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Correr, saltar y lanzar. La deportivización del atletismo

en el Reino Unido durante el siglo XIX. Tercera parte

Running, jumping and throwing. The sportization of athletics in the UK during the nineteenth century. Third part

 

Doctor en Historia Moderna y Contemporánea

Instituto Mora

(México)

Miguel Esparza

mcoyter2000@yahoo.com.mx

 

 

 

 

Resumen

          El objetivo de este trabajo es el de explicar en qué consiste la deportivización tomando como ejemplo el caso del atletismo. Se analizan las dinámicas sociales y las de competencia que dieron lugar al moderno atletismo.

          Palabras clave: Deportivización. Atletismo. Dinámica social. Dinámica de competencia.

 

Abstract

          The objective of this work is to explain what the sportization taking the example of athletics. The social dynamics and the competition ones that led to the modern athletics are analyzed.

          Keywords: Sportization. Athletics. Social dynamics. Competition dynamics.

 

Recepción: 24/02/2015 - Aceptación: 07/04/2015

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 20 - Nº 205 - Junio de 2015. http://www.efdeportes.com/

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Correr, saltar y lanzar. La deportivización del atletismo en el Reino Unido durante el siglo XIX. Primera parte
Correr, saltar y lanzar. La deportivización del atletismo en el Reino Unido durante el siglo XIX. Segunda parte

La deportivización: su dinámica de competencia, el caso del atletismo

    En lo concerniente a la dinámica de competencias, ésta tiene que ver con las regulaciones hechas a los aspectos generales que rigen cada disciplina y sus eventos deportivos, por ejemplo, en el caso del fútbol soccer se limitó el número de participantes a once por equipo, las dimensiones de la cancha y de las porterías quedaron definidas y por último, se estableció un tiempo límite para la duración de los partidos.

    En el caso del atletismo, la inclusión del factor tiempo como criterio de medición de las hazañas realizadas dio lugar a la noción del concepto récord. El atletismo es un deporte que se basa en batir una marca, que es la medida o el valor cuantitativo que representa numéricamente el esfuerzo que cada deportista realiza en una competencia, por tanto, la medición del tiempo permite competir con los mejores de la historia “el récord es un idioma que une al deportista debutante con el campeón de todos los tiempos…” (Brohm, 1982, p. 91). El factor tiempo, permitió el despegue del atletismo moderno, donde ya no sólo se busca ganar sino trascender en el tiempo y en el espacio dejando un precedente cuantitativo que incluso puede perdurar más allá de la vida deportiva del atleta: el récord.

    John Bale nos dice que la historia del atletismo como deporte puede definirse como “una historia de los récords, de los movimientos y de las técnicas que ayudan a mejorar los rendimientos…” Para este autor, el surgimiento de la estadística atlética es otro de los elementos clave de la deportivización de los deportes, ya que ha permitido realizar esquemas comparativos de los récords realizados para medir el progreso de atletas, equipos y naciones en ciertos eventos deportivos (Olimpiadas o campeonatos mundiales), o en particulares momentos de la historia. (Bale, 2004, p. 21).

    El aspecto estadístico enlazó a los deportes con un sentido técnico y especulativo que han permitido realizar pronósticos y apuestas, lo cual sería un aporte importante para el profesionalismo, pues en muchas ocasiones, la realización de competencias deportivas respondía a condiciones y valores económicos, ya que los británicos, “apostaban sobre hazañas deportivas que no estaban organizadas más que en razón de la apuesta y de manera espontánea. La apuesta era la incitación al récord. Aquí también, como en la lucha contra el tiempo, se anuncia la era industrial, de la que Gran Bretaña pasa igualmente a ser la cuna.” (Brohm, 1982, p. 72, 73).

    Ahora bien, no todos los atletas pueden ser ganadores, pero sí pueden buscar romper algún tipo de marca, porque los récords pueden ser personales, locales, escolares, nacionales o globales, lo que permite que cada atleta ubique sus expectativas personales dependiendo de su nivel competitivo. Pero para que la búsqueda del récord sea factible es necesario que el espacio deportivo también sea sometido a criterios de racionalización.

