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El fútbol como un tema relevante de estudio.
Retrospectiva de una experiencia personal

 

Profesor de etnología en la Universidad de Provence donde dirige

el Laboratorio de Etnología Mediterránea y Comparativa

(Francia)

Christian Bromberger

brombergerchristian@gmail.com

 

 

 

 

Resumen

          Este artículo es una conferencia dictada en abril de 2012 en Angers, ciudad del noroeste de Francia, en un coloquio europeo sobre fútbol. En la misma desarrollo algunas ideas sobre el fervor popular por los clubes y los partidos de futbol como un tema de interés académico. Hace treinta años, era una temática poco legitimada en el ámbito universitario en Francia. El cambio de se produce en las décadas de 1980 y 1990, en especial con la Copa del Mundo de Francia 1998.

          Palabras clave: Fútbol. Estudios sociales y culturales. Legitimidad.

 

Traducción: Liliana Bao (Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires)

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 174, Noviembre de 2012. http://www.efdeportes.com/

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    Hace treinta años en Francia, el fervor popular por los clubes y los partidos de futbol no era considerado como objeto digno de una investigación seria. Ni tampoco hubiera sido un tema prometedor para un joven estudioso en los inicios de su carrera. El tema carecía de legitimidad académica, y era, como Alain Ehrenberg diría: el tema “último orejón del tarro” por excelencia, reservado como mucho a los profesores de educación física que podían intentar una conversión poco probable a las ciencias sociales. Uno podría quizás tener interés en una exhibición de arte o en audiciones de música barroca, pero los fanáticos del fútbol no parecían ser un tema de estudio respetable. Aun más, el futbol no iba bien entre los intelectuales que preferían el automovilismo o el rugby, o también deportes de aficionados. Con el fin de conservar siquiera un mínimo de respeto entre compañeros profesores, uno nunca admitiría que asiste a un estadio o que corre a casa para ver un partido; era mejor declarar un urgente compromiso académico, la enfermedad de un familiar o un grave dolor de muelas. Al mismo tiempo, deben tener en cuenta el interés de los intelectuales italianos por el fútbol, su "cultura calcística" presenta una marcada distancia de sus colegas de este lado de los Alpes.

    Personalmente, me encontraba en los comienzo de mi carrera académica y podía permitirme algunos excentricismos. Sin embargo, quisiera mirar hacia el camino que me condujo a mi interés en el futbol cuando escribí Le match de football. Ethnologie d’une passion partisane à Marseille, Naples et Turin (The Football Match: Ethnology of a partisan passion in Marseilles, Naples and Turin). Publicada en 1995 y reimpreso actualmente. Mi exótico campo de estudio fue Irán, donde a finales 1982 completé una desafiante tarea en un contexto de represión y movilización (la guerra Irán-Irak estaba en su apogeo). Al mismo tiempo, en el sur de Francia, y norte de Italia, había continuado trabajando en convencionales temas de etnología como la arquitectura rural, el parentesco y el folclore.

    Al regresar de Irán (donde absorbí la pasión colectiva y sus efectos), me pregunté si debía continuar confrontando temas de investigación basados en la preselección de artículos de nuestra disciplina (como ser técnicas, producción, parentesco, poder, religión) o dejarme llevar por el trabajo de campo; en otras palabras: por lo que le interesa a la gente en lugar de lo que le interesa a los antropólogos.

