Bondades de las clases de Educación Física para contrarrestar la obesidad infantil |
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Lic. en Educación Física (Ecuador) |
Francisco Enrique Quiñones Macías |
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Resumen La obesidad es una de las enfermedades crónicas contemporáneas, que requieren cambios acelerados en los estilos de vida, por los perjuicios que causa a la salud y la calidad de vida de las personas. Su presencia en niños es preocupante, por los riesgos y complicaciones que los acompañan para el resto de su existencia. En el artículo se proponen soluciones objetivas, desde las potencialidades que posee la clase de Educación Física, para mejorar la salud y la condición física, dado la integralidad de su influencia, se convierte en un medio eficaz a utilizar en escuelas primarias de Ecuador. Palabras clave: Educación Física. Obesidad infantil. Salud.
Recepción: 26/08/2014 - Aceptación: 16/10/2014.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 198, Noviembre de 2014. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
A partir de la segunda mitad del siglo XX se observa un incremento de diversas enfermedades crónicas, las que consecuentemente comienzan a considerarse una epidemia global del siglo XXI. Entre estas se acentúan la obesidad y el sobrepeso, las que están cobrando cada vez mayor protagonismo en la sociedad actual, a causa de los cambios en los estilos de vida y sobre todo al desarrollo económico que ha tenido lugar de manera significativa.
Estudios realizados por la Universidad Central, en conjunto con el Ministerio de Salud Pública del Ecuador (MSP), revelan cuanto afecta la obesidad a los niños. La búsqueda de alternativas obliga a tener en cuenta las clases de Educación Física, en la enseñanza primaria para contrarrestar los efectos de la obesidad, de manera temprana, oportuna y eficaz. Estas cuestiones centran la atención del análisis teórico que se realiza, desde una perspectiva humana e integradora.
Desarrollo
Existen múltiples definiciones de la obesidad. De acuerdo a Ballabriga y Carrascosa (2001) la obesidad y sobrepeso se manifiestan por un exceso de peso y volumen corporal, debida a una excesiva acumulación de grasa. Puede significar un riesgo para la salud en el momento en que se produce o bien en edades posteriores.
Por su parte Serra, Ribas, Aranceta, Pérez et al (2003), consideran que es una enfermedad crónica compleja y multifactorial, que suele iniciarse en la infancia y la adolescencia y que tiene su origen en una interacción genética y ambiental o conductual que se establece por un desequilibrio entre la ingesta y el gasto energético. (Gussinyé Canabal, 2005)
De manera concreta puede decirse que el sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de tejido graso que puede ser perjudicial para la salud, para identificar ambas condiciones se utiliza el índice de masa corporal (IMC), que es un indicador simple de relación entre el peso y la talla.
Según Aguilar Liendo, Zamora Gutiérrez, & Barrientos Aramayo (2012), el IMC es una manera sencilla y universalmente acordada para determinar si una niña o niño tiene un peso adecuado y se calcula de la siguiente manera:
IMC= peso (en Kg) dividido por la altura (en metros) al cuadrado.
IMC= kg/m2
La OMS reconoce que la prevalencia creciente de la obesidad infantil se debe a cambios sociales. La obesidad infantil se asocia fundamentalmente a la dieta malsana y a la escasa actividad física, pero no está relacionada únicamente con el comportamiento del niño, sino también, cada vez más con el desarrollo social y económico y las políticas en materia de agricultura, transportes, planificación urbana, medio ambiente, educación y procesamiento, distribución y comercialización de los alimentos. Al contrario de la mayoría de los adultos, los niños y adolescentes no pueden elegir el entorno en el que viven ni los alimentos que consumen.
Algunos autores como Lobstein (2004) consideran que la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. El problema es mundial y está afectando progresivamente a muchos países de bajos y medianos ingresos, sobre todo en el medio urbano. Este ha adquirido una magnitud preocupante a nivel internacional y su prevalencia ha aumentado a un ritmo alarmante. Se calcula que en el 2010, 42 millones de niños padecían de sobrepeso en todo el mundo, de los que cerca de 35 millones residían en países en desarrollo.
