El fútbol entre: la memoria, el poder y la resistencia | |||
Licenciado en Comunicación Social, Universidad Central del Ecuador Máster en Antropología, FLACSO, Ecuador Analista de comunicación, Superintendencia de Información y Comunicación |
Leonardo Xavier Brito Alvarado (Ecuador) |
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Resumen El presente ensayo aborda la temática del fútbol desde una mirada enfocada en la memoria social. Este deporte implica una serie de articulaciones políticas y sociales que, en mucha ocasiones, son ocultadas por el fanatismo de los seguidores. Por tanto, para entender al fútbol desde una arista más amplia es indispensable abordarlo no solo como un juego deportivo, sino como todo un campo de interacción social. Palabras clave: Fútbol. Memoria. Política. Simbolismo.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 19, Nº 196, Septiembre de 2014. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
No hay duda, el fútbol seduce, emociona y entretiene a millones de personas, se convirtió en un acontecimiento global; y si acudimos al uso de la metáfora, es un agujero negro que atrapa la cotidianidad social. Seducción a la que los y las ecuatorianas no pueden escapar.
El fútbol, como deporte, posee una serie de valores deportivos y sociales, que pueden abrir nuevos escenarios para reflexionar los contextos culturales. En especial, en aquellos donde se ha convertido en la actividad deportiva más importante, tanto en su práctica como en los discursos: políticos, económicos y mediáticos, que se construyen a su alrededor.
Entre los valores más importantes se puede citar: autodisciplina, trabajo en equipo, juego limpio, control, obediencia, predisposición a la violencia. Es una herencia británica que se mudó a las colonias bajo un denominador común, dicha visión colonialista del imperio inglés, políticamente, se puede leer siguiendo a Spivak y su teoría de lo subalterno. “La educación de sujetos coloniales complementa su producción dentro de la ley. Un efecto de establecer una versión del sistema británico […].” (Spivak, 2003: 319).
El futbolista como subalterno es un sujeto producido dentro de una hegemonía elitista, es decir, se inscribe en la lógica de una sociedad jerarquizada y desigual. Hoy no importa de dónde es un jugador, ni qué color de piel tiene, lo importante es que juegue y tenga un mercado para vender su juego. Si se toman las ideas de la pensadora hindú se puede hacer una analogía, entre el subalterno colonizado y el jugador. “La estratificación necesaria de la constitución-del-sujeto colonial en la primera fase del imperialismo capitalista vuelve inútil el “color” como significante emancipatorio.” (Spivak, 2003: 399). El fútbol, en sí constituye uno de los fenómenos sociales más importantes del siglo XX.
En este sentido, el fútbol genera pasiones y sentimientos entre sus seguidores, desembocando en actitudes fuera de la lógica racional de la Modernidad. El fútbol hace girar a una buena parte del mundo, desde las grandes empresas deportivas, que constituyen una elite mundial, hasta las canchas polvorientas en los rincones más olvidadas del mundo; el fútbol constituye una forma de vida, tal como lo describe Rivera Gómez:
Desde aquellos estudiantes ingleses del siglo XX que elaboraron y homogenizaron las reglas y normas de lo que aquello, considerado un simple juego de pelota, nunca se imaginaron las dimensiones tan altas que adquiriría su iniciativa, hoy para bien o para mal, el fútbol es sinónimo de pasión, sentimientos, fiesta, odio, guerra simbólica, guerra materializada, religión, política, baile, música, y en algunos casos hasta la vida. (Rivera: 2005, 8).
El presente ensayo gira bajo la idea de que el fútbol, en determinados momentos históricos, conlleva a la construcción de una serie de discursos sobre la identidad, la memoria y el poder. Construcciones conceptuales que han emergido, muchas de ellas, de las élites burguesas que han construido una esfera, sobretodo mediática, destinada a satisfacer sus intereses a costa de la felicidad a la población.
