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Juego y fiesta en el ‘atrás de la vía’

 

Licenciado en Tiempo Libre y Recreación. Magíster en Antropología y Doctorando

en Ciencias Sociales. Docente del Profesorado en Educación Física y Licenciatura

en Educación Física (IPEF - Universidad Provincial de Córdoba, Argentina) y de la

Tecnicatura en Sociopedagogía (Instituto Superior Dr. Domingo Cabred, Córdoba)

Director de Cultura y Educación de la Municipalidad

de Unquillo (Provincia de Córdoba)

Marcos Griffa

marcos.griffa@yahoo.com.ar

(Argentina)

 

 

 

 

Resumen

          El presente trabajo es un extracto de “Los de atrás de la vía. Formas de clasificación social y prácticas lúdicas en un pueblo de la pampa gringa (Argentina)”, tesis de Maestría en Antropología, de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Allí indago en las clasificaciones nativas que, a partir de un tipo particular de prácticas sociales -las lúdicas y festivas-, trazan fronteras que definen los límites en los procesos relacionales de los diferentes grupos sociales. En la vida lúdica y festiva, como en otras prácticas, se (re)producen y (re)presentan estas clasificaciones sociales, por lo que considero que, lejos de ser simples accesorios de la cotidianidad de ese sector, producen espacios, relaciones y sentidos, reforzando fronteras sociales o trazando nuevos límites territoriales y culturales.

          Palabras clave: Cultura. Sociedad. Juego. Fiesta.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 196, Septiembre de 2014. http://www.efdeportes.com/

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El pueblo “gringo”

    La centralidad analítica de las categorías “gringo” y “criollo” es una de las claves para comprender la construcción de relaciones de hegemonía y subalternidad en los pueblos de la pampa gringa de la provincia de Santa Fe, Argentina. En la localidad de Suardi, “gringo” y “criollo” se constituyen en las categorías centrales a partir de las cuales se teje la trama social pueblerina.

    La identidad de estos grupos étnico-sociales y la producción de sentidos de los sujetos deben ser analizadas en el marco de procesos relacionales y contrastantes, interdependientes de la dinámica y estructura social más amplia, atendiendo a una doble dimensión de la etnicidad criolla, tanto territorial como cultural, etnicidad que lejos de estar dada se resignifica constantemente en las relaciones sociales cotidianas. La hegemonía gringa no se constituye sólo a partir de sus condiciones materiales de existencia sino también a partir de múltiples mecanismos de dominación a través de los cuales los gringos exaltan su “valor humano superior” en relación a los criollos.

    Los gringos se fueron dotando de instituciones destinadas a asegurar su hegemonía –y con ella la subalternidad criolla- inventando narrativamente, a partir de la transmisión de generación en generación del mito de origen, el pueblo gringo, situándose como únicos protagonistas de la historia y adjudicándose determinados valores para autoproclamarse como “gente de bien”, construyendo su autoimagen a partir de sus “mejores miembros” (Elías, 2000), de sus “familias distinguidas”.

    La diferencia social también se inscribe en el cuerpo, en un proceso de racialización que hace de la pigmentación de la piel un indicador visible de “inferioridad” o “superioridad” social1. El estigma y (des)valoración social de los criollos y criollas en tanto “negros” y “negras” se refuerza en las relaciones cotidianas en el pueblo a través del lenguaje, siendo ello utilizado por los gringos como estrategia de conservación de su posición de poder.

    Como resultado de la interacción social contrastiva los criollos expresan un conjunto de valores que vertebran el sistema de (auto)representaciones en relación a sí mismos y al propio barrio, como contraste objetivo y vivido en relaciones de alteridad. Algunos criollos utilizan indistintamente las nominaciones adjudicadas por los gringos hacia ellos y hacia su barrio, otros lo distinguen como modos diferenciados de (re)presentación; estos modos de nombrar(se) no deben ser pensados como adscripciones autocontenidas sino como procesos de construcción de hegemonía.

    En definitiva, los criollos –al igual que los gringos- no son meros reproductores del orden vigente sino que se constituyen en productores de prácticas y sentidos que disputan los principios clasificatorios de (di)visión del mundo social. Y es en esta disputa donde encuentro algunas pistas para pensar las resistencias de la subalternidad criolla.