    Durante la década del ´80, la “antropología casera” pasó por un cambio significativo. Durante mucho tiempo confinada al estudio de obsoletos fenómenos residuales, la etnología se centra ahora en las sociedades reales, modernas y contemporáneas. El cambio fue impulsado en gran parte por la Misión para el Patrimonio Etnológico del Ministerio de Cultura, establecida en 1980. En 1985, la asociación publicó una convocatoria de proyectos en “Prácticas rituales en la Francia contemporánea”. En este contexto, la investigación en la pasión por el fútbol en Marsella y Turín (luego extendida a Nápoles) fue iniciada y financiada. Sin embargo, los prejuicios en contra de este tipo de investigación fueron persistentes. Un miembro del parlamento cuestionó la apropiación de fondos para un tema tan trivial y muy públicamente expresó su molestia en la sesión parlamentaria. Semejante expresión dio un giro inesperado y gracioso unos años más tarde. El estudio de las formas de creación contemporáneas y pasiones modernas fundado por la Misión para el Patrimonio Etnológico del Ministerio de Cultura había sido votado por un gobierno de izquierda, el cual no sentía rechazo por las manifestaciones de entusiasmo popular. Cuando, en 1993, la mayoría conservadora regresó al parlamento, los lineamientos sobre políticas culturales cambiaron. La nueva directora de patrimonio denunció prontamente la decisión del equipo ministerial anterior de asignar fondos a la investigación sobre los aficionados al fútbol. Pero el imprevisto a veces ocurre para cambiar la historia. Durante la gira por America del Sur en marzo de 1997, Jacques Chirac, quien había sido electo presidente en 1995, no pudo dejar de notar que todos sus interlocutores le hablaban sobre todo de la Copa del Mundo que se iba a celebrar en Francia en 1998. Cuando regresó de su viaje, le preguntó a sus ministros si existía algún estudio sobre la pasión por del futbol. Claro, la directora nacional de patrimonio del Ministerio de Cultura estaba orgullosa de responderle afirmativamente. Y su respuesta fue más allá, al decir que su marido había sido nombrado delegado interministerial para la Copa del Mundo.

    Basado en observaciones más generales y menos anecdóticas, el ambiente intelectual en lo que respecta al fútbol había cambiado entre los comienzos de 1980 y los comienzos del 2000. El éxito y buena performance del seleccionado francés en 1984 y 1996 en los campeonatos europeos y en los de 1982 y 1986 en las Copas del Mundo, la imagen de jugadores como Platini, Giresse, Tigana, y Zidane o Thuram, y la participación política de algunos dirigentes de los clubes, le dieron al fútbol un aura que nunca había tenido antes. La consagración de la legitimidad cultural del fútbol se produjo durante la Copa del Mundo de 1998. Permítanme recordarles las palabras de Edgar Morin tras la victoria de la selección francesa, en el Diario Libération el 20 de julio de 1998: “se trata de un ‘éxtasis histórico’, un gran momento de alegría e identidad compartida, de la poesía y el amor", una “uni-plural Francia” revivió (que escribió con más cautela, diciendo que la victoria "puede haber revivido los milagros de Bouvines, Valmy, La Marne”.) Ahora estaba de moda ir a partidos de fútbol y conversar al respecto.

    Pero volvamos a la década de 1980 y en el contexto de la investigación en ciencias sociales. La escuela británica en estudios históricos y sociológicos había logrado una ventaja significativa en la materia, tanto para los estudios históricos y las prácticas de los expertos de fútbol (estoy pensando en particular de Tony Mason y Richard Holt) se habían dedicado a la investigación sustancial de la difusión de este deporte. Eminentes sociólogos como Ian Taylor y seguidores de Norbert Elias, Eric Dunning, Murphy Patrick y John Williams a la cabeza, estaban interesados ​​en el comportamiento de los hinchas más violentos. En Francia, el deporte en la sociología se había centrado en prácticas y una función de categorías socioprofesionales. Cristiano Pociello y Jean-Michel Faure, entre otros, y el desarrollo de importantes estudios dedicados a los procesos de diferenciación social en el campo de estudio inspirado en Pierre Bourdieu.

    En el espectáculo en sí mismo, si no hubo análisis precisos no fue por falta de esfuerzo. Algunos autores (Pierre Sansot y el escritor suizo de lengua francesa, Georges Haldas me vienen a la mente) escribieron con talento sus experiencias sobre los espectadores. Pero, ¿podríamos estar satisfechos con este "homenaje a la sensibilidad"? (en palabras de Pierre Sansot). Hay otros interrogantes sobre la finalidad social de los partidos de fútbol. Entre éstos, algunos, sin ningún fundamento empírico deportivo denunciando a estos eventos como el "opio del pueblo", como instrumentos sociales al servicio del Estado, pintando una visión de la ilusión de los poderosos de justificación compensatoria en un intento para regular y subyugar. De esta manera, las audiencias eran representadas como "culturas irreflexivas ", incapaces de crear distancia con respecto a las prácticas y cautivos de su propio entusiasmo excesivo. Este residual punto de vista, es apoyado, aunque bastante poco convincentemente debo decir, en artículo tras artículo luego de los años ‘60 por Jean-Marie Brohm. Otros autores vieron un hipotético ritual en la relación entre la religión y el fútbol. Marc Auge, en un artículo, propone esta analogía: en realidad, la aparente afinidad entre fútbol y ceremonia religiosa había sido ya objeto de estudio en Italia (pensemos en el libro de el Antonio Bettanini y Pietro Mastrolonardo), en Inglaterra (un artículo de Robert Coles sobre el fútbol como "religión sustituta") y en Alemania (uno piensa en el ensayo de Fritz Stemme publicado para el 25ª aniversario de la UEFA).

