La ciencia y la tecnología y sus impactos en el medioambiente. Hacia un nuevo modelo de desarrollo |
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Isla de la Juventud (Cuba) |
Dr.C. Leonardo Cruz Cabrera Esp. Roberto Jomarrón Herrera Lic. Elaine Rivero Guerra |
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Resumen Mediante el presente trabajo se pretende abordar, de modo sintético, la relación existente entre Ciencia-Tecnología y la Cuestión Medioambiental, reflexionar sobre los impactos de todo tipo que el desarrollo acelerado de la tecnociencia, por un lado, y la explotación desmedida e irracional de los recursos naturales a manos de las transnacionales de los países más industrializados, por otro lado, han generado un escenario de crisis global no sólo económica y político social sino también de crisis ecológica y medioambiental, la cual pone bajo seria amenaza la propia existencia de la especie humana a nivel planetario. También dedicaremos unas líneas al papel que deben jugar las instituciones educativas, y de modo especial la Universidad, en la conformación de una nueva conciencia que sea respetuosa con el medioambiente y proponga un nuevo modelo de desarrollo a nivel mundial. Ante esta situación resulta impostergable proponer un nuevo modelo de desarrollo tanto a nivel local como global, un modelo que, sin dejar de hacer uso de los recursos y potencialidades del medioambiente en función del bienestar y el mejoramiento de la calidad de vida de las grandes mayorías, sea respetuoso y dialogante con el entorno y no ponga en peligro el bienestar de las futuras generaciones. Palabras clave: Medioambiente. Ciencia. Tecnología. Desarrollo.
Recepción: 07/01/2015 - Aceptación: 15/03/5015
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 202, Marzo de 2015. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
El desarrollo de la ciencia y el uso de la tecnología le han permitido al hombre transformar el medio ambiente. La explotación desmedida e irracional de los recursos naturales, el empleo de los mismos en la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales, la demanda sin precedentes a la que el rápido crecimiento de la población humana y el desarrollo tecnológico someten al medio ambiente, está produciendo un declive cada vez más acelerado en la calidad de éste y en su capacidad para sustentar la vida. La protección del medio ambiente se ha convertido en una prioridad, en una necesidad de primer orden para garantizar el desarrollo económico y social y, sobre todo, para la salud y la supervivencia de la especie humana en todo el planeta.
Mediante el presente trabajo se pretende abordar, de modo sintético, la relación existente entre Ciencia-Tecnología y la Cuestión Medioambiental, reflexionar sobre los impactos de todo tipo que el desarrollo acelerado de la tecnociencia, por un lado, y la explotación desmedida e irracional de los recursos naturales a manos de las transnacionales de los países más industrializados, por otro lado, tienen sobre las condiciones de vida del ser humano generando un escenario de crisis global no sólo económica y político social sino también de crisis ecológica y medioambiental, la cual ha puesto bajo seria amenaza la propia existencia de la especie humana y de las demás especies vivas que habitamos el Planeta Tierra. También dedicaremos unas líneas al papel que deben jugar las instituciones educativas, y de modo especial la Universidad, en la conformación de una nueva conciencia que sea respetuosa con el medioambiente y proponga un nuevo modelo de desarrollo a nivel mundial.
Desarrollo
Nadie, en su sano juicio, podría poner en duda que tanto la ciencia como la tecnología constituyen dos de las más grandes conquistas de la especie humana. Las revoluciones industriales que tuvieron lugar entre los siglos XVIII y XIX y la Revolución Científico Tecnológica de la segunda mitad del siglo XX han transformado, radicalmente, no sólo las condiciones de vida y la actividad práctica de los seres humanos sino también la manera y el modo de entender el mundo con toda su riqueza y complejidad y la manera y el modo de entendernos a nosotros mismos, en un continúo proceso de interacción y transformación creciente de toda la realidad en la que estamos inmersos.
