Los de abajo* no tienen cuerpo ni saben escribir: Una reflexión en torno al divorcio entre literatura y deporte en Chile. Jorge Pesce Aguirre |
Lecturas: Educación Física y Deportes | http://www.efdeportes.com/ revista digital | Buenos Aires | Año 5 - Nº 18 - Febrero 2000 |
2 / 2
En segundo lugar, y en lo que dice relación con la literatura, resulta sugerente el hecho que son, en la mayoría de los casos, los mismos creadores literarios los que agitan el debate intelectual de la época con temas tales como el rol de la educación en el desarrollo nacional; la denuncia de las precarias condiciones de los sectores populares; la agitación cultural que da origen a las vanguardias (con todo el tinte legitimador que tiene este concepto al cuestionar lo viejo y reivindicar lo nuevo), etc.9 Es este hecho el que hace más relevante la situación planteada de olvido de la corporalidad, puesto que estos autores estaban permeados por tendencias estéticas que, quizás muy a su pesar, eran aristocráticas en el sentido de privilegiar la supremacía del espíritu por sobre la corporalidad10 . Aun aquellos que decían representar los intereses de los sectores populares, minusvaloraban toda la riqueza que encerraba (y encierra) la cultura popular, tales como sus juegos, sus danzas, sus competencias de sagacidad y astucia, etc. En este sentido resulta interesante lo ocurrido con J. V. Lastarria, un antecesor destacado de una postura crítica al orden vigente para su época:
"Nada grafica mejor el destino final del proyecto literario liberal que el viraje experimentado por Lastarria en sus últimos días (…). Renunciando a sus antiguas posiciones estéticas, el viejo publicista derivaría hacia las aguas del manido modernismo de fines de siglo, tan caro a la sensibilidad de las clases dominantes, ofreciéndonos una novela como 'Salvad las apariencias', impregnada de la rebuscada retórica descriptiva de lo 'refinado' y de lo 'inefable'. Así, el que otrora fuera el mosquito zumbón de la oligarquía termina sometido y complaciendo el 'gusto de la época'". (Brunner, op. cit., p. 100)
Esta cita de Brunner permite especular con la idea de que algo similar, aunque quizás no tan drástico, sucedió con los autores que participaron del debate literario-intelectual en el Chile de principios de siglo.
En tercer lugar, resulta sugerente el hecho que los ascendentes sectores populares comienzan a concebir la "cultura" como un factor importante de constitución de una nueva identidad social. En este proceso tuvo una alta influencia el anarquismo que perfiló un cierto "proletarismo ilustrado". Un buen retrato de estos nuevos sujetos lo hace el escritor González Vera en su libro "Cuando era muchacho":
"Dominaba en los anarquistas el deseo de saber, el anhelo de sobresalir en los oficios, el afán de ser personales. El individuo lo era todo. Cada uno buscaba su acento propio y era raro encontrar dos semejantes…
Augusto Pinto llegó a ser el mejor zapatero santiaguino, además de continuar estudiando un año entero geografía, otro francés, filosofía, sociología y así durante decenios. Lezana leyó mucho, derivó hacia el volteranismo, salvo en asistir a conciertos y exposiciones de pintura con la mayor devoción. Farías, el hojalatero, fue un buen conocedor de la poesía francesa. En las reuniones no aportaba discursos ni indicaciones, pero discurría con gusto sobre Mallarmé o Rimbaud, si a su alcance encontraba a Gómez Rojas o Manuel Rojas.
Francisco Pezoa, si bien no alcanzó fama, escribió "La Pampa", canción que no ignora ningún trabajador del salitre. Después compuso otras estrofas, también para ser entonadas con música popular, en que desfilaban, sin méritos, generales, clérigos y burgueses. Leyó a los clásicos, aprendió italiano y fue un buen conocedor del cooperativismo" (González Vera, J. S.; op. cit., p. 143)Nótese en los párrafos anteriores que el universo cultural en que se mueven los personajes citados lo conforman las llamadas "expresiones del espíritu". No se vislumbran en ellos interés por otro tipo de prácticas más "populares" (juegos, danzas, competencias, etc.). Es decir, incluso aquellos con una cierta mayor "conciencia de clase", tenían como referentes intelectuales las obras que se movían en la órbita espiritual tan cara a la estética de los sectores oligárquicos. Algo similar describe, en este caso en la antes mencionada Argentina, Osvaldo Bayer:
"En las dos primeras décadas del siglo, en apenas una generación, el fútbol se había acriollado definitivamente, igual que los hijos de los emigrantes europeos. En cada barrio nacían uno o dos clubes. Se los llamaba ahora Club Social y Deportivo, que en buen porteño significaba "milonga y fútbol".
