Exigencias de la competición en fútbol. Revisión bibliográfica | |||
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte Alto Rendimiento: Fútbol Universidad de Granada |
Juan Ramón Zambrana Ruiz (España) |
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Resumen El fútbol demanda capacidades físicas y fisiológicas a los jugadores, siendo más acentuadas cuanto más elevado es el nivel de competición. Las demandas físicas se relacionan a la vez con los aspectos técnicos del juego y con sus elementos de contacto físico. Las demandas fisiológicas se relacionan principalmente con la intensidad a la cual se juega. Palabras clave: Fútbol. Demandas Físicas. Demandas Fisiológicas. Preparación Física.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 18, Nº 183, Agosto de 2013. http://www.efdeportes.com |
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Demandas Físicas
Introducción
El fútbol es un deporte que requiere la ejecución de carreras intermitentes y destrezas técnicas con el balón las cuales ocurren al azar y determinadas por la dirección del ataque y la posición táctica de los jugadores. También se ha descrito al fútbol como un deporte que se caracteriza por acciones cortas de alta intensidad, con pausas de duración variable entre ellas (García, 2005).
Hasta hace poco tiempo, existían muy pocos trabajos científicos publicados sobre fútbol. Este hecho, sorprendente si lo comparamos con los estudios realizados en otros deportes, puede ser debido a que durante muchos años el entrenamiento del futbolista se ha basado más en intuiciones y emociones que en criterios analizados, experimentados y verificados. Sin embargo, en los últimos años se han publicado en la literatura científica internacional numerosos trabajos sobre fútbol masculino que han permitido conocer mejor lo que ocurre en el organismo de los futbolistas cuando juegan un partido de fútbol, las condiciones físicas necesarias para jugar al fútbol y los tipos de entrenamiento más adecuados para mejorar dichas condiciones físicas (Gorostiaga, 2002).
El estudio descriptivo de un partido de fútbol se suele abordar de dos modos: midiendo variables mecánicas (distancias recorridas, velocidades empleadas, cambios de ritmo) y midiendo variables biológicas (frecuencia cardiaca, concentración de lactato sanguíneo, utilización de substratos energéticos, etc.). Este doble análisis de la energía mecánica restituida al exterior y del costo energético interno de la actividad, permite obtener una información valiosa a la hora de analizar posteriormente las cualidades físicas que debería poseer un futbolista y de diseñar un programa de entrenamiento adecuado (Gorostiaga, 2002).
No obstante, los resultados van a verse influenciados por diversos factores, el rendimiento físico durante un partido es afectado por factores como el grado de motivación, la calidad del oponente, la importancia del partido, las condiciones ambientales, la altitud y las altas temperaturas, y las limitaciones tácticas. En esta línea, el estilo de juego adoptado por el equipo puede determinar el rango de trabajo de los diferentes jugadores. Por ejemplo, el estilo directo de juego, hará que los defensas laterales y los delanteros mantengan un alto rango de trabajo cuando no están interviniendo directamente en el juego, en consonancia con sus oponentes, estarán creando espacios, cubriendo a sus compañeros, etc. También debemos tener en cuenta la complejidad que rodea este tipo de valoración, en relación directa con todos los factores anteriormente mencionados. Por tanto, La individualidad de los jugadores, sus características y el entorno en que se encuentran a la hora de realizar dichos estudios resultan determinantes en los resultados de los diferentes estudios. (García, 2005).
Distancias recorridas
La distancia media recorrida por los jugadores en un partido ha ido creciendo en las últimas décadas. Si tenemos en cuenta los estudios de Moreno (1993) y Dufour (1990), la distancia en los años cincuenta era entre 4000 y 5000 metros, evolucionando hasta los 10000 metros de los años noventa. Incluso hoy en día, se superan los 10 kilómetros, como así se aprecia en los estudios de Martínez (2004), en el que se indica que la distancia media es de 11240 metros, así como en la investigación de Di Salvo (2007) que muestra que la distancia media recorrida es de 11.393 metros ± 1016 metros.
