Paradoja acerca de la noción de discapacidad: subjetividad, salud y práctica deportiva Paradox about the notion of handicap: subjectivity, health and sport |
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Instituto de Medicina Deportiva (Cuba) |
Msc. Laura Rojas Vidaurreta Dra. C. Luisa Vidaurreta Lima |
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Resumen El artículo que se propone aborda la relevancia del estudio de la subjetividad, vinculando salud, discapacidad y práctica deportiva. Se resalta la implicación social de estos conceptos y el valor que tiene para la aproximación a realidades de vida de personas que viven con alguna discapacidad. La práctica deportiva es vista como espacio de crecimiento personal y de integración. Se intenta centrar la mirada en un nuevo campo de estudio para la psicología del deporte en Cuba a partir de la asunción de presupuestos de la Teoría de la Subjetividad de González Rey (1997, 2002, 2005). La meta final de esta reflexión es impulsar la implicación individual en la construcción de sociedades verdaderamente inclusivas, donde se destierre completamente la noción de normalidad y se abra espacio a la diversidad humana. Palabras clave: Subjetividad. Salud. Práctica deportiva. Discapacidad.
Abstract The article intends approaches to the relevance of the study of the subjectivity, linking health, handicap and sport practice. It is stood out the social implication of these concepts and the value that it has for the approach to realities of people's life that are living with some handicap. The sport practice is view like space of personal growth and integration. It is tried to center the look in a new study field for the sport psychology in Cuba starting from the assumption of budgets of the Theory of the Subjectivity of Gonzalez Rey (1997, 2002, 2005). The final goal of this reflection is to impel the individual implication in the construction of truly inclusive societies, where it is banished the notion of normality completely and opens up space to the human diversity. Keywords: Subjectivity. Health. Sportive practice. Handicap.
Recepción: 17/02/2015 - Aceptación: 22/03/2015
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 20, Nº 203, Abril de 2015. http://www.efdeportes.com/ |
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¿Salud como experiencia subjetiva?
González Rey y Mitjáns (1989) nos dicen:
(…) el concepto de salud permaneció encerrado en un marco biologicista, apoyado en el buen funcionamiento fisiológico del organismo, el cual constituía una realidad per se, fuera del sistema de las interrelaciones sociales del hombre y de su funcionamiento psicológico (p. 224).
La consideración de los factores internos que definen la vulnerabilidad a la enfermedad ha conducido al otorgamiento de un papel creciente en la compleja red de elementos definitorios de la enfermedad a los factores psicológicos, lo cual ha conducido a un replanteamiento tal del término enfermedad psicosomática, que conduce a considerar toda enfermedad como psicosomática, en el sentido de la participación de la psique en su etiología (p. 225).
Concepciones afines, pero distintas como la de Mechanic (1962) antes mencionada, abordan la salud como fenómeno social en esencia, llegando a conceptualizarla como experiencia subjetiva en términos de percepciones individuales que tiene el sujeto sobre su estado general. Sin embargo, González Rey y Mitjáns (1989) ya comenzaron a hablar de lo necesario de considerar a los factores internos vinculados con el proceso salud-enfermedad, otorgando un peso inevitable a los factores psicológicos implicados en la etiología del padecimiento, llegando a calificar de psicosomático a cualquier padecimiento, por muy marcadamente biológico que parezca.
Entonces, ¿estaríamos hablando de salud como experiencia subjetiva en cuanto únicamente a la manera en que el sujeto percibe su estado o más bien en cuanto a proceso en el que la persona participa de forma activa en calidad de sujeto, combinándose factores genéticos, sociales, psicológicos, en su curso? ¿Sería válido asumir a la salud en el plano individual, aislada de la sociedad? ¿Es posible aislar, desubjetivizar este proceso?
González Rey y Mitjáns (1989) concebían que:
Toda enfermedad tiene una etiología psicosocial, que se expresa dentro de un sistema multicausal, donde los determinantes sociales no guardan una relación lineal con ningún síntoma ni enfermedad en particular, por lo cual, nunca podremos representarnos las probabilidades de aparición de una enfermedad por la sumatoria de conductas o elementos sociales patógenos, definidos como posibles determinantes de la misma (p.230).
