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El espíritu y el alma en los juegos y deportes indígenas

 

*Doctor Europeo en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Licenciado como número 1 de la promoción en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Licenciado en CC. Empresariales. Licenciado en Derecho

Diplomado en Fisioterapia. Profesor de la Universidad Francisco de Vitoria

**Doctora con mención internacional por la Universidad de Huelva

Licenciada como número 1 de la promoción en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Master en Investigación en ciencias de la salud

Profesora de la Universidad Francisco de Vitoria

Antonio Monroy Antón*

a.monroy.prof@ufv.es

Bárbara Rodríguez Rodríguez**

br.rodriguez.prof@ufv.es

(España)

 

 

 

 

Resumen

          El juego ha sido un elemento ritual en todas las culturas casi desde la prehistoria. Su relación con lo espiritual, lo religioso y lo mágico parece fuera de toda duda, por los testimonios de los autores que han tratado el tema. Sin embargo, es necesario analizar en profundidad las fuentes de donde se nutren esos autores y hacer una recopilación de los mismos para poder determinar hasta qué punto son ciertas esas afirmaciones que en la actualidad se dan por seguras. En este artículo se recogen las opiniones de diversos autores, los más reconocidos dentro de los que han estudiado el simbolismo mágico y la relación con lo espiritual de los juegos y deportes de las culturas indígenas, llegando a la conclusión de que algo intrínseco de esos juegos y deportes se asocia, por la pura naturaleza humana, a lo divino.

          Palabras clave: Juego. Antropología. Espíritu. Religión.

 

Recepción: 01/12/2014 - Aceptación: 24/12/2014.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 200, Enero de 2015. http://www.efdeportes.com/

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1.     Introducción

    La mayoría de las investigaciones acerca del deporte y los juegos en las culturas primitivas se centran en otorgarles un valor mágico y relacionado con la religión. Las culturas indígenas, sin duda, consideran que en los juegos no sólo interviene el cuerpo, sino también, y de forma importante, el espíritu.

    A la hora de abordar un trabajo en relación con el valor del espíritu y del alma en los juegos y deportes de las culturas indígenas, se encuentra un primer problema, que es la escasez de datos reales y fiables, pues la mayoría de los textos que tratan el tema no pueden basarse en fuentes primarias, sino en simples indicios, dibujos, restos arqueológicos o grabados, dada la casi ausencia de documentos escritos de la época. Es por ello que en este trabajo se intentará analizar ese papel -sin duda importante- que juega el espíritu en las actividades lúdicas y deportivas de las culturas indígenas acudiendo a los autores que lo han tratado cientos de años después y a los pocos que lo hicieron en su momento -básicamente religiosos y misioneros-, realizando una recopilación exhaustiva de los mismos y llegando a unas conclusiones propias y, por tanto, sin duda subjetivas, pero que pueden constituir una pequeña aportación al estudio de un tema tan sugerente como este.

2.     Algunas precisiones sobre el concepto de espíritu en las culturas indígenas

    A la hora de estudiar los textos que hablan del valor del espíritu en las culturas deportivas indígenas, hay que partir de la premisa de que, a pesar de haber sido escritos cientos de años después, la dicotomía cuerpo-alma de la época medieval seguía perdurando en algunas mentalidades, impidiendo a los autores de aquellos entender que los ritos y formas culturales de estos pueblos no son actos litúrgicos herejes o blasfemos, sino simplemente manifestaciones de una cultura distinta (García Blanco, 1997, 87).

    Los primeros relatos de los juegos indígenas fueron hechos por misioneros y cronistas europeos que dieron una visión de la vida indígena como desprovista de valores morales, de acuerdo con sus convicciones cristianas. Fue precisamente un misionero español, el Padre José Sánchez Labrador, en 1770, quien estudió por vez primera un pueblo indígena brasileño, los Mbayá-Guaicuru del Mato Grosso del Sur, y describió en un libro sus tradiciones, rituales, fiestas y juegos (Sánchez Labrador, 1770).

    El cuerpo, de esta forma, pasa a un segundo plano, escindiéndose del espíritu, que es lo más cercano a Dios y lo verdaderamente importante, constituyéndose así una nueva identidad (Carballo y Crespo, 2003, 12).

    Por lo tanto, hay que tomar las opiniones de los autores que se citarán a continuación desde dicha perspectiva y con las reservas pertinentes, pues del estudio de los pueblos indígenas, como es lógico, surgen conclusiones que apuntan a la relación de los juegos y deportes con la divinidad, mas dichas relaciones han de ser filtradas por el prisma del posible sesgo científico recién mencionado.