Esta evolución según Moreno (1993) es debida a que en las décadas anteriores existían mayores problemas en la metodología de la obtención de datos, así como el fútbol ha ido cambiando a través de los sistemas tácticos empleados, la aparición del pressing, el rigor de los marcajes, etc. En cambio, Gorostiaga (2002), nos indica en su artículo que el aumento de la distancia recorrida que se ha producido es probablemente debido a las nuevas normas que se aplican desde la Copa del Mundo de 1998 disputada en Francia.
Por lo tanto, atendiendo a los estudios más recientes podemos concluir que la distancia media que recorre un jugador de fútbol en la actualidad se sitúa alrededor de los 10000 metros, aunque con una variabilidad de ± 1.500 metros. Según Bangsbo (2008), esta variabilidad es producida por factores como el equipo contrario, la importancia del partido, la motivación y las tácticas del equipo.
Además se ha señalado que en la primera parte los jugadores recorren más distancia que en la segunda parte, y se ha constatado una ligera disminución progresiva de todas las intervenciones, con un aumento de los periodos inactivos en el segundo tiempo. (Di Salvo, 2007; Maynar, Maynar, Muñoz y Timón, 2008; Pirnay, Geurde y Marichal, 1993).
Por otro lado, Bangsbo (2008) certifica que la distancia media recorrida para jugadores de primera y segunda división es similar. Si atendemos a un estudio de Dellal et al. (2011) en el que comparan la Premier League con la Liga Española podemos observar que la distancia media de los jugadores de ambas ligas también es similar.
Existen, además, numerosos análisis en cuanto a las distancias recorridas en función de la posición táctica (defensas, mediocentros y delanteros). Todos concluyen que el mediocentro es el jugador que más distancia recorre, y que las diferencias entre defensas y delanteros no son significantes. (Bangsbo, 2008; Di Salvo, 2007; Gorostiaga, 2002; Mazza, 2002; Rey, Casais, Lago, Lago, 2011).
Si atendemos al estudio de Londoño (2009) sobre la cuantificación de las trayectorias recorridas en jugadores de fútbol profesional colombianos podemos concluir que en línea recta el centrocampista fue el jugador que más distancia acumuló, seguido del defensa lateral, y éste seguido a su vez por el delantero, el último lugar con menor distancia en línea recta recorrida fue para el defensa central.
En cambio, los mayores recorridos se producen en diagonal. De los jugadores analizados, el centrocampista recorrió 7839 metros, de los cuales en línea recta realizó un 23,71%, y en diagonal un 76,29% siendo como hemos visto antes el jugador que más distancia recorrió en línea recta. El defensa central recorrió 6311 metros, en línea recta un 14,95% mientras que en diagonal fue el 85,5% siendo así el 2º jugador que más recorrido realizó en diagonal. El delantero recorrió 7502 metros, el 14,03% en línea recta y el 85,97% en diagonal, por tanto, es el 1er jugador que más recorrido realizó en diagonal. El defensa lateral, el cual fue el jugador que más recorrido realizó con 8135 metros, recorrió 16,9% en línea recta y 83,9% en diagonal.
También hay que tener en cuenta la distancia recorrida en posesión del balón. Bangsbo (2008) concluye que sólo el 0,5% - 3% de la distancia total es con balón, es decir, el tiempo medio con balón por jugador es de 1,3 minutos.
En la misma línea, un estudio de Carling (2010), el cual se centra en el análisis de los jugadores de la “Ligue 1” francesa nos muestra que dichos jugadores recorren entre un 1,2% y un 2,4% de la distancia total con balón, lo que serían uno 191 m. ± 80,3 m. El 34,3% de la distancia en posesión del balón es a una velocidad inferior a 19,1 km/h, el 25% entre 14,1 y 19 km/h, el 12,5% entre 11,1 y 14 km/h, y el 27,6% en menos de 11 km/h. El pico medio de velocidad en posesión registrado es de 24,7 km/h ± 6,1 km/h.
Tipos de desplazamientos e intensidades
La diferencia de rendimiento físico durante un partido no viene dada por el número total de metros recorridos, sino por la intensidad de los desplazamientos y el porcentaje de esos metros cubiertos a alta intensidad (Fandiño, 2012).
