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Actividad física, condición física y bienestar psicológico: 

una revisión teórica orientada al ámbito escolar

Physical activity, fitness and psychological well-being: a theoretical review oriented school environment

 

Maestro: especialidad en Educación Física por la Universidad de Murcia. Graduado en Ciencias

de la Actividad Física y el Deporte por la Universidad Pontificia de Salamanca. Máster de Investigación

en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la Universidad de Murcia. Doctorando

en la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. Grupo de Investigación de la Universidad

de Murcia: Ejercicio físico y salud. Maestro de Educación Física

en el C.E.I.P. Micaela Sanz Verde de Archena (Murcia)

Andrés Rosa Guillamón

andres.rosa@um.es

(España)

 

 

 

 

Resumen

          La elevada prevalencia de inactividad física se está convirtiendo en uno de los problemas más importantes para el bienestar de la población y la salud pública. Se ha descrito una asociación entre el ejercicio físico habitual y la condición física con la salud física y mental. El objetivo de este trabajo es realizar una revisión teórica de esta temática orientada al ámbito escolar.

          Palabras clave: Salud. Ejercicio físico. Niños.

 

Abstract

          The high prevalence of physical inactivity is becoming one of the most important problems for the population wellness and public health. The habitual physical exercise and fitness are associated with physical and mental health. The aim of this study was to perform a theoretical review of this subject oriented school environment.

          Keywords: Health. Physical fitness. Children.

 

Recepción: 24/01/2015 - Aceptación: 29/03/2015

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 20, Nº 203, Abril de 2015. http://www.efdeportes.com/

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1.     Introducción

    Durante las últimas décadas se ha constatado la fuerte asociación entre la práctica física regular y la salud (Physical Activity Guidelines Advisory Committee, 2008). La influencia de la actividad física sobre la salud es constante a lo largo del desarrollo ontogénico, y puede ser un factor determinante en la calidad de vida durante la edad adulta (McMurray, Harrel, Bangdiwala, & Hu, 2003).

    Un factor íntimamente ligado al nivel de actividad física y/o ejercicio que se realiza es el estado de condición física que tiene la persona. Diversos estudios muestran de manera inequívoca que el nivel de condición física es un importante marcador biológico del estado de salud general desde la infancia (Gálvez y cols., 2015; Rodríguez y cols., 2014).

    La American Heart Association propone la escuela como un medio idóneo de potenciales iniciativas encaminadas a la promoción e impulso de comportamientos saludables (Pate & O’Neill, 2008). Se ha descrito que la actividad física en la edad escolar determina, en gran parte, el establecimiento de una condición física saludable y la mejora de la calidad de vida infantil, y desde el punto de vista preventivo, contribuye a la adopción de un estilo de vida saludable y activo en edades posteriores (Malina, Bouchard & Bar-Or, 2004), lo que dota al contexto escolar de una gran relevancia en el establecimiento de un estilo de vida activo y saludable.

    En esta nueva concepción de bienestar, la promoción de la salud desde contextos distintos al ámbito sanitario ha propiciado que no solo se contemple la dimensión biológica de la salud, sino que también se tenga en cuenta la dimensión psicológica del bienestar, que ha ido adquiriendo una enorme trascendencia en las últimas décadas, sobre todo enfocada en los aspectos positivos del mismo (felicidad, satisfacción vital), tal y como se ha descrito en la literatura científica (Lyubomirsky & Dickerhoof, 2005).

    El bienestar psicológico presenta unas bases emocionales, y ha sido evaluado a través de diversos indicadores. El conjunto de esos indicadores se emplea para definir un concepto controvertido como es la felicidad de las personas, y se considera como un constructo que incluye los estados afectivos experimentados por el individuo (Hayes & Joseph, 2003). Desde el ámbito de la Psicología Positiva, se ha consensuado que para una definición operativa del concepto felicidad son necesarios tres componentes fundamentales (Diener, 1984):

  • Experiencias de afecto positivo frecuentes como alegría, placer o amor.

  • Experiencias de afecto negativo infrecuentes como ansiedad, tristeza o depresión.

  • Altos niveles de satisfacción vital. Representa la valoración global que un individuo realiza de su vida.

    Se ha establecido que un estado de felicidad favorece el bienestar y satisfacción con la vida de la población, se afronta mejor el estrés, el círculo de amistades es más amplio, el nivel de satisfacción con las relaciones sociales es superior, se incrementan los niveles de cooperativismo, disminuye el número de divorcios, se obtienen trabajos más gratificantes e incluso aumenta la longevidad (Diener & Biswas-Diener, 2008).