    La racionalización del espacio deportivo para el atletismo, tuvo la intención de eliminar los efectos del ambiente externo (intromisiones de los aficionados a fin de evitar accidentes), por tanto, el espacio deportivo es un espacio sintético sometido a control, un espacio artificial donde la competencia deportiva es considerada como válida y oficial, porque el terreno ha sido segmentado en distancias racionalmente medidas y estandarizadas (100, 200, 400 o 800 metros) y donde los esfuerzos humanos son contabilizados mediante implementos técnicos (como los cronómetros o las cintas métricas), para avalar los récords realizados (Bale, 2004, pp. 39-44).

    El espacio deportivo que representa la pista atlética racional y estandarizada que actualmente conocemos, ha permitido no sólo la búsqueda de los récords, sino también, la expansión del atletismo, pues dio lugar a la creación de ligas y campeonatos, ya que el criterio de igualdad en las distancias hizo posible que en cualquier lugar se intentara la comprensión del tiempo en el espacio (en cuánto se corre cierta distancia), lo que constituye básicamente, la idea moderna de correr por deporte, aspecto que dicho sea de paso, en la antigüedad no existía.

    En efecto, de forma general se menciona que el atletismo es el más natural de los deportes porque su práctica implica hacer uso de las habilidades que son inherentes al ser humano como correr, saltar y lanzar. Según John Bale, después de caminar, el correr se convirtió en la primera de las tecnologías utilizadas por el cuerpo para comprimir el tiempo y el espacio. (Bale, 2004, p. 1). Sin embargo, por el hecho de poner en operación las habilidades humanas más básicas, se considera erróneamente, que el atletismo es un deporte cuya práctica se remonta hasta la misma prehistoria, pues el hombre primitivo para atrapar sus presas, corría, saltaba y lanzaba, por tanto, se concluye categóricamente que el atletismo es tan antiguo como el hombre mismo.

    Si bien es cierto que el ser humano desde la remota antigüedad ha hecho uso de sus habilidades corporales, esto no quiere decir que lo haya hecho bajo una idea y una lógica meramente deportiva, por el contrario, el considerar que el hombre primitivo practicaba algún tipo de deporte, es caer en un error de interpretación histórica, es decir, en un anacronismo. Bajo esta misma tónica, anacrónicamente se considera a la Grecia clásica como la cuna del atletismo moderno y aunque los antiguos griegos competían en concursos donde se corría, se saltaba y se lanzaba, esto no prueba ni significa que existiera una intención deportiva para llevar a cabo dichos concursos, pues aunque hay similitudes con los eventos atléticos actuales, también existen marcadas diferencias.

    Los concursos agonísticos de la Grecia clásica han sido interpretados como prácticas deportivas, sin embargo, analizando más a detalle el contexto histórico prevaleciente en el mundo antiguo, se puede constatar que las actividades físicas llevadas a cabo por los griegos de esa época, nada tenían que ver con las actividades que actualmente definimos como deportes, pues las intenciones, el sentido, los significados, los valores y los objetivos para las cuales fueron utilizadas dichas prácticas, fueron muy distintos al sentimiento y a la experiencia deportiva moderna. Los antiguos griegos no practicaban deporte sino ejercicio físico bajo la forma de gimnasia, la cual se caracterizaba por englobar dentro de sí una serie de ejercicios sistemáticos y determinados que buscaban mejorar las capacidades físicas de los individuos con un fin particular: la guerra (Sweet, 1987, p. 111), (Geer, 1935, pp. 208-221). Para los griegos, el ejercicio físico era necesario para mantener en buena forma a las tropas, pues el entrenamiento fue ideado con la finalidad de simular las condiciones que un soldado podía encontrar en el campo de batalla.

    La necesidad de contar con una fuerza bélica de planta y especializada se debe a que los antiguos griegos vivían en un mundo donde la única forma de sobrevivir era por medio de las armas. En ese sentido, los griegos a fin de consolidarse como el pueblo hegemónico del mundo antiguo, iniciaron campañas de conquista de los pueblos y sociedades vecinas para lograr la posesión y usufructo de la tierra, la cual representaba la riqueza, es decir, la tierra como base de la agricultura devenía en riqueza siempre y cuando fuera explotada y para ser explotada, se requería de mano de obra suficiente y libre de pago, por lo que se implementaron batallas y guerras de conquista, tanto de territorios como de personas, pues fue el apropiamiento de la propiedad, la vida y fuerza de trabajo de otros hombres, lo que permitió a la sociedad griega florecer como civilización. (Ciccotti, 2005, p. 49).

