Modificación de los parámetros fisiológicos durante la práctica del fútbol-sala |
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Diplomado en Magisterio de Educación Física por la Universidad de Murcia Diplomado en Magisterio de Inglés y Grado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la Universidad Pontificia de Salamanca Maestro de inglés del C.P. Villa de Ulea de Ulea (Murcia) |
Salustiano Campuzano López salustiano.campuzano@murciaeduca.es (España) |
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Resumen El presente artículo describe el modo en que participan los diferentes metabolismos energéticos en un deporte como el fútbol-sala, a partir del análisis de los indicadores internos, como el ácido láctico, consumo de oxígeno, frecuencia cardíaca, etc., y externos como el volumen de desplazamientos, intensidad de los mismos, acciones técnicas desarrolladas, etc. de esa disciplina. Palabras clave: Deporte colectivo. Metabolismo. Capacidades Físicas Básicas.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 18, Nº 187, Diciembre de 2013. http://www.efdeportes.com/ |
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1. Introducción
El fútbol sala está teniendo una gran repercusión social en nuestro país (actualmente existen 1.500.000 fichas federativas). El fútbol sala es un deporte colectivo, de situación, donde se da una colaboración-oposición, con una solicitación energética de tipo mixto intermitente (aeróbica-anaeróbica), una solicitación muscular general dinámica alta y una solicitación estática baja-moderada. Es una modalidad que se identifica con un tipo de esfuerzo fraccionado e interválico basado en una serie de esfuerzos máximos y submáximos dados de forma intermitente y con pausas de recuperación incompletas activas y pasivas de duración variable. Estos intervalos, de manera general, no permiten una recuperación completa, siendo una sucesión de procesos aeróbicos-anaeróbicos (Álvarez, 2000). El tiempo de juego es de dos tiempos de 20 minutos a reloj parado, que suele oscilar entre los 75-85 e incluso más de 90 minutos de juego a tiempo corrido. Esto variará en función de las posibilidades que da el reglamento: tiempos muertos, dobles penalties, limpieza de la pista, intervenciones médicas, etc.
En sus comienzos los cambios estaban limitados, pero a partir del año 1983 el reglamento permite hacer el número de cambios que se desee por lo que la intensidad y ritmo de juego se ha visto elevada considerablemente, sin verse disminuida conforme pasa el partido. El fútbol sala se caracteriza por una sucesión de movimientos a máxima velocidad, en espacios muy reducidos (5-10 metros), con continuos cambios de dirección y sentido, seguido por fases de tensión muscular más estáticas, pero de máxima tensión, encadenando carreras de baja, media, máxima intensidad con pausas de recuperación activas e incompletas. Todo esto hace que las acciones deportivas se ejecuten sin previo aviso. El espacio de juego es reducido (20 x 40 metros) teniendo en cuenta el número de jugadores, por lo que la tensión y concentración de los mismos debe ser máxima en todo momento, ya que las opciones de conseguir gol se pueden producir desde cualquier parte del campo y en cualquier instante. Todo lo anterior hace que la carga psicológica del partido sea muy elevada, y si además añadimos el número de jugadores por equipo (4 más el portero) hace que el despiste o relajación de uno de los jugadores de campo sea generalmente suficiente para que se rompa todo el equilibrio del equipo y se decante el partido a favor del adversario. La velocidad y agilidad de movimientos, el dominio espacio-temporal tiene que ser muy alto para poder acelerar y cambiar rápida y constantemente de dirección, en espacios reducidos y compartidos con adversarios y compañeros, y así conseguir que la precisión de los controles y demás gestos deportivos se den en el momento y en el lugar preciso. La proximidad de los adversarios hace que las acciones se tengan que producir de la forma más rápida e inesperada posible, por lo que los automatismos y estrategias propias se convierten en piezas fundamentales del rendimiento global del equipo. En esta línea, la coordinación y el control de su esquema corporal debe ser igualmente muy alto para poder realizar con éxito los sincronismos y automatismos propios de este deporte en espacios reducidos y a velocidades máximas sin por ello verse afectado el rendimiento y la eficacia conforme transcurre el partido y la fatiga se va acumulando.