Los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
En Ecuador, el estudio realizado por la Universidad Central en conjunto con el Ministerio de Salud Pública del Ecuador (MSP), reveló que 14 de cada 100 menores en edad escolar sufren de sobrepeso y obesidad, esta investigación se realizó en 1.800 niños y niñas de 7 años de edad promedio, en algunas de las ciudades principales de la Costa, Sierra y Oriente. En él también se determinó que los menores dedican 28 horas semanales a ver televisión. (Villavicencio, 2005).
Es evidente la emergencia del sobrepeso y la obesidad y en el caso del Ecuador. Los estudios evidencian que se caracteriza por bajas tasas durante los primeros años de vida, 6,5% en la edad infantil (ECV, 2006); aumento de la prevalencia a partir de la edad escolar, 14% de sobrepeso/obesidad en escolares de ocho años que habitan en el área urbana (UCE/MAN, 2001); incremento sostenido durante la adolescencia, 22% en el nivel nacional (Yépez, et al, 2006); expresión máxima en la edad adulta, con afectación especial en las mujeres, 40,6% de sobrepeso y 14,6% obesidad (ENDEMAIN, 2004) y se afectan más la mitad de las mujeres que se encuentran en condiciones de pobreza.
Ramos (2001), alerta que una de las principales complicaciones de la obesidad durante los primeros años de vida es la persistencia de ésta hasta la edad adulta y debido a eso un mayor riesgo de presentar morbilidad asociada, específicamente del síndrome metabólico, enfermedad de la vesícula biliar y esteatosis hepática (López, Robles & MSP, 2011).
El sobrepeso, la obesidad y las enfermedades conexas son en gran medida que pueden prevenirse, por consiguiente hay que dar una gran prioridad a la prevención de la obesidad infantil (Tejada Vásquez, 2001).
En la actualidad, la obesidad en la edad escolar constituye uno de los factores claves que repercuten directamente sobre el nivel de autoestima de los estudiantes. No solo incide en la imagen negativa que perciben de sí mismos o en las sensaciones de inferioridad y rechazo, sino que además suelen aparecer alteraciones del comportamiento y escaso rendimiento académico. Por esta razón los niños con sobrepeso no sienten, por lo general, demasiada atracción hacia la actividad física, sobre todo bajo la perspectiva de la competición.
Sin embargo la actividad física, puede ser una alternativa, ante la obesidad y las conductas que genera. Sobre la influencia del ejercicio en la autoestima de niños y niñas, Biddle (1993) y otros autores admiten la influencia potencial del ejercicio físico en el desarrollo de la autoestima infantil.
En este sentido, existe consenso sobre la importancia de la influencia de los padres en la adopción de patrones de actividad física por parte de los hijos, aunque también se ha podido comprobar la existencia de otras variables significativas que condicionan la participación de estos en la actividad física.
No caben dudas que, la labor del profesional de la Educación Física y el deporte es muy importante en este sentido y no debe quedar reducida a su actuación en las escuelas; sino que debe fomentar, sobre todo, la creación de hábitos saludables de vida activa. Entre ellos debe jerarquizarse la participación en la actividad física; cuestión muy significativa para la mejora de la calidad de vida de los obesos.
Sin embargo la práctica educativa de la actividad física con niños obesos aún tiene deficiencias debido a las siguientes causas: insuficiente motivación a los niños con sobrepeso hacia estas actividades, desinformación de los padres de familia sobre la importancia de la actividad física, poca información sobre una alimentación adecuada de los niños, limitada participación de los niños con sobrepeso en las clases de Educación Física, poco control en la venta de alimentos en el bar de las escuelas, e insuficiente nivel de autoestima en los niños con sobrepeso.
Según Delgado y Tercedor (1998), para ello su quehacer ha de ir más encaminado a enseñar al niño o adolescente por qué, cuándo y cómo debe realizar la actividad físico-deportiva (saber hacer). Resulta por ello necesario analizar las bondades de las actividades físico-deportivas para contrarrestar la obesidad infantil; sin embargo este análisis debe contemplar los beneficios de la Educación Física de forma integral, en los escolares, debido a la incidencia que tiene la obesidad en otros padecimientos.
