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No obstante, este argumento de Betti es de denuncia cuando él menciona a Benveniste (1989) y la dificultad del uso de las teorías rígidas de los lingüistas en el campo del conocimiento corporal. Él explica que otras concepciones semiológicas pueden ser incorporadas a la enseñanza de la educación física cuando esas fuesen mostrándose significativas a determinados planos de acción del profesor. En este proceso de conquista de un lenguaje que hable de las acciones corporales, Parlebas (1977b. p. 50) desempeña un papel fundamental, pues describe la viabilidad de la teoría de la doble articulación elaborada a partir de la lectura de las escrituras corporales de los sujetos en acción (ibídem), no obstante limitadas por las condiciones históricas que la lengua ofrece. Es necesario, por lo tanto, formular una tesis metamotriz, que presente en su punto más alto ("bojo") un conjunto de conocimientos sobre temas relacionados al campo de la lengua, pero que al mismo tiempo no se adhiere a ningún modelo importado ya visto, sino que al contrario, produzca un movimiento liberador.
"Ce sont finalement des formules importées qui considèrent comme résolu un problème à peine posé, et qui risquent d'empêcher une véritable investigation".6
En este sentido Parlebas nos invita a considerar el signo motor en su diversidad espacio temporal, y no como un bloque lineal que funciona por oposiciones y diferencias. Para este autor, estudiar la cotidianeidad lúdico-motora de los sujetos que vivencian sus propias aciones motrices puede evidenciar que dentro de cada situación motriz en que se insertan para comunicarse o contracomunicarse están presentes la polisemia de los saberes síquicos, que se revelan a partir de una metodología propia constituida por el autor. Para él, someter esta polisemia motriz a la arbitrariedad temporal, como se hace en el lenguaje verbal, es desatender toda la complejidad de relaciones que mueven a un sujeto o a un grupo social dentro de una determinada situación motriz.
El propio autor afirma que, al ser el lenguaje corporal una cuestión multidimensional, su interpretación debe tener un carácter epistemológico. Él revela una enorme riqueza en actitudes, gestos, señales y comportamientos que precisan saberes específicos para que su ciencia se consolide. Parlebas analiza los materiales con los cuales los profesores de educación física trabajan en situaciones de enseñanza aprendizaje, justificando su atención sobre la ciencia cinésica; el espacio y la gestualidad como instrumento comunicativo en las relaciones educativas. Para el autor, existen ciertas situaciones educativas tan importantes para el discurso verbal del profesor que no pueden ser desconsideradas. Y conocerlas implica estudiar la importancia de las imágenes corporales cuando esas actúan directamente en la enseñanza de la educación física. así, cuando Parlebas (1977b, p.51) se refiere a esas situaciones comunicativas, su interpretación puede ser vista como un fenómeno paralingüístico, por esos saberes introyectarán, inevitablemente, los conocimientos del campo lingüístico.
"Des sémiologues vigilants - et linguistes de surcroîont rapidement décelé l'inflation lingüistique ; ils ont proposé une démarche sémiologique originale et rigoureuse qui voudrait se dégager de l'appareil strictement linguistique".8
Descubriendo a la Educación Física en el interior de las teorías paralíngüísticas
Creo, después de mis explicaciones sobre las teorías paralingüísticas, que quedará más fácil identificar entre las teorías presentadas, las producciones más simples, todavía amarradas a la enseñanza de la educación física y, por oposición la copernicana teoría de Parlebas. En este sentido, es importante que comprendamos que, para llegar a aprehender un nuevo saber, el sujeto epistémico ha de conocer los procesos formadores y globales de una nueva teoría. Tal proceso exige mucha atención al momento de discriminar e identificar las teorías fundamentales, tan importantes para la constitución de un nuevo sentido en la acción educativa.
En la tradición lingüística, la comunicación es conceptualizada de manera bien amplia, sin implicar necesariamente alguna intención de informar. Para Lyons (1981), existen ciertos conceptos relevantes para la investigación de todos los sistemas de comunicación. Él compone ese sistema apuntando seis factores básicos: una señal que debe ser transmitida de un emisor a un receptor (o un colectivo de receptores) a través de un canal de comunicación; la señal tendrá una determinada forma y pasará un determinado significado (o mensaje); la conexión entre la forma de la señal y su significado es establecida por lo que normalmente en semiótica es llamado de código: el medio por el cual el mensaje es codificado por el emisor y decodificado por el receptor. Podemos decir, por extensión, que el cuerpo puede ser usado como un medio de comunicación entre los seres humanos. En el momento que ocurre esto, el cuerpo humano se torna, al mismo tiempo emisor: al transmitir un mensaje a otro; y un receptor: al recibir el mensaje observando las señales corporales anunciadas por el emisor. Este proceso de realización de la comunicación requiere un canal de transmisión, un mensaje, un emisor y un receptor. Faltando cualquiera de esos elementos, no se completa el proceso de comunicación humana. El problema en esa extensión del sentido de la comunicación, es que no hay un código convencional. Gran parte de los mensajes son "captados" pero no "decodificados".
