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Una propuesta práctica para utilizar la velocidad aeróbica máxima (VAM) como medio de control del entrenamiento en corredores de resistencia

 

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.

Máster Oficial en Nutrición Humana.

Máster en Cineantropometría y Nutrición Deportiva.

Entrenador Nacional de Atletismo.

Raúl Domínguez Herrera

raul_dominguez_herrera@hotmail.com

(España)

 

 

 

 

Resumen

          A menudo la mayoría de entrenadores y deportistas (incluyendo muchos alto nivel) no tienen acceso a poder realizar pruebas funcionales con cierta periodicidad, con objeto de poder ir comparando la evolución de sus programas de entrenamiento y poder ir ajustando las cargas de trabajo a lo largo de la temporada en base a sus distintos estados de forma. Muchas veces, el entrenador se escuda en expresiones del tipo “es que no tenemos medios…” o “es que tal test no es exacto…”. En fin, esta bien que como entrenadores seamos científicos y rigurosos, pero, cuando no podemos optar a lo deseable, tenemos que conformarnos e ir utilizando herramientas que tengan cierta validez y que podamos adaptarlas a nuestro contexto de trabajo. Esta es la situación en la que el autor del artículo se encuentra en la realidad. Es por ello que, en una búsqueda por aplicar un test específico para corredores (que se realice en una pista de atletismo), barato y con unas garantías objetivas, ha buscado y ha ido incorporando distintos test de valoración a lo largo de los años como entrenador. Y, es por ello que se hace una propuesta práctica, en la que poder hallar la velocidad aeróbica máxima (VAM) con un test a carga constante, tras realizar un test incremental como es el test de Conconi que nos da una velocidad muy parecida a la que estamos buscando, así como la posibilidad de poder comparar la respuesta de la frecuencia trabajo a distintas velocidades sucesivamente en el tiempo.

          Palabras clave: Velocidad aeróbica máxima. Corredores de fondo. Control del entrenamiento.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 173, Octubre de 2012. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    La programación, aspecto fundamental del entrenamiento, consiste en detallar y concretar los elementos y factores que constituyen un plan de trabajo (González y Ribas, 2002). La programación debe hacerse en base al estado del deportista (García-Manso y col., 1998; Issurin, 2012) y a unos objetivos, que constituyen las finalidades o metas a alcanzar (García-Verdugo y Landa, 2005). Los objetivos que nos marquemos deberían de ser pequeñas mejoras cuantificables, lo que hace que las evaluaciones posteriores resulten obvias (Benito, 2008).

    Siff y Verkhoshansky (2002) indican que debería de realizarse una reproducción periódica de una misma prueba específica o test relacionado con alguna capacidad específica para el deportista en distintas fases de la temporada, con objetivo de ir evaluando el estado de forma del deportista, pero, también, el proceso de entrenamiento. Además, los resultados de la prueba siempre deben de constituir el punto de continuación del trabajo posterior, constituyéndose de esta manera en un mecanismo de retroalimentación y corrección continua de la periodización (Padilla y Terrados, 2004).

    Por tanto, un test específico y que nos de información relevante sobre parámetros estrechamente relacionados con el rendimiento en competición, nos ayuda a optimizar nuestra programación y a llevar un correcto control y evaluación, aspectos fundamentales del proceso de entrenamiento (Navarro, González-Badillo y Requena, 2008).

Velocidad aeróbica máxima (VAM) como parámetro de referencia en el atleta de resistencia

    Podemos considerar al VO2 máx como parámetro de control a la hora de controlar la evolución del entrenamiento al tratar con corredores de resistencia, ya que, el consumo máximo de oxígeno (VO2 máx) es uno de los parámetros más determinantes en el rendimiento en actividades de resistencia (Pardo, 2008). Este parámetros es el que mejor mide la capacidad cardiorrespiratoria del deportista, es decir, la capacidad máxima del organismo de captar, transportar y utilizar oxígeno durante el ejercicios (Pérez, 2008); o, dicho de otra manera, el consumo máximo de oxígeno hace referencia al ritmo máximo de producción de energía del sistema aeróbico (Mora, 2010). De ahí que haya autores que manifiesten que el VO2 máx debe de ser considerado como el principal determinante y el mejor predictor del rendimiento de resistencia (Gledhill, 1996).

    Ahora bien, el VO2 máx es un parámetro que se mide en litros por minuto; pero, con el fin de poder equipararlo y compararlo entre distintos deportes, surge el VO2 máx relativo, que no es más que el VO2 máx referido al peso corporal, a través de ml/kg/min (Zintl, 1991).

    En cuanto a su forma de medición, para hacerlo de forma precisa, éste se debe realizar en un laboratorio mediante un analizador de gases que mida la composición del aire mientras que la persona inspira y espira (Pérez, 2008), con una serie de consideraciones a tener en cuenta por el investigador (para más información, se recomienda al lector que acuda a Shepard, 1996).