Son muchos los beneficios que produce el ejercicio físico en cualquier persona, tanto en su salud como en la mejora de la condición física, el conocimiento de las potencialidades de nuestro cuerpo, la adaptación al medio; así mismo las ventajas psicológicos, por la distensión mental que supone la práctica del ejercicio y no puede dejar de considerarse las posibilidades reales para el desarrollo integral del individuo.
Por estas razones es importante que a partir de la Educación Física el niño conozca los valores que engloba el deporte y la Educación Física, establezca hábitos de vida saludables y adquiera otros conocimientos, entre ellos para contrarrestar la obesidad. Estamos obligados a trascender el proceso de enseñanza-aprendizaje y llevarlo a su vida cotidiana, de modo que sea perdurable para toda su vida.
Los beneficios de la Educación Física, a nivel físico, son diversos: en el aparato motor influyen sobre el tejido óseo, estimula la fabricación de osteoblastos, que son las células encargadas de la formación del hueso; sobre las articulaciones, al mejorar la movilidad y elasticidad de los ligamentos articulares, también aumenta el flujo del líquido sinovial, por lo que se reduce la fricción entre los cartílagos y favorece el movimiento de las articulaciones.
Además sobre el tejido muscular, produce un incremento de la capilarización de los músculos estimulados. Así mismo mejora del aporte de oxígeno y las reservas de glucosa. En el aparato respiratorio, aumenta la eficacia de la musculatura respiratoria y consiguientemente se aumentan las capacidades respiratorias.
El sistema cardiovascular será también beneficiado por aumento de la cavidad cardiaca y fortalecimiento de las paredes del corazón, la disminución de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial y otras. En el sistema nervioso se mejora la transmisión de impulsos nerviosos, el tiempo de reacción ante los estímulos que se presentan, la coordinación neuromuscular y el sistema nervioso vegetativo, favoreciendo el control de las funciones vitales como el sueño, la digestión o la circulación.
Otro de los sistemas favorecidos en los obesos, con la práctica de las actividades físico-deportivas es el sistema endocrino debido a que estimula la secreción de hormonas, relacionadas con el crecimiento y el rendimiento físico; mejora la capacidad de destrucción de los productos de desecho del metabolismo, por parte del hígado.
Por otra parte se destacan las ventajas a nivel psicológico debido a que el ejercicio físico, sobre todo el aeróbico, atenúa las repuestas fisiológicas al estrés y mejora la tensión y la ansiedad, los estados de irritabilidad, agresividad y excitabilidad y cabe destacar los efectos de la relajación, por una distensión física y una distensión mental. Éstas conducen a un estado de sedación muscular y mental de efectos muy positivos, permitiendo asimilar y afrontar los problemas y preocupaciones con mayor serenidad y facilidad.
Según varios autores “la relajación en el niño permite, con la disminución de la tensión muscular, sentirse más a gusto en su cuerpo y, por ende, en el conjunto de su comportamiento emocional”. Esta apreciación enaltece sus beneficios para los obesos en general y los niños en particular.
Cabe destacar las potencialidades de la actividad física para la mejora la autonomía y la autoestima, a partir de la valoración o enjuiciamiento de nuestro auto concepto, sobre todo si se posibilita que los alumnos realicen el calentamiento por sí mismos y reconozcan los ejercicios más oportunos por cada momento.
No pueden obviarse los beneficios de la Educación Física sobre la salud y el bienestar, en este sentido se destaca su papel en la enseñanza primaria, donde se enfatiza en la creación de hábitos y estilos de vida saludables que son perdurables para su vida. Podemos clasificarlos así: creación de hábitos de higiene, relacionados con exigir una indumentaria adecuada para el ejercicio físico. Así mismo, crea hábitos de alimentación, sobre todo si se insiste en llevar una dieta equilibrada, que aporte lo necesario para nuestro cuerpo, alejando a los niños del consumo excesivo de grasas.