No existe campo o esfera de la vida humana en que no sean evidentes los múltiples beneficios que el desarrollo de la ciencia y la tecnología han traído consigo. Saltan a la vista los grandes logros alcanzados en las comunicaciones, la medicina, la construcción, la economía, la educación, por solo citar algunos, los cuales, indudablemente, redundan de modo inmediato y eficaz en una mayor y mejor calidad de vida de una buena parte de los seres que habitamos este planeta. Sin embargo, desde hace ya algunas décadas, importantes personalidades del mundo de la política, la ciencia, la educación, la filosofía y otras ramas del saber, vienen alertando sobre los peligros reales y potenciales que un mal uso de los logros de la ciencia y la tecnología acarrean y pueden acarrear sobre el medioambiente. Basta recordar el uso de la energía nuclear en la construcción y detonación de las dos bombas atómicas que arrasaron en 1945 con las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, provocando una espantosa secuela de muerte y destrucción cuyos efectos aún llegan hasta nuestros días o la utilización de las investigaciones médicas, por parte del régimen nazi, sobre los prisioneros de los llamados campos de concentración a lo largo de la segunda guerra mundial, por sólo citar dos ejemplos entre otros muchos que pudieran citarse.
Por otro lado, la explotación desmedida e irracional de los recursos naturales, por parte, fundamentalmente, de las grandes empresas y transnacionales de los países capitalistas más desarrollados, haciendo un uso eficaz de los avances tecnológicos, y en cuya base se encuentra la filosofía del consumismo y la maximización de la ganancia a toda costa sin importar daños y prejuicios de ninguna índole al medioambiente, ha provocado un profundo desequilibrio y deterioro de los múltiples ecosistemas y del ecosistema global del planeta tierra que amenaza, seriamente, la propia supervivencia de la especie humana y de las demás especies que habitan esta “Casa Común”. Al respecto vale la pena recordar las palabras del Comandante Fidel Castro durante su intervención en la llamada Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en el año 1992, donde expresó. “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”. Así en pocas palabras, quedó expresada la amenaza que sufre el planeta desde el punto de vista ecológico, al extremo de hacer peligrar la propia existencia del hombre sobre la Tierra.
Creemos necesario, antes de proseguir nuestro trabajo, dejar sentado qué podemos entender por medioambiente y por ciencia y tecnología.
Existe la idea, en muchas personas y entre ellas algunas con un determinado nivel de preparación y educación superior, que medioambiente es “todo aquello que se refiere a la naturaleza, a lo que está fuera de nosotros”, limitando y empobreciendo grandemente, de esta manera, el verdadero concepto y la esencia de lo que este vocablo implica.
Desde hace varios años numerosos investigadores provenientes de diferentes ramas del saber científico y organizaciones e instituciones políticas y educativas han ido, progresivamente, perfilando los diferentes aspectos y dimensiones que conforman el concepto de medioambiente. Así podemos mencionar, entre los numerosos conceptos que se han elaborado sobre medioambiente, uno que, a nuestro juicio, integra de modo amplio, abarcador y profundo, las diferentes dimensiones y aspectos de este vocablo. Se trata del concepto dado por la actual Viceministra de Educación de nuestro país, Dra. Margarita McPherson Sayú, en su tesis doctoral en el año 2005: “Podemos entender por medioambiente un sistema complejo y continuo, donde se manifiestan interrelaciones dinámicas entre lo biótico, abiótico y lo sociocultural, en el que se centra la visión de un mundo interconectado en una compleja trama de relaciones, que van desde la propia existencia del hombre hasta su cultura y relaciones sociales”.
En esta definición se puede ver que cuando nos referimos a medioambiente estamos hablando de una realidad extensiva, compleja e inclusiva que abarca no solo lo físico o material del mundo inanimado sino todo tipo de vida en cualquiera de los planos en que esta se manifiesta llegando hasta la misma sociedad y las creaciones culturales de toda índole generadas por el ser humano.
En cuanto a ciencia y tecnología igualmente han sido abordadas desde diferentes enfoques y perspectivas, que van desde concepciones con marcado acento positivista hasta visiones que tienen un carácter más crítico y menos cientificista, lo cual, como acertadamente señala el destacado investigador y profesor Núñez Jover (2007) “…resulta difícil ofrecer una caracterización breve y precisa de lo que entendemos por ciencia. Se le puede analizar como sistema de conocimientos que modifica nuestra visión del mundo real y enriquece nuestra imaginación y nuestra cultura; se le puede comprender como proceso de investigación que permite obtener nuevos conocimientos, los que a su vez ofrecen mayores posibilidades de manipulación de los fenómenos; es posible atender a sus impactos prácticos y productivos, caracterizándola como fuerza productiva que propicia la transformación del mundo y es fuente de riqueza; la ciencia también se nos presenta como una profesión debidamente institucionalizada portadora de su propia cultura y con funciones sociales bien identificadas” y concluye “La razón por la cual es posible apreciar tantas facetas diferentes de la ciencia es porque ella constituye un fenómeno complejo cuyas expresiones históricas han variado considerablemente. Por eso las definiciones de ciencia resultan escurridizas y a veces inalcanzables”.