Las prácticas lúdicas y festivas en el “atrás de la vía”2

    Las clasificaciones nativas, a partir de un tipo particular de prácticas sociales -las lúdicas y festivas-, trazan fronteras que definen los límites en los procesos relacionales de los diferentes grupos. Las clasificaciones presentes en los juegos y fiestas también son utilizadas como formas de diferenciación social entre los criollos y criollas. En su vida lúdica y festiva, como en otras prácticas, se (re)producen y (re)presentan estas clasificaciones sociales.

    Las prácticas lúdicas y festivas desarrolladas “atrás de la vía”, lejos de ser simples accesorios de la cotidianidad de ese sector, producen espacios, relaciones y sentidos, reforzando fronteras sociales o trazando nuevos límites territoriales / culturales. Es posible reconocer allí una puesta en juego de clasificaciones sociales, esto es, distinciones, diferenciaciones y oposiciones que se (re)construyen en los intercambios sociales entre gringos y criollos y al interior de las relaciones entre éstos últimos.

Suardi, Provincia de Santa Fe. Fuente: Google Maps

    Para los criollos las prácticas lúdicas parecieran constituirse en oportunidades para renovar festivamente su propia condición, oponiendo a la “cultura del trabajo” una “cultura del juego y la fiesta” que, pese a no subvertir las condiciones hegemónicas impuestas por los gringos, habilitan otros escenarios y oportunidades de construcción sectorial y cultural.

    Las prácticas lúdicas y festivas, lejos de situarse como actividades aisladas e inconexas, producto de una “natural tendencia” de los criollos y criollas a la fiesta, constituyen todo un complejo sistema de relaciones sociales. La alteridad y la mismidad criolla se construyen también en aquellas prácticas vinculadas a lo lúdico-festivo. La hegemonía gringa y la subalternidad criolla se construyen a partir de una jerarquía racial-social y de una jerarquía ética entre trabajo y fiesta. La libertad como valor sustentador, la particularidad de un tiempo y un espacio distinguido, las relaciones sociales (re)construidas y la sensación placentera de estas prácticas son algunos de los componentes “intensos”, “tensos” y “densos” de dichas experiencias. En ellas los criollos fueron abriendo nuevos espacios desde donde construir otros ordenamientos sociales a los impuestos por los valores hegemónicos del mundo del trabajo.

    ¿Qué papel jugaron -y juegan- este tipo particular de prácticas sociales en la conformación de la identidad gringa y criolla? ¿Cómo se fue construyendo, desde los juegos y las fiestas, la hegemonía gringa y la subalternidad criolla? ¿Cuáles eran -y son- los “márgenes” de mutabilidad que permitía -y permite- el mundo lúdico-festivo criollo?

Lo que está en juego

    Un elemento distintivo del juego en el “atrás de la vía” es el azar, la incertidumbre del ganar o perder, el riesgo, en términos materiales y simbólicos, construyendo, étnicamente hablando, los valores criollos del “no trabajo” en contraste con el “esfuerzo” gringo.

    El juego de bochas en el “atrás de la vía” no es la quiniela; en ésta nada se arriesga públicamente y nada se pone “en juego” más que el dinero. Digamos que en los juegos de puro azar juegan dinero, en cambio en el juego de bochas se juegan públicamente “otras cosas”. Éste no cambia, ni por ganar o perder, la posición social de los criollos, ni siquiera al interior del propio barrio. El resultado de éste no aumenta ni disminuye las riquezas de los jugadores, a pesar de que en algunos casos se juegan el salario semanal. Nada cambia tampoco su relación con los gringos. La “profundidad” del juego (Geertz, 1987) está en el hecho que lo que se juega es algo más que el dinero, éste es una cuestión secundaria. Lo que se juega es el prestigio, el respeto, la consideración pública y el orgullo. Incluso la reputación del criollo cuatrero se fortalece en las bochas pero en clave de juego, lo que lo hace merecedor, aún más, del respeto social en el barrio. Pero a diferencia de una discusión o pelea que pudiera darse en el bar, el juego de bochas, después de todo, es sólo un juego. En la singularidad de esta acción lúdica se “superponen” el prestigio, el dinero, la identidad, la masculinidad. En el juego el criollo se arriesga públicamente, se expone públicamente, aún más cuanto mayor es la apuesta. Para la “moral gringa” esto incrementa la irracionalidad de la acción y el “vicio” del propio juego; para los criollos, en cambio, lo que se incrementa es la significación de la acción.

