La animación en el ámbito de la actividad física como educación no formal: concepto y evolución de los términos ocio y tiempo libre |
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Doctor por la Universidad de Málaga Licenciado en Educación Física. Profesor del ciclo formativo de TSAFAD en el IES Arroyo de la Miel |
Christian Ballesta Castells (España) |
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Resumen A través de tres publicaciones independientes se pretende dar respuesta al contenido del temario del módulo profesional de Animación y Dinámica de Grupos perteneciente al ciclo formativo de Técnico Superior en Animación de Actividades Físicas y Deportivas. Este primer artículo trata de analizar el concepto de la animación como actividad de ocio en el tiempo libre, contextualizando el término en el ámbito de la actividad física, y ubicándolo dentro de la posmodernidad. Palabras clave: Ocio. Tiempo libre. Actividad física.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 18, Nº 179, Abril de 2013. http://www.efdeportes.com/ |
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Concepto y evolución de ocio y tiempo libre
Ocio y tiempo libre son conceptos amplios, ambiguos, con distintos matices y significados dependiendo de la época, del tipo de sociedad, e incluso de la experiencia de cada persona en cuestión. En muchas ocasiones utilizamos, de manera inconsciente, ambos términos indistintamente y sin percatarnos de las posibles diferencias existentes entre ellos, lo que a la postre podría llevarnos a una confusión conceptual permanente, por lo que se hace imprescindible clarificar uno y otro. Para ello, analizaremos los estudios y opiniones de diversos autores contemporáneos que han tratado el tema con profundidad.
Dumazedier (1968) el autor clásico y de referencia en los estudios sobre el ocio lo define así: “es un conjunto de ocupaciones a la que el individuo puede entregarse por su voluntad, sea para descansar, sea para divertirse, sea para desarrollar su participación voluntaria, sus informaciones o su cultura, después de haberse liberado de todas sus obligaciones profesionales, familiares o de cualquier otra clase”.
Le asigna al ocio tres funciones (la teoría de las tres D):
De descanso: como necesidad del organismo para evitar la fatiga y recuperar fuerzas.
De diversión: para liberarnos del aburrimiento y la monotonía.
De desarrollo personal: que posibilite el crecimiento individual y la participación social.
A su vez, una actividad podrá ser considerada ociosa cuando posea los siguientes caracteres:
Liberatorio: que no suponga una obligación.
Gratuito: sin otra finalidad que la de realizar una actividad por el placer de hacerla.
Hedonístico: de búsqueda de la satisfacción personal.
Personal: que parte de una necesidad y decisión individual aunque pueda desarrollarse en grupo.
Esta concepción del ocio rompe la estructura bipolar de la vida cotidiana (trabajo – descanso) que hasta el momento se mantenía y se entendía, al tiempo que ampliaba las posibilidades del término. Fuera de las obligaciones estrictamente laborales existen otras, de carácter ambiguo e índole familiar y social, denominadas “semiocios”, además del ocio propiamente dicho. Sin embargo, la taxonomía de “actividades semiociosas” tipificadas por el propio autor no es en absoluto clarificadora.
Por ello, esta aproximación es matizada con posterioridad en el trabajo de Anderson, citado por Munné (1980), donde el confuso término de semiocio acuñado por Dumazedier es modificado y aclarado, introduciendo así la palabra “choring” o tiempo dedicado a obligaciones familiares y sociales, junto a la palabra “recreation”, o tiempo de descanso, diversión y desenvolvimiento personal (Esquema 1).
Esquema 1
A su vez, el esquema 2 identifica el concepto de recreación con el de ocio, agrupando diversas actividades que pueden realizarse fuera del trabajo bajo el denominado “espectro del tiempo libre” de Elias y Dunning (Hernández, 1994.)
Esquema 2
Las actividades que componen dicho espectro son:
Rutinas de tiempo libre
Satisfacción rutinaria de las necesidades biológicas y cuidado del propio cuerpo: ducharse, comer, etc.
Rutinas de la casa y de la familia: contabilidad, recoger a los niños, etc.
Actividades intermedias
Trabajo privado y voluntario realizado principalmente para otros: elecciones, voluntariado, etc.
Trabajo privado realizado para uno mismo y de carácter exigente: cursos de perfeccionamiento, mejora de un temario, etc.
Trabajo privado realizado para uno mismo y de carácter lúdico: bricolaje, fotografía, etc.
Actividades religiosas.
Otras actividades voluntarias orientadas a la obtención de conocimientos: leer periódicos, asistir a una charla, etc.
Actividades recreativas
Actividades sociales: bodas, cumpleaños, etc.