Sin embargo, también el fútbol ha sido una fuente para la resistencia civil frente a la violación de los derechos humano, mediante el uso simbólico de la protesta, que en muchas ocasiones ha conllevado a la violencia. En este punto, el fútbol no ha tenido, dentro de las Ciencias Sociales, un lugar importante para el debate social, en especial en Ecuador, salvo algunas excepciones.
Una mirada histórica, de las tantas existentes
Por mucho tiempo el fútbol fue un deporte carente de reflexión social y académica, no era más que un juego simple de personas pobres que hacían rodar una pelota. Desde los años ochenta, se comenzó a mirarlo de manera distinta, el primer encuentro fue la mirada política/económica. El fútbol fue presentado como “una creación de las sociedades industriales capitalistas de la era victoriana.” (Segurola, 1999:4). En un primer momento, fue un entretenimiento de los obreros de las industrias británicas, el fútbol moderno tuvo su origen en los estratos económicos más bajos de la sociedad inglesa, en este sentido, Fernández y Cachán afirman: “el fútbol se configuró como todo un dispositivo canalizado en sistemas de regulaciones y codificaciones, bautizó campos deportivos, creo prensa deportiva y apuestas.” (Fernández y Cachán, 2006: 231).
El fútbol nació como una especie de manifestación artística del proletariado, reglas sencillas fueron su clave para que sean entendidas por las masas. En sentido, “Benjaminiano”: “El modo originario de inserción de la obra de arte en el sistema de la tradición encontró su expresión en el culto, las obras de arte más antiguas surgieron, como lo sabemos, al servicio de un ritual, que primero fue mágico y después religioso.” (Benjamin, 2010: 51).
Continuando con Benjamin el fútbol se constituyó en “la distracción como una variedad de comportamiento social. La masa es una matriz de comportamiento […]. La cantidad se ha convertido en calidad: el crecimiento masivo del número de participantes ha modificado la índole de su participación.” (Benjamin, 2010: 63).
1863 parece ser la fecha de nacimiento del fútbol en la ciudad de Londres en la “Freemason´n Tavern” (Ramonet, 1999). Se crearon y regularon las 14 leyes, entre las que se encuentran: dimensión de la cancha, anchura de las porterías, la función de los jueces entre otras. Estas leyes fueron creadas por jóvenes burgueses, una institucionalización reglamentaria para un juego de obreros. Se puede conectar estas leyes como un proceso de modernización hacia las clases obreras, ya que la élite debía armonizar el juego para su beneficio económico. Es como si el fútbol tuviera la necesidad de volverlo un acto repetitivo, algo regulado dentro de la lógica del orden social imperante, como afirma Figueroa:
En la modernidad burguesa se vivió uno de los procesos de institucionalización más notables. En este sentido, la verdad en términos de Foucault, no es un valor intrínseco a los enunciados sino el resultado de un proceso de institucionalización. Esta institucionalización se logró a través de la importancia crucial que adquiere la repetición de los enunciados, como se expresa en los comentarios. La función del comentario, Foucault la ubica en la imperiosa necesidad que existe de establecer nuevas formulaciones y reformulaciones sobre un texto; estas constantes formulaciones hacen del comentario una actividad atrapada por el principio de la repetición. (Figueroa, 2004: 101).
Ignacio Ramonet argumenta que el fútbol es una práctica de poder para la consolidación del poder industrial británico de inicios del siglo XX. “Los patrones evaluaron el interés y el prestigio que se podía proporcionar a un club de fútbol. A la vez esto permitía una mayor relación entre los obreros y podía asegurar una fama mayor para la empresa.” (Ramonet, 1999: 3). Desde esa época los empresarios ingleses vieron en el fútbol la oportunidad de poder exportar otra forma mercantil, desde ese momento, nuevas formas de riqueza llenaban las arcas de los bancos ingleses.