    En este contexto, en los últimos años se ha descrito que la actividad física es un elemento cada vez más relevante dentro de la llamada Psicología de la Salud (Biddle & Mutrie, 1991). La evidencia científica muestra de manera inequívoca que existe asociación entre práctica física y percepción subjetiva de bienestar (Jiménez, Martínez, Miró, & Sánchez, 2008). Diversos trabajos han concluido que un mayor nivel de actividad física se asocia positivamente con la felicidad (Holder, Coleman & Sehn, 2009) y la satisfacción con la vida (Padilla-Moledo, Castro-Piñero, Ortega, Mora, Márquez, Sjöström & Ruiz, 2012). Se trata sin embargo, de una constatación genérica que particularmente en la edad escolar precisa ser matizada en orden a afrontar problemáticas como la del sedentarismo.

    Los elevados niveles de inactividad física de la población infantil y las posibles repercusiones sobre la salud, se han convertido en una preocupación a nivel médico y social. En orden a adoptar medidas no solo para prevenir el sedentarismo sino más bien para fomentar el bienestar de la población, resulta imprescindible analizar esta problemática en el ámbito escolar. De esta manera, el presente trabajo de revisión teórica trata de describir las evidencias científicas aportadas en la asociación de la actividad física con el bienestar de los escolares entendiendo el mismo desde una perspectiva física y psicosocial, es decir, valorando el bienestar asociado a un estilo de vida activo en escolares de primaria.

2.     Actividad física, condición física y bienestar

    A lo largo de las últimas décadas, la elevada prevalencia de inactividad física en las sociedades desarrolladas se está convirtiendo en una de las problemáticas más relevantes en relación con el bienestar de la población y la salud pública. El sedentarismo se ha identificado como un factor de riesgo en el desarrollo de enfermedades crónicas, obesidad, diabetes tipo II o distintas enfermedades cardiovasculares (Physical Activity Guidelines Advisory Committee, 2008).

    Se ha observado que la inactividad física se asocia con hábitos de consumo de sustancias perjudiciales como tabaco y alcohol (Moreno, Muñoz-Tinoco, Pérez, Sánchez-Queija, 2004). Esta situación resulta especialmente preocupante cuando afecta a escolares, ya que se encuentran en una etapa fundamental para la adopción de hábitos de vida activos y saludables, de la misma manera que se pueden convertir en protagonistas de una transformación futura hacia una sociedad más activa y con una mayor calidad de vida relacionada con la salud.

    Se ha descrito que un alto porcentaje de escolares no tiene unas adecuadas pautas de actividad física (Strong et al., 2005). Durante los últimos años, se ha constatado una fuerte asociación entre la práctica física regular y la salud (Schmitt, 2007). En este contexto, responsables y expertos en el ámbito de la salud consideran un objetivo social prioritario la promoción de la actividad física desde edades tempranas (Welk, Eisenmann & Dollman, 2006).

    La concepción actual de la salud, que tiene su origen en el planteamiento propuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como estado de bienestar completo físico, psicológico y social, y no la mera ausencia de enfermedad (OMS, 1960), implica tener una visión más amplia de la cuestión, promocionando el entorno sociocultural y las intervenciones educativas que sobre el individuo se desarrollan. Este planteamiento favorece la comprensión de la salud como una realidad compleja y dinámica que engloba aspectos fisiológicos, psicológicos, conductuales, sociales, intelectuales y espirituales que conforman nuestra personalidad, así como plantea la necesidad de promocionar diversos contextos en los que se favorezca su mejora a todos los niveles (Fredickson, 2009).

    Se ha descrito que la relación entre actividad física y salud es constante a lo largo del desarrollo ontogénico (Lee & Skerret, 2001). La adopción durante las primeras etapas del ciclo vital de un estilo de vida, entendido como un patrón de conductas relativamente estable de los individuos o grupos de individuos que se encuentra vinculado al concepto de salud (Pastor, Balaguer & García-Merita, 1999), donde la actividad física durante el tiempo de ocio sea habitual es un factor que se asocia con una mejor salud y calidad de vida en posteriores etapas vitales (Rovio et al., 2005).

    Se ha determinado como hábitos de estilo de vida saludable en la edad escolar una adecuada alimentación, cuidar la higiene personal y postural, y la frecuencia de actividad física, entendida como todos los movimientos corporales de la vida cotidiana, incluyendo trabajo, actividades recreativas o ejercicio físico (Ros, 2007).