Por último destaquemos la creación de hábitos de trabajo durante una sesión de Educación Física, respetar y asimilar el orden lógico de la sesión y evitar la realización de ejercicios incorrectos y dañinos.
Si se abordan los beneficios sociales de la Educación Física y el deporte, deben tenerse en cuenta los valores y actitudes que contribuyen al desarrollo integral de la persona, estos deben ser fomentados tanto desde la propia área y desde los deportes o juegos en los que los alumnos se desenvuelvan. Entre ellos se destacan: la cooperación, el trabajo en equipo, a través de formas de jugadas o la práctica de deportes colectivos, el respeto debe servir para fomentarlo sobre el rival, el compañero, el maestro y sobre las reglas de juego. El maestro debe incidir reforzando aquellas actitudes positivas que muestren los alumnos a lo largo de la clase.
Otros valores que debe fomentarse desde el deporte y la Educación Física son la ayuda al niño a comprender la importancia del sacrificio y la fuerza de voluntad para alcanzar los objetivos o las metas que se proponen. Esta cualidad es muy importante para los niños aquejados por la obesidad y el sobrepeso.
En el objeto que nos ocupa, la superación permite que el alumno alcance un estado de satisfacción consigo mismo, mejorando sus marcas anteriores o la ejecución de una acción motriz. Es importante destacar el lugar de la motivación de los alumnos, si entendemos ésta como aquel impulso que lleva al niño a realizar una acción de forma más satisfactoria.
El deporte es una vía idónea para la comunicación. En Educación Física, se destacan la expresión corporal y la danza, que actúan como medios de comunicación de estados anímicos y emocionales y deben estar ligados al trabajo educativo con niños obesos.
Beneficios de la Educación Física sobre la prevención de la salud y la obesidad en particular
En este análisis se parte de la premisa de que los hábitos de vida quedan consolidados con bastante firmeza antes de los once años (Kelder y cols. 1994), siendo maestros y profesores los principales partícipes en el desarrollo de hábitos saludables en las primeras edades.
Compartimos que las conductas sanas e insanas, son susceptibles de ser forzadas o modificadas, siendo la etapa de la enseñanza obligatoria idónea para dichos propósitos y la escuela es la única institución que acoge a la totalidad de la población durante las primeras edades de su vida.
Autores como Mendoza y cols. (1994), confirman al centro escolar como el lugar más adecuado para desarrollar programas de promoción de la salud, que integrada en la globalidad del currículo implica a todas las perspectivas del conocimiento y a toda la comunidad docente. Igualmente hemos de saber que el ambiente familiar es decisivo y se deben diseñar programas de cooperación para aunar esfuerzos entre escuela y familia.
Para prevenir los factores de riesgo que conllevan un estilo de vida sedentario y la consecuente obesidad, asociada a una falta de actividad físico-deportiva, numerosos autores proponen la elaboración o utilización de forma integrada de modelos adecuados de educación para la salud en Educación Física. En este sentido, podemos considerar los siguientes modelos teóricos. (Devís y Peiró, 1992)
Modelo médico. Tendencia de la Educación Física direccionada a la anatomía y fisiología, que se centra en los efectos del ejercicio sobre el cuerpo. Su pedagogía es utilitaria y se interesa por la seguridad y la correcta realización de los ejercicios.
Modelo psicoeducativo. Se basa en la psicología cognitiva y deportiva, orientado al estilo personal de vida y al bienestar personal. Su pedagogía es liberal. La salud se perfila como una responsabilidad individual.
Modelo sociocrítico. Se basa en una crítica a la sociedad y a la enseñanza. Sitúa, pues los problemas de la Educación Física a nivel social y político.
El éxito de los programas de promoción de la salud, utilizando las ventajas de los diferentes modelos analizados, requiere de una adecuada motivación en la clase de Educación Física, sobre todo cuando se aprovecha para combatir la obesidad.