    Ahora bien, en la práctica, debemos de considerar que existen autores como Verkhoshansky, que manifiestan que los cambios en el VO2 máx conforme se van acercando las competiciones no es el mejor indicador. De hecho, existen datos de deportistas que, al mejorar sus registros en el período competitivo, disminuyen su VO2 máx (Verkhoshansky, 2004). Esto podría explicarse por un aumento de la fuerza específica (Siff y Verhhoshansky, 2002; Verkhoshansky, 2004) o por un incremento en la economía de carrera que, como sabemos, es un parámetro que influye en éste indicador (Wilmore y Costill, 2002) o incluso, un mejor estado a nivel psicológico.

    Por eso, a lo mejor, más que utilizar el VO2 máx como parámetro a evaluar a lo largo de la temporada, podría resultarnos utilizar la VAM (velocidad aeróbica máxima), que hace referencia a la velocidad de desplazamiento que se obtiene mediante la prestación del VO2 máx (García-Manso, 1999) o, la máxima velocidad de desplazamiento que puede obtenerse mediante procesos aeróbicos (Gutiérrez, 2007). Debemos considerar, por tanto, a la VAM como la velocidad que obtenemos en un test cuando alcanzamos el VO2 máx que corresponde con la velocidad en el palier final en los test progresivos.

    Como podemos desprender, por tanto, tenemos test con cargas estables. Así, hay propuestas de que el tiempo que se puede correr en prestaciones de consumo máximo de oxígeno puede mantenerse durante 7-8 minutos, lo que equivaldría a correr un 2000-300 metros (García-Manso y col., 2006) o la realizar un test máximo de 5 minutos (Berthon y col., 1997), teniendo éstos una buena correlación con los datos obtenidos en laboratorio. Si bien, el principal problema de este tipo de test es el encontrar un ritmo adecuado para el mismo.

    Así, además, de la dificultad de realizar correctamente un test a carga constante, otra limitación sería que el único valor obtenido sería la VAM. Por el contrario, existen otro tipo de test, como son los incrementales, que nos permiten ver como responde la frecuencia cardíaca a distintas cargas de trabajo; por lo que, podríamos comparar la eficiencia energética de un corredor a lo largo de la temporada. Además, seguramente, esta propuesta sería mucho más rica y consistente, si, tras recuperarnos del test anterior confirmamos nuestra VAM, mediante un test a una carga constante, bien sea mediante una prueba de 5 minutos o de 2000 metros, por ejemplo.

    El principal objetivo del presente artículo ha sido la de informar acerca de la importancia de seguir un control del entrenamiento y como, en corredores de resistencia específicamente, el control de la VAM puede ser un parámetro muy valioso. Así, proponemos la conjunción de dos test de campo simultáneamente, un test incremental (test de Conconi) y otro a carga constante (5 minutos), para poder realizar un correcto control del entrenamiento, con el fin de optimizar la preparación de todos los deportistas que por desgracia no pueden acceder a las a veces costosas y poco asequibles pruebas de laboratorio.

Test de Conconi

    Hay que comenzar diciendo que el Test propuesto por Conconi y colaboradores (1982) no fue un test elaborado para hallar específicamente la VAM si no otro parámetro estrechamente relacionado con el rendimiento en las pruebas de resistencia como es el umbral anaeróbico. De este modo, se diseñó un test de campo no invasivo, de tipo incremental, con una alta especificidad, pues se realizaba en una pista de atletismo de 200 metros o una pista de 400 donde cada 200 metros, se iba incrementando 0,5 km/h cada 200 metros.

    El deportista comenzaba a realizar el test, tras realizar un pequeño calentamiento (10 minutos de carrera suave), siendo ideal que el número de palieres realizado por el corredor estuviese comprendido entre 10-15, por lo que, la velocidad de inicio variaría en función del nivel del atleta. 

Km/h

Lap 200

PPM

10

72,0

  

10,5

68,6

  

11

65,5

  

11,5

62,6

  

12

60,0

  

12,5

57,6

  

13

55,4

  

13,5

53,3

  

14

51,4

  

14,5

49,7

  

15

48,0

  

15,5

46,5

  

16

45,0

  

16,5

43,6

  

17

42,4

  

17,5

41,1

  

18

40,0

  

Planilla para corredores nivel A 

 

Km/h 

Lap 200

PPM

12

60,0

  

12,5 

57,6

  

13

55,4

  

13,5

53,3

  

14

51,4

  

14,5

49,7

  

15

48,0

  

15,5

46,5

  

16

45,0

  

16,5

43,6

  

17

42,4

  

17,5

41,1

  

18

40,0

  

18,5

38,9

  

19

37,9

  