    El éxito económico y social alcanzado por los griegos fue logrado gracias al uso de las armas y bajo este ambiente de belicosidad y de conquista permanente, la sociedad griega preparaba y adiestraba física y militarmente desde la infancia a sus ciudadanos. Los adolescente entre 15 y 18 años acudían a las palestras subvencionadas por las ciudades-Estado para seguir un entrenamiento militar para que posteriormente formaran parte de los cuerpos hoplitas (soldados con armadura). (Dekonski, Berguer, et al, 1996, p. 182). En efecto, los niños practicaban la gimnasia para así acostumbrarse a soportar sin quejarse el frío, el calor, el hambre, la sed, la fatiga y el dolor y para aprender a correr, a saltar y a lanzar el disco y la jabalina (Malet, Maquet, 1943, p. 44).

    Un análisis más cercano a las actividades físicas practicadas por los antiguos griegos en las palestras, gimnasios y en los concursos agonísticos como las Olimpiadas, nos revelará el sentido bélico de la sociedad griega, por ejemplo, la intención de preparar de manera constante a las tropas en carreras pedestres, era el de agilizar la transportación hacia el campo de batalla por sus propios medios, ya que resultaba sumamente costoso equipar y de dotar de caballos o carros a todos los soldados, por tanto, era necesario desarrollar la marcha a pie en los cuerpos armados griegos.

    Una clara muestra de lo mencionado líneas arriba la encontramos en la mítica fábula del soldado/mensajero Phiddípides, quien después de combatir en contra de los persas en la batalla de maratón, fue enviado a informar la noticia de la victoria a la ciudad de Atenas, realizando un recorrido de entre 30 y 40 kilómetros. La saga termina de manera trágica, pues el mensajero griego, después de pronunciar la frase “alegraos, hemos triunfado”, cayó muerto por el esfuerzo realizado y por las heridas del combate. (Lucas, 1976, pp. 120-138).

    Aunque la travesía del mensajero Phiddípides es una construcción mítica, es posible vislumbrar referentes empíricos importantes para sustentar la necesidad de preparar a las fuerzas militares a correr grandes distancias y el foro por excelencia donde se podían demostrar las capacidades físicas de los individuos fueron los agones olímpicos, pues el programa de competencias estaba constituido de eventos con una marcada connotación militarista, por ejemplo, la llamada carrera de hoplitas, era una prueba a campo traviesa de tres kilómetros de distancia donde los participantes corrían vistiendo su indumentaria bélica. El objetivo de esta prueba era el de preparar a los soldados a correr sobre terreno sinuoso con el peso de su armadura el cual oscilaba entre los 20 y 25 kilogramos (Sweet, 1987, p. 31, 32).

    En lo tocante a las pruebas de lanzamiento, la jabalina es otro de los eventos con clara connotación bélica, pues este concurso, a diferencia del que se realiza actualmente, consistía en una competencia de precisión más que de distancia. En efecto, la intención principal del lanzamiento de la jabalina era la de afinar la puntería de los soldados, pues en la antigüedad, este implemento era usado para cazar y para la guerra, por tanto resultaba más importante acertar un blanco que alcanzar una gran distancia (Sweet, 1987, pp. 52-55).

    De igual forma, el lanzamiento del disco, es una prueba con un amplio sentido bélico, pues el objetivo de lanzar el disco no era el de alcanzar una gran distancia sino el de fortalecer y preparar el brazo para cargar y utilizar el escudo en la batalla, ya que la forma en que se realizaba el lanzamiento del implemento en la antigüedad, es el mismo movimiento natural que se realizaba para protegerse con un escudo (de abajo hacia arriba), por tanto, el brazo de los soldados debía estar fortalecido para poder soportar el peso del escudo (de 12 a 20 k.) en constante movimiento mientras duraba una batalla y esta prueba convenientemente lo realizaba (Zimmerman, 1984, pp. 8-21).