    Otros dos autores, que escriben desde una perspectiva muy diferente, ya por la década de 1980, habían hecho contribuciones originales al análisis de los espectáculos deportivos. La primera, del geógrafo inglés John Bale quién había emprendido una serie de estudios interesantes sobre el papel de los estadios en los espacios urbanos y su organización topográfica. Para Alain Ehrenberg que investigó el fanatismo y el significado de los deportes, el fútbol y el deporte en general son meras ilusiones, un cúmulo de realidades, ideales que representan los valores de una sociedad democrática: competencia entre iguales y la consagración de los mejores.

    Todos estos análisis fueron preciadas contribuciones cuando empecé con Jean-Marc Mariottini y Hayot Alain, en mi larga investigación sobre el espectáculo de los partidos de fútbol. Si tal tema debía sin embargo ser legitimado, sería primero porque arrojaría luz sobre las categorías singulares y conceptos antropológicos probados, y en segundo lugar, porque su estudio exponía al desnudo las dificultades del método de la etnografía aplicada al mundo contemporáneo.

    Una vez aplicadas las categorías y conceptos, ¿puede el estudio del fútbol aportar nuevos conocimientos?

    Un concepto que es recurrente en los estudios contemporáneos sobre etnología es el de la identidad. Los equipos de los clubes de fútbol son ahora parte de los principales símbolos de las identidades colectivas. Ellos son grabadoras virtuales y amplificadores de lealtades de la comunidad y grupos de pertenencia. Incluso se podría describir la política reciente de la identidad europea y los conflictos (de Yugoslavia a Bélgica a través de Checoslovaquia y España) en términos de fútbol. Pero la identidad percibida tal y a través de una pasión por el deporte, revela su fragilidad, o al menos, su ambigüedad.

    ¿Hay realmente mucha diferencia hoy entre un parisino y un marsellés, entre un croata y un serbio, entre un catalán de Barcelona y un madrileño? Sólo cuando la identidad popular comienza a desvanecerse es que se hace más prominente y se proclama en voz alta: aquí radica la paradoja de los tiempos modernos. Al mismo tiempo, el fútbol es un laboratorio privilegiado para analizar los procesos globales de resistencia cultural y apropiación creativa de las prácticas que surgen fuera del contexto en que se encuentran implementadas. ¿Es posible sin una etnología de la globalización? Sin duda, mediante el estudio de diferentes mecanismos de apropiación de la pizza y también del fútbol, en términos de la práctica como entretenimiento, no sólo a través de los ejemplos más espectaculares (transformación del fútbol en Gahuku-Gama, Nueva Guinea) sino también por la adaptación de las prácticas estilísticas exportadas del Reino Unido, lugar de nacimiento del fútbol. Eduardo Archetti ha analizado estos procesos en su trabajo sobre la criollización de fútbol y del polo en Argentina donde las prácticas "se transformaron en algo diferente, en una tradición compuesta de un estilo local, una nueva manera de hacer las cosas".

    Para éste, el fútbol consistía en un estilo de potrero, basado en pases cortos, muy diferente de las patadas y el cabezazo que promovió el estilo físico de los pioneros ingleses. Estas reflexiones sobre la apropiación creativa de un lenguaje mundial se aplican igualmente a la deportiva, al espectáculo que se apropió de manera diferente de un lugar a otro, de un país a otro país, como evento de un objetivo a otro en un estadio. Pero una vez más, se da una diferencia entre las representaciones y la realidad. El estilo atribuido al propio equipo local, que "hablan" de las singularidades locales o nacionales, y únicamente anunciaría el contenido y un papel "performativo" en la afirmación de las identidades, es más algo imaginario, un estereotipo arraigado duradero que una constatación de hecho. En la actualidad con mayor razón, cuando los jugadores, los entrenadores y las tácticas cambian a un ritmo muy rápido.