Así, en 1879, Arnold Hills, propietario de la fábrica siderúrgica Thames Ironworks, funda el club Wets Ham. El famoso club Arsenal fue creado por un grupo de obreros de Woolwich Arsenal. El Manchester United, por su parte, reunió a los ferroviarios. El Sheffield Union saca su nombre de una cuchillería y sus jugadores son apodados los cuchillas. Bajo toda iniciativa, el fútbol, que nació en las escuelas, se extiende poco a poco a toda la sociedad inglesa, deporte preferido por la clase obrera, el rugby será el deporte de las élites, el people´s game se convertiría a partir de 1880 en uno de los emblemas de la cultura de los trabajadores. Después, el fútbol se extendió a toda velocidad y conquistó rápidamente el mundo, con dos notables excepciones: Estados Unidos y la India, con todas las clases confundidas en su seno. (Bromberger, 1999: 31).
Esta nueva exportación mercantil británica, también conllevó una imposición, una mirada, teórica, hacia la periférica, lo que hoy se denomina subalternidad. Con el tiempo y con determinadas variaciones, “el fútbol llegó a Latinoamérica, más precisamente a finales del siglo XIX con el fútbol también llegó determinadas prácticas mercantilistas y políticas, en este aspecto un ideario asociacionista se propagó por casi todos los países de la región” (Alabarces, 2006: 58). En este sentido, Oliven y Damo describen estas prácticas nacientes: “Esas nuevas formas de sociabilidad, productos de la industrialización y de la racionalización quedaron inicialmente restringidas a los inmigrantes, descendientes y nativos pertenecientes a las clases altas.” (Oliven, Damo, 2001: 10).
Las prácticas de este deporte, poco a poco perdieron esa condición, la popularización sobre todo entre los obreros, produjo una nueva estructuración social, las clases populares son las que más juegan y se apasionan; mientras que las élites administran al deporte, es aquí cuando existe una mirada discriminatoria social. Como dice Said políticamente hay un occidente y un oriente, en fútbol ocurre lo mismo, incluso con las mismas intenciones, el control, en este caso del juego.
Los futbolistas se han constituido, salvo algunas excepciones, en seres humanos carentes de palabras, es como si existieran para jugar, son subalternos del mercado de la sociedad.
Los simbolismos y la fiesta del fútbol
No solo es de mover una pelota o anotar un gol. El fútbol posee una serie de características que no se repiten, necesariamente, en otros deportes; es un lugar social donde se producen una serie de ritualidades que se representan como una fiesta, la existencia de acciones que en la cotidianidad no se muestran. Huzinga, describe al acto futbolístico como un momento lúdico, donde las reglas de juego están dadas pero a la par también se construyen conforme el juego avanza:
Así, el juego, el de las calles de los barrios populares los domingos en la mañana, el de los empleados de las fábricas al mediodía y el de los niños que comienzan a patear un balón, puede considerarse como juego, con reglas preexistentes, y algunas por construir. Juego donde algunas veces la única limitación que existe es la línea de fondo, donde el balón muere, pero las manos, los saques de banda y las faltas no existen o mejor dicho no se cobran. Aquí el fútbol es una fiesta de amigos, una fiesta de integrantes en uno u otro bando, de sudar alcohol ingerido el día anterior, donde las faltas a las normas de fútbol, no se discuten, solo se ven y se gozan, un fútbol, juego donde la interrelación barrial, familiar y comunitaria, encuentra la mejor excusa para subsanar conflictos, para hacer de un momento que no tiene límite de tiempo, quizás el mejor momento de toda la semana. (Huzinga: 2001, 78).
Bajo las ideas de Huzinga, en Quito, es común observar en los barrios populares, tanto del sur como del norte, las famosas ligas barriales de fútbol. Muchos de estos campeonatos se desarrollan en estadios de tierra, que en verano levantan al viento hasta provocar la invisibilidad del balón; mientras que, en invierno la unión de la tierra con el agua hace que no se pueda distinguir a los colores de los equipos, ejemplos de estas ligas son: La Vicentina, Calderón, San Juan, La Ecuatoriana, La Ferroviaria, Carcelén, entre otras; el fútbol constituye una actividad lúdica y de acción social, que pretenden revivir el sentido de comunidad.
