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El farragoso camino hacia el mundial de fútbol de 2014

   
Sociólogo, UBA
(Argentina)
 
 
Roberto Di Giano
robaied@hotmail.com
 

 

 

 

 
Una amplia franja de la población mundial ya no se asombra por la falta de transparencia y por el carácter abusivo que muestra la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) cuando decide organizar un campeonato mundial en un determinado país. Sabe que es muy difícil que un gobierno no termine sometiéndose a sus caprichos aunque le acarree cuantiosos gastos al erario público.
 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 19 - Nº 192 - Mayo de 2014. http://www.efdeportes.com/

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    La realización del emblema oficial para la Copa del Mundo, la gran cita futbolística por excelencia, a desarrollarse este año en Brasil, no se le encargó como se supondría a priori a especialistas locales en el tema sino a personalidades famosas, celebridades, tratando de cubrir así a un amplio espectro social aunque dicho emblema genere controversias por la preponderancia otorgada a ciertos elementos.


Emblema del Mundial de Fútbol Brasil 2014
Las manos rodean... ¿la copa?

    Llama inmediatamente la atención que en el diseño de dicho logotipo se resalte tanto las manos porque el fútbol prohíbe específicamente el uso de dichos órganos de aprensión salvo en el caso del arquero. Precisamente constituye una característica fundamental que hace a la complejidad del juego: se usa el pie cuya área cortical es muy limitada en relación a las manos.

    Poco vale para alimentar una cultura futbolística genuina lo que han querido transmitir un puñado de figuras que gozan de cierto reconocimiento público porque la preocupación de ellos pasa más por la venta de la apariencia, del artificio, que por el hecho de ligar el acontecimiento deportivo con una rica historia tejida por notables jugadores locales empecinados en no dejar que aplastaran sus cualidades estéticas y dramáticas tan singulares. Sus logros, individuales y/o grupales, además de convertirse en instrumentos de integración colectiva colaboraron para que Brasil alcanzara figuración mundial al darle mayor solidez a la cultura local.

    Todos sabemos que un espectáculo globalizado de semejante envergadura tal como es el campeonato mundial de fútbol ha sufrido con los años una desmedida mercantilización y que la misma trajo aparejada, entre otras cosas, una erosión del compromiso de querer involucrarse con verdadero placer en una actividad lúdica que, pese a todas las tergiversaciones que ha sufrido, sigue movilizando a una enorme cantidad de personas en el mundo.

    Sometidos a este derrotero muchos de sus seguidores se trasformaron en espectadores pasivos, hastiados de casi todo lo que sucede a su alrededor y proclives a consumir prontamente los objetos fetiches.

    En tal contexto es razonable que las imágenes y relatos generados por minorías privilegiadas no busquen perdurar en la memoria colectiva, sino que posean preferentemente un carácter efímero y se encuentran alejados de la coherencia.

    De esta forma se pierde la posibilidad de atesorar valiosas expresiones de la cultura popular. Se las empobrece emocionalmente para que no corran el riesgo de convertirse en historia.

    Por otro lado las máximas autoridades políticas del país, que luchan por hacer pie en una sociedad desarticulada, aprovechan la compulsión consumista para tratar de borrar las múltiples insatisfacciones colectivas, además de contar con un aparato represivo cada vez más sofisticado listo para operar en cualquier momento contra quienes se empecinan en rebelarse contra un orden que consideran injusto.

    Tengamos en cuenta que en las disputas de carácter internacional siempre se despiertan los sentimientos nacionales que se pasean altivos por los espacios públicos y en abundante medida por las tandas publicitarias. Y que los delirios de grandeza se ponen a la orden del día porque la tan ansiada globalización deportiva va acompañada de impulsos identitarios que se agigantan en tales circunstancias.

    Por otro lado, la cuestión de valerse de los futbolistas de elite para afirmar el prestigio de una nación se ha convertido en una ley de hierro para todos los gobiernos que quieren transmitir optimismo a la población.

    Cuando se comprueba la eficacia de las manipulaciones llevadas a cabo por selectas minorías, se ven claramente las respuestas ambivalentes de los aficionados. Si bien los mismos suelen someterse rápidamente a las decisiones de los grupos políticos y deportivos dominantes que encuentran en el seno social condiciones favorables (brindadas por la ignorancia, la estupidez y el conformismo a ultranza) para llevar a cabo sus fines, son también capaces de guardar una distancia crítica y en ocasiones expresan su descontento, demostrando así que no son tan idiotas culturales como se cree.

    A la luz de la reciente experiencia brasilera, esas prolongadas manifestaciones de protesta en medio de la disputa de la Copa Confederaciones realizada el año pasado, no resulta tan fácil seguir sosteniendo que el espectáculo futbolístico es meramente el opio de los pueblos. Un discurso reduccionista basado en el desencanto extremo que lleva a pensar que quien se apasiona por el fútbol pierde automáticamente toda visión clara de los grandes problemas nacionales.

    Sin dudas, existen una variedad de actores sociales dispuestos a movilizarse, a ocupar espacios públicos para tejer un vínculo social compatible con la solidaridad. Sus rostros reflejan un sentimiento de indignación frente a una organización democrática desgastada, entre otras cosas, por una retórica fatigante, por la impunidad de la corrupción y el elitismo que permanentemente promueve.

    Una amplia franja de la población mundial ya no se asombra por la falta de transparencia y por el carácter abusivo que muestra la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) cuando decide organizar un campeonato mundial en un determinado país. Sabe que es muy difícil que un gobierno no termine sometiéndose a sus caprichos aunque le acarree cuantiosos gastos al erario público.

    Finalmente la democracia brasilera destinaría al gran evento millones de dólares por seguir los consejos lanzados por la FIFA que no tiene problemas en pisotear la soberanía de los países con tal de llevar a buen puerto un espectáculo totalmente contaminado por lógicas mercantiles y cada vez más alejado de los sectores populares.


Mascota del Mundial de Fútbol Brasil 2014
La mascota sostiene la pelota con la mano

    Al respecto, el ex jugador y hoy diputado Romario, que le aportó densidad y belleza a la historia cultural de su país en su feliz etapa de jugador, utilizó una contundente metáfora para graficar la cuestión: "el verdadero presidente de Brasil hoy se llama FIFA".

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EFDeportes.com, Revista Digital · Año 19 · N° 192 | Buenos Aires, Mayo de 2014  
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