La ética pedagógica en el profesional de la Cultura Física | |||
*Profesora asistente en la filial universitaria de Cultura Física **Especialista en Geriatría ***Profesora instructora (Cuba) |
MSc. María del Pilar Ramírez Rodríguez* MSc. Iris Magdalena Ramírez Avila** Lic. Elena Claro Tamayo*** |
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Resumen Con este trabajo pretendemos reflexionar sobre la importancia que tiene la ética en el desempeño profesional del educador en el proceso pedagógico, como parte de la personalidad del maestro, quien a su vez orienta y dirige el proceso formativo del estudiante, a cuya personalidad también le es propio un determinado grado de desarrollo de moralidad. Palabras clave: Ética. Pedagógica. Moral. Profesor. Actitud.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 18, Nº 183, Agosto de 2013. http://www.efdeportes.com |
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Introducción
La Ética Pedagógica estudia las particularidades del desarrollo de las exigencias morales que se originan por las características del trabajo pedagógico y que se manifiestan en las interrelaciones del maestro y los alumnos, los maestros y los padres, los maestros y la administración, así como también en las interrelaciones que se forman en el propio colectivo pedagógico y cuya condición determinante está constituida por las cualidades personales y profesionales del maestro.
El conocimiento de los principios y normas que caracterizan esta ética pedagógica deviene instrumento fundamental en nuestras manos y la forma en que nos apropiamos de ellos dependerá tanto del dominio teórico que tengamos de estas ideas como de la práctica diaria y consecuente, de nuestros esfuerzos personales, del papel que desempeñamos dentro de los colectivos pedagógicos y estudiantil, de las organizaciones políticas y de masas de nuestro centro laboral y de la comunidad. Dentro de la ética pedagógica todos los factores se interrelacionan en tres núcleos o componentes básicos: nuestra actitud ante el trabajo, ante los educandos y ante la sociedad.
Nuestra actitud moral ante el trabajo requiere que sintamos un gran amor por la labor que realizamos y poseamos un alto nivel de exigencia en todas las direcciones para con nosotros y para con los demás, siempre en estrecho vínculo con los principios revolucionarios; un gran sentido de responsabilidad en el cumplimiento máximo de la jornada de trabajo, dedicar el tiempo necesario para la autopreparación y mantener un constante afán de superación. La permanente inconformidad con lo que logramos y la creatividad, deben caracterizar el esfuerzo sostenido hacia metas superiores en el trabajo pedagógico.
La actitud moral en las relaciones con nuestros alumnos se revela en todos los tipos de actividad que desarrollamos en común. El carácter de estas relaciones está determinado por el prestigio que hayamos ganado en el cumplimiento de nuestros deberes como docentes. Nuestra moral en el ámbito social influye decisivamente en la imagen que de nosotros se formen los alumnos. El amor por la profesión y hacia los niños, adolescentes y jóvenes es determinante en el establecimiento de correctas relaciones. Martí, refiriéndose a esta cualidad que debe poseer el maestro expresó: "…la enseñanza, ¿quién no lo sabe?, es ante todo una obra de infinito amor…”.
El proceso pedagógico también necesita que se establezcan relaciones concretas entre nosotros y los padres. Ambas partes deben tener una participación en el proceso educativo, es necesario desarrollar un tratamiento diferenciado de los padres, teniendo en cuenta su nivel de escolaridad.escolaridad.
Otra exigencia moral que se nos plantea es inculcar en nuestros alumnos el respeto a sus padres. Con ello los enseñamos a respetar a los adultos y así, indirectamente, a respetarnos a nosotros mismos. También tenemos la obligación moral de escuchar con paciencia las observaciones realizadas por los padres sobre nuestro trabajo, convencerlos en caso de que estén equivocados y ser suficientemente respetuosos, autocríticos para asimilar lo que contribuya a elevar la calidad de nuestra labor.
También tiene una gran significación las relaciones dentro del colectivo pedagógico. El colectivo pedagógico es todo un complejo formado por maestros que se distinguen, entre otros aspectos, por sus gustos, experiencias, intereses, criterios pedagógicos y particularidades del carácter y que juntos se encaminan al logro de los objetivos educacionales comunes.
Nuestro prestigio dimana, ante todo, de la ejemplaridad en el cumplimiento de los deberes en todos los frentes en que laboramos los educadores. El acatamiento de los principios y normas de la ética pedagógica constituye fundamento y orientación de la proyección práctica cotidiana de cada uno de nosotros.
Desarrollo
La importancia de la moral para el desempeño profesional del educador radica en que la misma es inherente al proceso pedagógico, como parte de la personalidad del maestro, quien a su vez orienta y dirige el proceso formativo del estudiante, a cuya personalidad también le es propio un determinado grado de desarrollo de moralidad.