Así podemos hablar de diferentes autores que nos muestran lo anteriormente citado. Reilly y Thomas (1976) concretan que el 22% de la distancia recorrida se produce andando, que el 37% a un ritmo lento de carrera, el 20% a velocidad submáxima, el 10% a sprint y el 8% de los desplazamientos se produce hacia atrás.
En cambio, Bosco (1990) lo divide únicamente en tres categorías: andando o ritmo bajo, un 70%; a velocidad submáxima, un 20%; y a velocidad máxima, un 10%. Bangsbo (2008) en su estudio con jugadores daneses de élite, nos muestra una clasificación parecida a las anteriores pero con otros valores: un 17% del tiempo se encuentran de pie inmóviles; un 40% andando; un 35% corriendo a poca velocidad; un 8% a gran velocidad; y un 0,6% a sprint.
Ohashi (1988) va más allá y nos indica a qué velocidad se producen los desplazamientos. De esta forma a menos de 7 km/h los jugadores recorren 6 km; a una velocidad entre 7 y 14 km/h recorren 3 km; y a más de 14 km/h únicamente recorren 1 km.
Gorostiaga (2002) en su estudio con jugadores de 1ª División española concluye que los jugadores se encuentran entre el 55 y el 60% del tiempo total, es decir, entre 49 y 54 minutos, parados o caminando; entre el 35 y el 40% del tiempo (31-35 minutos) corriendo moderadamente (menos de 15 km/h); a velocidad submáxima (15-25 km/h) entre el 3 y el 6% del tiempo (3-5 minutos); y a velocidad máxima (más de 25 km/h) entre el 0,4 y el 2%, es decir, entre 22 y 170 segundos. De este último, de la velocidad máxima, realiza un análisis más exhaustivo mostrando que el 50% de los esfuerzos a máxima velocidad es menor de 12 metros; que el 20% son desplazamientos de entre 12 y 20 metros; que el 15% es de 20 a 30 metros; y por último que los desplazamientos de más de 30 metros a máxima velocidad sólo se producen en un 15%.
Hablando de esfuerzos de alta intensidad, Di Salvo (2007) realizó un estudio sobre el sprint, considerando éste como carreras a más de 23 km/h y concluyó que los mediocampistas laterales son los jugadores que más desplazamientos de este tipo realizan, seguidos de los delanteros y los defensas laterales, y éstos a su vez seguidos de los defensas centrales y los mediocentros.
Siguiendo la misma línea del autor anterior, Bloomfield, Polman y O’Donoghue (2007) afirman que los centrocampistas son los que más tiempo se encuentran corriendo y sprintando, y por ello son los jugadores con más distancias cubiertas, y que los delanteros y defensas pasan mayor tiempo andando y trotando.
Bradley et al. (2009) en su estudio sobre carreras de alta intensidad en jugadores de la Premier League confirman de nuevo lo ya comentado, que los mediocentros son los jugadores que más carreras de alta intensidad realizan, y además añade que realizan más en la 1ª parte que en la 2ª.
Di Salvo et al. (2009) en su análisis sobre la actividad de alta intensidad en jugadores de la Premier League nos demuestra, rompiendo con lo anterior, que las carreras de alta intensidad no dependen sólo de la posición táctica que ocupe el jugador sino también del éxito del equipo. Pero a su vez demuestra que los últimos 5 equipos de la tabla realizan mayores distancias a alta intensidad que los 5 primeros. Por tanto, las mayores distancias a alta intensidad no son un valor indicativo del éxito. La eficacia técnico-táctica es más importante que los altos niveles de rendimiento físico.
Dellal et al. (2011) en su comparación entre la Premier League y la Liga española nos muestra que en la liga inglesa las distancias en carreras de velocidad son mayores, pero en cambio en la liga española las distancias cubiertas a sprint cuando se posee el balón son mayores que en la Premier League, mientras que en la liga inglesa las mayores distancias a sprint se cubren cuando el equipo no tiene posesión de balón.
Por último y en relación a todo lo anteriormente expuesto se producen hasta 1000 cambios de actividad o cambios de ritmo por partido, es decir, de parado a alta intensidad, o de carrera moderada a sprint, etc. (Bangsbo, 2008; Gorostiaga, 2002; Reilly y Thomas, 1976).