    Las interacciones entre jugadores y apostadores, sus posiciones, disposiciones y acciones, las reglas, acuerdos, configuran la dinámica interna del intercambio comunicativo que se produce en el espacio de juego y que constituye al juego como situación de interacción simbólica.

    En el atrás de la vía, la fiesta y el juego son dos dimensiones de un mismo vértice, espacio/tiempo de lo lúdico-festivo; hay un juego que se juega en la fiesta tanto como un tono festivo que se construye en el juego. En lo lúdico-festivo aparece el “otro lado” del otro lado, espacio transformado y transformador donde la identidad es simbólicamente representada, espacio que para la ideología dominante debe ser domesticado públicamente.

    El territorio lúdico-festivo no es un espejo de la realidad ni tampoco un mero escenario donde están los criollos, las criollas y sus prácticas; éstas son algo mucho más “denso” que la posibilidad de decir yo (no) soy criollo/a, bueno/a o malo/a. Hay, si es fiesta y juego, un asomarse al vacío. Es así que considero que el juego y la fiesta en el “atrás de la vía” se constituyen en un lugar de disputa por el poder de categorizar y clasificar y hacer público esas clasificaciones. El ritual lúdico-festivo surge entonces como un tiempo “fuerte”, con espesura, que no sólo puede reforzar el vínculo social entre los criollos, sino, más aún, habilitar nuevos espacios de disputa que, más que enfrentar a los criollos y gringos, provoca a las fuerzas de (des)estructuración social.

    Estas interacciones significativas marcan rupturas y discontinuidades en el flujo cotidiano constituyéndose en momentos “densos” de la dinámica social criolla, que pese a no subvertir las condiciones hegemónicas impuestas por los gringos, habilitan nuevos escenarios de disputas -de hegemonía y de producción ideológica- en las estructuras de clasificaciones que operan en los intercambios sociales.

    A pesar de las pretensiones del puritanismo “gringo”, los criollos (se)di-vierten(en) el espacio del juego y la fiesta, disputando los convencionalismos disciplinantes de control social (ludus) desde la práctica trasgresora de la alegría, la diversión, el placer y la libertad de la acción lúdica (paidia), disputa que se instala en términos conflictivos entre la hetero y la autonomía de las prácticas sociales; entre la lógica utilitarista y productivista del trabajo y la lógica de la fiesta; entre la concepción dominante de la realidad inmutable, acabada y naturalizada y la concepción subalterna de la realidad como proceso dinámico, inacabado y socialmente construido.

Notas

  1. Tal como afirma Aníbal Quijano (2007) la idea de “raza” opera, desde hace más de 500 años, como patrón de dominación, clasificación y estratificación social de las personas.

  2. “Atrás de la vía” es un término nativo que se utiliza para designar a los pobladores criollos asentados en el sector oeste de la localidad de Suardi, pequeño pueblo del interior de la Provincia de Santa Fe, Argentina.

Bibliografía

  • Blázquez, Gustavo y Nusenovich, Marcelo (1995). La fiesta o el juego de lo público y lo privado. En El arte entre lo público y lo privado. CAIA. Buenos Aires.

  • Blázquez, Gustavo (2004). Coreografias do genero. Uma etnografia dos bailes de cuarteto em Córdoba (Argentina). Tesis de Doctorado. PPGAS/MN/UFRJ. Rio de Janeiro. Brasil.

  • Bourdieu, Pierre (1992). ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Madrid. Akal.

  • Bourdieu, Pierre (2000). Cuestiones de sociología. ISTMO. Madrid. España.

  • Caillois, Roger (1986). Los juegos y los hombres: la máscara y el vértigo. Fondo de Cultura Económica, México D.F.

  • Elías, Norbert (2000). Os Establecidos e os Outsiders. JZE. Rio de Janeiro. Brasil.

  • Geertz, Clifford (1987). La interpretación de las culturas. Gedisa. Barcelona.

  • Gravano, Ariel (2003). Antropología de lo barrial. Estudios sobre producción simbólica de la vida urbana. Ed. Espacio. Buenos Aires.

  • Huizinga, Johan (1968). Homo Ludens. Emecé Editores. Buenos Aires.

  • Quijano, Aníbal (2007). Colonialidad y clasificación social. En: Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel (eds.). El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Siglo del Hombre Editores. Bogotá.

  • Winnicott, D. Realidad y juego. Gedisa. Buenos Aires.

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