Según Mori y González Rey (2012) la salud debe ser considerada un proceso permanente que integra lo social, lo cultural y la historia diferenciada de las personas y de las sociedades. Los propios autores resaltan que ilustra la relación entre estas dimensiones diciendo que las cuestiones de las condiciones de vida, de empleo, de trabajo, de calidad de vida en el sentido social y psicosocial de expresión resurgen, en este contexto, como lugar privilegiado no solamente desde el punto de vista teórico, sino más bien simbólico, en la definición de qué es salud. Esta definición contempla a la persona como sujeto, a partir de la plurideterminación de su organización.
No existe esencia patológica más allá de los síntomas: todo en la enfermedad es fenómeno de sí misma. Los síntomas desempeñan de ese modo el papel ingenuo, primero de naturaleza: su colección forma lo que se llama enfermedad (énfasis del autor). Nada más son que una verdad enteramente expuesta a la mirada (p.103).
Luego, la concepción de salud implica innegablemente un acercamiento a la realidad individual del sujeto psicológico determinado, pero podría constituirse en reflejo subjetivado, activo y construido, de la realidad social en la que se inserta y se desarrolla como ente biopsicosocial. Un enfoque unidireccional, parcializado, que solo se encamine al análisis clínico del sujeto, de la sintomatología que presenta, intentando englobar sus padecimientos en categorías predeterminadas, sería solo un acercamiento médico al asunto. González Rey y Mitjáns (1989) afirman en consecuencia que:
La salud es la expresión integral del funcionamiento de la sociedad, dentro del cual el individuo desarrolla los principales mecanismos y funciones que lo caracterizan como personalidad. El ritmo, los valores y las exigencias que se establecen a nivel social deben guardar relación con la capacidad del hombre concreto en los distintos niveles y sectores de la sociedad, para actuar de acuerdo a ellos y, a su vez, convertirlos en fuente de su autodeterminación y desarrollo (p. 261).
En aquel momento, previo al llamado período especial en Cuba (inicios de la década de los 90 del pasado siglo), los autores ejemplifican la realidad cubana:
(…) La sociedad actúa sobre la individualidad en dos niveles diferentes relacionados con la salud; un primer nivel, que se caracteriza en nuestro país (los autores se refieren a Cuba) por el apoyo estatal a medidas generales de higiene, prevención y servicios médicos gratuitos, que garantiza la reducción brusca de todas las enfermedades contagiosas (…) lo que se manifiesta en todos los sectores poblacionales del país.
En un segundo nivel, la sociedad afecta la salud humana en la medida en que las características de su funcionamiento y organización constituyen una mayor o menor fuente de stress para el individuo (…) (p.230).
En la Cuba de hoy, el manejo estatal de la salud se mantiene garantizando el acceso de todos los sectores poblacionales, a los distintos espacios de asistencia médica. El segundo nivel que plantean estos autores, es aplicable a ámbitos de vida diversos, no sólo a Cuba, y resalta, el nexo que hemos venido desarrollando en la esencia social de los procesos de salud – enfermedad.
En cuanto a estas dicotomías, Herzlich (2005) refiere que:
La doble oposición entre salud-enfermedad e individuo-sociedad (los énfasis son del autor), que organiza la representación, da sentido a la enfermedad. Por medio de la salud y de la enfermedad, tenemos acceso a la imagen de la sociedad, de sus imposiciones, tales como el individuo las vive. Englobada en esa imagen, la enfermedad adquiere significación (p. 60).
Por su parte Mori y González Rey (2010) afirman en una interesante investigación sobre las representaciones sociales como proceso subjetivo realizando un estudio de caso de hipertensión, lo siguiente:
La salud y la enfermedad son expresiones complejas que integran el organismo humano y la red de prácticas sociales que se organizan en la cultura, las cuales terminan mediando las diferentes relaciones del hombre con el mundo. Esa relevancia de la cultura en el hombre se expresa en un nivel cualitativamente nuevo en la naturaleza de los procesos psíquicos humanos. Nivel que, en la línea de la cual partimos, se define por la subjetividad y las diferentes configuraciones de ese proceso tanto social cuanto individualmente (p. 223).