    Un segundo ámbito de los estudios de los deportes en general y del espectáculo del fútbol en particular, podía realizar un aporte singular, el de la construcción de los géneros. A finales de los años de 1980, el público de las tribunas (finales, lados, codos) según los lugares, fueron sometidos a una transformación basada en la geografía del estadio. Estos espacios se estaban convirtiendo o se habían convertido en territorios emblemáticos de un grupo de hombres de cierta edad y no de una la clase social. Anteriormente, las tribunas detrás de los arcos se las llamaba “Populares” y estaban reservados para las clases más modestas.

    En la década de 1980, estas secciones se transformaron progresivamente y rebautizaron como secciones “Juveniles”. Fue aquí que los grupos de jóvenes hinchas fanáticos (los Ultras) establecieron su territorio. La participación en uno de estos grupos autogestionados se consideraría un paso en una “carrera viril”, el hombre joven se pone a prueba para demostrar que "él tiene todo lo necesario" por la palabra provocativa y algunas veces por el gesto ("Un poco de violencia no hace daño a nadie", dice un refrán inglés).

    Al interior de estos grupos de pares entre 15 y 25, o incluso 30 años (el tiempo social de la juventud se prolonga de manera significativa en las últimas décadas) se experimentan el contacto y la transgresión de las normas y límites. Allí se perpetúan la solidaridad y surgen con audacia, a través de los canciones, los eslóganes, los gestos de desafío y de reprobación (gestos de honor, cuernos con los dedos...), símbolos (bananas infladas que se esgrimen), basándose en banderas... los "valores" viriles se llevan bien alto en la vida cotidiana pero hoy son corroídos por el aire de los tiempos. En estos espacios refugios que son los estadios, el machismo, el prestigio de los hombres jóvenes "que saben cómo luchar" y responder a las afrentas, están floreciendo en otra aún más pronunciada que las ideologías circunstanciales que abogan por la neutralización de las diferencias sexuales.

    Estos grupos cuentan con unas pocas mujeres jóvenes -por lo general no más del 10%- y muy raramente entre los líderes. "Demasiadas chicas que chicos ablanda, eleva su agresividad". Las mujeres jóvenes que pertenecen a grupos de hinchas suelen acompañar a sus compañeros; algunos elementos o grupos autónomos femeninos incluso han aparecido en los últimos años. Pero es minoritario y a menudo son fenómenos efímeros, mientras que los grandes grupos de fanáticos, con miles de miembros, que tienen un local y equipamientos, constituyen el marco principal de la sociabilidad de estos jóvenes.

    Esta asociación entre el fútbol y masculinidad aparece explícitamente en Irán, donde la asistencia al juego está prohibido a las mujeres, no sólo porque se ve la mitad de los jugadores de cuerpo desnudo (piernas), sino porque más probablemente no quieren que las mujeres se expongan a tales consignas viriles como "Shir -e samâvar dar kun-e davar" (“El tubo del samovar en el culo del árbitro”). Una de las reivindicaciones femeninas y feministas es la de poder tener el acceso a los estadios de fútbol, como se ilustra en la excelente película del director iraní Jafar Panahi, Offside.

    En Europa, el objetivo ha sido en distintas etapas, el de "desvirilizar" y hacer más "familiero" el espectáculo de los partidos de fútbol. Esta “disneylización” la evolución contemporánea del espectáculo deportivo y las brechas que se producen en el entre-sí masculino.

    Identidad, género, el estudio del partido de fútbol como sea posible para volver a la categoría de ritual a menudo se utiliza incorrectamente por las ciencias sociales contemporáneas para describir cualquier efervescente reunión. ¿Se trata solo de un uso metafórico o la aproximación de algún fundamento? Formas, funciones, significados del espectáculo de un gran juego de fútbol que dan cierta credibilidad a este paralelismo. La investigación se ocupa de esta cuestión y, finalmente, muestra que este tipo de hechos convergentes con encontrar un género híbrido, alternando entre el ritual y el entretenimiento, entre la ceremonia y el evento deportivo como espectáculo, entre el fervor de los fieles y de ocio de los consumidores, el gran juego, es de un estado mixto que simboliza la difuminación de las formas contemporáneas efervescentes de la vida colectiva.