Los anarquistas y socialistas estaban alarmados. En vez de ir a las asambleas o a los pic-nics ideológicos, los trabajadores concurrían a ver fútbol los domingos a la tarde y a bailar tango los sábados a la noche.
El diario anarquista La Protesta escribía en 1917 contra la "perniciosa idiotización a través del pateo reiterado de un objeto redondo". Comparaban, por sus efectos, al fútbol con la religión, sintetizando su crítica en el lema: "misa y pelota: la peor droga para los pueblos". (Bayer, op. cit., p. 1)Finalmente, en el Chile de principios de siglo comenzaba a vivirse un proceso social que cambiaría profundamente la configuración de nuestra joven nación. La llegada de Arturo Alessandri al poder, apelando a su "querida chusma", abrió las compuertas de la esperanza a todo un sector de la población que hasta ese momento sólo había sido espectador de los juegos de poder de los sectores dominantes. No obstante, dicha posibilidad pronto fue frustrada por asonadas militares y conspiraciones de palacio. En este escenario, el pueblo continuó viviendo en similares condiciones de precariedad a las que vivía a comienzos de la centuria. Sin embargo, esto no impidió que, soterrada y difícilmente, éste construyera sus propios espacios de expresión corporal y de sociabilidad. De ello hablan los numerosos clubes de fútbol, clubes sociales, mutuales, socorros mutuos, etc. que se fundaron entre 1920 y 1930.
Sin embargo, las formas específicas de apropiación que hicieron estos sectores populares tuvo sus raíces en una adopción, muchas veces meramente imitativa, de expresiones de otras latitudes (por ejemplo, el fútbol argentino, las rancheras mexicanas, la moda europea, etc.). Lo que implicó este fenómeno, y sus consecuencias en la actualidad, es tema de otra reflexión.
Citas
Uno de los autores que más se ha destacado por intentar relevar la dimensión cultural del deporte, en este caso del fútbol, es el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Lo interesante de él es que ha lidiado con la arraigada concepción, de matriz marxista, de considerar al deporte algo así como "el opio del pueblo". Galeano ha recopilado obras literarias rioplatenses que toman esta expresión deportiva y la trabajan como tema. (Ver bibliografía) En el caso de Chile, que sepamos, no existen referencias de este tipo entre nuestros autores. Todos los escasos estudios realizados en este sentido provienen de periodistas, sociólogos, etc. Los más exhaustivos, también referidos al fútbol, los ha realizado Eduardo Santa Cruz (periodista y licenciado en Ciencias Sociales). (ver bibliografía)
Esto tiene que ver con una vieja disputa entre historiadores, dada entre los que piensan que, hasta ahora, la historia de Chile ha sido la crónica de los poderosos (tenedores del poder político, militar, económico, etc.), y aquellos que intentan abrir nuevas sendas en el estudio de la configuración de nuestra nación. Entre estos últimos destacan Gabriel Salazar y Alfredo Jocelyn-Holt. (ver bibliografía)
La consideración de las expresiones literarias como documentos que registran algo más que la "sensibilidad del autor" es de vieja data. Sin embargo, sólo a partir de los años 50-60 se desarrolló toda una corriente en los estudios literarios que intenta bosquejar las matrices históricas, económicas, políticas, sociales, etc. a través de las obras de este tipo. Para éstos, el mejor registro global de una época o nación se da en las novelas, poesías, teatro, etc., pues en ellas se conjugan todos los elementos que configuran una ideología o "atmósfera cultural".