Las prácticas propias de la psicología clínica, en ocasiones, se vinculan esencialmente a la exploración de padecimientos, a partir de la identificación de síntomas, que según la naturaleza de estos, implicarían otro tipo de análisis más social en cuanto a funcionamiento familiar, comunidad, etc. Por otra parte, la psicología de la salud, llega a impresionar como volcada en la comunidad, delegando planos subjetivos individuales y subyugándolos a espacios sociales más amplios. No se trata de un tipo de enfoque o de otro cuando hablamos de salud, sino de lograr apartarnos de planos descriptivos y comenzar a intentar hablar de la vida de las personas desde las prácticas de la psicología, que inevitablemente conlleva el estudio de la subjetividad tanto individual como social cuando de salud se trata.
En los marcos de la Teoría de la Subjetividad de González Rey (1997, 2002, 2005) es que hemos venido desarrollando este tema. Lo social y lo individual son procesos que se implican mutuamente en la constitución de la subjetividad y que se configuran simbólica y emocionalmente en la experiencia de la persona (González Rey, 2003). En la Teoría de la Subjetividad, la compleja organización simbólica y emocional de los procesos humanos es definida por la categoría sentido subjetivo. En esos términos, la persona organiza su experiencia en el proceso de enfermedad a partir de los diferentes sentidos subjetivos que produce y que le permiten un posicionamiento activo o no en relación a sus procesos de salud. Los desdoblamientos de la producción de sentidos de la persona se organizan de diferentes modos tanto en la subjetividad social cuanto en la individual, pues:
(…) el sentido representa la constitución histórica en el nivel subjetivo, de las diferentes actividades y relaciones significativas en la constitución del sujeto (González Rey, 2003, p.174).
La subjetividad individual representa los procesos y las formas de organización de la subjetividad que se dan en las historias diferenciadas de los sujetos individuales (González Rey, 2003, 2004). La persona constituye lo social y es constituida por él. La subjetividad individual se organiza a partir de los sentidos subjetivos que se integran en configuraciones subjetivas en la historia de la persona y en sus contextos actuales, conformándose un sistema constituido por sujetos concretos que a su vez se constituyen en él mismo, teniendo una constante influencia en la organización de sus acciones en los espacios sociales subjetivamente configurados (González Rey, 2004).
Hace 25 años atrás, González Rey y Mitjáns (1989) advertían la relevancia de este tipo de acercamientos a los temas de la salud, cuando afirmaban que:
Los distintos factores de la relación individuo – sociedad deben constituirse en una de las principales direcciones de investigación en las ciencias vinculadas con la salud del hombre, sobre todo de la sociología y la psicología, condición indispensable para el desarrollo de una concepción social de la enfermedad humana. Al hablar de social, lo psicológico está implícito en tanto reflejo y mediatizador activo de este factor (p. 261).
Algunas ideas básicas sobre la noción de cuerpo desde la Psicología Histórico Cultural
La ley de la mediación explica la transición de las formas naturales a las formas cultas de conducta y actividad, siendo la actividad mediatizadora la que crea y utiliza instrumentos o signos que tienen una significación para el sujeto, sufriendo una transformación posterior cuando se asimilan individualizándose, a partir de que se reestructuran, interiorizan, exteriorizan y concientizan, formándose y pudiendo llegar a ser así funciones psíquicas superiores (Febles, 2009). Desde la Psicología Histórico - Culturalista es posible asumir al cuerpo humano, biofísico, como mediador en este proceso.
Ha sido reconocido por diferentes autores, de distintas tendencias teóricas, que en lo corporal tiene su inicio la organización de la actividad psíquica humana (Vygotski, 1983; Leontiev, 1981; Piaget, 1972; Reich, 1975; Wallon, 1966, entre otros).