3.     El valor del alma o espíritu en las culturas deportivas indígenas

    Los pueblos indígenas no sólo valoran el cuerpo en sus manifestaciones deportivas. Muchas de éstas se encuentran íntimamente ligadas a lo espiritual, al concepto de alma y, en una u otra forma, a la religión. Sus juegos tradicionales, por ejemplo, están muy relacionados con aspectos mitológicos y religiosos de cada etnia. Se juega durante las ceremonias para agradar a un ser supremo y sobrenatural con el objetivo de conseguir obtener fertilidad, lluvia, alimentos, salud, triunfo en la guerra, etc.

    Uno de los mejores historiadores del deporte, Diem, determina que todas las actividades físicas de los pueblos primitivos y de las culturas indígenas tienen una relación con el mundo de lo sagrado. Para él, todos los ejercicios que realiza el hombre tienen como fin emular a las divinidades a través del culto a los difuntos, para así recibir las fuerzas necesarias y poder realizar las actividades de la vida cotidiana como la caza, danzas, competiciones, luchas o incluso juegos. Diem habla de ciertos deportes de las sociedades primitivas como “un gesto imploratorio, desarrollado coreográficamente y reiterable según reglas, como expresión de la fe en que tal rito sea agradable a los dioses, en la conciencia de la semejanza de Dios y el hombre, ya que a éste también le alegra la danza” (Diem, 1966, 17).

    Este autor también vincula las actividades deportivas con las divinidades en ciertos pueblos primitivos de Australia, que siguen realizando danzas e incluso imitaciones de saltos de animales para atraerlos y poder cazarlos. Igualmente, habla de otros pueblos que, en lugar de hacerlo con los animales, lo hacen con plantas o alimentos del campo, bien para favorecer su producción o para eliminar las malezas que pueden estar actuando sobre aquellos. En estos casos, según la creencia de sus practicantes, sólo obtiene el poder o la magia aquélla persona que lleva a cabo el acto (Diem, 1966, 17 y siguientes). Por último, para remarcar la relación del deporte indígena con lo espiritual, cita a las culturas indias americanas, en las que “todo movimiento corporal conlleva el desencadenamiento de una tensión interior, que puede crecer hasta convertirse en exaltación y en un “estado trascendente”, como vemos en los ejercicios penitenciales indios, hasta producir el éxtasis de las danzas religiosas”, así como a los pueblos aztecas y árabes primitivos que dedicaban las competiciones deportivas a los dioses (Diem, 1960, 6).

    Antes de que Diem escribiese esto, Ortega y Gasset ya había señalado la vinculación del deporte primitivo con el culto a los muertos, estableciendo cuatro estadios:

  1. Primer estadio: cuando muere un ser humano por causas naturales no se busca un culpable de esa defunción, en cambio, si las causas de la muerte no han sido naturales, se busca un responsable y se le mata de forma directa o por medio de hechizos.

  2. Segundo estadio: tras encontrar al culpable se le da la posibilidad de que pruebe su inocencia, aunque no le sirve como salvación, ya que se tendrá que enfrentar a una fiera, con la más que posible derrota humana.

  3. Tercer estadio: no se busca un culpable, pero los esclavos son sometidos a luchar y morir frente a los gladiadores en diversos combates.

  4. Cuarto estadio: se pasa de un concepto de lucha mortal a uno de lucha simbólica, donde lo que prima es el espectáculo por encima de una victoria que conlleve la muerte del derrotado.

    Popplow, por su parte, insiste en que los deportes primitivos tienen un sentido eminentemente espiritual. Para él, la mayor representación deportiva de las culturas indígenas está en la caza, para desarrollar la cual se utilizan ciertas danzas o representaciones que ayudan, mediante la liberación de energía mágica, a matar a las fieras (Popplow, 1973, 147).

    El palikantun de los mapuches, además de buscar el desarrollo del cuerpo, tenía un carácter ritual, celebrándose en ocasiones para solventar problemas de disputas de tierras o pleitos diversos entendiéndose que, en dicha competición, la divinidad habría de asistir a quien tuviese la razón (Césaro, 2007, 1).