Hasta los años cincuenta del pasado siglo fue dominante, en la comunidad científica, un enfoque lógico-positivista de la ciencia, el cual, como bien expresa el profesor Núñez Jover (2007) “…centra su atención en el sistema de conocimientos formado, se interesa por la verdad y la búsqueda de la coherencia lógica del lenguaje científico; este lenguaje se considera sólo si se refiere a hechos comprobables. De esta opción- empirista, fenomenalista y descripitivista- se deriva un campo de análisis filosófico reducido: estudio del procedimiento de comprobación de los fenómenos, formalización de las teorías científicas mediante la lógica matemática y delimitación del lenguaje científico de otras expresiones lingüísticas.”
Sin lugar a dudas ésta resulta ser una definición reduccionista y empobrecedora de lo que es la ciencia pues como, acertadamente, expresara el profesor Mario Otero, esta postura realiza una “operación ideológica de ocultamiento que presenta a la ciencia como autónoma, universal, extrahistórica”. (Núñez Jover, 2007)
Es a partir de los años 60 del pasado siglo que comienza a abrirse paso un enfoque más social de la ciencia, el cual concibe a la misma como un proceso social estrechamente interrelacionado con la economía, la política, la educación, la cultura, etc., donde el científico no es un ente encerrado en sí mismo y aislado de lo social sino un individuo con una determinada posición ideológica y crítica respecto a los diferentes objetos, fenómenos y procesos que le circundan y situado en un amplio universo axiológico que le permite emitir determinados juicios de valor sobre las múltiples realidades en las que está inmerso y de las cuales forma parte.
El autor de la presente investigación asume plenamente la definición de ciencia que presenta Krober, quien, situado explícitamente en la tradición de Marx, plantea: “…entendemos la ciencia no sólo como un sistema de conceptos, teorías, proposiciones, hipótesis, etc. sino también, simultáneamente, como una forma específica de la actividad social dirigida a la producción, distribución y aplicación de los conocimientos acerca de las leyes objetivas de la naturaleza y la sociedad. Aún más, la ciencia se nos presenta como una institución social, como un sistema de organizaciones científicas, cuya estructura y desarrollo se encuentran estrechamente vinculados con la economía, la política, los fenómenos culturales, con las necesidades y posibilidades de la sociedad dada”. (Núñez Jover, 2007)
Respecto al concepto de tecnología igualmente han surgido enfoques y perspectivas que tienden a oscurecer y crear confusión en torno a su verdadera naturaleza. El profesor Núñez Jover (20074) plantea que “Hay por lo menos un par de imágenes de la tecnología que limitan su comprensión: la imagen intelectualista y la imagen artefactual.
En la primera, la tecnología se entiende apenas como ciencia aplicada: la tecnología es un conocimiento práctico que se deriva directamente de la ciencia, entendida ésta como conocimiento teórico. De las teorías científicas se derivan las tecnologías, aunque por supuesto, pueden existir teorías que no generen tecnologías. Una de las consecuencias de este enfoque es desestimular el estudio de la tecnología; en tanto la clave de su comprensión está en la ciencia, con estudiar ésta última será suficiente”
“Mientras tanto la imagen artefactual o instrumentalista aprecia las tecnologías como simples herramientas o artefactos. Como tales están a disposición de todos, y serán sus usos y no ellas mismas susceptibles de un debate social o ético, pero resulta obvio que esta imagen reduce considerablemente el ámbito de la evaluación de tecnologías. En el caso más extremo nos priva de la capacidad de discutir los fines sociales y humanos que deben modelar el desarrollo tecnológico, impidiendo su análisis crítico e ignorando los intereses sociales, económicos y políticos de aquellos que diseñan, desarrollan, financian y controlan la tecnología”.