    En coherencia con el concepto (multidimensional) actual de salud, la actividad física puede concebirse como un indicador relevante y nexo de unión entre la percepción subjetiva de bienestar y otros conceptos vinculados a la salud. Uno de estos conceptos es calidad de vida. La OMS (WHOQOL, 1998) define calidad de vida a partir de indicadores como salud física, bienestar psicológico, nivel de independencia, o relaciones sociales. Todos estos aspectos planteados desde la percepción personal de los individuos, según su cultura y sistema de valores, y en relación con sus objetivos y expectativas de futuro.

    En la edad escolar la percepción de calidad de vida está influenciada por variables como sexo, edad, características personales y familiares así como su condición socio-económica (Caldera & Hart, 2004). En los últimos años, se ha considerado la posibilidad de práctica física como un indicador fundamental para la calidad de vida relacionada con la salud. En este sentido, diversas investigaciones han concluido que la actividad física es un factor que puede contribuir a mejorar la situación de la salud pública, favorece distintos ámbitos del bienestar general, y contribuye a un desarrollo social (integración e interacción) positivo (Physical Activity Guidelines Advisory Committee, 2008).

    Se ha indicado que la actividad física es un instrumento importante dentro de la Psicología de la Salud (Biddle & Mutrie, 1991). La evidencia científica avala los beneficios de la actividad física sobre distintos ámbitos de salud mental: mejora la autopercepción de salud, el estado de ánimo y la emotividad; contribuye a reducir los niveles de depresión clínica; ejerce una influencia positiva en la disminución de ansiedad; favorece el afrontamiento del estrés; contribuye a incrementar los niveles de autoestima, de vitalidad y de felicidad (Jiménez, Martínez, Miró & Sánchez, 2008).

    Desde el ámbito de la Psicología de la Actividad Física y el Deporte, se considera que el psicólogo del deporte no debe limitar su labor a la preparación mental de los deportistas para optimizar su rendimiento, sino que también debe preocuparse del bienestar general de los mismos. En este sentido, el análisis de los procesos a través de los cuales la práctica física contribuye a mejorar este estado de bienestar se hace a través de una serie de mecanismos fisiológicos y psicológicos (Jiménez, Martínez, Miró & Sánchez, 2008):

  • La actividad física aumenta la sensación de competencia, control y autosuficiencia provocados por la mejora de la condición física general.

  • Funciona como un biofeedback que enseña a los sujetos a regular su activación.

  • Supone una forma básica de evasión de pensamientos, emociones y conductas desagradables, proporcionando felicidad y distracción.

  • Genera un refuerzo social que conduce a estados psicológicos mejorados que contribuyen a aumentar los niveles de bienestar y satisfacción vital

  • Es un agente que compite con estados negativos como ansiedad, estrés y depresión.

    Este análisis también se realiza a través de una serie de parámetros de práctica física. Así, por ejemplo, el American College of Sports Medicine (ACSM) (1999) recomienda para conseguir mejoras significativas sobre estados de ansiedad, una práctica física con una frecuencia de 3-5 días a la semana, con una duración de 20-60 minutos, y con una intensidad adaptada al nivel de forma física del individuo.

    Se ha descrito que programas acuáticos y de entrenamiento Hidrofit contribuyen a favorecer tanto el bienestar psicológico como el nivel de felicidad de los participantes (Moreno, 2006). De igual manera que, se ha constatado que programas sistemáticos de actividad física y deporte reducen los niveles de depresión más entre pacientes diagnosticados de dicha psicopatología que entre sujetos normales, y que ese efecto de la actividad física es equiparable a otras formas de psicoterapia (North, McCullagh & VuTran, 1990). Estos beneficios son aplicables a todas las edades y sexos (McDonald & Hodgdon, 1991). En este sentido, Babyak et al. (2000), encontraron que 10 meses después del estudio, los participantes en el grupo de actividad física tenían significativamente menos tendencia a volver a sufrir un estado de depresión.

    Por otro lado, una revisión de 22 investigaciones verificó la reducción en los niveles de ansiedad tras la participación en programas sistemáticos de actividad física por lo que el ejercicio físico regular puede, aparte de reducir la ansiedad, evitar la aparición de una ansiedad crónica. En la misma línea, se ha comprobado también que la actividad física es tan efectiva para reducir la ansiedad como otros tipos de terapias basadas en la relajación (McDonald & Hodgdon, 1991).