Subercaseaux, en la obra citada, corrobora este aserto cuando afirma:
"El centenario en síntesis fue un momento clave en la historia cultural e intelectual chilena, un evento que precipitó distintas visiones del país y contribuyó a situarlas en un escenario de debate intelectual moderno, espectro que abarcó desde la opinión de Iris, y los juicios de Luis Emilio Recabarren, hasta posturas mesocráticas como la de Venegas e incluso de personeros del gobierno o de la aristocracia como Morla Lynch, Orrego Luco y Edwards Bello. En torno a este arco de posturas e intereses diversos (mujer, sectores medios y populares y aristocracia tradicional) se va ampliando y complejizando la autoconciencia del país, y se despliegan las contradicciones y utopías que van a caracterizar muchas de las discusiones intelectuales y políticas del siglo veinte". (Subercaseaux, op. cit., p. 35)
Estos nuevos aires también tienen su correlato en una nueva estructuración de clases en nuestro país. Junto con la emergencia de sectores medios y proletarios comienza a configurarse un nuevo tipo de oligarquía: la naciente burguesía industrial y comercial. Dice Salazar:
"Las nuevas burguesías industriales y comerciales que se integran a partir del ocaso del gobierno oligárquico tradicional acusan el aire de los tiempos. El modelo parisino ya no es más que un recuerdo del pasado. Sus esposas y sus hijas ya no son damas caritativas, vestidas de negro y dedicadas a labores piadosas; la beneficencia es principalmente un asunto del Estado. Algunas se vuelven incluso feministas, artistas e intelectuales, y escandalizan a sus ascendientes con sus nuevos discursos y actividades, como es el caso de la escritora Iris, de la poetisa Teresa Wilms Montt y de la escultora Rebeca Matte. Los 'modos de ser' de la elite decimonónica, como los llamaría un historiador de las mentalidades, ya no son hegemónicos" (Salazar, op. cit. p. 42)
Sin embargo, y a pesar de que estos "modos de ser" ya no son hegemónicos, tal como afirma Salazar, su impronta quedará grabada en muchos de aquellos que, aun criticando a sus antecesores, mantienen una percepción que privilegia la "Razón" o "Espíritu" por sobre la vulgar corporalidad. Esto será especialmente relevante cuando estos sectores ilustrados comiencen a ejercer mayor influencia cultural y a imponer su hegemonía modernizadora. (Véase Subercaseaux, op. cit.)
Entendemos el concepto de "apropiación cultural" siguiendo a Subercaseaux, quien afirma:
"[La noción de apropiación] apunta a un proceso activo a través del cual se convierten en 'propios' o 'apropiados' elementos, ideas o estilos ajenos (…) la apropiación implica una adaptación o transformación en base a un código distinto y propio. (…) El enfoque de apropiación cultural (..) es, por ende, un enfoque más perceptivo o sensible a lo híbrido, a los acoplamientos, a las ambigüedades, a los sincretismos y a los rasgos y matices que se van configurando en el proceso de hacer propio lo ajeno." (Véase Santa Cruz, op. cit. p. 35)
"Recuerda Renato Ortiz (1991) que al proponer elementos que sirvan de articuladores para una identidad nacional que hegemonice las particularidades locales y regionales, los Estados modernos latinoamericanos necesitaron echar mano de formantes tradicionales y populares -en el más estricto sentido de clase-: así proyectan samba, carnaval y futebol en mitos brasileños, así transforman gaucho, tango y fútbol en emblemas de argentinidad. (…) La resultante: una identidad nacional, aunque propuesta desde el poder, no necesariamente debe ser administrada por él; las posibilidades de su polisemia mantienen su funcionamiento autónomo de imposiciones de sentidos absolutos, de bajadas de línea monolíticas y aparateadas" (Véase Alabarces, op. cit., p. 32)
Este proceso que es citado para el caso de Argentina y Brasil, no se produjo en Chile, o se produjo muy débilmente. No fueron precisamente los sectores populares los que hegemonizaron la constitución de nuestra identidad nacional. Esto queda graficado, por ejemplo, en el tipo de historiografía que se ha impuesto en la cultura chilena: es la crónica de los grandes apellidos, de los valientes soldados, de los grandes educadores, etc., es decir del poder militar, político, económico, cultural, intelectual, etc. Queda en la penumbra la historia de "Los de Abajo". (Para este último punto, véase Salazar, op. cit.)
"En 1885, el gobierno chileno manda contratar a Alemania a maestros competentes que implantarían una reforma en las escuelas normales de ambos sexos. Con esto, llega al país don Francisco Jenschke, profesor de física, geometría y aritmética y que, por sus conocimientos de gimnasia, se le contrata como profesor de esta asignatura. Junto con él llega el austríaco Nicetaz Krziwan, quien se desempeña como profesor de gimnasia en Chillán.
En 1889, al fundarse el Instituto Pedagógico, se suma al resto de las asignaturas un curso de gimnasia, con lo que los profesores no sólo se titulaban en la asignatura de su preferencia, sino que también lo hacían en gimnasia, pudiendo desempeñar ambas paralelamente. Como profesor de dicho curso se designa a don Francisco Jenschke, quien observó la necesidad de crear con urgencia un programa de Educación Física para el Pedagógico con una duración de tres años. Este plan patrocina como método la gimnasia alemana de Jahn, tal vez excesivamente rigurosa y militarizada, la que fue criticada por sus exigencias a veces más allá del campo pedagógico". (Fuentes y Bahamondes, op. cit., p. 11)
Dos observaciones a la cita anterior. La primera, nótense las matrices intelectuales de quien insertó la Educación Física en nuestro sistema de educación: "profesor de física, geometría y aritmética". Situados en un campo especulativo podría pensarse que la conceptualización de base de quien tiene estas características es la del "cuerpo máquina", imaginario tan caro a la sensibilidad moderna europea.
