La infancia y el deporte. Perspectivas desde
el punto de vista de la Psicología.

María Carmen Pulgarín Medina (España)
Psicóloga especialista en Psicología de la Actividad Física y el Deporte
mcpulgrin@correo.cop.es

Lecturas: Educación Física y Deportes | http://www.efdeportes.com/
revista digital | Buenos Aires | Año 5 - Nº 18 - Febrero 2000

Foto: Diario Crónica

     Vamos a hablar del punto de vista de la Psicología respecto a la infancia y el deporte. En principio, este tema podría ser relativamente fácil, ya que se asocian ambos conceptos de forma positiva. Siguiendo a Bellido (1998), el tema del deporte infantil en cualquiera de sus acepciones: deporte para niños, deporte de base, deporte escolar… nos da la impresión a los adultos de algo bueno y favorable. Este autor divide a las personas adultas proclives a este hecho en tres grupos principales:

  1. Los adultos comprometidos con la educación de los niños: maestros, profesores, tutores, psicólogos, educadores en general, que no se cuestionan la existencia de posibles aspectos negativos en este fenómeno.

  2. Familiares de los niños: padres, abuelos, tíos, etc. quienes por una parte experimentan cierta satisfacción si los niños participan en actividades deportivas, o bien en algunos casos, hay cierta indiferencia, pero no se da un cuestionamiento mayor del deporte infantil.

  3. Los adultos responsables de la practica deportiva de los niños: entrenadores, monitores, gerentes de patronatos, escuelas e instalaciones deportivas, directivos de clubes, que también manifiestan sensaciones positivas en lo referente al deporte en edad escolar.

     Esta situación es buena, pero no real, ya que el deporte infantil cumple dos papeles en la formacion de los niños y niñas: uno positivo, evidente y explicable desde cualquier punto de vista de los adultos antes mencionados. Entre los autores mas recientes Biddle (1993) afirma que el estudios de los beneficios del ejercicio en la salud psicológica requiere una expansión en la investigación pediátrica e indica que es necesario resolver satisfactoriamente una serie de cuestiones metodológicas; Calfas y Taylor (1994) indican que se encuentra una evidencia de carácter moderado entre la práctica de la actividad física y ciertos beneficios psicológicos para los niños y adolescentes, especialmente en lo referido a un aumento de la autoestima. De la misma forma, Sánchez Bañuelos (1999) nos recuerda que la competencia motriz de una persona repercute en sus posibilidades de interacción sobre el entorno social e influye en la capacidad de comunicarse y relacionarse con los demás; por tanto, de acuerdo con este autor, la practica deportiva repercute de forma positiva en los efectos de carácter social en el individuo, especialmente los referidos a aspiraciones sociales y procesos de socialización.

     Sin embargo, existe un segundo papel en la practica de una actividad deportiva por parte de niños y jóvenes de matiz negativo, no tan evidente, que es el menos conocido de ambos. En primer lugar, se constata una importante contradicción entre los mensajes que lanzamos desde la educación: por una parte nos basamos en principios igualitarios, de respeto a las individualidades y de atención a las diversidades. Por el contrario, a la hora de practicar deporte se generan actitudes contrarias a los principios educativos antes mencionados, especialmente nos referimos a la presión que se ejerce en algunos niños en cuanto a su rendimiento deportivo y a la discriminación que se produce entre unos niños y otros.

     La actitud referida a la presión por el rendimiento deportivo del niño no es mas que una prolongación de la presión existente en el deporte profesional. La necesidad de captación de jóvenes talentos, las tempranas edades de profesionalizaron en algunas especialidades deportivas, p. ej. gimnasia, natación, tenis, hace que se traspase a los niños los modos y de trabajo y exigencia que se utiliza con adultos, sin reparar que ni la evolución cognitiva y, sobre todo, afectiva de los niños, puede sufrir de interrupciones y "bloqueos afectivos" de negativa consecuencia en el desarrollo de los sujetos. La presión de un deporte escolar que no respete la persona y su ritmo particular de aprendizaje, su edad, que valore más el resultado que la formacion, traerá secuelas físicas: microlesiones, esguinces, sobrecargas musculares… y también psíquicas: problemas de autoestima, falta de seguridad en sí mismo, eliminación del disfrute, problemas de rendimiento escolar por falta de concentración en los estudios, falta de desarrollo de la propia responsabilidad… Un deporte infantil que no tenga en cuenta esta variable, se convierte en un obstáculo para un desarrollo evolutivo en consonancia con los parámetros considerados normales entre los niños y jóvenes.