Las conclusiones de un estudio sobre la motivación de los estudiantes niños y adolescentes para la actividad física, revelan que es de gran interés seguir investigando tanto en las clases regularizadas de Educación Física como en periodos en que los estudiantes disponen de actividad libre. Además Santos-Rosa (2000); Moreno y Cervelló (2003); Moreno y Gutiérrez (2003), coinciden en presentar una relación entre motivación y actitud positiva del alumno hacia la Educación Física, muy marcada en los estudiantes de primaria.
Un alumno motivado se muestra más activo, alegre, atiende a las explicaciones e incluso las cuestiona y percibe las clases de Educación Física como más emocionantes, divertidas y útiles. Aunque no se puede olvidar que la valoración que los estudiantes hagan de esta depende en gran medida de la orientación que los profesores dan a sus clases (Cervelló y Santos-Rosa, 2000).
Como se puede observar, la motivación se convierte en un pilar básico, indiscutible y nexo de unión entre alumnos y Educación Física, de la misma manera sucede en la práctica deportiva. En este sentido se define la motivación como el conjunto de factores personales y sociales que favorecen el inicio de un comportamiento, se persista en él o se abandone (Escartí y Cervelló, 1994; Roberts, 1992) y que viene determinada por la intensidad y dirección del comportamiento deportivo o por la intensidad y dirección del esfuerzo (Sage y Loudermilk, 1979).
De esta forma, si se llega a canalizar una adecuada motivación hacia el alumno o deportista se estará generando o cambiando ciertas perspectivas o comportamientos en beneficio de la práctica deportiva.
En el tratamiento de niños obesos, la motivación hacia la actividad física desempeña un papel importante no sólo el gasto extra de energía durante la actividad física es relevante sino hacer ejercicio de forma regular también tiene efectos benéficos adicionales en el tratamiento del sobrepeso y la obesidad.
Es importante no desestimar las posibles dificultades para iniciar un programa de actividad física en los niños obesos. Resulta difícil la motivación de estos niños para participar en ejercicio regular, por diversas razones físicas sociales y psicológicas. A menudo, poseen una falta de confianza en sus capacidades físicas, se consideran con menor competitividad, coordinación, flexibilidad y resistencia, sin embargo, no se consideran menos sanos, ni menos fuertes, ni menos activos. Aunque el exceso de grasa corporal representa una carga de peso extra que les dificulta realizar ejercicio aeróbico.
Asimismo, la urbanización con el consecuente aumento de la prevalencia de estilos de vida sedentarios y el bajo apoyo paterno para realizar alguna actividad física puede mantener a los niños obesos alejados del deporte. Psicológicamente, los niños con sobrepeso, se perciben a sí mismos con mayor grasa corporal que los niños con peso normal y tienen una noción de apariencia más pobre. Estas percepciones deben ser consideradas al momento de implementar los programas de actividad física.
Por lo tanto, un programa deberá estar diseñado para fortalecer la autoestima y estar acorde a las capacidades de cada niño o adolescente. Las actividades deberán ser divertidas y placenteras. La primera acción consiste en incorporar la actividad física a la rutina cotidiana (caminar, jugar). Una vez que el niño haya ganado confianza en su capacidad para ejercitarse, se deberá cambiar hacia aquellas actividades que puedan producir mayores beneficios fisiológicos.
Otros autores, utilizan como alternativa el hecho de que los niños obesos encuentran más placenteras las conductas sedentarias, así que para mejorar la actividad física sugieren utilizar estas conductas para incitar a los niños al ejercicio. Por ejemplo, hacer bicicleta estacionaria viendo la televisión o correr escuchando música.
Conclusiones
El problema de la obesidad infantil es social y por consiguiente requiere un enfoque poblacional, multisectorial, multidisciplinar y adaptado a las circunstancias culturales.
Las clases de Educación Física son un medio eficaz para materializar el interés de contribuir a mejorar la salud de los niños con sobrepeso, pero para ello se requiere de estrategias motivacionales que conduzcan a participar activamente.
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