    Otro indicador del sentido bélico de las antiguas Olimpiadas lo representan las pruebas de combate (pugilato, lucha, pancracio), que tenían el cometido de simular la forma de guerrear en el mundo antiguo (cuerpo a cuerpo). De todos los concursos de combate, el pancracio fue el evento favorito de los griegos, debido a que combinaba lucha y boxeo, además, se permitían todo tipo de golpes y de lances, excepto sacar los ojos. A pesar de la existencia de reglas que pretendían limitar los excesos de violencia, al parecer, de forma común se suscitaban eventos trágicos en el pancracio que terminan con la muerte de alguno de los competidores, lo que en última instancia indica lo que ya se ha reiterado, el carácter bélico de las pruebas y concursos olímpicos antiguos (Brophy, Brophy, 1985, pp. 171-198).

    El último indicador del sentido militarista inmerso en las actividades físicas que practicaban los griegos en la antigüedad, lo encontramos en el vocablo Athlos, de donde se derivan las palabras “atleta” y “atletismo”. El vocablo Athlos por sí mismo describe una connotación bélica pues esta palabra se utilizaba para referirse a los combates, tanto a los suscitados en el campo de batalla como a las competencias celebradas en el estadio. El poeta Píndaro, quien se ganaba la vida componiendo y cantando odas a los triunfadores de las Olimpiadas, utilizaba el vocablo Athlos indistintamente para describir las acciones de la guerra y las de las Olimpiadas. En ese mismo sentido, el adjetivo Athlios que se utilizaba para describir a los competidores de las Olimpiadas, también se utilizaba para referirse a quienes iban a la guerra, así como para los que competían en las Olimpiadas o cualquier otro tipo de combate (Sweet, 1987, p. VI, VII).

    Sin abundar más en los aspectos bélicos y sin referirnos a los aspectos religiosos del ejercicio físico practicado por los griegos antiguos, queda decir que después de la suspensión de las antiguas Olimpiadas, no se ha encontrado evidencia que indique la celebración de competencias atléticas por cerca de mil años. De hecho, “el concepto de tener un número de eventos y pruebas atléticas celebradas al mismo tiempo y en el mismo lugar, aparentemente data del siglo XII en Inglaterra.” (Aaseng, 2002, p. 13).

    El que por más de un milenio no se hayan organizado concursos atléticos o que al menos no se hayan recuperado registros de su existencia, conduce a considerar que se tuvo que redescubrir, recodificar e instituir bajo ideas diferentes al sentido bélico de los griegos, los concursos y las competencias atléticas. Es decir, hubo que reinventar el correr, saltar y lanzar, pues hubo que encontrar un motivo diferente para celebrarlos en formato de competencia secular, regular y homogénea, hubo que establecer un motivo que incentivara a organizar eventos y preparar a los competidores.

    Cabe aclarar que la recuperación/reinvención de las pruebas que conforman el programa atlético moderno, se llevó a cabo bajo diversas justificaciones y en diversos momentos y contextos, por ejemplo, el lanzamiento del disco fue reintroducido al programa atlético en las Olimpiadas de 1896 bajo la idea del amateurismo (Quercetani, 1964, p. 280), mientras que la mayoría de las carreras, saltos y lanzamientos, provienen de los concursos de apuestas y competencias profesionales celebradas en el Reino Unido. Por ejemplo, el lanzamiento de martillo es una competencia que fue recuperada de los Highland Games, Juegos de las Tierras Altas de Escocia que fungían como una feria local donde se entregaban premios económicos a los vencedores (Jarvie, 2004, pp. 161-175).

    Es a partir del siglo XVIII que comenzaron a aparecer los primeros corredores profesionales en los concursos patrocinados por la aristocracia y donde se incitaba a la participación por medio de las recompensas y estímulos económicos a los vencedores (Mason, 1994, p. 92), (Brohm, 1982, p. 72). Estos eventos patrocinados fueron conocidos como eventos pedestres, porque muchos de los participantes se desempeñaban como footmens (pedestres), sirvientes encargados de correr al frente de los carruajes de los nobles y de forma común, estos eventos se celebraban en las calles y los campos alrededor de las ciudades, porque todavía no se configuraba la pista atlética como el espacio ideal para llevarlos a cabo (Mandell, 1984, p. 142; Bale, 2004, p. 40).