Es en la observación del sistema de comunicación verbal que son percibidas características de la parte no-verbal en señales y mensajes de naturaleza paralingüística. Este proceso no-vocal de comunicación es encontrado en movimientos del mirar, movimientos de la cabeza, expresiones faciales, gestos, posturas, etc.; que determinarán, con mas probabilidad, los distintos nichos de significado de un mensaje.
El paralenguaje, según Rector y Trinta (1986), es comunicación, no solo por su ajuste a la expresión lingüística, sino también por la expresión corporal, al revelar intenciones y estados afectivos. Incide además sobre todas las formas de relación interpersonales, regulando la interacción y propiciando el contraste de actitudes y personalidades individuales. Está presente en todos los tipos de interacción humana, sobrepuesta a la codificación verbal, suponiendo siempre que la comunicación del cuerpo se hace en gran parte por el recurso de los gestos. Desde punto de vista etimológico, gesto proviene del latín gestus que quiere decir manera de proceder, actitud, movimiento expresivo. Es por lo tanto una acción corporal visible, por el cual un cierto significado es transmitido por medio de un mensaje expresivo.
Rector y Trinta (1986) comentan sobre la existencia de algunos gestos codificados que difieren de la pura manifestación paralingüística por ser parte intencionalmente significativa de un acto de interacción social. Son "actos" o "aciones prácticas" como un "gesto de generosidad" o un "gesto de agresión", por ejemplo. Son expresiones corporales icónicas, en el sentido que se encierran en la intención de exprimir un significado. Por ejemplo, la mano que se muestra cerrada exprime en su forma el movimiento característico de quién va a dar una trompada a alguien.
En el plano de las relaciones entre procesos de acción y procesos de comunicación, las investigaciones de George Mead, ofrecen algunas indicaciones acerca de la comprensión de cómo la significación se incorpora a la interacción, como un hecho humano social. Este autor estudia las reacciones corporales como un proceso de comunicación haciendo una referencia explícita al ámbito de deporte. Como ejemplo, él analiza el enfrentamiento corporal de un boxeador y de un esgrimista, donde las "fintas" y las "paradas" revelan cómo sus conductas son portadoras de significación. Dice él que los gestos se convierten en símbolos significativos, traduciendo que la comunicación corporal favorece la interiorización de las actitudes de los otros, de las normas colectivas, y representan, en fin, el factor más importante del proceso de socialización.
Entendemos que es costumbre de la comunicación verbal llevarnos a pensar que, cuando hablamos de comunicación no-verbal o unidad extralingüística, estamos lidiando con una dimensión meramente complementaria de un proceso comunicacional. Esto ocurre porque la inmensa mayoría de los estudios extralingüísticos y paralingüísticos son percibidos esencialmente como un soporte del lenguaje hablado o escrito.
El avance de los estudios del movimiento como elemento comunicativo lleva a la creación de la cinésica, que, según Ray Birdwhistell, procede de una descripción atomizada de la gesticulación en clases mínimas de movimientos (cines) que constituirán unidades distintas de un conjunto de gestos. Un ejemplo que da el autor es el análisis cinésico sobre los gestos faciales: el movimiento de los párpados y posturas corporales que se combinan para constituirse en un acto de comunicación.
Así, la cinésica enseña que un cerrar de ojos solo adquiere significado en cuanto unidad de comunicación, cuando está expuesto a un contexto cultural, y nunca de manera aislada. Las circunstancias ambientales y culturales que rodean el acto no-verbal deben ser observadas y agregadas a las características articulatorias de cada gesto.
Guiraud (1980) se refiere a la cinésica como una teoría biológica de la comunicación gestual formulada por los principios del evolucionismo darwiniano, considerando que algunos gestos son universales y comunes a todas las culturas. En este caso, están los gestos biológicamente útiles, considerados de cierta forma innatos, que fueron incorporados a la experiencia emocional de los seres humanos. Separar alguna cosa con la mano, por ejemplo, manifestando rechazo o reprobación, puede ser un gesto que remite a un significado.
Según Parlebas (1977b) la cinésica presenta incontestablemente, hechos nuevos sobre puntos de vista fecundos. No obstante, dentro de las posibilidades de un estudio praxiológico, los abordajes de la cinésica merecen críticas. Primero por desentenderse de investigar la comunicación corporal en movimiento para basarse en gestos lentos, mímicas faciales; y, por otra parte porque la metodología y los conceptos utilizados son mucho más dependientes de la lingüística, sin aplicación directa al área específica de las acciones motrices.
