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La dicotomía poder/solidaridad en el uso del sistema 

pronominal y nominal de tratamiento de hablantes santiagueros

 

Licenciada en Filología en la Universidad de Oriente

Master en Estudios culturales cubanos y del Caribe

Doctora en Ciencias Lingüísticas

Dra. C. Alina Bestard Revilla

albestardr@scu.uccfd.cu

(Cuba)

 

 

 

 

Resumen

          El presente estudio centra su análisis en el cambio lingüístico ocurrido en el uso del sistema pronominal y nominal de tratamiento en la ciudad de Santiago de Cuba, a partir de las transformaciones socioeconómicas que tuvo el país después del derrumbe del campo socialista europeo. Las medidas tomadas trajeron consigo una variación en el eje de poder/solidaridad que fundamenta la pragmática de este uso lingüístico y provocó el surgimiento de muchas voces que respondían a la necesidad del hablante de denominar la nueva realidad circundante, conforme a este cambio del eje. La relación lengua/sociedad queda nuevamente expresada en los usos asimétricos y simétricos que tienen lugar en todo acto de habla.

          Palabras clave: Poder/solidaridad. Formas nominales y pronominales de tratamiento. Lengua. Sociedad.

 

Abstract

          I study the present center your analysis in the linguistic happened change in the use of the pronominal and nominal system of treatment at James's city that the country after the landslide of the socialist European field had of Cuba, as from the socioeconomic transformations. The taken measures entailed a variation in to can axle solidarity that the pragmatist of this linguistic use bases and provoked the multiple-voice surging that they were answering to the speaker's need of naming the new surrounding reality, in accordance with this change of the axle. The relation language society becomes again expressed in the asymmetric and symmetric uses that have place in all act of talk.

          Keywords: To be able to solidarity. Nominal and pronominal forms of treatment. Language. Society.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 18, Nº 188, Enero de 2014. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    En 1960 Brown y Gilman en su trabajo Power and solidarity estudian la pragmática de las formas de tratamiento con relación a las dimensiones de poder y solidaridad que se observan en el uso pronominal del español. Se refieren a la solidaridad cuando ambos hablantes dan y reciben el mismo pronombre en forma simétrica, y para el poder, cuando el superior da tú pero recibe usted del inferior. Este último revela un comportamiento asimétrico en el que tiende a marcar las diferencias de estatus relativo entre los dos hablantes, o sea las que tienen en la situación comunicativa, por oposición al estatus absoluto, que es el que las personas tienen por su posición social, edad, sexo, nivel educacional, etc. Los autores señalan que los usos simétricos alcanzarán una mayor extensión en relación con los asimétricos. Esta afirmación ha sido corroborada por varios estudiosos de la lengua como Fontanella de Weinberg (1969:31), López Morales (1992:148), entre otros.

    Sin embargo, en el marco de las relaciones humanas cotidianas, estos elementos no parecen quedar tan claros. Por ejemplo, López Morales (1992:148) señala que en un estudio llevado a cabo en San Juan se demostró que los sujetos reconocen subjetivamente las formas de tratamiento adecuadas a ciertas circunstancias comunicativas, pero señala que al margen de estos datos generales, las apreciaciones comienzan a afinarse tan pronto como entran en juego los ejes de poder y solidaridad en relación con los interlocutores. De esta manera podemos afirmar que en el coloquio participan otros factores como, por ejemplo, la edad, el sexo, el cargo u ocupación de los hablantes, etc. También el factor poder varía según las condiciones histórico-sociales del país en cuestión.

Desarrollo

    La conversación impone así un tipo peculiar de relaciones interlocutivas, en las que no solo hay que contar con el contexto (entendido en su más amplio sentido, como el conjunto de circunstancias físicas, psicológicas, lingüísticas, socioculturales, etc., que permiten un suficiente nivel de comprensión entre los interlocutores), sino que este, además, se crea cooperativamente a través del uso discursivo. Esto explica que en situaciones comunicativas dadas se violen las marcas de poder establecidas por la norma y se pase a un plano de solidaridad o simetría (por ejemplo, un estudiante al tutear a un profesor buscando la mejoría de una nota) o a un plano de poder (cuando un padre incómodo trata de usted al hijo que normalmente tutea).

    En la conversación las relaciones de distancia-proximidad se vinculan con el eje poder-solidaridad, que en la interacción dependen sobre todo del grado de conocimiento mutuo de los participantes, la naturaleza de los vínculos socio afectivos que los unen y la naturaleza de la situación de comunicación (Vigara: 8).