    Con el correr del tiempo el pedestrismo se convirtió en una práctica popular y comercial, pues algunos taberneros que contaban con amplios espacios en sus propiedades, comenzaron a organizar carreras con el fin de atraer clientela a sus negocios. En las carreras organizadas en estos lugares, corrían pedestres locales en contra de corredores foráneos. Se menciona que público estaba dispuesto a pagar por atestiguar estos encuentros, esto nos habla del interés que lograban despertar estos eventos, aunque resulta más probable que pagaran la entrada para poder apostar, ya que en una de estas competencias se podía ganar hasta 10,000 libras (Vincent, 2001, pp. 43-55).

    Las apuestas, dieron un nuevo impulso a las actividades atléticas pues a mediados del siglo XIX coexistían cinco diferentes tipos de cultura atlética: a) las competencias rurales celebradas dentro de los juegos de las tierras altas de escocia, eventos correspondientes al formato de una feria local y que entregaban premios económicos a los vencedores. b) Los encuentros uno a uno o contrarreloj de carreras, marchas o saltos entre atletas profesionales, su organización dependía de cruzar apuestas. c) Las reuniones atléticas abiertas que básicamente consistían en carreras de distancia y donde concurrían atletas profesionales. En estos eventos participaban enteramente los atletas de las clases trabajadoras y se entregaban premios económicos a los vencedores, aunque su existencia se basaba primordialmente en las apuestas. d) Los concursos atléticos de las clases medias. Los valores en los premios eran bajos o simbólicos, por lo que las clases bajas no fueron motivadas a participar en este tipo de eventos. e) Las competencias atléticas amateurs celebradas dentro de las universidades públicas (como Oxford) con el formato actual de encuentro de pista y campo (McNab, 1980, p. 12, 13).

    De los tipos atléticos enunciados líneas arriba, las carreras contrarreloj fueron de los eventos más populares y prestigiosos, porque aparte ofrecer un espectáculo emocionante, permitían la oportunidad de apostar y ganar mucho dinero. Este tipo de eventos consistían en apostar a favor o en contra del intento de recorrer la mayor distancia posible en un lapso de tiempo determinado. Por ejemplo, en 1788 en el hipódromo de Newmarket, el pedestre Evans se embolsó la cantidad de mil libras, que representaba el 10% de lo recaudado en las apuestas, cuando logró batir el récord vigente de la hora al correr 17.4 kilómetros (Brohm, 1982, p. 72).

    En este tipo de pruebas subyace la tentativa de superar retos deportivos en razón de una especulación económica y su contribución al desarrollo del atletismo moderno son significativas, ya que con la especulación económica derivada de las apuestas, surge la noción del récord deportivo, pues las características de este tipo de eventos hacían necesario contar, indispensablemente, con instrumentos de medición del tiempo y con rutas y cursos preparados medidos con exactitud, pues la delimitación y la racionalización del escenario dedicado a la práctica deportiva se convirtió en un factor de igualdad y en un requerimiento lógico para permitir batir marcas y récords (Bale, 2004, p. 39).

    Las apuestas deportivas más que condiciones de azar, representaban análisis racionales encaminados al éxito, pues se intentaba apostar sobre seguro o lo más cercano a esta posibilidad, de ahí que los apostadores analizaran rigurosamente los tiempos y récords de los competidores, mientras que los atletas por su parte, comenzaron a racionalizar su preparación para mejorar su rendimiento y marcas, por lo que la práctica atlética comenzó a estar dominada por una clasificación del rendimiento (ranking deportivo), que en última instancia llevó a la práctica atlética a ingresar a una nueva etapa, por estar gobernada por la estadística y la constante búsqueda del récord (Bale, 2004, p. 21).

    Sin embargo, a pesar de sus significativas contribuciones para el desarrollo del moderno atletismo, la popularidad del pedestrismo comenzó a decaer y a perder el apoyo del público, debido principalmente, a que muchos competidores se vieron involucrados en constantes trampas, circunstancia que abrió la puerta para que los atletas universitarios y amateurs, lograran controlar la práctica atlética y la codificaran en la forma actual en que la conocemos (Vincent, 2001, p. 44, 45).