La proxemia, como ciencia del cuerpo en el espacio, en general es entendida como el estudio del uso de la percepción del espacio social y personal. El antropólogo norteamericano Edward T. Hall fue uno de los primeros en estudiar el uso del espacio humano para fines de comunicación. Según Hall (1977) existe una "dimensión oculta" cultural que rodea al cuerpo. Así el valor funcional del espacio es culturalmente establecido y puede comunicar ciertos hábitos y señales en su forma de utilización entre los hombres. La forma según la cual el hombre utiliza el espacio influye en su capacidad de relacionarse con las personas de a su alrededor, de sentirse cerca o distante de otros.
Las necesidades territoriales llevan al establecimiento de distintas zonas en que la mayoría de los hombres interactúan. Esas zonas representan sensiblemente los distintos espacios en que nos movemos, espacios que aumentan en la medida que la intimidad disminuye. Luego, una distancia íntima debe ser la menor posible. Por ser un contacto, la distancia íntima equivale a la llamada fase próxima, correspondiente al contacto corporal. Con esa distancia los hombres practican un duelo corporal o hacen el amor. La proxemia tiene relevancia en la segmentación de los espacios del medio ambiente de los diferentes deportes sociomotrices.
A partir de esas relaciones, que de alguna forma podemos encontrar ligadas con la comunicación verbal, percibimos que los procesos de interacción humana son explicados por teorías que abrazan diferentes modelos. Se vuelve necesario destacar, que la mayoría de los autores que producen estudios en el ámbito de la comunicación procuran partir del punto preferencial de las teorías lingüísticas, en que el movimiento y las aciones motrices no desempeñan papel central.
Diferentemente al enfoque arriba citado, basado en el sistema de doble articulación, muy común en el análisis de las lenguas naturales, la comunicación visual supone otras formas de articulación. Así, Prieto (apud Parlebas, 1977b) denominó semas a las unidades semiológicas de base que corresponden a un código, confirmado por él como un "sistema de semas". Un ejemplo al que se refiere Parlebas es el de una foto de un ciclista constituyendo un código de doble articulación, donde la corona roja indica "ínterdicción" y el dibujo de una bicicleta tiene un significado propio para los ciclistas. La bicicleta dibujada aisladamente estaría depojada de significado. Así la articulación de códigos articulados puede resultar que, más allá de la información traída por el sema, exista una información traída por los signos.
Parlebas (ibid) reconoce que uno de los puntos claves de la semiología, en los trabajos de codificación visual en Prieto, se sitúa en las nociones de "índice" y de "señal". El "índice", describe él, es un hecho inmediatamente perceptible que nos hace conocer algún "ente" mediato, esto es, algo que está por detrás de otra cosa, y la señal como un índice artificial que satisface las condiciones imperativas. Así, el primero es un hecho percibido, analizable y es producido de forma voluntaria con la intención de servir de índice; y el segundo puede estar en el destino, que puede ser reconocido sin mayores problemas por el destinatario.
Esas tendencias paralingüísticas desarrolladas en el siglo XX dan un impulso decisivo para la construcción del lenguaje del cuerpo como saber científico. Una de las contribuciones, en mi opinión, más productivas de esas tendencias para la lengua fue efectivamente la de concebir elementos extralingüísticos que no se comportan con la clasificación de la lengua verbal, sino que permiten comprender el lenguaje corporal como un instrumento fundamental para la comunicación humana.
Algunos lingüistas, entre ellos Birdwhistell, van a explicar las semejanzas entre los dos lenguajes y defienden la existencia de un grado de complicidad entre ellos. En este sentido, el lenguaje corporal puede ser investigado por las mismas transformaciones naturales sufridas en la lengua, o sea, por un mismo método que identifique una estructura ideal, tal como la encontrada en el lenguaje verbal. Con este método ideal, surgen las analogías entre los dos tipos de lenguaje, las correspondencias y, sobretodo, una dirección que pauta de la raíz lingüística. Así, el objeto central del saber corporal cambia de foco cuando su origen todavía busca las formas motrices del conjunto de conocimientos del lenguaje verbal.
"Les tenants du modèle lingüistique appliqué au domaine corporel négligent des donnés capitales. C'est en effet parce qu'elle a fondamentalement réussi à évacuer le corps que la langue a pu devenir un aussi extraordinaire instrument de communication; c'est parce qu'elle a éliminé la signification de ses unités de base, bref, c'est parce qu'elle a mis l'arbitraire à la racine de son fonctionnement." (Parlebas, 1977a, p. 60) 9
La gran contribución del lenguaje del cuerpo para la investigación semiológica ocurrió en el sentido de promover la comunicación vía expresión corporal, por un camino direccionado por el lenguaje verbal. Una nueva visión. Pero identificada y organizada en las formas lingüísticas.
El Universo de las acciones motrices construido por Parlebas
Otro hecho importante para la historia de la enseñanza de la educación física y las concepciones de la lengua es la semiomotricidad, la semiología de la acción motriz. La semiomotricidad para Parlebas es el metalenguaje de la acción motriz. Para el autor es pertinente hablar de un lenguaje científico que posee conceptos, objetos de estudios, definiciones propias y una rigurosa metodología de análisis; constituyendo así un saber que describe su propio campo de acción.
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