    Alferman & Stoll (2000) realizaron dos estudios experimentales para analizar la influencia de la actividad física sobre el bienestar a partir de un programa sistematizado. En el primero, se sometió a los sujetos a una sesión de actividad física por semana durante seis meses. Se comprobó que en el grupo experimental, con respecto al grupo control, las mejoras se habían producido en aquellas medidas más asociadas a la experiencia física momentánea, mientas que permanecieron inalteradas las puntuaciones globales de bienestar. La conclusión fue que los cambios producidos por la actividad física no se perciben en los constructos y rasgos de la personalidad más estables asociados al bienestar (afecto positivo, afecto negativo, felicidad, etc.) y en consecuencia, más difícilmente afectados por la actividad física.

    Tras este experimento, los autores del estudio anterior plantearon la cuestión acerca de si un programa de actividad física con un mayor nivel de intensidad sería capaz de producir cambios en constructos relevantes para el bienestar. Para responder a esta hipótesis, aplicaron un programa de duración similar basado en actividades de tipo aeróbico, llegando a la conclusión que tanto el grupo control (con tratamiento de relajación o de apoyo psicológico) como el grupo experimental, habían mejorado sus niveles de bienestar general. Los resultados de este estudio señalan que la actividad física es una buena medida de mejora del bienestar aunque no es una técnica superior a otras como la relajación o la terapia de apoyo. A la cuestión anterior, habría que añadir si la actividad física es buena o mala comparada con otro tipo de medidas.

    Siguiendo a Alferman & Stoll (2000) la actividad física no es superior como estrategia de mejora del bienestar, aunque sí es mejor a la inactividad física. No obstante, uno de los aspectos que puede actuar como factor limitante en estos estudios es la propia definición de bienestar que plantean como ausencia de sensaciones negativas (ansiedad y depresión), propias del estudio del malestar psicológico, dejando al margen variables tan relevantes para la psicología positiva y el bienestar como la experimentación de felicidad y satisfacción vital.

    Por tanto, a partir del modelo de bienestar de Diener (1984), el cual se considera uno de los más relevantes en la temática del bienestar (experimentación de emociones de felicidad y afecto positivo elevados, y afecto negativo reducido), no se obtuvo aclaración sobre la influencia de la actividad física sobre la salud mental por parte de estos investigadores.

    Otros trabajos que han analizado la relación entre actividad física y bienestar, según el modelo de Diener (1984), han mostrado que puede existir una asociación entre práctica física y felicidad/satisfacción vital (Reigal, Videra, Parra & Juárez, 2012). En estos estudios, los participantes en programas de actividad física independientemente de la frecuencia con que practiquen, obtienen puntuaciones más altas tanto en el bienestar global como en las dimensiones de afecto positivo y felicidad, frente a aquellos que no lo hacen. (Esnaola, 2005). Además, si en esa relación se analiza la habitualidad de esa práctica física, las diferencias desaparecen en la afectividad negativa y en ocasiones, también en el nivel de satisfacción vital (Rodríguez & Fernández, 2005). Dicho de otro modo, en las medidas de bienestar global y de afecto positivo, el grado de bienestar sí parece distinguirse en función de una mayor habitualidad de práctica física frente a hacerlo de forma esporádica, no así en el nivel de felicidad, satisfacción vital o en el grado de afecto negativo que experimenta cada cual donde lo más importante es hacer la propia actividad física.

    Otras características que se han analizado en relación con la actividad física, son la intensidad y el tipo de organización (Esnaola, 2005). El nivel de intensidad de práctica produce diferencias significativas en todas las medidas del bienestar, excepto en el afecto negativo. En este sentido, solo existen diferencias significativas en el bienestar general entre los de intensidad media y elevada, mientras que en la felicidad existen diferencias en el grupo de intensidad media. Por otro lado, si tomamos como referencia el tipo de organización de la actividad física (extraescolar, federado, libre o monitorizado), se ha observado que ninguna medida del bienestar psicológico se relaciona con la organización de la actividad física, y lo verdaderamente importante es la propia práctica física.

    En definitiva, la importancia de estos estudios es evidente dentro de la temática de estudio de actividad física, bienestar y calidad de vida. Sin embargo, la escasez de estudios en el ámbito escolar plantea la necesidad de realizar trabajos a estas edades ya que la actividad física durante la infancia y la adolescencia determina, en gran parte, la adopción de conductas de salud física y bienestar psicosocial así como el mantenimiento de una condición física saludable a lo largo del ciclo vital.

3.     Conclusiones

    En base a la evidencia científica disponible, la actividad física realizada de manera habitual y con cierto grado de planificación y sistematización es una excelente herramienta que no solo favorece mecanismos y procesos relacionados con la salud sino que fomenta otras conductas que también contribuyen al bienestar y calidad de vida.

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