    Son muchos los factores de diversa índole que intervienen en la conversación y que en determinados casos pueden funcionar como los principales responsables de que se adopten determinadas estrategias de comunicación u otras. Sin embargo, en el estudio sociolingüístico de las formas de tratamiento que se realizó en el área del casco histórico de la ciudad de Santiago de Cuba, a partir de los años 90 del pasado siglo xx, se pudo comprobar que en la competencia comunicativa del hablante desempeña un papel de mucha importancia no solamente la adecuada selección de una forma de tratamiento como facilitadora del coloquio, sino también en el desarrollo ulterior del mismo.

    En la competencia comunicativa las formas de tratamiento desempeñan un importante papel, pues forman parte del conocimiento lingüístico tácito que posee el hablante, pero al mismo tiempo, relacionan el grado de socialización que posee el mismo con su interlocutor, y otras variables de interés sociolingüística como la edad, el sexo, el nivel de escolaridad, ocupación, estatus socioeconómico, etc.

    A todo ese conjunto de significados sociales y lingüísticos hay que añadir los llamados emotivos, afectivos, estilísticos, etc., que tienen un valor referencial de importancia, ya que permiten conocer el grado de confianza, respeto, deferencia, enojo o ironía que existe entre los hablantes. En este sentido, consideramos que las formas de tratamiento tienen un rol de interés en el coloquio, pues además de la comunicación lingüística propiamente dicha, son capaces de transmitir un valor social-estilístico, de reflejar la competencia comunicativa del hablante. Es decir, que a través de la elección de una forma de tratamiento el hablante intenta, aparte de comunicar un mensaje, estar o demostrar confianza, distanciamiento o reverencia con respecto al oyente, “informar” de su estatus, sexo, edad, nivel de escolaridad, etc., y conforme a esa posición, será su desempeño en el coloquio. Por ejemplo, cuando el hablante llama por su nombre o tutea a alguien, denota confianza y familiaridad con la persona.

    En la presente investigación sociolingüística, que se realizó con la finalidad de estudiar las variaciones producidas en el uso de las formas nominales y pronominales de tratamiento en el léxico santiaguero, a partir de los 90, como consecuencia de las transformaciones socioeconómicas que experimentó el país en estos años, se pudo comprobar que sobreviven algunos de los rasgos peculiares de estas formas que ya han sido consignados por otros investigadores del tema como Dorotea Callejas (1983, 1984).

    Sin embargo, al recoger y analizar la muestra del corpus lingüístico con el que se trabajó (encuestas aplicadas a 18 informantes residentes en la zona del centro de Santiago de Cuba y la recogida de información a partir de la observación participante en la misma) se encontraron modificaciones en el uso de estas formas nominales, aparición de otras nuevas y enriquecimiento del significado de algunas relacionado todo con el comportamiento social del individuo ante las nuevas condiciones socio-económicas del país. Así resultan significativas por su uso las siguientes:

    Las causas que han provocado los cambios en el significado de estas formas pueden ser infinitas, muchas de las cuales tienen su explicación en la realidad histórico concreta que modifican el eje de poder/solidaridad existente. Estas causas constituyen un punto de partida para que surjan nuevas denominaciones, las que pueden aparecer a través de la formación de palabras nuevas, de la copia de un término extranjero, o de alterar el significado de una palabra vieja. La necesidad de encontrar un nombre será la causa más importante de los cambios semánticos (Ullmann, 1976:237)

    Al modificarse las condiciones socioeconómicas de la sociedad aparecen nuevos fenómenos, actitudes diversas, otros comportamientos, cambio en las costumbres, la moda y los valores, otras ocupaciones, necesidades, intereses y preocupaciones que requieren tanto de la expresión de la lengua para denominarlos como de la competencia comunicativa del hablante para actualizar el significado que corresponda a cada caso nuevo. El vínculo de la competencia comunicativa del individuo con el contexto es estrecho, ambos interactúan constantemente, demuestra que el coloquio es una creación conjunta, real, dinámica, en la que los hablantes están diseñando constantemente la comunicación sobre la base de lo que escuchan, de lo que viven y de sus intereses personales. En esta situación la adecuada selección de las formas de tratamiento y su uso correcto en la conversación demuestra la competencia comunicativa del hablante, su actualización con relación a la realidad del momento; que lo que se “negocia” en las relaciones interlocutivas llegará a buen término. Detrás de la selección de una forma de trato, tanto nominal como pronominal, hay todo un tramado social, psicológico, cultural, económico, ideológico, resultado de la evaluación que el hablante hace del interlocutor, de la que tiene de sí mismo y que desea observe el oyente con respecto a él.; en otras palabras: subyace el eje de poder/solidaridad que rige en la sociedad. Encierran un cúmulo de información no explícita, tácitamente conocidas, que el oyente activa en el discurso en dependencia directa de todos los demás datos comunicativos.