19,5

36,9

  

20

36,0

  

Planilla para corredores nivel B 

 

 

Km/h

Lap 200

PPM

15

48,0

  

15,5

46,5

  

16

45,0

  

16,5

43,6

  

17

42,4

   

17,5

41,1

   

18

40,0

   

18,5

38,9

  

19

37,9

  

19,5

36,9

  

20

36,0

  

20,5

35,1

  

21

34,3

  

21,5

33,5

  

22

32,7

  

22,5

32,0

  

23

31,3

  

Planilla para corredores nivel A 

    Así, el corredor tendría que hacer cada 200 a velocidad creciente y marcar por cada paso las pulsaciones, indicándolas en los cuadros expuestos y, a continuación, extrapolarlos a un gráfico velocidad/frecuencia cardíaca. Según el autor (Ballari y col., 1989; Conconi y col., 1982; Conconi y col., 1996), a cada incremento de la carga habría un incremento proporcional de la frecuencia cardíaca, hasta llegar a un punto cercano a la frecuencia cardíaca máxima en el que la frecuencia en vez de incrementarse proporcionalmente, pasaría a hacerlo a una velocidad menor. Este punto de corte sería el que correspondería al umbral anaeróbico.

    Sin embargo, existen diversos estudios que aportan datos de un comportamiento de la frecuencia cardíaca que no muestra ese punto de deflexión (Hofmann y col., 1997; Lucía y col., 2003). Por lo que, actualmente, se asume que existe una relación proporcional y lineal en la respuesta cardíaca frente a la intensidad de la carga de trabajo (Fernández, 2008).

    Por tanto, tenemos que dejar en interrogante, si este test tiene la capacidad de medir este parámetro fisiológico. En cualquier lugar, la pregunta que debemos de hacernos es, ¿podría este test aportarnos, aunque sea de forma aproximada, la VAM de un corredor?

    En primer lugar, indicar que, un test de Conconi tiene muchas semejanzas con una prueba de esfuerzo máxima, ya que, a parte de compartir con ésta el carácter del esfuerzo (hasta el agotamiento); cumple otro de los requisitos que consiste en tener una duración aproximada de 10 minutos (Buchfuhrer y col., 1983), además de tratarse de un test progresivo.

    ¿Cuáles son las dos principales limitaciones? La primera, relacionada con la metodología llevada a cabo por el test es que no cumple con el requisito de tener unos escalones constantes de entre 1-3 minutos. De hecho, la duración de cada escalón es cada vez menor, ya que, la distancia es la misma y la velocidad creciente. Además, podríamos objetivar que los cambios de velocidad son llevados a cabo por el propio deportista y, a altas intensidades, a veces resulta difícil. Sin embargo, la principal limitación viene dada por la no utilización de un espirómetro y no hallar directamente el consumo de oxígeno.

    No obstante, la esencia del test (sabiendo sus limitaciones) sigue siendo la misma que la de una prueba de esfuerzo máxima de tipo incremental y, si en estas pruebas se acaba corriendo a velocidad aeróbica máxima, podríamos asumir que la velocidad alcanzada en el último palier del test de Conconi, podría relacionarse con la velocidad aeróbica máxima.

    Por eso, la propuesta que hacemos es la de realizar un test de confirmación de 5 minutos (Berthon y col., 1997), de 1500 en los corredores jóvenes (García-Manso, 1999), de 2000 metros en los corredores de medio fondo (García-Manso, 1999) o de 3000 en el caso de los maratonianos (Gutiérrez, 2007), a una velocidad que sería la misma que tuvo lugar en el último palier del test de Conconi.

    De este modo, por un lado, en el test de Conconi puede servirnos por dos motivos fundamentales:

  • Valoración de la frecuencia cardíaca ante una misma carga (al comparar los resultados a lo largo de una temporada). Por lo que, una frecuencia cardíaca menor ante una misma velocidad, sería indicativo de una mayor eficiencia energética (objetivo fundamental perseguido por los deportistas de resistencia).

  • Obtener una velocidad al final del test que, puede servir de referencia para poder realizar un test a carga constante que si se ha comprobado que tiene una alta correlación con el consumo máximo de oxígeno y, por tanto, por la velocidad aeróbica máxima.

    Así, en función de la velocidad aeróbica máxima confirmada en el test a carga constante (nuestra propuesta como test de confirmación), a parte de poder comparar la evolución del programa de entrenamiento, podremos adaptar la prescripción de las cargas de entrenamiento, ya que, como sabemos, la velocidad aeróbica máxima puede ser un indicador muy valioso para prescribir las cargas de trabajo (García-Verdugo y Leibar, 1997; García-Verdugo, 2007).

Límites de intensidad de entrenamiento preestablecidos (García-Verdugo y Leibar, 1997)

Referencias bibliográficas

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