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Reconocimiento identitario del sobrenombre como cultura 

popular tradicional de la comunidad Narcisa en Yaguajay

 

*Autora. Profesora Auxiliar. Jefa del Departamento

de Humanidades. FUM Simón Bolívar. Yaguajay

**Coautor/a. Profesor/a Asistente. Docente FUM Simón Bolívar. Yaguajay

***Coautor. Profesor Asistente. Docente F. Salud. Yaguajay.

****Coautora. Profesora Instructora. Docente FUM Simón Bolívar. Yaguajay

(Cuba)

MSc. Ivania García Viamonte*

ivania@uniss.edu.cu

MSc. Martha Madeline Álvarez Brito**

MSc. Freddy Alfonso Sosa**

freddy@uniss.edu.cu

MSc. Ignacio González Carballé***

Lic. Yailén Rodríguez Acosta****

yailen@uniss.edu.cu

 

 

 

 

Resumen

          Los apodos definen la identidad de la persona. Siendo el ser humano el principal componente de una sociedad, la identificación resulta un rasgo cultural de ella. La sociedad cubana, alimentada por múltiples culturas, alberga entre sus tradiciones el acto de sobrenombrar o apodar a una persona o, en su defecto, a un grupo de personas que comparten alguna peculiaridad. El campo de acción ocupacional y vivencial son factores primordiales para la creación y formación léxica de nuevos apodos. Teniendo en cuenta lo anterior este trabajo pretende describir el sobrenombre en la comunidad rural Narcisa en función de su preservación como manifestación representativa de la Cultura Popular Tradicional local. Se recurrió a la metodología cualitativa mediante un estudio descriptivo, cuyos resultados se recogieron a través de las historias y vivencias en un material perdurable para las generaciones venideras. Basado en el método de carácter histórico, etnográfico, así como la observación, encuesta y entrevista que permitieron profundizar en el perfil informativo.

          Palabras clave: Apodo. Identidad. Cultura popular. Tradiciones locales.

 

Recepción: 18/09/2014 – Aceptación: 23/10/2014.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 198, Noviembre de 2014. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    La cultura ha sido considerada por varios estudiosos el conjunto de valores materiales y espirituales que ha creado la humanidad a través de los siglos reflexionando sobre los vínculos que se establecen entre los seres humanos en las relaciones sociales y económicas. Al hablar de cultura es obvio que las manifestaciones artísticas fundamentales salen a la superficie, sin embargo, no puede pasarse por alto un importante elemento que es parte de ella y que sirve para su manifestación: el lenguaje.

    Este autor interpreta el lenguaje como un hábito o costumbre, como un tipo de actividad estandarizada del organismo humano, que es necesario vincular con la categoría de adaptación del hombre ante el medio real que lo rodea y ante el mecanismo cultural. Precisamente es el lenguaje oral a través de una de sus manifestaciones más genuinas portador de esa cultura a la que se hacía referencia anteriormente. El sobrenombre o mote, elemento de fuerte identidad cultural propia que ha revelado su existencia por años en las distintas comunidades, sobre todo en las rurales y que actualmente constituyen una tradición oral local.

    Ha sido la política cultural de la Revolución Cubana asumir desde sus inicios la preservación del patrimonio cultural desde una perspectiva institucional, que más tarde se extiende a las comunidades asumiendo una premisa de trabajo en la que todos participen en el rescate, revitalización y conservación de los elementos culturales tradicionales nacionales y locales.

    El sobrenombre en Narcisa, comunidad rural que tiene más de 150 años de historia azucarera cuyos pobladores son nacidos y criados en el propio batey como se le conoce o antiguo central azucarero Obdulio Morales, ha transitado por varias etapas socioculturales dentro de ella la más representativa fue la implantación de la industria azucarera. Durante décadas los habitantes del batey o comunidad giraron alrededor de lo que la política agraria imponía como modo de vida cultural: precisamente en este trabajo se abordará cómo el lenguaje oral cobró una especial singularidad a tal punto que casi en la mayoría de las viviendas existentes en él mismo, por lo menos, un miembro de la familia tenía apodo, o lo que los moradores denominaban: nombretes.

    El sobrenombre tiene historia por varias generaciones de cubanos y se considera un componente de la expresión oral vigente aún en nuestros días, por lo que la oralidad fue y es un elemento reinante y característico de los asentamientos rurales, elemento este que aunque no lo estudia la sociología, como elemento lingüístico sí es de vital importancia para el conocimiento de los estratos sociales y la culturalización. Cuando se abordó este tema como investigación se tuvieron en cuenta elementos como: cultura popular tradicional, identidad cultural, que en sí misma encierra la necesidad de proteger el patrimonio cultural de la nación, conservando su esencia en cada momento histórico.