    El llamado poder, que funciona y se da en todas las relaciones interlocutivas de cualquier intercambio comunicativo varía en cada conversación, e incluso puede modificarse en el transcurso de ésta. Las marcas de poder quedan determinadas por diversos factores como: desigualdad social, sexual, etaria, económica, cultural y aún, en las situaciones más banales y cotidianas de comunicación, las expectativas están socialmente definidas. En las formas de trato siempre son perceptibles las marcas de poder existentes en una conversación y dan la medida de cómo funciona dentro de las relaciones sociales del individuo.

    La desigualdad social es un hecho al que nadie puede sustraerse, el hablante tiende por lo general, a adaptar su mensaje y su comportamiento lingüístico tanto a sus propias intenciones y objetivos como a la categoría o papel social del otro. Tiende a mantener estrategias que mantengan un cierto equilibrio entre las diferentes posiciones sociales en el discurso. Se trata de un mantenimiento estable y no conflictivo de las respectivas posiciones. Lo normal es que el poder que inevitablemente subyace en las relaciones humanas permanezca implícito y no se haga ostentación de él si no es caso de necesidad (enfrentamiento, por ejemplo).Esto no impide que consideremos el poder como una dimensión que alcanza a manifestarse en casi todos los aspectos de nuestra relación social comunicativa. Cuando este equilibrio se rompe, por ejemplo, en una relación de poder asimétrica, se debe a que uno de los interlocutores desea hacer notar su posición.

El poder en las formas de tratamiento santiagueras

    En el contexto popular santiaguero se apreció un nuevo concepto de poder que está presente en la mente del hablante, acorde con las nuevas condiciones socio-históricas del país. Es parte del conocimiento tácito que el hablante posee y que manifiesta a través de su selección de una forma de trato determinada. Muchas veces esta selección se aleja de la norma establecida para determinadas circunstancias comunicativas dadas, pues las apreciaciones del hablante se afinan tan pronto como entran en juego los ejes de poder y solidaridad en relación con el interlocutor, lo cual demuestra su competencia comunicativa.

    En este sentido, se apreció el tratamiento de usted hacia desconocidos, jóvenes, por parte de adultos mayores hacia personas con ocupaciones de relevancia como: gerentes de hoteles, administradores de tiendas recaudadoras de divisas, hoteles, trabajadores de oficinas Cubana de Aviación, entre otros. El hablante le atribuye importancia (poder) a la ocupación del oyente a través del trato de respeto que le dispensa. El poder ha sido un elemento que ha sufrido variación en el contexto santiaguero pues se ha observado que sujetos con profesiones poco prestigiosas como choferes, porteros, dependientes, recepcionistas de hoteles han elevado su estatus socioeconómico debido a los puestos de trabajo que poseen (vinculados en su mayoría con la posibilidad del manejo y posesión de divisas) y que los ubica por encima del ciudadano común, por encima incluso de los profesionales universitarios.

    En el análisis de la muestra se corroboró que los factores socioculturales (sexo, edad, instrucción, estatus, papel social, ocupación del interlocutor) tienen importancia en la selección del o el usted para el trato y en la adopción de una determinada estrategia de comunicación. Sin embargo, para entender cómo funciona el poder en la interacción verbal y lo que ocurre en la conversación, o sea el entendimiento mutuo, es esencial comprender el concepto de relación interlocutiva, tan general y dinámico, como ya se ha apuntado, pero que permite considerar útil cualquier dato que tenga cabida en la interacción. También resulta imprescindible saber a qué tipo de poder nos referimos aquí, es aquel que se instituye como modalidad dentro del propio discurso, omnipresente en nuestra vida y parte esencial de las relaciones cotidianas de los individuos.

    Se observó el funcionamiento de dos criterios de carácter general que ayudan a determinar en qué términos se establece y se desarrolla la interacción:

  • El papel que asumen los interlocutores en el acto discursivo.

  • La posición que se otorgan mutuamente en él.

    Estas dos posiciones no tienen por qué ser las mismas pues el poder que puede tener un hablante en el ámbito laboral con un subordinado no tiene que traspolarse a su relación solidaria, personal e íntima con el mismo.