La geopolítica del fútbol
Manuel Vázquez Montalban describía, “que el más pequeño responsable de un club pesa socialmente más que la más alta autoridad, y su capacidad de movilizar a las masas es muy superior.” (Vázquez Montalbán, 1999: 47). Bajo este panorama, el fútbol constituye en un elemento central en las relaciones internacionales, Pascal Boniface argumenta que: “hoy estamos frente a una geopolítica del fútbol, y como se ha constituido en un imperio planetario, el sol de este imperio nunca se oculta; no hay que desconocer que el fútbol se constituye en un fenómeno universal, que no tiene fronteras, es como si la famosa teoría de Marshall McLuhan de la Aldea Global, se haya concretado” (Boniface, 1999:93).
Es tan mundial e importante el fútbol que haciendo una comparación entre la ONU y la FIFA. Existen 186 miembros en la ONU, mientras que en la FIFA 198. “En la FIFA, Reino Unido, está representado por Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte, País de Gales, mientras que en la ONU estos países se agrupan con el nombre de Reino Unido” (Boniface, 1999:93).
La identidad en disputa
Cada cuatro años se lleva a cabo el mundial de fútbol. En estos partidos el adversario nacional lo constituyen las otras selecciones nacionales. El juego pasa a tener una connotación de orgullo nacional, es como si las antiguas guerras fueran reemplazadas por el partido en sí. Los estados-nación, en los mundiales, poseen aparte de un territorio, una población, un gobierno y una selección nacional de fútbol, que representa la identidad a proteger.
Cada uno de estos partidos representa una especie de independencia, la posibilidad de poder defender una frontera imaginaria, Buenaventura de Souza, afirma “que el fútbol es la continuación de la guerra política.” (De Souza, 2006). Si bien en cierto, el desarrollo y expansión de este deporte se basa sobre todo con la mercantilización mediática, hay que recordar que los mundiales de fútbol son una especie de guerra simbólica, que en ocasiones pasa a convertirse en material. El ejemplo, es la guerra que mantuvieron en 1969 El Salvador y Honduras que se enfrentaron después de un partido clasificatorio del mundial México 1970; aunque detrás de esa guerra llamada “guerra del fútbol” existieron factores como la profunda migración, de cerca de 300.000 salvadoreños a Honduras, la que provocó tensiones con los nativos, así como los problemas políticos internos de este último país. “Los políticos en el poder en Honduras necesitaban un proyecto para unificar a la nación y elevar la popularidad del gobierno hondureño.” (Boniface, 1999: 93).
La globalización del fútbol y su poder colonizador se pueden reflejar en la conformación del mundial, los treinta y dos equipos de todos los continentes juegan por el honor patrio, aunque siempre la copa se queda en América del Sur y Europa Occidental. Esto no representa la equidad existente entre estas dos regiones, sino que se acentúa más el problema de colonialismo.
Memoria, política y fútbol
Es un juego, pero detrás de él hay todo una historia de corrupción, intereses económicos y por supuesto la política, todos estos elementos han permitido conjugar un papel importante para su consagración como el deporte más visto y, tal vez, el más importante del mundo. Antes de empezar la Segunda Guerra Mundial, los tres dictadores, fascistas, más relevantes del siglo XX: Mussolini, Hitler y Franco se aprovecharon de la popularidad de este juego para conseguir sus fines políticos y militares, hechos históricos que han dejado una huella de memoria social en estos países.
El fascista Mussolini tomó control absoluto en la organización del mundial de fútbol que organizó Italia en 1934, Hitler asesino a todo jugador alemán que no se apegaba al ideario de la cultura “aria” y por último Franco manipulo a España con el juego del Real Madrid.
Los campeonatos mundiales de fútbol, Uruguay 1930, nacieron con la idea de que las naciones pudiesen competir dentro de un ámbito no bélico y reglado por normas deportivas aceptadas por las partes. Es entonces, cuando el fútbol pasó a constituirse en una fuente de identidad nacional, los seleccionados nacionales llevaban consigo no un deporte como tal, sino a toda una nación deseosa de mostrarse al mundo como una unidad nacional.