El maestro debe tener una concepción ético moral de su profesión, que abarca dos aristas importantes la primera en cuanto a la normatividad de su conducta, de cuál debe ser su imagen y comportamiento como profesional de la educación, la segunda unida a esta, radica en su preparación pedagógica de cómo contribuir a la educación ético moral de sus estudiantes, cuando el educador es capaz de incorporar a su personalidad, a su forma de ser una concepción ética de su moralidad y lo tiene presente en su labor para la educación de sus alumnos e influenciar positivamente en su colectivo y con quienes interactúa, podemos decir que la ética trasciende su papel normativo de la conducta para transformarse en una herramienta o instrumento pedagógico de la labor educativa, como un enfoque ideológico más integrador de los conocimientos sobre la ética, la moral, los valores y el humanismo de la profesión.
Dentro del lugar y papel de la moral en el trabajo pedagógico se destacan entre otras las características siguientes:
El trabajo pedagógico tiene un profundo carácter humanista, ya que tiene como centro de su atención al ser humano, ya sea el niño, el adolescente, el joven o adulto, con el objetivo de formar, transformar y educar su personalidad, para lo cual el maestro emplea como medio esencial sus propias cualidades personales y profesionales, las que se transforman en sus principales instrumentos del trabajo educativo.
La labor pedagógica es un proceso interactivo, aún con los avances científico tecnológicos que caracterizan al Siglo XXI y sus aplicaciones en el contexto del trabajo pedagógico, por su esencia este sigue siendo un proceso intersubjetivo, es decir se realiza por medio de relaciones interpersonales directas, lo que implica una atención especial a la orientación de la comunicación y su tono, y el clima psicológico moral de las mismas, este es el contexto del afecto, la comprensión en el trato, la persuasión, la compulsión necesaria, la sensibilidad ante lo que nos rodea, la empatía humana, que significa la no indiferencia, la afinidad y el grado de afectividad en las relaciones establecidas, este sentido humanista de la labor educativa y de sus principales vías de realización no podrán ser sustituidas por la tecnología.
Dentro del sistema de relaciones morales y de la comunicación que se establecen en el proceso de la labor educativa del maestro en la escuela, se encuentran:
Las relaciones entre el maestro y las estudiantes, reconocidas como las principales dentro del complejo proceso educativo, cuya máxima ética está en el respeto a la dignidad de los alumnos.
Las relaciones maestro-maestro, que ocurren en el contexto de la interacción del trabajo en el colectivo pedagógico, no solo entre sí, sino con los alumnos, la familia, la comunidad y otros trabajadores, por lo que el maestro debe atender a las normas éticas de la colaboración profesional y el trabajo cooperado, el que agrega un valor al logro de los objetivos y resultados educativos del colectivo de maestros, por la complementación que se produce en el plano de las competencias profesionales y ante los desniveles en la experiencia y preparación profesional que en ocasiones existen en la heterogeneidad de los claustros. El respeto a la jerarquía de las funciones entre los profesionales, la consideración a los docentes de mayor experiencia y profesionalidad, la estimación por lo que cada cual puede aportar incluyendo los más jóvenes, el respeto por los resultados profesionales de los colegas, el rechazo a los celos y envidia profesionales, la franqueza, la honestidad, son entre otras algunas de las normas éticas que contribuyen a un funcionamiento orgánico de la institución y de la labor educativa.
Las relaciones del maestro, los alumnos y la familia con el personal de apoyo de la institución escolar, los que también ejercen una influencia educativa, y debe ser justipreciado, sus contribuciones desde el trabajo que realizan de higienización, alimentación, transportación, entre otros oficios y profesiones que confluyen en un centro educacional.
Las relaciones del maestro con la familia, con una comunicación orientadora y educativa, de respeto e influencia moral, son esenciales para la labor conjunta del sistema de influencias educativas, y que se extienden hacia las relaciones del maestro con los factores de la comunidad, a partir de las potencialidades histórico, culturales que esta brinda para la educación integral.
