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Apuntes relacionados con la atención temprana en niños 

con riesgos de presentar necesidades educativas especiales

 

*Profesora de la Facultad de Cultura Física. Camagüey

**Profesor Titular Centro de Estudios Pedagógicos de la Facultad de Cultura Física. Camagüey

***Directora del Centro de Diagnóstico y Orientación. Camagüey

****Psicopedagogoga del Centro de Diagnóstico y Orientación. Camagüey

*****Profesor Asistente de la Facultad de Cultura Física. Camagüey

******Profesora Asistente de la Facultad de Cultura Física. Camagüey

*******Profesor Auxiliar de la Facultad de Cultura Física. Camagüey

(Cuba)

Lic. Armida Osorio Couto*

Dr.C. Angel Luis Gómez Cardoso**

Dra.C. Olga Lidia Núñez Rodríguez***

Lic. Elizabeth Gómez Núñez****

Dr.C. Bárbaro Oliva Concepción*****

MSc. Elizabeth de Armas Hing******

MSc. Nemesio Jiménez Cepero*******

barny@enet.cu

 

 

 

 

Resumen

          La atención temprana abarca el conjunto de actuaciones conscientemente planificadas de acuerdo con las características reales de cada niño y niña y promueve la satisfacción de las necesidades transitorias o permanentes derivadas de una serie de alteraciones en el desarrollo o deficiencias en la primera infancia. Es ofrecer al menor, desde su nacimiento, ciertas experiencias o actividades que intensifiquen su desarrollo; fundamentalmente, sus capacidades, habilidades, energías, en fin, sus potencialidades.

          Palabras clave: Atención temprana. Riesgos. Necesidades educativas especiales. Crecimiento. Maduración.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 18, Nº 188, Enero de 2014. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    Generalmente se acepta que no hay período más crítico para el desarrollo de un niño/a que sus primeros años de vida. Según Millá (2006, p. 153), en los primeros años de la vida ocurren importantes transformaciones biológicas y neuroevolutivas que posibilitarán el crecimiento y la maduración, y permitirán a los niños/as adquirir las capacidades necesarias para conocer el entorno e interactuar con él. Los recién nacidos son seres activos desde los primeros días, capaces de percibir y organizar las sensaciones provenientes de los sistemas sensoriales para iniciar el aprendizaje motriz, cognitivo, lingüístico, emocional y social. Las primeras etapas evolutivas se consideran un momento primordial y crítico para la adquisición y el desarrollo de destrezas y conocimientos; de ahí que cualquier desviación o dificultad durante la etapa infantil siente las bases de escenarios traducidos en posibles déficit que harán inevitables las dificultades en las habilidades académicas y persistirán por años e, incluso durante la vida adulta.

    Bastan estas razones para comprender cómo la atención temprana es fundamental para el desarrollo del niño/a en los procesos relacionados con la inteligencia, la personalidad y las habilidades de comportamiento social. Se coincide con lo expresado por Fiel Martínez (2007, p. 2), sobre la importancia de la atención temprana avalada por dos razones fundamentales; en primer lugar, para compensar las deficiencias biológicas y las asociadas a los contextos sociales y familiares desfavorables; y en segundo lugar, para habilitar los contextos educativos y lograr el avance del niño/a más allá de su nivel de desarrollo actual.

Desarrollo

    A fin de lograr una mejor comprensión del tema es necesario abordar determinados conceptos de cardinal significación, a saber: desarrollo, desarrollo infantil, trastornos del desarrollo, atención temprana y niños/as con riesgos, muy relacionados entre sí y que contribuirán al análisis más positivo de los problemas de los niños/as con dificultades en el aprendizaje. Fiel Martínez (2007, p. 2) concibe el desarrollo como un conjunto de fenómenos en un proceso dinámico de organización sucesiva de funciones biológicas, psicológicas y sociales en compleja interacción, cuyas estructuras se modifican de acuerdo con las experiencias vitales; apunta, además, que las experiencias vitales negativas, así como las alteraciones por diversos factores, en la organización de las funciones biológicas, psicológicas y sociales podrían ejercer una influencia determinante en el fracaso escolar en etapas posteriores. Belda (2000, p. 14) considera que el desarrollo es el proceso dinámico de interacción entre el organismo y el medio, que trae como resultado la maduración orgánica y funcional del sistema nervioso, el desarrollo de las funciones psíquicas y la estructuración de la personalidad.