En segundo lugar, no es de extrañar la "militarización" de la Educación Física que porta Jenschke. Jahn es uno de las voces más autorizadas de la época para fundamentar un tipo de exigencia física acorde con las necesidades del nuevo escenario socio-político de Europa.
Subercaseaux reconoce dos vectores estético-culturales que se gestan a principios de siglo y que marcan su impronta en lo que será la historia cultural chilena: el "discurso contestatario estudiantil" y el "espiritualismo de vanguardia", ambos articulados en la idea de "des-materialización". (Véase Subercaseaux, op. cit., p. 70)
Cabe citar aquí lo afirmado por el mismo Subercaseaux, en lo que se refiere a los componentes estéticos del "discurso contestatario estudiantil":
"En Ariel (1900) de Rodó -libro emblemático, junto con Azul de Darío, del modernismo- el genio del aire, Ariel, representa lo estético, la creatividad, la parte noble y alada del espíritu, el móvil alto y desinteresado de la acción, el ideal espiritual de la cultura latina, frente a Calibán que encarna la materialidad, el cuerpo y el pragmatismo utilitario anglosajón." (Véase Subercaseaux, op. cit., p. 40)
En cuanto a los postulados del otro discurso que irrumpe con fuerza, el "espiritualismo de vanguardia", el mismo autor señala algunas de sus características:
"La idea de que la vida espiritual y el itinerario del alma, es la más trascendente y sublime experiencia humana; la única que enaltece y justifica la existencia (…)
La interioridad, el alma, y la profundidad de la vida espiritual deben ser el foco de la creación y también su materia prima y fuente de inspiración (…)
El reino del espíritu no tiene fronteras ni nacionalidad ni prejuicios; se trata de una sensibilidad que practica una suerte de ecumenismo espiritual (…)
El gran y casi único tema es la biografía interior. Una narración de una vida o de un momento excepcional de una vida debe ser el centro de toda gran obra, (sea ésta novela, diario, relato o teatro); las obras por lo tanto tematizan no el itinerario de las peripecias externas sino el relato de los vaivenes del alma". (Véase Subercaseaux, op. cit., p. 62)
Ambos discursos o tendencias marcarán profundamente los procesos creativos posteriores. En otras páginas se expondrá más detalladamente el itinerario de dicha influencia y las formas particulares que adoptó.
Bibliografía citada y de referencia
ALABARCES, Pablo; RODRÍGUEZ, María Graciela (1996) Cuestión de Pelotas; Editorial ATUEL, Buenos Aires, Argentina, pp. 216.
BACZKO, B. (1991) Los imaginarios sociales. Memoria y esperanzas colectivas; Ed. Nueva Visión, Buenos Aires.
BARTHES, Roland (1958) Mythologies, Editions du Seuil, París.
BAYER, Osvaldo (1990) Agnósticos y creyentes, proletarios y bacanes", en: Fútbol argentino; Editorial Sudamericana, Buenos Aires.
BRUNNER, J.J.; CATALÁN, G. (1985) Cinco estudios sobre cultura y sociedad; Ediciones FLACSO, Santiago de Chile, pp. 455.
DÍAZ ARRIETA, Hernán (Alone) (1976) Pretérito imperfecto, Ed. Nascimento, Santiago de Chile.
FUENTES, Erna; BAHAMONDES, Valentina; "La inserción de la Educación Física en la estructura educacional chilena"; (Monografía de asignatura "Sociología de la Educación Física"; Magister UMCE-DEFDER), 1995, pp. 30.
GALEANO, Eduardo (1968) Su Majestad el fútbol; Ed. ARCA, Montevideo.
GONZÁLEZ VERA, José Santos (1964) Cuando era muchacho, Ed. Nascimento, Santiago de Chile.
SANTA CRUZ, Eduardo (1996) Origen y Futuro de una pasión. Fútbol, cultura y modernidad; Ed. Arcis-LOM, Santiago de Chile, pp. 102.
SALAZAR, Gabriel; PINTO, Julio (1999) Historia contemporánea de Chile. Actores, identidad y movimiento; Ed. LOM Historia, Santiago de Chile.
SUBERCASEAUX, Bernardo (1998) Genealogía de la Vanguardia en Chile; Ediciones Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile, Serie Estudios, Santiago de Chilepp. 227.
Otros artículos: sobre Estudios sociales y culturales
sobre Historia | sobre Educación Física
revista digital ·
Año 5 · Nº 18 |
Buenos Aires, febrero 2000
© 1997/2000 Derechos reservados |