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Ayer recordé a un esprínter

 

Licenciado en Educación Física

Técnico Deportivo Superior en Atletismo

Profesor de Educación Física

Preparador físico

Xavier Palau Roig

xpalau2000@yahoo.es

(España)

 

 

 

 

Resumen

          Valeri Filippovich Borzov hizo vibrar a un niño de diez años en 1972, por primera vez delante de una televisión en blanco y negro donde aparecían unas imágenes gigantescas, tan gigantescas como olímpicas. Una pista de atletismo y una final, cómo todas, de alta tensión, eran los 100 metros lisos y un atleta de la Unión Soviética destacaba en la salida, con su dorsal 932 tomaba posiciones en los tacos de salida. ¡¡¡A sus puestos!!!..., ¡¡¡listos!!!... y con su salida peculiar, altamente técnica por aquellos tiempos realiza una progresión rápida sin dejar de acelerar hasta cruzar la línea de meta. Deja a dos monstruos de la velocidad como Taylor (EEUU) y Miller (Jamaica) por detrás y se alza como campeón olímpico de los 100 metros lisos. El público asombrado por la perfección de la carrera aplaude la gesta del “cohete rojo”. El niño, sin palabras, queda emocionado por la velocidad de aquel hombre. Con el tiempo también él niño practicó atletismo y un día, en un sueño, lo recordó.

          Palabras clave: Valeri Borzov. Atleta. Juegos Olímpicos. Velocista.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 174, Noviembre de 2012. http://www.efdeportes.com/

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    Nació en 1949 en Sambir (Ucrania), la pista más cercana estaba situada en el pueblo de Nóvaya Kajovka, un pequeño estadio bien equipado dónde hacían clases de cultura física los alumnos del colegio, Valery era alumno de sexto grado por aquel entonces y un entrenador, Boris Voitas le invitó a ingresar en la sección de atletismo. Los entrenamientos le cautivaron, le costó mejorar y sus primeros cien metros los realizó en doce segundos. Fue mejorando, pero sin destacar especialmente, hasta que después de una Espartaquiada Escolar y ya preparando su ingreso en el Instituto de Educación Física de Kiev, un entrenador de renombre y biólogo, Valentin Petrovsky le hizo la pregunta de rigor “¿quieres entrenarte conmigo?”, Valery respondió muy categórico, “sólo deseo entrenarme con Petrovsky” y Petrovsky le contesto, “bueno, esa es una buena razón para que nos presentamos. Yo soy Petrovsky”. Desde aquel momento no se separaron, entrenamiento, pruebas, laboratorio, entrenamiento y más entrenamiento.

    A los 17 años conseguía ser el mejor velocista de la Unión Soviética con unos tiempos de 10”5 en el hectómetro, 22”0 en el doble hectómetro y 50”0 en la vuelta a la pista.

    Corría el año de 1968 y los europeos junior estaban muy cerca, su preparación se incrementó para conseguir unos resultados óptimos en las dos distancias, de hecho su primer gran éxito, quedo campeón europeo en 100 y 200 metros lisos con una marcas de 10”4 y 21”0 respectivamente. Una lesión no le permitió viajar hasta México para representar a su país en los Juegos Olímpicos de ese mismo año. Así y todo, una vez recuperado rebajó su marca personal en 10”2, marca que presagiaba un futuro inmejorable.

    Al año siguiente en los europeos absolutos de Atenas, gana los cien con un cronómetro de 10”49 y un viento en contra de 2,7 m/s, fue una carrera progresiva y veloz, pero la salida nefasta donde las hubiera, fue su última salida mala. Al llegar a su país estudió y mecanizó una nueva forma de salir de tal modo que incluso al principio daba la sensación que se escapaba como el alemán de principios de los años sesenta Armin Hary. Finalizó la temporada con un crono manual de 10”0 y un nuevo récord de Europa absoluto.

    En 1971 fue el rey de la velocidad en Helsinki, de nuevo se proclamó campeón de Europa, pero esta vez en cien y doscientos metros con unas marcas de 10”27 y 20”30 respectivamente.

    Al año siguiente la gran cita, a finales de verano se iniciaban los Juegos olímpicos de Munich de 1972, en la prueba de los 100 metros se produjo un hecho curioso cuando los estadounidenses Eddie Hart y Reynaud Robinson, dos de los grandes favoritos para acaparar las medallas, no se presentaron a las series clasificatorias por un error de su entrenador, que se equivocó de horario e hizo que llegaran tarde.

    Todo parecía a favor del “cohete rojo”, pero mientras en Moscú lo adoraban, una organización ucraniana independentista le había amenazado de muerte si volvía a representar a la U.R.S.S. en un gran evento deportivo, tal vez en aquellos momentos y por todos los acontecimientos provocados por el acto terrorista de un grupo de radicales palestinos autodenominados “Septiembre Negro” contra el Equipo Olímpico de Israel, le rondó por su cabeza un miedo que supo contener en todo momento.

    Borzov estaba inscrito en las dos pruebas (100, 200 y el Relevo de 4 x 100 metros), pasó las series y en semifinales batió el record de Europa que el mismo poseía dejando una marca de 10”07. Llegó la final, su salida impecable, trabajada, mecanizada centímetro a centímetro le proporcionó una aceleración durante los primeros cincuenta metros que ningún adversario pudo resistir, aquella máxima aceleración y la increíble frecuencia de pasos por segundo le dieron la victoria i el oro olímpico, ni el estadounidense Robert Taylor (10”24), ni el jamaicano Lennox Miller (10”33) pudieron dar caza al “cohete rojo” que con una marca de 10”14 dejó al público del estadio boquiabierto.

    En la final de 200 metros destrozó el record de Europa de la distancia, dejando un tiempo de 20”00 y de nuevo en lo más alto del pódium, ni el estadounidense Larry Black, ni el jovencísimo italiano Pietro Mennea que más tarde seria el plusmarquista mundial de la distancia pudieron con Borzov.

    Para terminar su gesta, el equipo soviético del relevo corto consiguió subir al segundo cajón del pódium, detrás de Estados Unidos, que con 38”19 consiguió un nuevo récord mundial.

    El acaparar tantos títulos en pruebas dónde los estadounidenses tradicionalmente siempre obtenían grandes resultados y una guerra fría palpable entre países abrió la siempre eterna duda sobre los sistemas empleados por su entrenador Valentin Petrovsky, de lo que no hay duda es que a partir de 1972, los entrenadores estadounidenses empezaron a interesarse por los novedosos sistemas de entrenamiento pliométrico que ya se utilizaban en los países del este de Europa desde hacia tiempo.

    Durante 1973 no compitió y apareció de nuevo en 1974, en los Campeonatos de Europa celebrados en Roma volvió a ganar las dos distancias.

    Como a todas las estrellas llegó su ocaso, después de una larga recuperación de su lesión en el tendón de Aquiles, su último destello se produjo en las olimpiadas de Montreal’ 76 con dos bronces, en el relevo corto y en el hectómetro por detrás de Hasley Clawford (Trinidad &Tobago) y Don Quarrie (Jamaica).

    Aquel niño despertó del sueño, ahora tiene cincuenta años, pero aún conserva en su retina la imagen de una final Olímpica ganada por un hombre muy rápido, veloz y que sin saberlo lo transportó al mundo del deporte y al atletismo en particular para el resto de su vida.

    Algunos te recordamos Валерий Филиппович Борзов, para nosotros fuiste el “cohete rojo”.

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