Autores como Leontiev (1981) y Luria (1982) coinciden de cierta forma en asumir a la psique como función, como propiedad del hombre como ser corporal, material, que goza de determinada organización física, de un cerebro. Sería así desde luego que el cuerpo como un todo, tiene un carácter histórico y social, siendo un producto sociohistórico:
De esta forma el cuerpo, y no solo la persona (el otro según Wallon y Vygotski), es un mediador, portador de una de sus más importantes funciones: las psíquicas superiores, al portar significados asimilados por el hombre a través de la relativa plasticidad y flexibilidad de su estructura y otras funciones, las que interpretan en el proceso de interiorización y traducen las influencias sociohistóricas, reestructurando su realidad interna (Febles, 2009, p.15)
El cuerpo desde la postura que comentamos, podría ser una de las unidades integrales de análisis para explicar el todo (Vygotski, 1987), jugando un papel esencial en la explicación del desarrollo y comportamiento humano.
(…) El cuerpo como esta unidad es un mediador en la formación de las funciones (…) es el todo en que se entrecruzan los diferentes subsistemas de las realidades (fisiológicas, psicológicas, energéticas y otras) que a la larga tiene su expresión en la conducta (…) (Febles, 2009, p.16)
Discapacidad y salud
Actualmente se reconoce que la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con el entorno. Su significado ha estado condicionado en el tiempo y en el espacio por la ideología que lo determina, y en su cobertura designativa, pudiendo quebrarse su significación, ante nuevos paradigmas.
Al abordar los distintos paradigmas, se reconocen tres modelos que aún coexisten: el tradicional, el de la rehabilitación y el de la autonomía personal o vida independiente, abordados por distintos autores que de una forma u otra critican sus basamentos particulares (Sosa, 2009; Augé, 1996; Sosa, 2007).
Según estos propios autores, la variedad de modelos propuestos para explicar y clasificar la discapacidad puede ser expresada en una dialéctica de modelo médico versus modelo social:
El modelo médico considera el fenómeno como un problema personal (énfasis del autor), directamente causado por una enfermedad, trauma o estado de salud, que requiere de cuidados médicos prestados en forma de tratamiento individual por profesionales. El tratamiento de la discapacidad está encaminado a una mejor adaptación de la persona y a un cambio de conducta. La atención sanitaria es considerada como una cuestión primordial y a nivel político, la atención médica, es la que necesita ser modificada.
Por otra parte, el modelo social ve el fenómeno, principalmente, como un problema social, desde el punto de vista de la integración de las personas con discapacidad en la sociedad (…) (Sosa, 2009, p.59).
La discapacidad es aquella condición bajo la cual determinadas personas presentan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, pueden impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, y en igualdad de condiciones con las demás (Tortosa et al, 2008).
La palabra discapacidad hace referencia a posibilidades limitadas de desarrollo humano; y dicha limitación no está dada exclusivamente en las deficiencias físicas, mentales o emocionales que la persona posee, sino también en el contexto, la comunidad a la cual el sujeto con discapacidad pertenece. Por lo tanto, existen factores socio - ambientales que determinan, en algunos casos, no sólo el aumento de una deficiencia en un individuo, sino también el que se instale una discapacidad.
Hablar de la discapacidad, poniendo el eje en una perspectiva contextual, involucra a todos los sujetos partícipes de cualquier sociedad. La discapacidad es construida; más allá del déficit de un sujeto, está dada por los modos de pensar, de diseñar, de organizar, de construir lo social en sus distintos ámbitos, se corre explícitamente el eje de análisis, viendo no ya el problema de la persona con ceguera, o de las personas con cuadriplejía (afección motriz en los cuatro miembros) por ejemplo, como un problema individual, sino de una sociedad que no ha sabido dar respuesta a la diversidad de modos de andar, de estar, etc. de la gente (Sosa, 2009, p.70).
Es decir que, una vez más el enfoque social de un tema de salud como es la condición de ser una persona con discapacidad, se impone cuando se pretende arribar a un análisis verídico de realidades de vida tan específicas como las que se pueden dar. Es así que además, son factores políticos, sociales y económicos los que van configurando una realidad incapacitante más allá de que se hagan o no presentes condicionamientos netamente biológicos (Joly, 2010).