Imagen 1. Palikantun actual, mezcla en la antigüedad de elementos corporales y místicos

    Jaramillo (Jaramillo, 1977, 132 y siguientes) también recoge la relación del deporte con el temor religioso en competiciones de orden individual desarrolladas en un gran número de pueblos indígenas desde la Patagonia hasta Alaska, donde “la lucha, el atletismo y las demostraciones de fuerza eran muy reconocidas, y le daban gran prestigio a los practicantes que sobrevivían en cualquiera de éstas disciplinas. Abundaban los esfuerzos sobrehumanos que dejaban totalmente exhaustos a los deportistas y que llegaban en ocasiones a causarles la muerte pues al espíritu deportivo se le entrelazaba el temor religioso”. Este autor es uno de los que mejor exponen el valor del elemento espiritual en las culturas deportivas indígenas, señalando que “los chibchas salían a trotar los domingos, los mayas jugaban básquet, los pielrojas tenis, los arahuacos tenis... y a veces los que perdían les cortaban la cabeza, en las Indias occidentales como llamaron a América los Europeos, se practicaban desde antes del descubrimiento muchos deportes que exigían gran esfuerzo físico, y que eran juegos efectuados dentro del marco religioso”. Para los aztecas, el juego de pelota no era simplemente una competición entre hombres, sino también un enfrentamiento entre el bien y el mal en el que se veían involucrados sus respectivos dioses. A lo largo del evento, que comenzaba con un rito y finalizaba con diversos sacrificios y ofrendas, los jugadores se encomendaban a diferentes deidades. El tejo o turmequé, deporte famoso en la cultura chibcha y proclamado deporte nacional de Colombia en 2000, se juega con un disco de metal que originariamente era de oro y que para los huitotos tenía un valor sagrado, pudiendo custodiarlo únicamente el jefe de la tribu. El último pueblo sobre el que este autor establece una relación entre deporte y religión o componente espiritual es el de los arahuacos, que jugaban a la chueca, similar al hockey, y donde los palos utilizados tenían un simbolismo mágico relacionado con la curación de enfermedades.

Imagen 2. Juego del tejo en Colombia, cuyo disco tenía un valor sagrado

    Pero no sólo los pueblos indígenas asociaban el deporte con las divinidades. Existen testimonios de que también, en ocasiones, fueron los descubridores occidentales de esos pueblos los que, desconocedores de ciertos deportes, los asociaban con algo divino. Así, fueron famosos los llamados “hombres voladores” mexicanos, que colocaban en el centro de una plaza un árbol largo y recto y, tras despojarle de sus ramas, colocaban en la punta una especie de cilindro del cual, a su vez, ataban cuatro cuerdas enrolladas trece veces en las que se amarraban cuatro hombres, cuya velocidad crecía a medida que las cuerdas se desenrollaban. Los europeos, desconocedores de esta tradición, decían que era cosa del diablo (Jaramillo, 1977, 140).

Imagen 3. Hombres voladores, relacionados en la antigüedad con el diablo

4.     Conclusiones

    Después de un profundo análisis de la bibliografía existente sobre el valor del espíritu en los juegos y deportes de los pueblos indígenas, se puede concluir que estas culturas siempre prestaron una gran atención a los aspectos espirituales de sus juegos tradicionales, asociándolos frecuentemente con las divinidades y estableciendo una relación clara entre deporte y religión. Estas relaciones, además, se produjeron de forma tanto simultánea como alternativa en pueblos que no tuvieron contacto alguno entre sí, lo que demuestra que no es que estuvieran influidos unos por otros, sino que algo intrínseco de los juegos y deportes se asocia, por la pura naturaleza humana, a lo divino.

    Posiblemente, lo espiritual se mezcla con lo corporal en los juegos y deportes tradicionales de las culturas indígenas, incluso en los pocos pueblos que aún sobreviven en la actualidad en este estado. Estas culturas han de respetarse si se quiere preservar su esencia, y ese respeto incluye el realizar los esfuerzos posibles para mantener la integridad de sus tradiciones.

Bibliografía

  • Blanchard, K. y Cheska, A. (1986). Antropología del deporte, Barcelona, Ediciones Bellaterra.

  • Carballo, C. y Crespo, B. (2003). “Aproximaciones al concepto de cuerpo”, en Revista Perspectiva, nº 21, Florianópolis, Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil.

  • Césaro, A. R. (2006). “La magia de los juegos”, en Revista La educación en nuestras manos, nº 77, Buenos Aires, Argentina.

  • Diem, C. (1960): Wettgeschichte des Sports und der Leibeserzichung. Sttuttgart, Cotta.

  • Diem, C. (1966): Historia de los deportes, Barcelona, Ed. Caralt.

  • García Blanco, S. (1997). La educación física entre los mexica, Madrid, Gymnos.

  • Jaramillo, H. (1977). El deporte indígena en América. Pereira, Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia.

  • Popplow, U. (1973). Origen y comienzos de los ejercicios físicos, Madrid, Citius Altius Fortius.

  • Sánchez Labrador, José (1770). El Paraguay Católico. Ed. de 1910, Buenos Aires, Argentina, Imprenta de Coni.

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