Con la llegada de los fascistas al poder, el fútbol perdió su ideal deportivo y pasó a convertirse en un lugar de disputas ideológicas. El primero en encontrar una ventaja en este nuevo escenario fue Italia, donde Mussolini inspirado en la Roma Antigua pretendía hacer surgir el orgullo italiano al mundo y que mejor escenario para este acto que los triunfos de su selección nacional de fútbol. Dentro de la cual, existía un discurso machista de la sociedad italiana, lo varonil, los músculos de los jugadores crearon el imaginario del nuevo italiano, de la nueva Italia. “El gobierno necesitaba el apoyo popular y lo popular en Italia estaba en el fútbol.” (Lanfranchini, s/p, s/f).
Cuando Italia organizó el mundial de 1934, el gobierno fascista demostró al mundo de que era capaz de hacer, mostró una sociedad “moderna” lejos de la imagen de una sociedad campesina.
Para que no haya duda de su autoridad en el campeonato y como para simbolizar su propia importancia, Mussolini creó un trofeo especial para el equipo ganador. Haría todo lo que estuviera en su mano para que el trofeo se quedara en casa. La creación de este trofeo representaba la melomanía y un símbolo fantástico de ella era el trofeo copa del Duche, que es un seis veces más grande que la copa del mundo […] El Duche y la nación representa a todo el mundo, y para la iconografía esto es fundamental. (Lanfranchini, s/p, s/f).
Cuando Italia consiguió el campeonato mundial la popularidad de Mussolini se consolidó, el fútbol había sido utilizado como propaganda política de un Estado fascista. De esta manipulación italiana se pasó a un escenario mucho más grande. Alemania había tomado notas para su propio beneficio.
Los Juegos Olímpicos organizados por Alemania fue el escenario perfecto para difundir al mundo la administración del estado alemán como ejemplo a seguir. Sin embargo, el equipo alemán de fútbol no consiguió la medalla de oro, fue la segunda derrota luego que el velocista, negro, estadounidense James Cleveland Owens ganara oro en atletismo.
La vinculación con el fútbol, por parte de Hitler no terminó cuando Alemania y Austria se unieron; despojó a esta última de sus símbolos, obras de arte, y permitió que el fútbol saque provecho. Los jugadores austriacos tenían mejor preparación que los alemanes; lo que condujo a la formación de una selección nacional de fútbol alemana mucho más poderosa, gracias a la anexión de austríacos.
Muchos jugadores austríacos, entre ellos su figura máxima Matthias Sindelar, no quería pertenecer a la selección alemana, despreciaba la política nazi y deploraba la anexión del pueblo hacia Alemania y la política solo arios de su club. Sindelar se convertía en el nuevo símbolo de relación entre el racismo y el fútbol. El fútbol se convirtió en el primer vehículo de la resistencia, en una forma de hacer política, pero esto es una ironía histórica, ya que fueron los nazis primero en utilizar el fútbol como medio político. Pero ahora también se había convertido en medio de resistencia. (Madethaner, s/p, s/f).
En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, España se encontraba enfrascada en un Guerra civil que mantenía enfrentados a una izquierda que agrupa a los partidarios de la República y una coalición de derecha con Franco a la cabeza de una ideología conservadora. En 1939 Franco había consolidado su poder en todo España, el último bastión de los republicanos, Catalunya y su capital Barcelona habían caído.
La diferencia con Mussolini y Hitler, era que Franco no tenía una selección nacional para reivindicar el orgullo español, sino que el romance entre el fútbol y la política lo llevó a un nuevo escenario, los clubes profesionales.
Aislado políticamente de Europa, Franco consiguió en el fútbol una válvula de oxígeno para su existencia, para lo cual tomo como referencia al equipo más importante de la ciudad de Madrid, el Real Madrid y lo convirtió en el referente de la sociedad española. En contraste el equipo de la ciudad de Barcelona pasó a constituirse en el bastión de la oposición franquista y un claro ejemplo de la opresión hacia la cultura catalana.
El partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona, no solo era un juego, era la rivalidad entre dos culturas, entre dos ideologías. Hasta el día de hoy está revalidada se mantiene, es como si se enfrentará un pasado aterrador, el aislamiento total de Franco, con el pensamiento liberal de Catalunya, no hay que olvidar que Catalunya y el País Vasco fueron las regiones más azotadas por el franquismo.
El Fútbol Club Barcelona, y su estadio, se convirtieron en el único espacio donde el idioma catalán se podía manifestar, ya que este fue prohibido en la cotidianidad catalana, ni tampoco estaba permitida la utilización de símbolo alguno que pudiera identificarse con esta cultura.
No se puede obviar la importancia del poder que tiene la imagen que conduce a eternizar el instante, es decir, recupera lo vivido; sigue siendo el resultado de una necesidad social ante la angustia de que la vida se va. Fijar un momento de la vida, saber dónde estoy colocado, saber dónde estoy. Estas ideas sobre la recuperación de la cultura catalana, por medio de imágenes, tenían una onda repercusión en la política de represión de Franco, de ahí su prohibición para la exhibición en público.
En Catalunya se forjó un enemigo para España, al igual que lo fueron los judíos, moros e indígenas.
Con la llegada de la televisión Franco profundizó más la relación con el Real Madrid, este le permitía poder controlar a todo el país con las retrasmisiones y así poder distraer a la población. Benjamín argumentaba que el cine, en este caso la televisión, cumple la función de representación del mundo. “El cine resuelve esta tarea no solo con la manera en que el hombre se representa ante el sistema de aparatos de filmación sino con la manera en que, con la ayuda de éste, se hace una representación del mundo circundante.”(Benjamin, 2010:86).
En los factores de éxito deportivo, el Real Madrid solo alcanzó sus triunfos a mediados de la década de los cincuenta, en contraste el Barcelona conseguía éxitos deportivos en toda esta década, eso ocasionó que Franco se lance por el mejor jugador del mundo, el argentino Alfredo Di Stéfano, lo que a la postre le permitió al Real Madrid convertirse en el mejor equipo de Europa lo que se traducía en un éxito político para España.
La utilización de Di Stéfano por parte del Real Madrid y Franco, es clave para dar una sensación de normalidad en España, Di Stéfano cambió la imagen de España con cinco triunfos consecutivos de la Copa de Europa de 1956 a 1960. Con estos éxitos Franco construyó el imaginario de una España glamorosa…Franco fue el primero en comprender la importancia del fútbol en las relaciones internacionales […]. Gracias al Real Madrid, el estado Español se reintegró al mundo. (Lanfranchini, s/p, s/f).
El poder del fútbol fue tan importante para Franco que el mundial de Francia de 1960, España fue retirada, la razón, debía enfrentarse a la Unión Soviética, país con el que Franco no tenía relaciones debido al apoyo, político y militar, de este país hacia los catalanes. Era un partido entre las ideologías comunistas y fascismo, la cual se dio en 1964. Manipular el fútbol es manipular a las masas populares, en el siglo XX y también en el XXI el fútbol es mucho más que un juego, es un poder.
Conclusión
De una manera sencilla, el fútbol es Identidad Nación: en especial para Latinoamérica y Europa, es como el béisbol, fútbol americano o el rugby para los estadounidenses. Es Cultura: se juega el domingo y se habla toda la semana, produce rituales, símbolos y cotidianidades. Es sencillo, se juega con 11 reglas. Es un deporte de pobres: se juega con los pies y con cualquier cosa, pero de los ricos la administración. Posee un dramatismo que dura noventa minutos.Tiene una estética de la repetición: se juega siempre, el mismo dramatismo, las mismas jugadas. Y el fútbol es esto una repetición, seductora, de lo mismo en noventa minutos.
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