     Por otra parte, el deporte escolar actual presenta unas condiciones que favorecen cuatro tipos de niños practicantes:

  1. Los que acceden a practicar un deporte y disfrutan de él porque están dotados para la práctica.

  2. Los que acceden a un deporte pero tienen peores condiciones motrices que los del grupo anterior, por que paulatinamente van dejando de practicarlo o lo hacen en menor medida que sus compañeros más capacitados.

  3. Los que acceden a un deporte pero lo abandonan en poco tiempo, ya que son descartados por sus escasas condiciones motrices para esa especialidad deportiva.

  4. Los que no acceden a ningún deporte, bien sea porque en su entorno no hay oportunidades de práctica deportiva o porque no intentan acceder a las oportunidades que les ofrecen, por impedimentos familiares o por la creencia de que no son aptos para practicar esa especialidad.

     De todas formas, citando nuevamente a Bellido (1998) la situación general hace que el buen dotado para la práctica deportiva salga beneficiado por el deporte escolar y el menos dotado salga perjudicado. Sin embargo, aquellos chicos bien dotados para la práctica deportiva corren el riesgo de sufrir las consecuencias de la presión por ganar en la competición.

     Autores como Shepard (1995) hacen mención a los peligros que presenta una conducta compulsiva hacia la practica de actividad física y considera que existe relación entre la prevalencia de un excesivo ejercicio físico y un equilibrio energético negativo. Este problema se da en ciertas modalidades deportivas en las que se incide especialmente en la imagen externa del deportista: su talla, su peso corporal, su apariencia general, y los esfuerzos que el individuo, generalmente joven e incluso en edad infantil, deben realizar para lograr este objetivo de imagen idónea. Las consecuencias en varios casos es que los niños y jóvenes no pueden soportar no conseguir ciertos objetivos fijados y presentan crisis depresivas, síndromes de sobreentrenamiento y en algunos casos concretos, trastornos de la conducta alimentaria.

     Si el deporte infantil no es justo ni adecuado en su tratamiento, visto desde este lado negativo ¿cuál es la opción que podemos tomar los adultos para que se cumplan las deseables funciones en la formación de los niños y niñas deportistas? La alternativas se centran en cuatro vías principales.

     En primer lugar, la generación de actividades motrices y lúdicas que puedan practicar todos los niños en edad escolar como complemento a la competición en uno u otro deporte. Se trata de que los niños que practican alguna especialidad deportiva deberían tener la posibilidad de practicar en cierta medida algún otro deporte, es lo conocido como "transfer" o fenómeno de transferencia de habilidades motrices desde un deporte a otro. Tales actividades pueden ir desde las posibilidades que nos ofrecen el uso de bicicletas: paseos, circuitos, ciclo-cross, mountain-bike; el uso de patines: patinaje en ruedas o en pistas, hockey, etc. hasta la práctica de actividades de expresión corporal y técnicas de relajación.

     En un segundo aspecto, se propondría modificar las estructuras actuales del deporte escolar, en la línea que ciertas especialidades deportivas ya hacen,. El cambio de reglamentos tales como los que se producen en mini-basket o futbol-7 favorecen una adaptación progresiva del niño al mundo de deporte competitivo sin descuidar por ello su desarrollo evolutivo.