    Indudablemente la expresión oral y esta, una de sus formas, como lo son también: las canciones de trabajo, los poemas épicos, los refranes populares, etc., son elementos de cubanía que muestra la individualidad espiritual, las tradiciones orales y culturales de determinado sector social. Cada lugar de Cuba tiene su propia idiosincrasia y el hombre la expresa a través de sus propias realizaciones individuales, buscando sus convenientes significados.

    Este trabajo tiene su origen y sus antecedentes en el interés por las formas de vida de las sociedades rurales, que por algunas razones han perdido el sentido de pertenencia hacia las tradiciones más genuinas. De ahí la preocupación y ocupación de recopilar y estudiar estos sobrenombres, así como de analizarlos desde una perspectiva sociolingüística, y también desde sus usos concretos y lo que suponen como elementos de relación y convivencia. En alguna medida, se pretende recuperar, a través de estos apelativos tan insertos en las relaciones de los ámbitos rurales, parte del patrimonio inmaterial en riesgo de desaparecer a la par que decae el mundo agropecuario en el que más se han desarrollado. Tomando en consideración la problemática planteada se propone como objetivo general la investigación: Describir el sobrenombre en la comunidad Narcisa en función de su preservación como manifestación genuina de la Cultura Popular Tradicional Local.

Desarrollo

    El proceso investigativo se desarrolla utilizando el paradigma cualitativo mediante un estudio descriptivo de las características del sobrenombre en la comunidad Narcisa como elemento representativo de la cultura popular tradicional local y las relaciones con el contexto físico, histórico, económico, social y cultural de la propia comunidad.

    La variable que asume el trabajo es el sobrenombre cuya definición más exacta según el estudio es la ofrecida por la lexicógrafa Moliner que lo define del modo siguiente: Mote. “Apodo”. Sobrenombre, generalmente alusivo a alguna cualidad, semejanza de la persona a quien se aplica, por el que se conoce a esa persona. Especialmente, los usados en los pueblos, que pasan de padres a hijos y, generalmente, no son tomados por ofensivos. (1999: 77).

    Ninguna cultura se puede preservar en su totalidad, pero sí se puede, aunque sea parcialmente, conservar el conocimiento de la diversidad cultural y de sus muy diversos logros. Este es el verdadero patrimonio cultural que la humanidad puede conservar y transmitir: el conocimiento, tanto el de los logros científicos y artísticos más singulares, como el de los sistemas y dispositivos culturales que han permitido al hombre en situaciones ecológicas muy diversas y en situaciones socio históricas muy cambiantes adaptarse a la vida en el planeta y a la convivencia con sus semejantes.

    El antropólogo Edward Burnett Tylor plantea: "la cultura o civilización, tomada en su sentido etnográfico amplio, es ese complejo total que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y otras aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad". (2005: 64). Por su parte el antropólogo Marvin Harris plantea que, "cultura es el conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquiridos, de los miembros de una sociedad incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar (es decir su conducta)" (2003: 20).

    Los valores que el hombre hereda y crea durante todo el proceso histórico constituyen el patrimonio cultural de cada pueblo, que científicos sociales, antropólogos y organizaciones sociales definen con semejantes y en ocasiones diferentes términos.

    En 1989 se adopta la Recomendación sobre la salvaguardia de la cultura tradicional y popular. Se define aquí el patrimonio oral y el llamado desde entonces «patrimonio inmaterial» en franca sinonimia con el de cultura tradicional y popular, así refiere guanche: El conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural fundada en la tradición, expresada por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de la comunidad en cuanto a expresión de su identidad cultural y social; las normas y los valores se trasmiten oralmente, por imitación o de otras maneras. Sus formas comprenden, entre otras, la lengua, la literatura, la música, la danza, los juegos, la mitología, los ritos, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes. (2004: 98)

    Se define el patrimonio cultural intangible, como “las creaciones colectivas de una comunidad cultural, enraizada en sus tradiciones. Sus diferentes formas se expresan a través de los idiomas, las tradiciones orales, las costumbres, la música, la danza, los ritos, los festivales, la medicina tradicional, la artesanía y las habilidades constructivas tradicionales. (2004: 99)

    La UNESCO, define el patrimonio oral como el conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural fundados en la tradición, expresados por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de la comunidad en cuanto a expresión de su identidad cultural y social, las normas y los valores se transmiten oralmente, por imitación o de otras maneras. Sus formas comprenden, entre otras, las lenguas, la literatura, la música, la danza, los juegos, la mitología, los mitos, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes (2004:100).