Aunque alumnos y maestros tienen objetivos comunes que los unen, unos el de ser educados y otros el de educar, existen constantes choques de intereses, que generan conflictos y dilemas morales para profesores y alumnos, ya que por diferentes causas o razones (que deben ser indagadas por los propios maestros), los alumnos manifiestan cierto rechazo a las influencias educativas de los adultos, fenómeno que expresan de diferentes formas, con cierto retraimiento en clases, desinterés, indisciplina, falta de atención etc., por lo que el maestro debe buscar con los recursos de la profesión, que pasa por la actividad científico investigativa, las soluciones adecuadas a los diferentes choques y problemas que se le presentan, en lo que la valoración moral de la profesión con un sentido crítico y autocrítico contribuye a movilizar al maestro en la búsqueda de las salidas más adecuadas a los mismos, es decir en correspondencia con los valores y las normas éticas de su función social, para lo cual debe apelar a la paciencia, saber reprimir los sentimientos indeseados, las reacciones negativas, de violencia, buscar la solución verdaderamente educativa y estimulante. En ocasiones es factible la consulta o decisión colegiada con otros colegas, lo cual es una práctica usual sobre todo si se trata de profesores pocos experimentados.
La labor pedagógica es un tipo de trabajo de naturaleza intelectual, ideológica, que se mueve en la esfera de los conocimientos científicos, los sistemas teóricos, la ideología y la cultura en general, lo cual representa un riesgo siempre presente, de que el maestro se aleje en su labor educativa de la vida cotidiana, de la práctica y sus significaciones, es decir de cumplir a cabalidad con el principio de la integración de la teoría y la práctica y de preparar para la vida a sus alumnos, por otra parte, esto puede ser una premisa que puede contribuir a generar rasgos negativos en la personalidad del maestro como el de la autosuficiencia, al considerar que es el que “más sabe” y subvalorar la personalidad de sus alumnos e incluso de sus colegas. La moral es un elemento autorregulador importante ante estos u otros riesgos que se presentan en el trabajo pedagógico.
Aunque la labor pedagógica se organiza y se orienta en y a través del colectivo de maestros, esta se ejecuta y se realiza a partir de la actividad y responsabilidad individual de cada maestro que conforman el colectivo pedagógico en lo que se da la correlación de la responsabilidad individual y colectiva, el maestro es el encargado de organizar, dirigir, orientar y ejecutar el proceso pedagógico. Esto no significa que cada maestro “tenga su propio librito”, que lo aísle o aleje de los objetivos educativos comunes de su colectivo y de la sociedad, que se contraponga a la labor de otros maestros o a la importancia de las diferentes áreas del conocimiento presentes en el currículum institucional. Por otra parte, esta característica, es la razón por la cual el maestro debe estar consciente de que los controladores principales de la calidad de su labor educativa, de su profesionalidad son sus propios estudiantes, estos son sus observadores cotidianos. Por ello la moral de la profesión le indica que debe ser el primer interesado en autoevaluarse en este sentido y buscar de forma adecuada la información al respecto, incluyendo las opiniones críticas que puedan tener los propios estudiantes, para mejorar su labor.
Por eso en el cumplimiento diario de nuestra labor debemos:
Constituir un ejemplo de asistencia y puntualidad a todas las actividades en las que debemos participar.
Lograr la calidad requerida en el nivel de organización escolar de cada centro, en la planificación y control de todos los recursos materiales y humanos; en la preparación de cada clase y su correspondiente ejecución.
Ser creador en la búsqueda de lo nuevo y evitar el esquematismo.
Ser exigentes en las evaluaciones y otorgar siempre las calificaciones en rigurosa correspondencia con la preparación de los alumnos.
Prestar especial atención al cuidado, orden y limpieza del puesto de trabajo y no ingerir alimentos ni fumar en el aula.
Poseer una presencia agradable, caracterizada por la pulcritud, corrección y sencillez.
En las relaciones con los alumnos debemos:
Impartir buenas clases y contribuir a la adecuada adquisición de conocimientos y desarrollo de habilidades así como a la formación de convicciones.
Promover en los alumnos la autoexigencia, el amor al estudio y al trabajo, el afán por la autosuperación
Promover e inculcar los principios revolucionarios éticos, estéticos, a través de la palabra y el ejemplo.
Ser honestos y justos.
Combatir todo tipo de fraude entre los estudiantes.
Evitar hacer comentarios con los alumnos de otros estudiantes.
En las relaciones con el colectivo de trabajadores debemos:
Mantener adecuadas relaciones de trabajo.
Combatir toda manifestación de amiguismo.
Hacer cada vez mejor uso de la crítica y la autocrítica.
Divulgar la experiencia pedagógica de avanzada.
Evitar emitir opiniones irreflexivas e incorrectas que puedan dañar el prestigio de los compañeros.
Combatir entre los docentes cualquier manifestación de deshonestidad.
En las relaciones con los padres y familiares debemos:
Usar el tacto debido para establecer las relaciones necesarias con los padres, cuidar el tono de voz y el matiz de las frases que utilizamos con ellos.
Realizar un tratamiento diferenciado con los padres.