    Las reflexiones de los autores mencionados anteriormente permiten definir el desarrollo infantil, según Núñez (2011: 45) como un proceso dinámico, sumamente complejo, que se sustenta en la evolución biológica, psicológica y social, en cambios estructurales y funcionales cuantitativos y cualitativos del Sistema Nervioso Central experimentados por el niño/a en su proceso de crecimiento y que propician la configuración de las habilidades perceptivas, motrices, cognitivas, lingüísticas y sociales que posibilitarán una equilibrada interacción con el mundo circundante.

    El desarrollo infantil en las primeras edades se identifica por la creciente adquisición de funciones tan primordiales como el control postural, la autonomía de desplazamiento, la comunicación, el lenguaje verbal y la interacción social. Esta evolución está estrictamente vinculada al proceso de maduración del Sistema Nervioso Central, ya iniciado en la vida intrauterina, y a la organización emocional y mental; requiere una estructura genética adecuada y la satisfacción de los requisitos básicos para el ser humano a nivel biológico y a nivel psicoafectivo.

    El desarrollo infantil es fruto de la interacción entre factores genéticos y ambientales (Belda, 2000, p. 13). La base genética, específica para cada persona, establece capacidades propias de desarrollo que hasta el momento no es posible modificar, y los factores ambientales modulan o incluso determinan la posibilidad de expresión o de latencia de algunas de las características genéticas. Estos factores son de orden biológico y de orden psicológico y social. Son factores ambientales de orden biológico el mantenimiento de la homeostasis, el estado de salud, la ausencia de factores de agresión al Sistema Nervioso Central, las condiciones necesarias para una adecuada maduración. Son factores ambientales de orden psicológico y social la interacción del niño/a con su entorno, los vínculos afectivos que establece a partir del afecto y la estabilidad en los cuidados que recibe, la percepción de cuanto le rodea (personas, imágenes, sonidos, movimientos). Estas condiciones, que son necesidades básicas del ser humano, son determinantes en el desarrollo emocional, las funciones comunicativas, las conductas adaptativas y la actitud ante el aprendizaje.

    En la primera infancia, el sistema nervioso se encuentra en una etapa de maduración y de primordial plasticidad. Todo el proceso madurativo condiciona una mayor fragilidad frente a las condiciones adversas del medio y las agresiones, es por ello que cualquier causa que provoque una alteración en la adquisición normal de los primeros estadios evolutivos, representa un peligro para el desarrollo armónico posterior; no obstante, la plasticidad facilita al Sistema Nervioso Central una mayor capacidad de recuperación y reorganización orgánica y funcional, que disminuye de forma muy significativa en los años posteriores.

    El desarrollo en estas etapas no siempre transcurre normalmente por diferentes causas, entre ellas, un trastorno del desarrollo que según Belda (2000, p.15), no es más que la desviación significativa del “curso” del desarrollo como consecuencia de acontecimientos de salud o de relación que comprometen la evolución biológica, psicológica y social. Algunos retrasos en el desarrollo se compensan o neutralizan de forma espontánea, y es a menudo la intervención la que determina la transitoriedad del trastorno.

    La evolución de los niños/as con alteraciones en su desarrollo dependerá en gran medida de la prontitud en la atención. Cuanto menor sea el tiempo de carencia de los estímulos, mejor aprovechamiento habrá de la plasticidad cerebral y, por consiguiente, se evitarán trastornos en el curso normal del desarrollo. En este proceso es decisiva la participación familiar para lograr no sólo la interacción afectiva y emocional, sino también la eficacia de los tratamientos.

    La literatura especializada apunta cómo desde la Pediatría, la Neurología, la Psicología, la Psiquiatría, la Pedagogía, la Fisiatría, la Lingüística, etc., se le ofrecen a los niños/as con déficit o con riesgo de padecerlos, un conjunto de acciones optimizadoras y compensadoras, que faciliten su adecuada maduración en todos los ámbitos y que les permita alcanzar el máximo nivel de desarrollo personal y de integración social (Belda, 2000, p. 23).

    En relación con el término “en riesgo”, sería oportuno precisar la condición a la que se refiere. Cabría referirse entonces a los enfoques de diferentes autores sobre el mencionado término: Wilcoxon y Bernheimer (en Galindo Sontheimer, 2002, p.65) definieron a los niños y niñas "en riesgo" como aquellos que tienen una probabilidad superior al promedio de presentar problemas en el desarrollo; los cuales abarcan desde situaciones que representan amenazas para la vida, hasta el fracaso académico.