De una discapacidad en específico como es la ceguera Vygotski (1983) afirmaba algo aplicable a otros padecimientos:
La ceguera como un hecho psicológico no es una desgracia, esta se convierte en una desgracia como hecho social (…) decididamente todas las particularidades psicológicas del niño con defecto tienen como base no el núcleo biológico, sino el social (p.5).
Postulaba que la educación especial debe ser subordinada a lo social, debe estar coordinada con lo social, fusionada orgánicamente con lo social. Llegaba a considerar Vygotski (1983) la idea de que los niños deficientes deben educarse de la forma más semejante a los niños normales e, incluso, educarse conjuntamente, lo cual ayuda al desarrollo psíquico y físico. Afín con lo anterior resulta la máxima de Stern (1923) referida a que de la debilidad surge la fuerza y de las insuficiencias, las capacidades:
(…) Lo que no me destruye me hace más fuerte (…) (p.145)
Adler (1927) decía que:
(…) el niño querrá verlo todo si es miope, escucharlo todo si presenta una anomalía auditiva; querrá hablar si tiene dificultades en el lenguaje o es tartamudo. El deseo de volar estará manifestado en los niños que tienen grandes dificultades ya para saltar (…) (p. 57).
(…) Pensaban (se refiere a Adler y continuadores, nota de las autoras) que el desarrollo del niño ciego estaba dirigido hacia la ceguera, pero resulta que está dirigido hacia el vencimiento de la ceguera. La psicología de la ceguera es, en esencia, la psicología del vencimiento de la ceguera (…) (Vygotski, 1983, p.99)
Vygotski (1983) señalaba que debía darse una compensación social del defecto y no una superación simplemente biológica. Su esencia se reduce a lo siguiente: cualquier daño o influencia perjudicial sobre el organismo provoca, por parte de ese último, reacciones de protección mucho más enérgicas y fuertes que aquellas que son necesarias para paralizar el peligro inmediato. Habla así de defecto primario y secundario, siendo el defecto primario el que resulta del carácter biológico: la pérdida de visión, de audición, etc.; y el defecto secundario está referido a las consecuencias que en el desarrollo del sujeto (niño para Vygotski) pueden producir el defecto primario y la falta de una educación adecuada desde los primeros momentos.
El sentimiento o la conciencia de inferioridad que surge en el individuo a causa del defecto, es la valoración de su posición social y se convierte en la principal fuerza motriz del desarrollo psíquico (…) El camino hacia el perfeccionamiento se recorre venciendo los obstáculos y la dificultad de la función es el estímulo para su elevación (Vygotski, 1983, p. 86-87).
González Rey y Mitjáns (1989) afirmaban que:
La capacidad del hombre para enfrentar de forma saludable la vida está muy vinculada a su riqueza de intereses, a su capacidad de autodeterminación, a su flexibilidad para encontrar alternativas adecuadas ante situaciones tensas y contradictorias, a la riqueza de sus objetivos y planes futuros, sobre los cuales puede apoyarse para enfrentar exigencias presentes e inmediatas, que pueden comprometer adecuadamente sus potencialidades de desarrollo (p.254).
Un concepto emergente en este espacio es el de modo de vida, entendido como sistema de configuraciones subjetivas en desarrollo que adquieren una formación dominante en el espectro comportamental de las personas, de modo que algunas de estas configuraciones pasan a existir de modo hegemónico sobre otras (González Rey, 2011):
El modo de vida del hombre, entendiendo por este la forma de organizar la vida y emplear el tiempo en sus distintos objetivos vitales, tiene un importante papel en la salud (…) (González Rey y Mitjáns, 1989, p. 257).
De acuerdo a esta idea se podría decir que el modo de vida es una producción fundamental de la subjetividad social, y que cada actividad concreta de un grupo poblacional en específico expresa esa subjetividad social, por medio de la emergencia de sentidos subjetivos (González Rey, 2007).