Demandas fisiológicas
Introducción
El fútbol demanda capacidades físicas y fisiológicas a los jugadores, siendo más acentuadas cuanto más elevado es el nivel de competición. Las demandas físicas se relacionan a la vez con los aspectos técnicos del juego y con sus elementos de contacto físico. Las demandas fisiológicas se relacionan principalmente con la intensidad a la cual se juega.
La aplicación de los análisis de tiempo y movimiento al fútbol proporciona unos medios de registrar objetivamente los acontecimientos en el juego y su interpretación posterior. Sin embargo, este tipo de análisis mejorará de forma sustancial cuando los datos del movimiento van acompañados de las evaluaciones fisiológicas de los acontecimientos. De este modo, una aproximación ergonómica al análisis del movimiento aplicado a los deportes de equipo, como es el caso del fútbol, debe establecer los datos del rendimiento en un contexto fisiológico, de tal modo que podrían determinarse las implicaciones para la valoración del entrenamiento y de las capacidades condicionales.
Es probable que los principales factores que deciden los ritmos (tiempo) de los movimientos, apoyados por un buen desarrollo de la fuerza muscular, la coordinación motora y los mecanismos de transporte de oxigeno, unidos a la toma de decisión, sean las claves del éxito en el fútbol. (García, 2005)
Frecuencia cardiaca
La frecuencia cardiaca es uno de los índices más utilizados en el control fisiológico del futbolista, tanto en entrenamientos como en competición. Como ahora veremos en la mayoría de los casos todos los jugadores suelen tener una frecuencia cardiaca media igual, por lo que no es un valor indicativo del comportamiento global que presenta la frecuencia cardiaca del futbolista en competición, aunque si desgranamos estos registros hay diferencias significativas según la posición, por lo que usando estos registros se podría decir que la preparación física de los jugadores debería ser específica al nivel y a la posición ocupada en el campo.
Afirmar que la frecuencia cardiaca depende de la posición táctica del jugador en el campo es poco fiable, porque se ha dividido en defensas, centrocampistas y delanteros, sin tener en cuenta el sistema táctico del equipo que determinará en gran medida cuál es la misión real y concreta del futbolista. Es muy posible que esta misión desempeñada por el jugador sea diferente, para un mismo puesto específico, en distintos sistemas tácticos. (García et al, 2007)
Aún así, autores como Bangsbo (2008) en su análisis de la frecuencia cardiaca (FC) en jugadores daneses de primer nivel durante partidos de competición concretó que la frecuencia osciló entre 150 y 190 pulsaciones por minuto (ppm), independientemente de la posición, aunque existían excepciones en el caso de los porteros. Fandiño (2002) nos muestra en su estudio que la FC media podía situarse entre los 160 y 175 ppm Gorostiaga (2002) en su estudio sobre un centrocampista de la 1ª División Sueca durante un partido constató de forma similar al autor anterior que la media fue entre 165 y 170 ppm. Reilly y Thomas ya en su análisis de 1976 con jugadores de la liga inglesa mostró que la FC media era de 157 ppm.
Por lo que podemos apreciar unos valores medios muy próximos entre todos los autores mostrados. Además, éstos coinciden en que estos rangos de frecuencia cardiaca se relacionan con el 70% del consumo máximo de oxígeno como veremos posteriormente.
En la línea de los visto anteriormente, García et al. (2007) en sus apuntes nos muestra que la FC varía en función de la posición táctica, pero que en general los mediocentros son los jugadores que mantienen más tiempo la FC constante, ya que, son los jugadores que están más tiempo corriendo a intensidad media y menos en estar andando y parados, como en el caso de los delanteros y defensa, como ya se ha indicado a lo largo de esta revisión bibliográfica.
Si enfocamos el tema de la frecuencia cardiaca según el tipo de entrenamiento y buscando la mejora de la capacidad aeróbica, encontramos el estudio de Impellizzeri et al. (2006) que de forma muy interesante apuntan que llevaron a cabo un entrenamiento específico para el fútbol, el cual, desarrollaban 2 veces a la semana, por medio de 4 series de 4 minutos cada una con 3 minutos de descanso entre ellas a un 60-70% de la FC máxima. Y por otro lado, desarrollaron un entrenamiento general, no específico, de 4 series de 4 minutos cada una con 3 minutos de descanso al 90-95% de la FC máxima, y constataron que ambos entrenamientos tenían la misma incidencia en la mejora de la capacidad aeróbica. Por lo tanto, sería más recomendable utilizar el entrenamiento específico porque siempre se debe buscar la mayor especificidad y transferencia al deporte en cuestión.