    A decir de Fiel Martínez (2007, p. 8) el concepto de recién nacido de riesgo se define como aquel niño o niña que, como consecuencia de sus antecedentes durante el embarazo y/o parto, tiene más probabilidades de presentar, en los primeros años de vida, problemas de desarrollo, ya sean cognitivos, motores, sensoriales o de comportamiento, con carácter transitorios o definitivos. En la actualidad, el concepto de ¨riesgo¨ debe ampliarse al periodo postnatal y lactante, pues en muchas ocasiones el factor que pone en riesgo el desarrollo actúa después del nacimiento.

    Gútierrez Cuevas (2000, p. 117) clasifica los grupos de riesgo de la siguiente manera:

  • Niños/as en situación de mayor riesgo ambiental: Los niños/as que proceden de ambientes pobres con un bajo estatus socio-económico, los que enfrentan la ausencia de padre o la madre, los que son abandonados, los de madres adolescentes o con problemas de salud mental.

  • Niños/as en situación de mayor riesgo biológico: Los niños/as prematuros de bajo peso, los procedentes de Unidades de Cuidados Intensivos Neonatales, los nacidos a término que han sufrido procesos de asfixia con semiología de alarma, etc.

  • Niños/as con retrasos, desviaciones o discapacidades de desarrollo establecidas: Los niños/as con retrasos, alteraciones o discapacidades documentadas de tipo cognitivo, de la movilidad, de la comunicación o sensoriales.

    Galindo Sontheimer (2002, p. 65) propone tres categorías de riesgo que no son mutuamente excluyentes: el riesgo establecido, el riesgo ambiental y el riesgo biológico. EI riesgo establecido se refiere a las condiciones diagnosticadas, generalmente en términos médicos, de las que comúnmente se conoce su etiología y sus probables resultados y consecuencias. EI riesgo ambiental toma en cuenta a aquellos niños/as sin problemas biológicos, pero con una situación de vida o ambiental asociada a una probabilidad alta de presentar dificultades en su desarrollo. Por último, el riesgo biológico alude a aquellos niños/as con una historia de educación temprana donde se manifiestan condiciones que sugieren problemas biológicos, como es el caso de la anoxia perinatal o el bajo peso al nacer; a esta última categoría también se le conoce como riesgo sospechado.

    Se coincide con los criterios de Belda (2000, p.15) al considerar como niños/as con riesgos biológicos a los que durante el período pre, peri o posnatal, o durante el desarrollo temprano, han estado sometidos a situaciones tales como la prematuridad, el bajo peso o la anoxia al nacer, entre otras, que podrían alterar su proceso madurativo, y como niños/as con riesgo psico-social a los que viven en condiciones sociales poco favorables, como la falta de cuidados o de interacciones adecuadas con los padres y la familia, el maltrato, las negligencias, los abusos, que también pueden alterar su proceso madurativo.

    En el caso de los niños/as con riesgos biológicos, la atención tardía afecta considerablemente el desarrollo infantil y trae como consecuencia, la aparición de dificultades en el aprendizaje. Sin embargo, es válido señalar que por ser niños y niñas en las primeras edades es contradictorio e incongruente expresarse en términos de dificultades en el aprendizaje, ya que aún no están en contacto con contenidos académicos propiamente dichos, aunque sí con aprendizajes de tipo social que, sin lugar, a dudas favorecen la asimilación de conocimientos académicos en etapas posteriores.

    No obstante, es necesario identificar los niños/as con riesgo de presentar algún retraso evolutivo (desviaciones discretas en procesos cognitivos básicos y el lenguaje), aunque no sea muy significativo, porque tales manifestaciones serían signos de alerta, o sea, posibles indicadores de trastornos en el desarrollo relacionados con las dificultades en el aprendizaje que se atenderían a tiempo. La atención temprana a las dificultades en el aprendizaje no es sólo el paso imprescindible para el diagnóstico, sino también la vía para incidir en una etapa en la que la plasticidad del sistema nervioso es mayor y las posibilidades terapéuticas muestran su mayor eficacia.

    En coincidencia con Millá (2006, p.154), es necesario tener muy en cuenta los procesos asociados a la cognición, el manejo de conceptos, el procesamiento visoespacial y los recursos lingüísticos, con énfasis en: la atención, por lo que repercute en alteraciones en la respuesta de atención general que limitan la recepción de la información y la autorregulación, las dificultades para la atención sostenida, la inestabilidad, la fatiga y los trastornos de atención con o sin hiperactividad; en la percepción, por las dificultades en la organización perceptual y en la respuesta sensorial de las modalidades específicas de los sistemas visual, auditivo y táctil; en la memoria, por las alteraciones relacionadas con los procesos de codificación y almacenamiento de la información, memoria sensorial (memoria auditiva, memoria visual), memoria a corto y a largo plazo y en las habilidades lingüísticas para desarrollar la capacidad de escuchar e interiorizar la información, dificultades expresivas, de integración lingüística, en la grafomotricidad y en las aproximaciones al lenguaje escrito.