    Se concibe al Patrimonio cultural inmaterial como un amplio espectro de formas de expresión musical, tradiciones orales, habilidades, teatro, rituales ceremoniales o cosmovisiones, que son las bases y matrices de valiosas dinámicas sociales y culturales. En realidad constituyen eslabones vitales en nuestras frágiles y perecederas prácticas sociales, que dan la capacidad de intercambio y transmisión. En segundo, como las creaciones colectivas de una comunidad cultural, enraizada en sus tradiciones. Sus diferentes formas se expresan a través de los idiomas, las tradiciones orales, las costumbres, la música, la danza, los ritos, los festivales, medicina tradicional, la artesanía y las habilidades constructivas tradicionales.

    “Este patrimonio cultural inmaterial que se transmite de generación en generación es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno y su interacción con la naturaleza y la historia. Y fundiéndolos, un sentimiento de identidad y continuidad, contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humanas”. (2006:81)

La cultura popular tradicional

    Si bien el concepto tradición está vinculado con el pasado, también se proyecta hacia la actualidad, hacia la contemporaneidad, de este modo no resulta ser un opuesto antagónico de la renovación; por el contrario, sucede que el primer síntoma manifiesto de un proceso innovador, consiste en ejercer la posibilidad de seleccionar los valores del pasado que este presente único y especial quiere asumir como funcionalmente relevantes para su propia voluntad creativa.

    La cultura popular tradicional está condicionada históricamente. Se transmite y define de generación en generación fundamentalmente por vía oral y por imitación. En síntesis, puede señalarse que entre sus características están: la historicidad, la continuidad, la transmisión, el anonimato, la espontaneidad y el empirismo.

    También asume el conjunto de rasgos, patrones culturales, hábitos, técnicas y costumbres y por tanto, la identidad regional se puede definir como, una forma de hacer las cosas, de sentir, de pensar que identifican y diferencian un pueblo de los demás habitantes de otras regiones del país.

    En términos generales la cultura desde el punto de vista antropológico, es el modo de vida de una sociedad, todo lo creado por el hombre a partir de los recursos materiales que la naturaleza ha puesto a su servicio y así mismo las concepciones e ideas que desarrolla para abordar, explicar los fenómenos naturales y cotidianos de la vida común, buscando comprender su significado, origen y desarrollo.

    En Cuba se asume el concepto de Cultura Popular Tradicional como categoría antropológica compuesta por tres términos concatenados, en el que el tercero específica la calidad del segundo y este circunscribe el amplio espectro semántico del primero, que es la referencia principal.

    Margarita Mejuto y Jesús Guanche definen el concepto de Cultura Popular Tradicional como el “Conjunto de actividades y valores creados, heredados y/o transmitidos por el pueblo para satisfacer necesidades de su vida cotidiana; responde en lo fundamental a las expectativas de desarrollo de un grupo o comunidad determinada en un contexto geográfico y socioeconómico específico; se encuentra en constante transformación; recibe influencias y, conjuntamente, puede influir en otros grupos y/o comunidades” (2007: 9).

Lenguaje oral como expresión de la cultura cubana

    La deficiencia del lenguaje oral es su preservación en el tiempo, sin embargo, suma un grupo de características como la posibilidad de apoyarse en otros medios significativos como los gestos, la expresión del rostro, las inflexiones y modulaciones de la voz. También su carácter inmediato, la relación estrecha y directa entre los interlocutores en una situación comunicativa común, la construcción sintáctica resulta menos pulida porque es espontánea, y las ideas salen sin lógica del pensamiento. Por tanto, el lenguaje oral es un discurso tan viejo, pero de mucha vigencia al que nunca los humanos pueden renunciar.

    Este trabajo se centra especialmente en los discursos convivenciales populares rurales. Y dentro de esta categoría discursiva, se abordará el sobrenombre como una categoría del discurso que se produce en estos ambientes. Susceptibles de matización, dado el carácter flexible y polisémico del mismo.

    Se vincula, preferentemente, al principio de adecuación, al registro comunicativo en que se construye pensando en el uso social, en la situación del emisor, del receptor o receptores, en las intenciones comunicativas y en todas las circunstancias que rodean el contexto comunicativo en el que se produce la acción discursiva caracterizada por su capacidad de síntesis, con tonos y cadencias prosódicas altamente significativas desde el punto de vista relacional, ya que marcan grados de empatía, confianza, distancia, complicidad, etc.