Consumo máximo de oxígeno (VO₂ máx.)
El sistema de energía aeróbica proporciona, con mucha diferencia, la mayor parte de la energía usada durante los partidos. Las mediciones del ritmo cardiaco indican que los jugadores hacen ejercicio con una intensidad media de aproximadamente el 70% del consumo máximo de oxígeno. Una tan elevada intensidad de ejercicio mantenida durante 90 minutos impone fuertes demandas sobre el sistema de transporte de oxígeno y sobre la capacidad de resistencia de los músculos. Para un jugador de tamaño medio, el consumo de energía durante un partido es de alrededor de 1.150 kcal. (Bangsbo, 2008, 2012)
Según Fandiño (2012), en general, los parámetros indicadores de la condición aeróbica se sitúan en futbolistas en valores intermedios entre los diversos deportes, en torno a los 56-58 ml/kg/min, por lo que no puede considerarse la condición aeróbica como un criterio decisivo para la selección de futbolistas, pero es importante desarrollar dicha condición, ya que se considera la base de cualquiera otra cualidad. La función principal, además, es la de favorecer una mejor recuperación de los esfuerzos intermitentes a altas intensidades que son los que se dan en un partido de fútbol. Sánchez y Salas (2009) en su estudio sobre jugadores costarricenses en pretemporada también nos señalan que el VO₂ máx. medio fue de 57,71 ml/kg/min ± 8,8, sin encontrar diferencias significativas entre puestos específicos.
Casajús (2001) nos comunica en su estudio que es importante tener en cuenta el umbral anaeróbico, ya que, es el que nos indica la resistencia aeróbica, es decir, el consumo máximo de oxígeno que pueden mantener los futbolistas de forma prolongada. En las pruebas de laboratorio que muestra el autor en su artículo, podemos observar que para los futbolistas de la liga española el umbral anaeróbico se encuentra alrededor del 83% de la velocidad máxima alcanzada, del 91% de la frecuencia cardiaca máxima y del 79% del consumo máximo de oxígeno. Además, nos indica que los niveles de VO₂ máx. varían en función de la posición o la actividad del jugador en el terreno de juego.
En cambio, Gorostiaga (2002), nos dice que en función de la relación FC - VO₂ máx. se puede estimar que la intensidad de un partido corresponde, como hemos visto anteriormente, en torno al 75-80% del VO₂ máx. individual. Esto indicaría que las demandas por parte del metabolismo aeróbico durante un partido de fútbol son elevadas, y por tanto, los procesos aeróbicos predominan sobre los anaeróbicos hasta 9 veces más. Además, añade que los jugadores que tienen un VO₂ máx. más elevado, reducen menos la intensidad del esfuerzo durante las segundas partes de los partidos.
En la misma línea, Maynar et al. (2008) indica que los niveles analizados en laboratorio de VO₂ máx. para futbolistas de élite suelen ser elevados, confirmando, así, que la potencia aeróbica contribuye principalmente a la acción del futbolista en el juego. Además, muestra diferencias de VO₂ máx. según la posición en el campo del jugador, de forma que los niveles más alto los obtuvieron los mediocentros conforme a defensas y delanteros, asentando, así aún más, las diferencias y la especificidad entre posiciones específicas, y su adaptación a las necesidades de estos puestos.
Silvestre, West, Maresh y Kraemer (2006) reportaron el valor del VO₂ máx. de acuerdo a puestos específicos en jugadores de categoría sub-20, siendo la media de ellos, como anteriormente nos señaló Sánchez y Salas (2009) de 57,71 ml/kg/min ± 8,8. Los valores por puestos son: Porteros, 55,94 ± 5,78 ml/kg/min; Defensas, 57,20 ± 9,86 ml/kg/min; Mediocentros, 58,38 ± 9,85 ml/kg/min; Delanteros, 57,87 ± 5,94 ml/kg/min.