    La atención temprana ha de efectuarse con un enfoque multidimensional, que abarque todas las dimensiones del desarrollo (biológico, psicológico, educativo y social); por ende, es importante identificar los factores etiológicos relacionados con las dificultades en el aprendizaje, factores que pueden presentarse de modo aislado o combinado. En cuanto a la identificación de los factores etiológicos, Millá (2006, p.154) dirige su análisis hacia tres direcciones principales:

  • Factores neuropsicológicos: problemas de base genética, disfunciones bioquímicas, alteraciones endocrinas, daños subsiguientes a complicaciones en el período perinatal o postnatal y limitaciones en la integración perceptiva y motriz.

  • Factores de los procesos de aprendizaje: adecuación de los procesos de enseñanza-aprendizaje, recursos disponibles, metodologías utilizadas y adecuación de los procesos a las características individuales.

  • Factores sociales y culturales: escasa estimulación ambiental, limitaciones en las experiencias de relación, aislamiento, restricciones en los procesos de la comunicación y escasez de recursos para la nutrición y la crianza.

    El abordaje de la atención temprana se ha de realizar desde una perspectiva multidisciplinaria e interdisciplinaria, tanto en el diagnóstico como en el tratamiento psicopedagógico posterior, de ahí que se requiera de apoyo de diferente índole: médico, social, educativo y familiar. El auxilio médico garantiza la salud de los niños/as, controla y minimiza el efecto de posibles enfermedades que puedan entorpecer de un modo u otro el curso del desarrollo normal de los niños/as en riesgo por diferentes causas. La ayuda social, mejora las inadecuadas condiciones de vida y hogar, así como de tipo afectivo. El apoyo educativo se lleva a vías de hecho con la puesta en práctica del empleo de los recursos y los programas individualizados acordes con las necesidades educativas especiales de los niños y niñas. El amparo familiar orienta a la familia cómo actuar de manera protagónica y activa en la educación de los hijos/as.

    Anticiparse a la aparición de las dificultades es una medida muy eficaz para reducir sus efectos sobre aprendizajes posteriores en un período especialmente crítico para el desarrollo del sistema cognitivo. La atención temprana es la mejor estrategia para evitar que las mismas tengan más entidad y sean más resistentes a los tratamientos psicopedagógicos tardíos, porque no se generan al inicio del aprendizaje de la lectura, la escritura y las matemáticas, sino en el proceso evolutivo temprano.

    Belda (2000, p.17-18) considera un conjunto de objetivos que, según el criterio de la autora de esta tesis, son cardinales, a saber: reducir los efectos de una deficiencia o déficit en el conjunto global del desarrollo del niño/a; optimizar, en la medida de lo posible, el curso de su desarrollo; introducir los mecanismos necesarios de compensación, eliminación de barreras y adaptación a necesidades específicas; evitar o reducir la aparición de efectos o déficit secundarios o asociados provocados por un trastorno o situación de alto riesgo; atender y cubrir las necesidades y las demandas de la familia y el entorno en el que vive, y considerar al niño/a como sujeto activo de la intervención. Los niños/as en situación de riesgos biológicos podrán cursar un grado con una serie de condiciones personales que les permitan enfrentar con éxito la etapa escolar, en la medida en que se implementen desde las primeras edades, recursos y estrategias de trabajo específicos para la etapa infantil con las mejores condiciones posibles.

Conclusiones

    La importancia de la Atención Temprana es señalada mundialmente desde la década del 60 y comprobada científicamente, demostrándose que produce ventajas a corto y a largo plazo. A corto plazo, influye sobre el estado psíquico del niño, lográndose una mejor respuesta ante los estímulos, y ejerce influencia sobre una serie de indicadores fisiológicos que hablan a favor de: ganancia de peso, estabilidad de las funciones cardíacas y respiratorias, mayor sueño regular con menos hipotonía y disminución del estrés. A largo plazo, influye positivamente sobre el desarrollo psíquico del menor, permitiendo menos fracasos en el aprendizaje escolar y en la adaptación social.

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