Actividades miméticas o de juego:
Participación como espectador en actividades organizadas: ver un partido de tenis, etc.
Participación en actividades organizadas parcialmente: jugar con los amigos, hacer teatro, etc.
Participación en actividades no organizadas: correr, montar en bicicleta, etc.
Actividades varias: viajar, tomar el sol, etc.
De esta clasificación obtenemos las características que diferencian las actividades recreativas de otras que también se llevan a cabo en el tiempo libre, y añadimos algunas matizaciones que puedan completar la información aportada:
Son siempre voluntarias y suponen una elección individual, aunque limitada por las posibilidades del entorno.
Pueden considerarse menos rutinarias que otro tipo de actividades ocupacionales.
Poseen un alto grado emocional, permitiendo cierta relajación en el cumplimiento de las normas que dirigen la vida no ociosa, y ayudando a su vez a la liberación de tensiones.
Con frecuencia entrañan ciertos riesgos parcialmente controlados.
La mayoría de las actividades se desarrollan en grupo o fomentan la sociabilidad.
Requieren un clima y una actitud desenfadada y entusiasta.
Se busca disfrutar con la actividad que se está realizando, por lo que la práctica es desinteresada y sin pretender un resultado final.
Sin embargo, existen otras clasificaciones del ocio dependiendo del concepto que se tenga del término o del punto de vista desde el que se trate. Por ejemplo, Dumazedier (1968) parte de la definición que él mismo da de la palabra ocio, entendido éste como ocupación en el tiempo liberado. Agrupa las actividades en cuatro grandes apartados:
En el primero estarían todas aquellas con un componente físico, como los paseos, el deporte, bailar, etc.
En el segundo grupo sitúa las ocupaciones de carácter práctico y que implican un trabajo manual, es decir, la jardinería, el bricolaje, etc.
En el tercer grupo encontramos las denominadas actividades culturales, tanto las realizadas de manera activa como esas otras en las que el sujeto es mero receptor, y donde estarían la lectura, el cine, la asistencia a conferencias, etc.
En el cuarto y último grupo ubicamos las actividades de carácter social: las conversaciones y charlas en distintos lugares, las fiestas y la vida familiar, entre otras.
La clasificación propuesta por García Ferrando (1998) se basa en lo que define como ámbitos en los que transcurre buena parte de las vivencias personales y sociales de ocio de la ciudadanía: la cultura, el turismo y el deporte.
Cultura: la amplia oferta cultural de instituciones y entidades privadas ha incrementado la participación y el consumo por parte de la población. Los cines más que los teatros, los espectáculos musicales y los conciertos, entre otras actividades culturales, son un buen motivo en el que invertir el tiempo de ocio. Junto a ellas, y gracias sobre todo a las tecnologías con las que convivimos en el hogar, existen otra serie de ocupaciones de ocio, como ver la televisión o navegar en Internet, que además tienen la ventaja de poder hacerse sin salir de casa. Otros espacios destinados al ocio son las bibliotecas, museos, centros culturales, etc.
Turismo: por turista se entiende aquella persona que, motivada por razones de ocio, negocio u otras, se desplazada del entorno en el que vive habitualmente, permaneciendo en el destino elegido un periodo determinado. Por tanto, el turismo entendido exclusivamente como ocio es una opción más que puede ir en ocasiones acompañada por otras motivaciones. Un claro ejemplo son los congresos, que suelen ser aprovechados para trabajar y disfrutar al mismo tiempo. Entre los factores que han contribuido a esta rápida expansión ocurrida en los últimos años cabe destacar: la mejora y abaratamiento en los transportes, la organización del calendario y la jornada laboral, la aceptación social al verlo como positivo y enriquecedor culturalmente o los intereses económicos generados y por generar. Además del clásico turismo en espacios urbanos, hay una modalidad cada vez más asentada de turismo en espacios rurales o naturales, y en concreto las actividades físico-deportivas suponen una oferta muy importante. Otras modalidades son los vinculados a actividades religiosas (peregrinaciones, convivencias) o a actividades relacionadas con la salud integral (termas, balnearios), además del comentado turismo de negocios (congresos, ferias de muestras).
Deporte: el fenómeno deportivo basado en el juego colectivo y en la regulación institucional está siendo modificado por la nueva realidad social y cultural que supone el postmodernismo. La práctica individual, las múltiples motivaciones para hacerlo o la gran diversidad y modalidades deportivas, son algunas de las características que lo definen. Del espíritu competitivo por excelencia se está pasando al deporte para todos como ocupación del tiempo libre. Este nuevo contexto es el marco ideal para facilitar la autorrealización de la persona, que libremente elije el deporte como actividad de ocio en el tiempo libre. Por el contrario, el espectáculo originado entorno al deporte de elite nada tiene que ver con este planteamiento, y sí con el de la competición e intereses económicos que la controlan.