Lactato
La concentración de lactato es un predictor de las demandas fisiológicas que el jugador posee, y que en cierta medida va a depender de los esfuerzos que el jugador haya hecho previamente a la toma de los datos. Las muestras tomadas a jugadores en el mismo momento presentan una gran variedad de concentraciones de lactato. Dichas variaciones pueden deberse a las diferencias en las actividades de los jugadores justo antes de tomar las muestras de sangre. Esto fue demostrado a través de análisis de video que en el que se demostraba la actividad previa del jugador a la toma de lactato, por lo que quedó justificado que existe una fuerte relación entre la concentración de lactato y los perfiles de actividad durante el periodo previo a la toma de cada muestra. Por lo que un jugador tenía una concentración de lactato en la sangre relativamente baja 4mmol/l después de un partido, pero en cierto momento del mismo su concentración fue de 10 mmol/l, indicando que durante el partido había ejecutado ejercicios de alta intensidad y que había tenido una alta producción de lactato. (Bangsbo, 2008)
Además, Bangsbo, Mohr y Krustrup (2006) demostraron que en actividades intermitentes, como es el caso del fútbol, el lactato muscular no está relacionado con el lactato sanguíneo que es del que se toman las muestras. De esta forma, la concentración de lactato en sangre puede ser alta y la concentración de lactato en el músculo, en cambio, puede ser baja, ya que hay que tener en cuenta que el aclaramiento de lactato que se encuentra en el músculo se produce de forma superior a la del lactato sanguíneo.
Por tanto, y como indican Mohr, Krustup y Bangsbo (2005) y Gorostiaga (2002) en sus estudios sobre la fatiga durante un partido de fútbol, constatamos que las concentraciones medias de lactato en sangre son de entre 3 y 6 mmol/l, con valores individuales en algunos casos de por encima incluso de 12 mmol/l. Esto denota el trabajo del sistema anaeróbico durante los periodos intensos del juego. Si se atiende al lactato en el músculo y el pH durante un partido de fútbol, el trabajo de Krustrup et al. (2003) nos dice que el lactato muscular se cuadriplicó después de periodos intensos en comparación con momentos no intensos, lo que relaciona la fatiga a la acidosis muscular elevada tras dichas secuencias intensas. Además, una débil pero significativa correlación se encontró entre el lactato muscular y la disminución del rendimiento en los sprints después de dichos periodos intensos. Por lo tanto, la fatiga temporal durante el juego puede estar relacionada con altas concentraciones de lactato en el músculo, ya que, también como se añade, un lactato alto y un pH bajo perjudica al rendimiento muscular durante las concentraciones intensas.
Sustratos energéticos
Si atendemos a los substratos energéticos utilizados en el fútbol, el glucógeno es el sustrato más importante para la producción de energía, de tal modo que la fatiga después de un partido, se puede relacionar con el agotamiento del glucógeno en ciertas fibras musculares, pudiendo ser compensadas por los ácidos grasos libres, que aumentan en sangre a lo largo del partido (Bangsbo, Mohr y Krustrup, 2012).
Según Mazza (2002) un jugador de 75 kg. con un consumo medio máximo de oxígeno del 70% durante todo el partido puede consumir 205 gr. de glucógeno (820 kcal) y 56 gr. de grasas (504 kcal). Todo esto llega a explicar que el glucógeno que se encuentra en los músculos baje entre el 70-80% del valor de reposo, previo al partido. De los 205 gr. de glucógeno que se consumen, como hemos visto, parte son aportados por la glucosa que se libera desde el hígado, pero no alcanza a cubrir todo el gasto, por lo que esta es la causa por la que se recomienda la ingesta de bebidas con hidratos de carbono, para que así aumente la glucosa, y por tanto, se modere la fatiga.