El autor de la presente investigación asume la perspectiva de J. Pacey cuando sugiere que “el fenómeno tecnológico debe ser estudiado y gestionado en su conjunto, como una práctica social, haciendo evidentes siempre los valores culturales que le subyacen. Las soluciones técnicas deben ser consideradas siempre en relación con los aspectos organizativos y culturales. En otros términos, las soluciones técnicas son sólo una parte del problema; hay que observar también los aspectos organizativos y los valores implicados en los procesos de innovación, difusión de la innovación y transferencia de tecnologías”. (Núñez Jover, 2007)
Una vez dilucidada esta problemática creemos necesario dedicar unas breves reflexiones a la cuestión de la relación entre Ciencia y Tecnología. Lo primero que debemos decir es que ambas están muy estrechamente relacionadas pues las necesidades técnicas repercuten en el desarrollo científico, proponiéndole exigencia cognoscitiva a la ciencia para la investigación, y, recíprocamente, los proyectos o programas de investigación involucran tecnologías. Tal y como expresó el investigador norteamericano Hottois en 1991 “La nueva ciencia es, por su esencia, tecnológica”.
Actualmente el término Tecnociencia se utiliza para designar este vínculo. Este término es precisamente un recurso del lenguaje para denotar la íntima conexión entre ciencia y tecnología y el desdibujamiento de sus límites. Como señala el profesor Núñez Jover (2007): “Esta denominación no necesariamente conduce a cancelar las identidades de la ciencia y la tecnología, pero sí nos alerta que la investigación sobre ellas y las políticas prácticas que respecto a las mismas implementemos tienen que partir del tipo de conexión que el vocablo tecnociencia desea subrayar. Se trata de tomar conciencia de la naturaleza tecnocientífica de la actividad científica y tecnológica contemporánea. La biotecnología, la Farmacología, la Química sintética serían algunos ejemplos, entre muchos, que ilustran la naturaleza de la Tecnociencia”.
Crisis Global Medioambiental
Cada día se hace más intensa, en muchas personas e instituciones de todo el mundo, la conciencia acerca de los muchos y complejos problemas que hoy afectan al medioambiente, los cuales no solo inciden negativamente en la salud de las personas y en el desarrollo de los pueblos sino que amenazan y ponen en riesgo la propia supervivencia de la especie humana y de las demás especies vivas del planeta.
Fenómenos tales como el calentamiento global, la emisión de grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera por parte, fundamentalmente, de las grandes potencias capitalistas desarrolladas, la erosión de los suelos, la tala indiscriminada de árboles, la contaminación de los océanos, ríos y mares, las guerras y la desertificación, entre otras muchas calamidades, hacen casi imposible la existencia sobre el que una vez se llamó “Planeta Azul”.
Desde hace ya varias décadas, numerosas voces se vienen alzando para denunciar los grandes y graves peligros que un mal uso de los avances de la ciencia y la tecnología tienden sobre nuestro planeta. Se hace cada vez más intenso, a todos los niveles, el debate sobre la necesaria relación entre la ciencia y la ética, entre ciencia y conciencia y se propone un nuevo modelo de desarrollo que no tenga como norma y fundamento el consumo irracional e intensivo de los limitados y finitos recursos naturales sino que tenga como fin la satisfacción de las necesidades de las actuales generaciones pero sin amenazar la satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones. A este modelo de desarrollo se le ha denominado Desarrollo sostenible.
Cuando afirmamos que tanto la ciencia como la tecnología se han convertido en dóciles instrumentos al servicio del sistema capitalista y de sus enajenantes y compulsivos patrones de consumo, no realizamos una afirmación gratuita ni demagógica pues como otra vez nos recuerda el profesor Núñez Jover (2007): “Existe una relación histórica ineludible entre capitalismo y ciencia moderna. El capitalismo generó necesidades económicas y tecnológicas nuevas que impulsaron a la ciencia. También promovió nuevas ideas, imágenes y formas de pensar; las formas individualistas, impersonales y mecanicistas de pensar contribuyeron al despliegue de una visión científica del mundo. El capitalismo favoreció otros cambios sociales importantes, por ejemplo, en sus inicios desapareció la barrera social entre eruditos y artesanos, así como la vieja distinción entre el conocimiento y su base empírica. La sociedad precapitalista alimentó prejuicios contra los que “trabajaban con las manos” y se basaban en el conocimiento teórico por parte de filósofos y eruditos pero las primeras sociedades capitalistas europeas generaron incentivos de tipo práctico y económico que favorecieron alianzas nuevas entre los conocimientos de unos y otros. Esa fusión entre teoría, matematización, empiria y técnica ha sido imprescindible para la ciencia. El tema de la relación entre el capitalismo y la ciencia en sus orígenes, es de la mayor complejidad histórica pero existe un paralelismo indudable que no es casual. No es difícil comprender por qué hay autores que quieren relacionar la revolución científica con el desarrollo inicial del capitalismo. Ambos procesos se produjeron de forma paralela. Es particularmente notable que ambos comenzaran en el sur de Europa, especialmente en Italia, y que ambos casos, el centro de gravedad se desplazara lentamente hacia el norte, de modo que a finales del siglo XVII las formas más avanzadas de sociedad capitalista se hallaban situadas en la República de Holanda y en la ciudad de Londres, siendo igualmente en Inglaterra y en Holanda donde la ciencia se desarrollaba con mayor vigor. En la evolución de la ciencia ha sido muy importante el proceso de industrialización”.