    Con el decaimiento del pedestrismo profesional, los concursos organizados por las universidades y las Publics Schools comienzan a contar con el apoyo del público y con estos eventos se crea una nueva estructura, pues en los concursos universitarios se sentaron las bases ideológicas que permitieron florecer al atletismo en su formato amateur y convertirse en uno de los deportes con mayor prestigio en el Reino Unido y uno de los más importantes entre las clases altas (Turner, 1888, pp. 109-115). El furor y entusiasmo existente en los concursos profesionales, fácilmente se transfirió a las competencias universitarias y de los clubes atléticos amateurs, donde se expandieron hasta convertirse en uno de los eventos nacionales más populares, pues al lograr mantener a muchos atletas como amateurs, su prestigio y honradez no estaba en duda, ya que sus intereses se concentraron en lo meramente deportivo y no en el dinero, por lo que competirían como caballeros y así las trampas y las marrullerías estaban descartadas, circunstancia que significó una ventaja sobre muchos otros pasatiempos (Aaseng, 2002, p. 14).

    Es en los encuentros atléticos de pista y campo (que representan la versión del atletismo confinado), donde surge la forma actual del programa atlético, moldeada por la ideología amateur y las características de racionalización y estandarización otorgadas por las universidades a mediados del siglo XIX, con lo cual, los eventos se hicieron menos espontáneos y menos peligrosos, además, de que hizo al atletismo menos local y más transferible (Mandell, 1984, p. 154). Las universidades recuperaron, adaptaron y regularon de los concursos y tradición rural existente (como los juegos de las tierras altas de Escocia), algunas de las pruebas que conformarían el programa atlético actual, pero en lo referente a las carreras, las distancias surgen por inventiva propia, tomando como referencia la distancia de la milla, “la distancia más noble”1 del sistema métrico inglés (McNab, 1980, p. 11, 12), (Quercetani, 1964, p. 94, 95).

    Gastón Meyer señala que el evento de las cien yardas se estableció porque los ingleses consideraban que es en esta distancia donde el ser humano podía alcanzar la mayor velocidad y el hecho de establecer carreras de mayor trecho, fue para que pudieran tener participación aquellos atletas que no fueran tan rápidos pero si más resistentes (Meyer, 1970, pp. 514-530). De igual forma, las pruebas de lanzamientos también se estandarizaron, pues en algunas pruebas de este tipo, como en el lanzamiento de la bala, el peso de los implementos (que por lo general eran piedras) variaba significativamente entre cinco y quince libras y la variación del peso, dependía del festival donde se celebrara la prueba. Fue hasta 1857 en Dublín Irlanda, cuando se acordó estandarizar el peso en 16 libras para el lanzamiento de la bala, con lo cual, la prueba toma la forma actual que conocemos: una prueba estandarizada y regulada y lo mismo ocurriría con los lanzamientos, las pruebas de vallas y las combinadas (Mandell, 1984, p. 152).

    Con estos nuevos elementos y con la nueva configuración y formato de los eventos atléticos, en 1864, los clubes de las universidades de Oxford y Cambridge se reunieron en una competencia atlética formal para dirimir las diferencias locales y demostrar su progreso y hegemonía. Con lo anterior, se establece la dinámica de los campeonatos y las competencias interuniversitarias, los cuales, previo a la restauración de las Olimpiadas en 1896, fueron los eventos atléticos por excelencia del siglo XIX, eventos y competencias que también influirían y se esparcirían con mucha fuerza en los Estados Unidos (Bale, 2004, p. 41; Aaseng, 2002, p. 14).