Por último, de la clasificación realizada por López Andrada (citado por Llull, 1999) obtenemos la diferencia entre ocio y ociosidad, entendiendo ésta como actividad intrascendente, carente de utilidad práctica o formativa para el desarrollo de la persona. La ociosidad es lo contrario de lo denominado por algunos autores ocio serio. Los niveles de esta taxonomía son cinco (esquema 3):
Ocio Formación: el nivel superior de utilización del ocio se compone de actividades culturales, formativas y artísticas que enriquecen a la persona.
Ocio Entretenimiento: se entiende como nivel simple de distracción o pasatiempo, comprendiendo en el mismo todas las aficiones elegidas por el individuo de manera espontánea.
Ocio Descanso: nivel básico del ocio necesario para reponer fuerza y abordar otros niveles superiores. Está relacionado con el placer de la contemplación.
Aburrimiento: nivel inferior del uso del tiempo libre que no llega a ser ocio, y sí ociosidad. Se caracteriza por la apatía y a la inactividad, llegando incluso a la frustración.
Consumo: nivel de ociosidad en el que el individuo delega en las industrias del ocio la organización y aprovechamiento de su tiempo libre. Produce dependencia y falta de iniciativa en la persona.
Esquema 3
Para concretar la concepción actual del ocio y el tiempo libre, hay que entender la realidad que supone que, a lo largo de la jornada tenemos una serie de obligaciones laborales, familiares, sociales o de cualquier otro tipo que van ocupando el día, ya de por sí corto. Fuera de esos condicionantes diarios existe un espacio de tiempo que denominamos libre, y que resulta ser a su vez el elemento necesario para que pueda tener lugar el ocio. En este sentido, el ocio se da en el tiempo libre, pero no todo el tiempo libre es ocio, ya que este último implica la libre elección de una acción carente de fines utilitarios, realizada además con un sentido placentero. Como indica Pedró (1984), no es la cantidad de tiempo libre sino la calidad lo que resulta definitivamente interesante.
A su vez, el ocio es también un fenómeno psicosocial, que nace como consecuencia de la relación existente entre la realidad psicológica de la persona y las influencias sociales y culturales de su entorno. Se genera un proceso cíclico donde la estructura social orienta la elección de ocio del individuo, y ésta una vez consumada es nuevo referente para las decisiones de otros.
Por tanto el ocio no debe confundirse con el tiempo libre, y tampoco entenderse como actividad, ya que esta es la manera de cuantificarlo y concretarlo, pero no de definirlo. Siguiendo a García Ferrando (1998), la acepción más consensuada por importantes autores entiende el ocio “como un ámbito de experiencia humana, personal y/o colectiva, que es fuente de disfrute y que surge de una implicación consciente y voluntaria de la persona. Esto significa que cualquier práctica de ocio se caracteriza por la ausencia de obligatoriedad, y por el hecho de que las personas eligen su ocio basándose en una anticipación de la satisfacción que esperan que la actividad les reporte.”
Respecto a la evolución del ocio, no se trata en este punto de llevar a cabo un profundo y exhaustivo análisis de lo que ha supuesto el ocio para la sociedad a lo largo de la historia, sino de analizar el concepto que actualmente tenemos de ocio, y que sin duda no es posible aplicarlo al estilo de vida que existía antes de la consolidación de las mejoras socio laborales de los trabajadores.
La compleja sociedad actual en la que vivimos, y que históricamente está ubicada en el denominado posmodernismo, queda bien definida y sintetizada en los siguientes identificadores (modificado y adaptado de Olivera y Olivera, 1995):
Pluralidad cultural.
Ruptura con los valores firmemente asentados en la modernidad.
La estética es renovada y valorada en exceso.
Heterogeneidad en los estilos de vida, aunque coexistencia pacífica entre ellos.
Incertidumbre ante el futuro y consecuente necesidad de vivir el presente.
Emergencia de los valores femeninos.
Tendencia simultánea hacia lo nuevo y lo antiguo.
La información tiene una gran importancia.
La persona se convierte en individualista e independiente.
Todo es cuestionado y la postura ecléctica es lo habitual.
La conciencia ecológica cobra una gran trascendencia.