    Este tipo de discurso: el sobrenombre, “tiene carácter convivencial porque son los más relacionados con el uso social del lenguaje...” según criterio de García (2010: 21) y, evidentemente“… resultan los más frecuentes en los ámbitos rurales dado el tipo de relación que establecen los habitantes de los pueblos.” La vida en las sociedades rurales se caracterizan por una relación intensa y permanente en espacios comunes y tiempos compartidos, y los modos de comunicación se caracterizan por los discursos coloquiales más apropiados para el tipo de convivencia de proximidad y gran hermandad.

    Hay que tener en cuenta que, en los pueblos, especialmente si son pequeños y muy rurales, las personas se ven prácticamente todos los días en situaciones comunicativas similares: la calle, los establecimientos públicos sean administrativos o de servicios y ocio, los ámbitos de trabajo, entre otros. Y, en cada uno de ellos se encuentran modos de discursos que refuerzan la convivencia.

    ¿Cuáles son los discursos más frecuentes en el mundo rural? Obviamente, los que hacen funcionar la sociedad en la que se producen, con relaciones de proximidad: convivenciales (saludos y discursos básicos de convivencia), apelativos, afectivos, conversacionales, narrativos e instructivos son los más representativos.

    Convivenciales son los actos de habla interactivos que establecen las relaciones básicas de convivencia: saludos cotidianos y continuos, de encuentro en los espacios públicos, de bienvenida y despedida, fórmulas corteses de interés por aspectos familiares, de salud, expresiones de alegría, enfado, insultos, imprecaciones, plegarias, etc.

    Los apelativos: los apodos como identificadores y apelativos básicos.

    Los afectivos: felicitaciones, expresiones de afecto, pésames, agradecimientos.

    Los conversacionales: interacciones varias en un mundo en el que las relaciones se establecen a través del trato constante, la palabra y los gestos. Los narrativos: historias, memoria oral, literatura oral, refranes, etc. Dentro de la tradición cultural de los pueblos como ya se ha mencionado está la expresión oral y unas de sus formas es el sobrenombre: término apenas conocido y sin localización lingüística clara para la mayoría; tras explicarlo, se le siente como un término fino y culto de apodo o mote, es el término puro del sobrenombre rural, el más frecuente y generalizado, se certifica la percepción, a veces errónea, que se puede tener de los apodos y de su uso por parte de personas que no viven en el ámbito rural: Los apodos son utilizados como identificadores de forma generalizada en los pueblos y responden a una cultura que no siempre es interpretada correctamente desde otros ámbitos.

    Como apelativo en los ambientes rurales. Se adjudica a una persona por razones diversas, a veces sin intención peyorativa, como síntesis lingüístico-expresiva de un signo de identidad, de una anécdota, de una complicidad; pero en otras con una intención ligera, mediana o fuertemente ofensivo: es un claro identificador y, en muchas ocasiones, extensivo a su familia.

    Los apodos y sus sinónimos, desde nuestro punto de vista, y tras estas incursiones en el ámbito lexicográfico y en el de las significaciones percibidas en el entorno investigado, son términos, vocablos, sintagmas, frases u oraciones sustantivadas perdurables que, frecuentemente con un matiz peyorativo, a pesar de la opinión de algunos usuarios, recopiladores y estudiosos que manifiestan que no hay intención de ofender y que los nominados no se molestan, identifican siempre a las personas y, con frecuencia, caracterizan por caricaturización lingüística y por muy diversos motivos sociales y convivenciales.

    Los apodos aportan tres pautas importantes: abundan o son frecuentes en los pueblos; que se transmiten de padres a hijos y que se producen “entre gente de bajo nivel, aunque, “generalmente, no son tomados por ofensivos”. En alguna medida, constituyen algunos de los principios que se entienden que van a marcar los requisitos para que un término llegue a la categoría plena de apodo o mote.

El sobrenombre y la comunidad rural

    La sociedad rural ha sido y es, por naturaleza, de una gran austeridad en todos los sentidos; incluso, en los modos de expresión. Por ello, el desarrollo de discursos y actos de habla como el sobrenombre son de gran interés y trascendencia para los discursos rurales cuya característica principal es la economía del lenguaje y su función eminentemente referencial, apelativa y social. Y uno de los discursos que mejor representan a estas funciones son los apodos como expresión de síntesis.

    Las sociedades rurales se caracterizan por mantener relaciones de gran cercanía: los vecinos y vecinas comparten de continuo espacios públicos comunes, además de toda una historia de vida que, en la mayor parte de las ocasiones, se pierde en tiempos inmemoriales. Especialmente, este fenómeno ocurre en la comunidad rural Narcisa con más de 150 años de historia de industria azucarera que generó un movimiento sociocultural tan identitario sujeto únicamente a los postulados que conllevaba las relaciones trabajo- sociedad.