Gorostiaga (2002) también coincide en que el sustrato clave es el glucógeno del hígado y del músculo. Indica en su estudio que al final del partido todos los futbolistas presentaron un gasto casi completo de las reservas de glucógeno del músculo. Además, añade que en ciertos análisis realizados sobre el tema se observó que los jugadores que tenían una menos concentración de glucógeno antes de empezar el partido recorrían una menor distancia durante el partido. También, el tiempo de carrera a velocidad máxima fue un 75% menos que en los futbolistas que poseían unos niveles iniciales de glucógeno muscular los cuales fueran bajos.
En cuanto a la recuperación de las reservas del glucógeno muscular en los días después del partido, los resultados muestran que a pesar de que los jugadores tomaron alimentos con un 45-50% de carbohidratos, las reservas musculares de glucógeno al pasar un día (24 horas) del partido eran aún de entre 30 y 40% menos a los valores encontrados previamente al partido. Además, dos días después (48 horas) del final del partido aún no se habían recuperado las reservas musculares de glucógeno.
Si tenemos en cuenta la producción de energía anaeróbica, ésta, y como indica Mazza (2002), en situaciones de sprints y ejercicios de alta intensidad, la energía proviene del sistema fosfágeno (ATP y Fosfocreatina). El resto de la energía provendría de la glucogenólisis con la producción de lactato. Por ello en esfuerzos de 6-7 segundos, el ATP y la Fosfocreatina únicamente aportarían el 50% de la energía, el otro 50% lo proporcionaría la glucogenólisis. Por ello, las actividades alácticas tienen que no superar los 3-4 segundos.
Conclusiones
El fútbol demanda capacidades físicas y fisiológicas a los jugadores, siendo más acentuadas cuanto más elevado es el nivel de competición. Las demandas físicas se relacionan a la vez con los aspectos técnicos del juego y con sus elementos de contacto físico. Las demandas fisiológicas se relacionan principalmente con la intensidad a la cual se juega. (García, 2005)
Desde este punto de vista, y resumiendo todo lo anteriormente citado podemos concretar que hoy en día, un jugador de fútbol en un partido de competición recorre como distancia media unos 1.1000 metros. Este valor variará en función de las características de juego del equipo, de la posición táctica que ocupe en el terreno de juego, etc. Lo que si se puede concretar, es que en la mayoría de los casos el mediocentro es el jugador del equipo que más metros completa. A pesar del número de kilómetros recorridos, sólo entre un 0,5 y un 3% se produce con balón.
El fútbol además es un deporte donde se producen acciones de alta intensidad, pero éstas se producen en torno un 10% de la distancia recorrida, ya que, la mayoría se produce a un ritmo lento de carrera o a velocidad submáxima.
Si atendemos a los parámetros fisiológicos, en cuanto, a la frecuencia cardiaca, se observa que la frecuencia cardiaca media es igual para todos los jugadores (entre 160 y 170 pulsaciones por minuto), por lo que no es un valor indicativo del comportamiento global. A través de estos valores, se concreta que el consumo máximo de oxígeno se situaría en torno al 70%.
En cuanto a las concentraciones de lactato, ésta va a depender de los esfuerzos que el jugador haya hecho previamente a la toma de datos. Aún así, y de forma indicativa las concentraciones medias de lactato sanguíneo se encuentran entre 3 y 6 mmol/l, pudiendo incrementarse por encima de los 12 mmol/l, en aquellos momentos donde se producen trabajos de alta intensidad.
Los sustratos energéticos que requiere el fútbol van en consonancia con las demandas físicas que se producen, por tanto, el glucógeno será el sustrato más importante para la producción de energía. Ya que, se ha observado que al final de un partido todos los jugadores presentaron un gasto casi completo de las reservas de glucógeno del músculo. Para el trabajo de alta intensidad, la energía proviene además del sistema fosfágeno, a través del ATP y la fosfocreatina, aportando un 50% de la energía, el otro 50% lo proporcionaría la glucogenólisis.
Por tanto, el fútbol es un deporte que requiere la ejecución de carreras intermitentes y destrezas técnicas con el balón las cuales ocurren al azar y determinadas por la dirección del ataque y la posición táctica de los jugadores. Y además es un deporte que se caracteriza por acciones cortas de alta intensidad, con pausas de duración variable entre ellas (García, 2005).
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EFDeportes.com, Revista Digital · Año 18 · N° 183 | Buenos Aires,
Agosto de 2013 |