En el fútbol sala actual la táctica colectiva es fundamental, y conforme subimos de categoría va adquiriendo más peso específico hasta hacerse imprescindible si se quiere que el nivel de juego sea competitivo. Todos los equipos que se precien tienen automatismos ofensivos y defensivos perfectamente definidos para cada situación de juego que les permiten contrarrestar la táctica del oponente. Esta situación hace que en muchas ocasiones el ritmo de juego sea muy elevado, por jugar como normalmente se denomina “de memoria”. El corazón, debido a las características de este deporte es probablemente el órgano que más se solicita durante su práctica, teniendo que realizar un gran trabajo cardiovascular.
2. Factores internos
En cuanto a la frecuencia cardiaca, según Barbero (2000), los jugadores cuando están en la pista en el transcurso de un partido, alcanzan niveles siempre superiores al 85 % de la FC Máx. Otros como Riveiro (2000) destacan que se pueden alcanzar los 200 ppm o más durante un partido de fútbol-sala.
En cuanto al ácido láctico, según Riveiro (2000), el cúmulo de éste en competición no presenta valores muy elevados, no sobrepasando los 9 mmol.
En un estudio realizado por Andrín (2004) aparecen niveles de 4-10 mmol. En jugadores de pista. Sin embargo, según apunta éste, los valores recogidos dependen de la medición, de las características del jugador, los esfuerzos realizados y la categoría del equipo.
Alvarez Medina apunta que el jugador de fútbol-sala debe desarrollar el metabolismo anaeróbico láctico (figura 2) y tener una buena tolerancia a niveles medios-altos de ácido láctico.
Figura 1. Metabolismo anaeróbico aláctico
Figura 2. Metabolismo anaeróbico láctico
En cuanto al consumo de oxígeno, Tomlin y Wenger (2002) encontraron una relación entre el máximo consumo de oxígeno y un incremento de la contribución aeróbica durante la recuperación entre series de esfuerzos máximos, así como con el aumento de la capacidad de resistir la fatiga durante el ejercicio intenso intermitente. Por el contrario, algunos estudios han sugerido que la capacidad aeróbica no es un indicador significativo del rendimiento para jugadores de deportes de equipo (Fox 1990, Gillan 1985), ni se trata de un factor limitante en el fútbol-sala (Riveiro, 2000), pero que sí podría tener un papel importante en los procesos de recuperación durante ejercicios repetidos de alta intensidad tan característicos de los deporte de equipo (Hoffman 1996)
Se piensa que la capacidad aeróbica, aunque no afecte directamente al rendimiento, podría contribuir a la recuperación (investigación de Idstrom y cols, 1985).
Sin embargo, Cooke y cols. (1997) concluyeron en un estudio que el máximo consumo de oxígeno era un pobre indicador de la recuperación metabólica tras ejercicio intenso de máxima intensidad, al observar diferencias significativas en la capacidad de recuperación en sujetos con similares VO2 Máx., lo que les llevó a sugerir que deben ser otros factores los que influyen en la recuperación.
En cuanto a las vías energéticas, según Barbero (2003), la contribución del metabolismo anaeróbico aláctico es del 75-85 % de la totalidad de las acciones y en menor porcentaje (15-25 %) del metabolismo anaeróbico láctico.
Según Andrín (2004) el sistema energético ATP-PC tiene una importancia vital para este deporte. Además señala, que en los últimos estadios del esfuerzo, se utiliza la resíntesis aeróbica de ATP como la mayor fuente de energía.
Según Willmore y Costill (1999) podemos mantener las necesidades de energía de nuestros músculos durante un esfuerzo máximo de 3”-15” con las reservas de ATP-PC.
Álvarez Medina y cols. destacan que el fútbol-sala utiliza alternativamente las diferentes vías energéticas:
Durante los esfuerzos de máxima intensidad y breve duración (tiros a portería, 1 contra 1, salida de presión,…) utilizamos el ATP-PC a través de la vía anaeróbica aláctica de los fosfágenos.
En los encadenamientos de acciones como transiciones ataque-defensa o contraataques, utilizamos el glucógeno a través de la vía anaeróbica láctica.