    Lógicamente ambos poderes pueden confundirse en la relación conversacional, pero son dos cosas distintas, a pesar de aparecer tan inevitablemente unidos: cuando el papel que asumen individualmente los interlocutores y la posición que se otorgan mutuamente en la conversación entran en contradicción o son incompatibles, surgen problemas que tienen diferente consideración y diferentes consecuencias según la comunicación tenga lugar en términos laborales( institucionales) o personales: en el primer caso se trata de transgresiones, que suelen interpretarse como desafíos y traen alguna consecuencia para el trasgresor ( se le devuelve a su sitio obligándosele a seguir las reglas o es excluido); en el segundo, los desajustes pueden interpretarse como malentendidos y acarrean consigo un proceso de negociación interpersonal, a la que se ha hecho referencia. En ambos casos deben promoverse estrategias de ajuste en la conversación y marcas de poder en el discurso. Por ejemplo: cuando un alumno tutea a un profesor a quien conoce, en el marco del aula, frente a los otros condiscípulos; o en la guagua, un joven le dice a una señora: “ven, pura, siéntate aquí”. En los ejemplos presentados se comprobó la incompetencia comunicativa de los hablantes quienes al tutear a sus interlocutores transgredieron la norma prevista por los interlocutores, no facilitaron la relación interpersonal, provocando la reconvención en el primer caso, y el silencio en el segundo, en el que ni siquiera se agradeció el gesto de brindar el asiento.

    Igualmente, se comprobó un incremento del tuteo en lugares públicos del centro de la ciudad hacia personas que habitualmente la norma indica deben ser tratadas con respeto: personas mayores o a desconocidos. Las encuestas realizadas y la propia observación directa aportaron el desacuerdo de los interlocutores con esta práctica, que los predispone negativamente al ulterior desempeño del acto comunicativo.

    Aunque quizás no lo parezca, mientras transcurre una conversación, la mayoría de las veces los hablantes están intuitivamente ubicados en la posición que ocupan. Cuando esto no ocurre el hablante debe lograr la habilidad necesaria para negociar satisfactoriamente ese olvido que puede dar al traste con el objetivo trazado inicialmente. Es lo que consideramos lograr una adecuada competencia comunicativa a partir de una sabia selección de la forma de trato que funcionará como facilitadora en la conversación. La negociación acerca del poder en la conversación puede no aparecer (en el caso de que quien lo ostenta decida no hacerlo valer por solidaridad con el interlocutor), puede ser cordial (en el caso de las relaciones privadas) o beligerante (en el caso de malentendidos, conflictos, desafíos). Sin embargo, el que un hablante no haga uso del poder no significa que no se tenga o que renuncie a él, todo lo contrario, solo quien lo posee puede decidir si lo usa o no, esa condescendencia hace más acusado el poder que se posee.

    En los actos de habla existen diferentes estrategias lingüísticamente marcadas que permiten ver cómo el discurso define (siempre relativamente) la posición del hablante y a la inversa cómo esta se define en el discurso. Sin embargo, estos marcadores de poder varían y se interpretan de diferentes maneras, según sea el acto de habla en el que se producen. Por ejemplo, la apertura y cierres del acto de habla, la verborrea, las interrupciones frecuentes, entre otras, no siempre son indicadores del poder en la conversación, sino todo lo contrario.

    Las formas de tratamiento son marcadoras de posición verbales en la forma de interacción, al seleccionarlas el hablante que inicia el acto de habla ubica e impone al interlocutor el tipo de intercambio que habrá, el grado de formalidad, intimidad, distancia o respeto que existirá. Es como decir, se establecen las reglas del juego, que en lo adelante determinará la interacción verbal ulterior. De ahí la importancia que se le concede a estas formas en el acto de comunicación.

    En la conversación desde la elección de las formas de tratamiento, a la utilización de la cortesía, el empleo de la ironía y la broma, el uso de rutinas lingüísticas, la selección de apelativos y relacionantes, el uso de eufemismos, de preguntas de todo tipo, de diminutivos, la entonación, la posición postural, etc., puede ser, por presencia o ausencia, indicativo de posición, sin olvidar la relatividad del valor de todos estos elementos. Además de todos estos datos no es posible olvidar la valoración social y personal que hace del interlocutor y de sí mismo el hablante y que, inevitablemente, condicionará la interacción y el discurso, aunque no siempre alcance a manifestarse explícitamente en él.

Conclusiones

    La noción de competencia comunicativa, como la de lengua, se fundamenta en conceptos como hablante-oyente, comunidad lingüística, acto de habla, que se postulan como elementos dados y bien definidos en la sociedad: son variables socioculturales en sí mismos. En ella intervienen, entre otros, los hábitos socioculturales del comportamiento comunicativo, que incorporan aspectos como: la imagen, los valores sociales, el territorio, la distancia social, las relaciones de poder o solidaridad, las costumbres, la educación, así como, la manera en la que todos esos factores se activan concretamente en un acto determinado. Lógicamente, estos factores se modifican y varían de acuerdo con la época y la sociedad en las que se desarrollan. En la sociedad cubana actual se ha comprobado cómo las transformaciones económico-sociales ocurridas a partir de los 90 del pasado s. XX han influido en la dicotomía del eje poder/solidaridad a través de las formas pronominales y nominales de tratamiento incidiendo en la competencia comunicativa de los hablantes.

Bibliografía

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