Práctica deportiva para atletas con discapacidad: el deporte como espacio desarrollador
Universalmente es aprobada la tesis de que la práctica de ejercicios físicos contribuye al bienestar físico y emocional de las personas. Por supuesto, las estrategias que se pongan en práctica para fomentar la actividad física tendrán que partir de las características individuales de los practicantes, es decir variables personales, además de las variables ambientales de la interacción individuo – entorno (Unestahl y Dodd, 1993; Orlick, 2012; Garfield y Benett, 1987; Loehr, 1991; Harris y Harris, 1992; Seligman, 2006; Covey, 2003, Kohn y O’Connell, 2007). Lo fundamental de estos autores es que logran mover la mirada de la práctica deportiva esencialmente con fines competitivos, a espacios más humanos y de crecimiento personal a través del entrenamiento deportivo sistematizado. Ya no sería el deporte el fin, sino el medio de alcanzar metas personales. Para personas con discapacidad puede ser asociado a escenarios de desarrollo, de regeneración individual y de inclusión social.
En Cuba se realizan ingentes esfuerzos y se utilizan recursos por parte del gobierno para el mejoramiento de la salud de la población. Las áreas terapéuticas están abiertas para desarrollar el trabajo educativo, preventivo, profiláctico y rehabilitatorio; y sus profesionales se preparan para ofrecer los mejores servicios destinados al mejoramiento de la salud. El sistema deportivo se estructura de tal forma que permite la participación e inclusión de atletas discapacitados en la práctica deportiva sistemática y su acceso al nivel del Alto Rendimiento.
La condición altamente traumática de la actividad de preparación y competencia del deporte de Alto Rendimiento, en el caso de los atletas discapacitados se potencia, ya que la incidencia de las cargas de entrenamiento se ejerce sobre organismos afectados de cierta manera que deben poner en juego los más exquisitos mecanismos para lograr ejecuciones complejas eficientes desde su condición. En nuestra opinión, la discapacidad no debe ser asumida como una minusvalía sino como una condición inherente a este tipo de atleta practicante de una actividad específica al nivel del deporte élite.
¿Por qué paradoja?
Se define paradoja como:
Paradoja f. (de para, y el gr. doxa, opinión). Opinión contraria a la común. || Lo que va en contra de la opinión común. || Fil. Contradicción en la que llega, en ciertos casos, el razonamiento abstracto (…) (Pequeño Larousse Ilustrado, 1964, p. 766)
Hemos incluido este término en el título del artículo que se propone porque logra resumir contradicciones o elementos aparentemente desvinculados sobre temas de salud, discapacidad y deportes. Aunque como sociedad hemos avanzado mucho, aún continúan imperando elementos en el discurso social que asumen a la discapacidad como minusvalía, como limitante, como disminución de la condición de ser humano y como situaciones dignas de lástima y subvaloración y es a estas huellas de pensamiento atrasado que pretendemos dar al traste con las ideas aquí planteadas.
La realización y ejecución de actividades complejas como puede ser la práctica de deportes en personas con variaciones en el esquema corporal por accidentes o enfermedades, es digna de admiración y respeto. Si a esto le sumamos que dicha práctica deportiva es llevada a cabo en planos de excelencia, donde el reto es triple: de mí conmigo mismo, de mí con mi espacio social, de mí con mi contrario; el triunfo alcanzado será el doble del reto.
No se trata de proponer campañas con fachadas humanistas que busquen resaltar valores de una sociedad a partir de lo que se realiza para los discapacitados, sino de ver hasta dónde ese para ellos se convierte en un por ellos, donde la meta sea la satisfacción, la integración, la salud de las personas con discapacidad, desde sus necesidades específicas y sus metas más personales. Así si estaremos construyendo sociedades morales y participativas.
Las trazas de discriminación que aún puedan imperar, perdurarán en la medida en que no seamos capaces de desligarnos de estereotipos y de esquemas predeterminados de lo que se supone sea sano, bello, exitoso, etc. y permitamos espacio a la singularidad y la diversidad social.
La Teoría de la Subjetividad brinda a la psicología del deporte un marco propicio para el estudio y la comprensión de estas temáticas. El estudio de la subjetividad en torno a la discapacidad desde la Psicología del Deporte en Cuba es aún una asignatura pendiente y un campo extraordinario de vivencias y de enriquecimiento humano.
Bibliografía consultada
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