    Según Brohm (1982), en los nuevos elementos y en la nueva configuración de las prácticas atléticas de las universidades británicas se refleja la situación industrial prevaleciente en el Reino Unido, es decir, el pensamiento tecnificado y racional se volvió un factor integrado de una amplia gama de actividades y del modo de vida de la sociedad británica que permeó y se volvió la norma dentro de la práctica atlética, con lo cual, se establecen las directrices del atletismo moderno: la búsqueda del récord, la medición del tiempo y las distancias, el perfeccionamiento de la técnica, la especialización y la competición incesante, la inserción de la práctica atlética dentro de la economía y su penetración en las diversas clases sociales que a menudo, las puso en comunicación y conflicto (deportivos principalmente). Estas actitudes y tendencias marcan una notable diferencia con el ejercicio físico practicado por los griegos antiguos, donde como ya se mencionó, el interés principal era el de preparar físicamente a las tropas para el combate.

Conclusiones

    A lo largo de la historia humana ha sido de suma importancia para las sociedades demostrar sus habilidades y su fuerza física bajo formas y representaciones corporales diversas como los ejercicios militares, las prácticas de caza o los rituales religiosos. La era moderna no ha sido la excepción y en el Reino Unido por ejemplo, los individuos comenzaron a demostrar su fuerza y habilidades físicas en competencias racionales y estandarizadas que conocemos bajo el nombre de deportes y los cuales se derivaron de un proceso que se ha denominado como deportivización.

    La deportivización es un concepto de la teoría del proceso de civilización que engloba un conjunto de hechos y sucesos que representaron una serie de reformas a los sistemas de comportamiento, los valores, las ideologías, las actitudes y las prácticas (incluidos los entretenimientos) de los británicos durante el siglo XIX. En el caso de los deportes, las reformas civilizatorias hicieron a estas actividades menos violentas y más reguladas, situación que modificó significativamente sus dinámicas sociales y de competencia.

    En lo que respecta a la dinámica social, los deportes de forma paulatina se volvieron más organizados y regulados, al grado que la percepción que se tenía de ellos cambio radicalmente y la sociedad británica los comenzó a considerar como prácticas benéficas. Fue en las universidades donde los deportes se regularon y donde su práctica comenzó a ser utilizada como un medio para contrarrestar los malos hábitos de los individuos (como el alcoholismo y la violencia) y para recuperar y mantener una buena salud.

    Como parte de las regulaciones y las reformas realizadas, surge el amateurismo deportivo que fue concebido como el modelo de comportamiento que todos los deportistas debían seguir tanto dentro como fuera de los campos deportivos. Asimismo, la ideología del amateurismo fue utilizada como un criterio de exclusión social por parte de la elite, ya que se estableció que sólo se les permitiría competir a los deportistas que no fueran mecánicos o marinos de profesión, así como aquellos que no recibieran ningún tipo de compensación económica por participar en algún evento deportivo.

    Ante esta limitación, los deportistas de los estratos bajos de la sociedad británica fundaron sus propios clubes, equipos, ligas y competencias deportivas en torno a sus lugares recurrentes de reunión como los pubs o los centros de trabajo, situación que por una parte, permitió la construcción de identidades por criterios de afinidad y que en un segundo momento, dio lugar al profesionalismo deportivo, debido a que una de las principales motivaciones de los deportistas de las clases bajas era la de obtener beneficios económicos, ya sea por competir o por las apuestas, lo que a su vez produjo el establecimiento de todo un sistema conformado para organizar eventos donde se cobraba la entrada a los aficionados, modelo que aún persiste y que rige al mundo deportivo.

    En lo tocante a la dinámica de competencias y con énfasis en el atletismo, las reformas y regulaciones derivadas de la deportivización, dieron lugar a la racionalización del espacio deportivo, la estandarización de las pruebas y los implementos, que a su vez, condujeron a las actividades deportivas a la búsqueda de los récords, un esquema que prevalece y donde los deportistas buscan trascender en el tiempo y en el espacio dejando tras de sí un precedente cuantitativo que incita a los noveles atletas a superar e imponer nuevos registros que es la dinámica del atletismo que actualmente conocemos.

Nota

  1. Aunque en los países anglosajones las distancias que se corrían se basaban en el sistema métrico inglés, desde la restauración de los Juegos Olímpicos modernos (1896), se corren distancias equivalentes del sistema métrico decimal que tiene un uso más extendido en el mundo.

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EFDeportes.com, Revista Digital · Año 20 · N° 205 | Buenos Aires, Junio de 2015  
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