     El tercer grupo de alternativas irían dirigidas específicamente a aquellos niños y jóvenes ya inmersos en los programas de trabajo y competición más fuertes y competitivos: torneos, ligas, campeonatos, etc. en estos casos se hace necesaria una atención individualizada que permita que el niño o joven deportista no sufra las secuelas que la presión de este tipo de competiciones. La posibilidad de preservar a estos niños de la manipulación social que el deporte de competición puede ejercer sobre ellos y que ha tenido como consecuencia la aparición de ciertos casos llamativos en los medios de comunicación: tenistas jóvenes con problemas depresivos, gimnastas con síndrome de anorexia nerviosa, cambios en la situación personal que han incidido en el rendimiento deportivo de deportistas jóvenes y famosos. Es necesario, en un mundo donde ciertos intereses económicos chocan con la idea de que "todo lo que rodea al deporte es bueno y beneficioso para el sujeto", preservar en lo posible al niño y/o joven deportista de los efectos manipulativos que los intereses existentes en el deporte de competición de cierto nivel ejercen sobre quienes lo practican y viven de ello.

     Por último, tenemos la intervención dentro del ámbito académico. Es conocida la frecuente relación entre la práctica deportiva masiva y un significativo descenso en los estudios. La escolarización obligatoria hasta al menos los 16 años y la necesidad de obtener una titulación mínima que permita al individuo proseguir sus estudios o incorporarse al mundo del trabajo con unos requisitos mínimos de formacion obligan al sujeto en varias ocasiones a elegir entre continuar con la practica deportiva o finalizar sus estudios con éxito. En estos casos, una adecuada organización del trabajo escolar, con una atención cuidada por parte de los adultos que inciden directamente en el niño deportista: padres y profesores especialmente, puede evitar o paliar este tipo de situaciones aún presentes en nuestros centros educativos. En ciertos casos, la implantación en determinados colegios e institutos de calendarios escolares adaptados al calendario competitivo de los jóvenes deportistas (Cruz, 1998) podría ser una alternativa para aquellos niños que alcanzan la élite cuando aun no han finalizado la escolaridad obligatoria.

     Desde el campo de trabajo de la Psicología, y especialmente dentro de la Psicología de la Actividad Física y el Deporte, el trabajo se dirige especialmente hacia la formacion de monitores y entrenadores capacitados específicamente en el trabajo deportivo con niños. Estos profesionales deben recibir la formacion necesaria que les permita adaptar sus conocimientos a los individuos a los que va a entrenar ya que no es aconsejable la perpetuación de ciertos errores que suelen traer como consecuencia el abandono deportivo. El monitor deportivo deber tomar conciencia de la importancia de las primeras experiencias deportivas y encontrar el esperado equilibrio entre las diferentes dimensiones que ofrece la practica deportiva (Gordillo, 1992), y especialmente conocer los aspectos positivos y negativos mencionados al principio de este documento para conocer si pueden darse o no en su situación actual. 

     Derivado de lo anterior surge la faceta de asesor tanto a técnicos, dirigentes deportivos y padres, con el objetivo de que conozcan de qué manera ellos pueden contribuir con su actuación a que la practica deportiva sea vista como una ocupación gratificante y formativa. Conviene insistir especialmente en la colaboración con los técnicos en la elaboración de programas de trabajo dirigidos a la población infantil y juvenil y en el trabajo con padres y madres de niños y jóvenes deportistas, para conseguir una atención adecuada hacia sus hijos y la adopción de roles que favorezcan sus desarrollos deportivos.

     Por ultimo, quedaría la colaboración a la hora de adaptar los reglamentos y materiales deportivos a la realidad infantil. Como afirma Gordillo (1992), en la medida que seamos capaces de ofrecer nuevas alternativas mas adecuadas a los jóvenes deportistas, facilitaremos una mejor adaptación y aseguraremos una mayor continuidad y adherencia a la practica deportiva, además de sentar las bases para el futuro desarrollo de estos jóvenes como deportistas y como personas.

     Es un camino que está iniciado y poco a poco va dándonos resultados.


Bibliografía


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