    Otras posibilidades de investigación también llamaron la atención: los vínculos entre el fútbol y la política (más allá de la mera explotación del fútbol entre los estados totalitarios, o incitaciones al nacionalismo), la dimensión estética de una parte del espectáculo (el campo verde y el tierno cuidado del mismo, el colorido del fútbol y los jugadores en un extremo y el juego dramático, geométrico, saltando los arqueros en el aire, todos comprendidos en la visual sobre los flujos en el estadio a través de adornos del juego, vestuario, color y coreografía), el estado de las emociones que condensan los noventa minutos de espectáculo, el sufrimiento, el odio, el miedo, la admiración, la alegría y el sentido de la injusticia.

    Si el fútbol como ​​objeto parecía valioso, como reflexión, la forma de abordarlo, los métodos para poner en práctica parecían muy problemáticos. El antropólogo está habituado a observar pequeñas comunidades o a explorar las redes de relaciones sociales con todas sus ramificaciones. Su trabajo es largo y tedioso, basándose en la familiaridad con sus informantes en la materia. Los eventos deportivos por otra parte, donde se reúnen en un mismo estadio un gran número de personas durante un corto período de tiempo, parece ser la síntesis de todo el obstáculo que rechazaría el etnólogo. Tuvimos que empezar nuestra investigación a escalas múltiples, sin duda una de las claves para una antropología de las formas de la vida moderna que no se presta a los procedimientos micro-analíticos. Entrevistas extendidas, las historias de vida de cada hincha permitió la identificación de las formas en que las historias individuales se cruzan y se combinan con los de las ciudades, clubes, competencias, partidos.

    El estudio de la fisiología de los estadios, de los grupos de hinchas, y los comportamientos diferenciados por posición entre las visualizaciones descubriendo las normas de explotación de las masas estructuradas y la coexistencia de puntos de vista conflictivos del juego en función de los orígenes sociales (¿habría que subrayar el hecho de que este tipo de investigación en el centro de una multitud, requiere importantes puntos de referencia cuantitativos?). El análisis que hemos hecho de la composición del equipo, del estilo preferido de juego, de las formas especiales de participación en el evento deportivo en sí, revelan en el ámbito comunitario, los mecanismos de apropiación de un lenguaje universal, que produce una experiencia singular a partir de lo general. Pero en el camino del significado de este enfoque en apariencia pluralista, que refleja la confusión de lealtades e identificaciones, no es suficiente la comparación razonada, categoría demasiado a menudo descuidada a favor de la experiencia irreductiblemente singular, es un adicional para eliminar pruebas falsas y exponer los detalles.

    ¿Qué significa esto para el análisis de un fenómeno como el fútbol? El examen detallado de las diferencias (en este caso el estudio comparativo de tres clubes) destaca, en cambio, variaciones estilísticas y las propiedades distintivas que si se estudia en una sola dimensión, no habría sido evidente. En otras palabras, entendemos mejor al Olympique de Marsella, por haber hecho un desvío a la Juventus de Turín. Las diferencias distantes -en el tiempo y en el espacio- entre los partidos de fútbol de hoy en día y los juegos competitivos como el que florecieron en otros tiempos o en otras civilizaciones (tlachtli azteca, soule medieval, ...) pueden ser provechosamente utilizados para identificar la semántica del marco del deporte contemporáneo: una competencia generalizada y exaltación estrictamente codificada del mérito individual y la solidaridad colectiva, así como el rol de suerte, el engaño y la justicia en el camino hacia el éxito.

    Si lo pensamos, el espectáculo del fútbol es un tema que tiene un lugar como objeto de estudio de la antropología actual, tanto por las temáticas que le permite abordar como por los métodos que necesita para poner en práctica, no es seguro que sea un objeto legítimo para muchos etnólogos que se niegan a abrir la disciplina a las sociedades contemporáneas. Por mi parte, sigo pensando que el fútbol es un regalo precioso para los antropólogos. ¡A veces me pregunto si no fue inventado para que sean felices!

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EFDeportes.com, Revista Digital · Año 17 · N° 174 | Buenos Aires, Noviembre de 2012
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