Atender de forma correcta a toda persona que lo solicite.
En el seno de la sociedad debemos ser ejemplos dignos de imitar:
Poseer un trato cortés y respetuoso con todos.
Cumplir nuestras obligaciones sociales y con las organizaciones de masas.
Garantizar que nuestras relaciones familiares se caractericen por la exigencia en el hogar, el cumplimiento de las normas de educación; la educación de nuestros hijos.
Contribuir con nuestra conducta correcta al control y buen comportamiento de otras personas, así como velar por el cuidado de la propiedad social.
Ideal de educador que requiere la sociedad socialista cubana
Un importante lugar dentro del código de ética lo tiene el tema del Ideal.
Cuando hablamos del ideal de educador, hablamos de una formulación teórica, ideal, de carácter ideológico y cultural, del tipo de maestro o profesor que requiere nuestra sociedad en estos tiempos. Ese modelo tiene que estar en correspondencia con el contenido del sistema social socialista de la Revolución cubana (ideal social), y con el ideal del tipo de personalidad a que se aspira (ideal humano). Sin embargo, entre el ideal y el modelo existen diferencias, el ideal es más general y abstracto, el modelo está más cerca del deber ser y del ser de la profesión.
Al hablar del modelo del educador, no podemos mirar solo hacia el ideal de maestro que aspira a tener la sociedad en un largo plazo, proyectado en otros niveles del desarrollo a alcanzar, es necesario tener en cuenta los modelos paradigmáticos de maestros o profesores del presente, e incluso de la generación actual del magisterio revolucionario cubano.
Para este propósito, la Ética Pedagógica en nuestra sociedad aporta los principios morales de la profesión que orientan el proceso de concreción de los valores y cualidades morales que no se deben dejar de tener en cuenta en la proyección del modelo del egresado de la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y Deportes y en el ideal de educador que desea y aspira la sociedad.
“El educador no debe sentirse nunca satisfecho con sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio, de indagación, de investigación. Tiene que ser entusiasta y dedicado trabajador de la cultura.
En la medida en que un educador esté mejor preparado, en la medida en que demuestre su saber, su dominio de la materia, la solidez de sus conocimientos, así será respetado por sus alumnos y despertará en ellos el interés por el estudio, por la profundización en los conocimientos.
Hay que educar en todos los lugares en que nos encontremos. Y esa vía de educación permanente tiene que ser el ejemplo, en la escuela, en el lugar de residencia, en las actividades sociales, el maestro tiene que ser un ciudadano ejemplar que todos respeten y admiren.
La ejemplaridad se demuestra en la puntualidad, disciplina, calidad de la clase, cumplimiento de las normas, asistencia al trabajo productivo, en las relaciones con los alumnos y con los compañeros, en su higiene personal y en la exigencia para consigo mismo y para con los demás. La vinculación de la palabra con la acción, de las convicciones con la conducta es la base del prestigio moral del educador. El maestro está obligado, ante todo, a plantearse ante sí altos requerimientos morales, ya que no se puede exigir a los demás lo que él mismo no practica. Solo puede educar el que es ejemplo.
La elevada formación ideológica, científica y pedagógica, la asistencia y puntualidad, el cumplimiento de la misión docente educativa, la participación activa en las tareas revolucionarias y las relaciones que se establecen con los alumnos sobre la base del respeto mutuo, son factores que posibilitan el prestigio y la autoridad que deben caracterizar la labor diaria del maestro.
Hay que saber aprender de los profesores que llevan años laborando; hay que tomar de ellos lo mejor, el resumen de las mejores experiencias. Pero hay que pensar con carácter creador, hay que tener desarrollado el espíritu autocrítico sobre su propio trabajo. Los maestros de más experiencia tienen una importante misión en la formación de los más jóvenes tanto en formación como de los recién graduados; los claustros, los colectivos docentes, deben constituir una influencia positiva en la educación de los graduados.
Conclusiones
Teniendo en cuenta lo anterior llegamos a la siguiente conclusión:
El conocimiento de los principios y normas que caracterizan la ética pedagógica deviene instrumento fundamental en nuestras manos y la forma en que nos apropiamos de ellos dependerá tanto del dominio teórico que tengamos de estas ideas como de la práctica diaria y consecuente, de nuestros esfuerzos personales, del papel que desempeñamos dentro de los colectivos pedagógicos y estudiantil, de las organizaciones políticas y de masas de nuestro centro laboral y de la comunidad. Dentro de la ética pedagógica todos los factores se interrelacionan en tres núcleos o componentes básicos: nuestra actitud ante el trabajo, ante los educandos y ante la sociedad.
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