    En este entorno rural se encuentran anécdotas altamente representativas del uso social de los apodos se puede citar la casi imposible identificación de algunos vecinos por su nombre oficial, ya que todo el mundo los reconoce exclusivamente por el apodo. Este es el caso de la comunidad Narcisa donde se cuentan algunas anécdotas como no poder dar razón de ser de algunos vecinos por su nombre y apellidos, aunque sí, siempre, por los apodos, lo que es un indicador claro del gran poder de identificación precisa de estos apelativos.

Valoración de los resultados

    La comunidad Narcisa actualmente cuenta con una población de 2324 y en el estudio efectuado se constató la existencia de 953 apodos, eso significa que el 41% de la población tiene un apodo. También se llegó a la conclusión de que en la mayoría de los núcleos familiares existen los alias, sobre todo, en las personas de 30 años hacia arriba. De igual manera se precisó que en esta comunidad rural ha sido procreado el apodo fundamentalmente por razones económicas, entiéndase esto con la inclusión de la industria azucarera y los trabajos u oficios que esta generó, además un alto índice de estos surgieron por el bajo nivel cultural de aquellos años donde la mayoría de sus pobladores se dedicaban al trabajo bruto en el campo con la siembra y corte de caña y los de la industria pues en un ambiente riesgoso, fatigoso, con jornadas de trabajo nocturnos, incluso, doblando jornales, todo ello propiciaba que el mote se fuera propagando por acciones, semejanzas, choteo, por cualidades físicas y morales, entre otros. También asociados a este fenómeno económico-social existieron otros muy importantes relacionados con la presencia del maestro Raúl Ferrer por Narcisa donde tuvo una escuela rural y de allí surgieron también varios sobrenombres aun muy populares y que marcan la presencia del mismo en esta zona, como lo fue Coco, la niña mala.

    Otro hecho significativo sin lugar a dudas lo fue la presencia del Comandante Camilo Cienfuegos por los alredores de Narcisa, fue allí precisamente donde se fabricó el Dragón con el cual Camilo y su tropa burlaron a la tiranía del cuartel municipal, los obreros del central en esa etapa contribuyeron con el paso del Héroe por esta zona norteña y así surgieron diferentes apodos de los años de la guerra de liberación, hoy el poblado recuerda con cariño el de Matojo.

    A medida que han transcurridos los años las fuentes de empleos se agotaron en este sentido y una nueva generación salió de los marcos económicos y de subsistencia que tenían y evidentemente se fueron en busca de nuevos horizontes de trabajo y estudio, esto sin dudas significó una pauta importante en el desarrollo del mote pues a partir de ese momento la historia del mismo cambió, pues ya los jóvenes están fuera del medio y no es que no tengan seudónimos, pero no salieron de la propia comunidad, o sea, son engendrados en sus diferentes trabajos, centros de estudios, que en la mayoría de la ocasiones no son conocidos por el barrio, solo son de uso en el medio estudiantil o de trabajo del propio hombre.

    No construida a propósito por los portadores del mote o los que lo dicen, sin dudas ha dejado una huella cultural que más allá del patrimonio tangible como los barracones de esclavos, el trapiche viejo, la tarja de Máximo Gómez, la construcción del Dragón, los testimonios de los alumnos de Raúl Ferrer de su presencia allí, es un hecho cultural que no se puede obviar cuando se estudia la cultura popular tradicional local.

    Varios han sido los estudios que en Narcisa se han hecho respecto a ese patrimonio tangible, sin embargo, nadie había desenterrado este hecho cultural que además ha sido de sumo agrado para los pobladores. Este estudio más que salvaguardar estas historias orales para que perduren por siempre, caló sin dudas en un pasado- presente en los cuales todos formamos historias, pues el que no tiene su apodo, pues lo dice, entonces esta complicidad hace que este fragmento de la cultura popular no muera y mejor aun que el sobrenombre siga siendo un motivo más de identidad cultural de la comunidad de Narcisa aun cuando los tiempos hayan cambiado.

Bibliografía

  • Bello Escobar, Herminio (1980). Monografía de Yaguajay. Yaguajay.

  • Bernal Echemendía, Juan E. (2009). Gente que la calle conoció. Sancti Spíritus: Ediciones Luminaria.

  • Bohanman, Paul y Glazer, Marx (2005). Antropología. La Habana: Editorial Félix Varela.

  • Brizuela, A. (1998). La Cultura Popular Tradicional en el quehacer sociocultural comunitario. En: Boletín CINDO: Ediciones CIERI, Centro de Información y de Estudio sobre las relaciones Internacionales.

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