La diferencia más significativa con la etapa anterior en lo que respecta al tiempo libre, es la conquista que se ha producido del mismo por parte del trabajador. La jornada laboral se ha ido reduciendo progresivamente, gracias en parte a la mejora en los sistemas de producción por los avances tecnológicos, permitiendo al individuo disfrutar de un tiempo del que hacer uso para su desarrollo personal. El calendario está organizado de tal modo que distribuye racionalmente el trabajo y el descanso, aunque determina en gran medida el tiempo de ocio (fines de semana, vacaciones, etc.)
El periodo de escolarización más prolongado y el adelanto de la jubilación han favorecido a su vez a las poblaciones infantil y de la tercera edad, ampliando sus posibilidades de ocio. Ante el incremento de la esperanza de vida y la menor tasa de natalidad, podríamos ironizar diciendo que el futuro son los mayores y no los jóvenes. Además, el ocio ha adquirido relevancia como impulsor del desarrollo económico, sobre todo ese tipo de actividad ociosa relacionada con el consumo. Finalmente, existe una conciencia colectiva que admite la necesidad y derecho que toda persona tiene de disfrutar de un tiempo carente de obligaciones.
El papel desempeñado por los medios de comunicación en la difusión del deporte a lo largo del siglo pasado fue definitivo para que se universalizara, siendo considerado como el fenómeno social más importante de la centuria. Sin embargo, y debido entre otros aspectos a la gran oferta en actividades físicas y a las diferentes motivaciones de los practicantes, el deporte se ha convertido en una opción más. La situación actual, se puede concretar en los siguientes apartados:
Existe un número significativo de practicantes que alternan la práctica deportiva con otras actividades físicas de carácter lúdico, higiénico o estético.
Es habitual encontrar ciudadanos que sólo practican un deporte y otros que alternan varios.
El número de licencias tiene un crecimiento sostenido, siendo más significativo en el caso de los deportes individuales. A pesar de ello, es mayor la práctica de actividades físicas no deportivas.
El motivo principal para ejercitarse es la búsqueda de placer y satisfacción en la actividad que se está realizando.
Son habituales las competiciones entre colectivos determinados (empresas, amigos, etc.), donde es más importante la relación social que el resultado.
La elección deportiva oscila mucho con las modas o el éxito de equipos y figuras populares.
El deporte está fuertemente dirigido y controlado por intereses económicos, al igual que ocurre en otros órdenes de la vida.
Las actividades físicas recreativas y alternativas al deporte moderno pueden ser agrupadas en (Olivera y Olivera, 1995):
Prácticas que proceden de la invención de formas alternativas extraídas de la práctica de los deportes de la modernidad (del esquí el snowboard).
Prácticas que surgen de la transformación y ajuste de prácticas antiguas al gusto de hoy (el aeróbic, la musculación, etc.)
Prácticas deslizantes de sensación y riesgo que nacen en la era posmoderna bajo el paradigma ecológico y la colaboración de la tecnología (actividades en la naturaleza).
Prácticas autóctonas que han experimentado un gran auge (juegos populares y deportes tradicionales).
Grandes juegos que se fundamentan en los juegos de rol (Paintball).
Prácticas abiertas a todo tipo de población y que fomentan estilos de vida saludables (carrera popular, día de la bicicleta, etc.).
Prácticas de interiorización que proceden de la psicología humanista que agrupa las actividades físicas milenarias de origen oriental y otras de creación muy reciente (yoga, taichí, etc.)
Prácticas adaptadas a determinadas poblaciones (tercera edad, alumnos con necesidades educativas especiales, etc.)
Como hemos podido comprobar a lo largo de este capítulo, el comportamiento recreativo y lúdico de un colectivo estará determinado por el orden socio político imperante, por las características culturales que posea, por el control que ejerza sobre el medio natural gracias a la tecnología desarrollada, por la fuerza de su economía y por los valores espirituales de los que goce.
La tendencia, cada vez mayor, de unificar diferentes culturas bajo una aldea común o global, está consecuentemente marcando un perfil concreto de comportamiento social en la persona y de utilización de su tiempo libre. Los intereses económicos de un mercado único se fundamentan en incrementar el número de posibles consumidores, y lo que se ofrece son actividades muy similares para todos. Por fortuna, ante los comportamientos ociosos basados en el consumo existe una alternativa, “la civilización del ocio”. Todos aquellos que entiendan el ocio como un área de la experiencia humana donde se desarrolla la libertad, la creatividad y la satisfacción personal, podrán considerarse miembros activos de dicha civilización, y sin tener que comprar la entrada.
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Digital · Año 18 · N° 179 | Buenos Aires,
Abril de 2013 |