En el transcurso del partido utilizamos el glucógeno y los lípidos a través de la vía aeróbica u oxidativa.
Como conclusiones se puede decir que el fútbol-sala requiere una adaptación cardiovascular entre el 75-90 % de la FC Máx. Se han llegado a registrar FC Máx. en torno a los 185-200 ppm y FC medias en torno a 165 ppm. El jugador de este deporte, debe ser capaz de aguantar la fatiga y tolerar niveles medios-alto de ácido láctico (6-9 mmol.). Un promedio de 51,35 ml/kg/min de VO2 Máx. favorece la recuperación necesaria entre esfuerzos máximos intermitentes. El metabolismo de los lípidos se utiliza durante todo el partido a través de la vía oxidativa. El fútbol-sala tiene un componente anaeróbico muy elevado y necesita una gran potencia anaeróbica aláctica y una gran regeneración de los fosfágenos. La vía anaeróbica-aláctica del ATP-PC es la fundamental (75-85 % de las acciones), ya que se utiliza en esfuerzos de máxima intensidad y breve duración, los cuales son determinantes para este deporte. El glucógeno se utiliza a través de la vía anaeróbica láctica para las acciones de transición entre ataque y defensa y para las últimas fases del partido.
3. Factores externos
En cuanto a las distancias, Andrín (2004) señala que durante un partido se alternan acciones y desplazamientos a diferentes intensidades teniendo una distancia media de recorrido cada una de éstas de entre 3 y 8 metros con valores máximos que oscilan entre los 15 y 21 metros.
En cuanto a la duración, valoraremos los tiempos del partido:
Tiempo total de juego (T.T.): es el sumatorio de tiempo que transcurre desde el pitido inicial hasta el final del partido. Es la suma del tiempo real de juego y el tiempo de pausa.
Tiempo real de juego (T.R.): es el tiempo en el que el balón está en juego y el reloj de posesión está en movimiento. En este deporte el sumatorio de TR de juego en un partido es siempre constante, 40 minutos divididos en dos periodos de 20 minutos.
Tiempo de pausa (T.P.): es el sumatorio del tiempo que corresponde a los tiempos muertos, descansos o interrupciones en el transcurso del partido por infracciones en el juego (faltas, saques de esquina o banda, goles, …)
Como conclusiones podemos decir que un partido de fútbol-sala puede tener una duración aproximada de 75’-85’ donde casi el 55 % corresponde a la suma de las pausas y el 45 % a la suma de los intervalos del juego. Durante un partido se realizan de media entre 150-170 interrupciones, teniendo los intervalos de juego una duración media de entre 15”-18” y los de pausa entre 12”-14”. El 52,7% de las interrupciones son debidas a los saques de banda, pero tienen poca relevancia debido a su escasa duración de pausa (8,9”). El jugador de fútbol-sala recorre durante un partido completo entre 3.000 y 6.000 m. de los cuales alrededor del 50 % los realiza a intensidades altas y medias y el otro 50 % lo realiza a baja intensidad. Entre el 50-60 % del tiempo total, los jugadores se desplazan a una velocidad de entre 2-5 m/s, lo cual corresponde a intensidades medias de carrera. El 75 % de las acciones tienen una duración media de 0”-18”. Sin embargo casi 200 acciones por partido no alcanzan los 10”.
4. Factores de rendimiento ligados a la condición física
En primer lugar, dadas las características de este deporte, la capacidad de rendimiento del jugador va a estar determinada por la capacidad aeróbica del organismo. Por lo tanto, el entrenamiento debe enfocarse a que el deportista pueda mantener una tasa metabólica aeróbica elevada durante el esfuerzo.
De esta manera, y como hemos visto a lo largo del trabajo, los factores que determinan la capacidad aeróbica serían: capacidad de suministro de oxígeno a la musculatura, capacidad de utilización de dicho oxígeno por parte de los músculos implicados, aumento de la capilarización del músculo, aumento de la actividad enzimática mitocondrial y aumentos del tamaño del ventrículo izquierdo (Yuste, 2005).
Bibliografía
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