Desde entonces y hasta la fecha este proceso se ha ido acrecentando y cada día es mayor el uso que de la ciencia y la tecnología realiza el capitalismo en función de sus propios intereses de consumo y dominación mundial. Unido a este fenómeno está también lo que tiene que ver con el monopolio científico y tecnológico por parte de las grandes potencias industrializadas, las cuales excluyen de los avances y beneficios en este campo a la mayor parte de los países del orbe. La tan publicitada ”Transferencia tecnológica hacia el Tercer Mundo” por parte de las potencias mundiales no pasa de ser, en la práctica, más que un juego del lenguaje, demagógico y retórico, carente de toda significación real.
Cuando hacemos estas observaciones críticas, por supuesto que también reconocemos que una parte importante de la humanidad se ha beneficiado, de alguna u otra manera, de los indiscutibles logros de la ciencia y la tecnología. Ya hemos indicado en otro momento que son incontables los beneficios que en disímiles esferas de la vida pública y privada han traído ambas. No cabe ninguna duda que la humanidad se ha transformado más rápidamente en los dos últimos siglos que en todos los siglos anteriores de historia, y esto, en una muy buena medida, gracias al vertiginoso desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Ante esta situación se hace impostergable y urgente diseñar propuestas de acción y buscar alternativas, tanto a nivel local como global, que ayuden a revertir, progresivamente, esta difícil y compleja situación.
En la conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano (Estocolmo, 1972) se plateó la necesidad de una Educación ambiental y se recomendó que se adoptaran las disposiciones necesarias a fin de establecer un programa internacional de educación sobre el Medio Ambiente que abarcara todos los niveles de enseñanza.
En esta “batalla por la vida“ debe estar implicada toda la sociedad pero sin lugar a dudas, le corresponde al sector educativo y de manera especial a la Universidad un papel de primerísimo orden puesto que ella constituye un ámbito de formación privilegiado previo a la inserción responsable y competente del egresado en la sociedad.
Los actuales modelos de desarrollo han provocado grandes y graves afectaciones ambientales, por lo que un gran reto actual es el giro hacia una sociedad con un modelo de desarrollo sostenible lo cual implica, entre otras acciones, introducir estrategias de educación ambiental en la formación de los futuros profesionales que permitan desarrollar, en los mismos, una actitud de respeto, amor y responsabilidad hacia todos los aspectos que conforman el medioambiente.
Formar en la mente de las personas nuevos criterios y actuaciones hacia el medioambiente que abarque relaciones de armonía y solidaridad, no sólo con todos los miembros de la sociedad, sino también con la naturaleza y la biodiversidad en general, debe ser una prioridad de cualquier institución educativa, independientemente de su orientación o tendencia política si es que realmente quiere ser fiel a su misión de educar a las nuevas generaciones.
Conclusiones
La ciencia y la tecnología son dos de las más grandes conquistas del ser humano, las cuales han traído incontables beneficios en múltiples campos de la actividad humana, no obstante, un uso inadecuado de las mismas puede acarrear negativas consecuencias sobre el medioambiente y por ende, sobre la salud de las personas y la propia supervivencia de la especie humana. Ante esta situación le corresponde a la familia, a la escuela y la sociedad, pero de modo especial a la Universidad, la formación de un ciudadano y un profesional con una alta sensibilidad por la cuestión medioambiental, comprometido con el desarrollo integral de su territorio y enraizado en los valores del respeto, el desinterés y la solidaridad.
Fotos: Roberto Jomarrón Herrera.
Bibliografía
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González, L. (2001). La educación ambiental en el área de Humanidades. Tesis en opción del título académico de máster en Educación. La Habana.
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Núñez Jover, J. “La Ciencia y la Tecnología como procesos sociales”. Editorial Félix Varela. La Habana 2007.
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Digital · Año 19 · N° 202 | Buenos Aires,
Marzo de 2015 |