdida. La tercera al potencial de crecer o adquirir maestría. Estas percepciones están en función de que se perciba que las demandas externas o internas gravan en demasía los recursos percibidos del sujeto.

    Lazarus y colaboradores van a establecer un modelo transaccional complejo que tienen en cuenta las demandas del medio, la percepción de las demandas, la percepción de los propios recursos y las habilidades para manejar las demandas percibidas.

    El afrontamiento del sujeto es un factor esencial en la ocurrencia del estrés. Es definido como un esfuerzo comportamental y cognitivo constantemente cambiante para manejar demandas especificas internas o externas que son apreciadas como gravando o excediendo los recursos de la persona.

    De aquí se pasa a caracterizar las estrategias de afrontamiento como centradas en el problema o en la emoción. La primera se refiere a los esfuerzos para cambiar al problema que causa el estrés. La segunda involucra estrategias usadas para regular la activación emocional.

    En nuestro criterio los planteamientos de Karasek, Russell, Theorell, Lazarus, Monat y Folkman tienen el mérito de haber concebido al sujeto como activo ante las demandas reales o percibidas del medio y como modificador, por tanto, de ese medio, lo que es un interesante resultado que amplifica la investigación en la línea del estrés en general y de la psicología en particular.

    No obstante, en mi opinión, aún tendremos que volver a la psicología, y aún a la epistemología, para colocar en cauces más amplios -los cauces del hombre y su subjetividad- toda esta problemática que se ha ido encerrando en los moldes del cognitivismo. Y no es un cognitivismo sólo metodológico, sino que implica una concepción del ser humano, otra vez excesivamente racional. Parece que la historia se repite cíclicamente.


Conclusiones

    En realidad los conceptos psicológicos tienen una historia y obedecen a particularidades que se han ido descubriendo en los seres humanos. No parece ser ni teórica ni metodológicamente correcto intentar convertir el último concepto en EL CONCEPTO.

    Al hacer esto, estamos evitando que entren en el campo de nuestra visión teórica las particularidades cualitativas que determinan las diferencias conceptuales y nos vemos tentados - como buenos humanos simplificadores- a sustituir este estudio de la persona, del sujeto, de su subjetividad, por técnicas de medición adecuadas a conceptos que aparentemente -porque se desprecia lo cualitativo- se prestan a la cuantificación. Es a lo que nos lleva por ejemplo, la falta de diferenciación entre ansiedad y activación, o entre estrés y ansiedad. Así medimos la ansiedad de deportistas que simplemente poseen un alto grado de activación pues están encarando un desafío que, además, viven placenteramente.

    Pienso que no estamos en condiciones de prescindir de ninguno de los conceptos expuestos en este trabajo que, en lugar de antagónicos, resultan complementarios, pues expresan facetas y momentos diferentes de procesos bien complejos que no pueden catalogarse con un término de moda. Eludirlos significará perder su valor heurístico y con ello una reducción de nuestra visión científica.

    No estoy promulgando que nos olvidemos de los instrumentos que tenemos para “medir” ansiedad o cólera por ejemplo, pero si que los usemos con el debido respeto conceptual, ya que las diferencias cualitativas están presentes, situándolos en el lugar que les corresponde de técnicas groseramente construidas que tenemos que complementar con técnicas aparentemente menos sofisticadas pero más adecuadas a nuestro objeto humano, como por ejemplo entrevistas, completamientos de frases, dibujos, algunas formas de proyección, observación y otras técnicas capaces de “atrapar” lo cualitativo.


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