efdeportes.com
Resolución de conflictos: prevención e intervención

 

Jefe de Estudios de Educación Primaria y Especialista de Educación Física, Colegio López Vicuña

Máster en Innovación, Evaluación y Calidad en Educación Física, UAM (en proceso)

Licenciado en Psicopedagogía. Diplomado en Magisterio

de Educación Primaria, especialista en Educación Física

José Luis Felipe Maso

felipemaso@hotmail.com

(España)

 

 

 

 

Resumen

          Este artículo pretende proporcionar herramientas para la identificación y resolución de los conflictos que pueden surgir en el aula. Iniciamos con una breve definición del propio término y los factores que pueden provocar su aparición. Los tipos más habituales y las fases por las que debemos avanzar son un punto clave para su superación. Recomendamos la prevención y la elaboración de unas pautas básicas de convivencia, cualquiera que sea el grupo, como mejor medida de actuación.

          Palabras clave: Conflicto. Prevención. Intervención.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 17 - Nº 169 - Junio de 2012. http://www.efdeportes.com/

1 / 1

    Convivir en sociedad implica la aceptación de una serie de principios básicos de respeto, tolerancia o empatía. Las múltiples interacciones que se realizan diariamente ponen en peligro este equilibrio, pero lejos de evitarlo, debemos favorecer en nuestros alumnos la creación de estrategias para aprender a encarar y superar los conflictos de forma autónoma.

    Entendemos por conflicto "las situaciones que se suscitan cuando existe una discordancia percibida como tal por las partes, entre las consideraciones en torno a la realidad, las necesidades, las tendencias, los intereses o los valores propios de las personas que interactúan en un contexto concreto" Ruiz Omeñaca (2004). Casamayor (2009) completa que "no sólo hay conflicto cuando se producen malos tratos físicos o verbales o cuando alguien deteriora el mobiliario o el edificio o cuando alguien no deja trabajar a sus compañeros", introduce la idea de los conflictos a nivel psicológico, sin daño material visible. Debemos aceptar que "el conflicto es, en esencia, un elemento consustancial a la convivencia humana" (Burnley, 1993) que involucra pensamiento y acción. El modo en que lo solucionamos determinará el futuro, puesto que un proceder excesivamente directivo no permitirá a los participantes expresarse y aceptaran la solución como mera imposición externa, sin lograr ningún aprendizaje eficaz.

    En la escuela son numerosos los factores que obstaculizan la convivencia. El más importante es la pérdida del liderazgo educativo, por parte de los docentes y los padres. No contamos con las habilidades necesarias para favorecer la convivencia civilizada de una población tan diversa y nos vemos obligados a descuidar los aprendizajes académicos curricularmente propuestos. Las familias viven acuciadas por la falta de tiempo, lo que implica escasa participación en las tareas escolares o en la vida del centro. Esta escasez provoca que los alumnos pasen largas jornadas en los centros, asistiendo a una lista interminable de actividades académicas, deportivas o de refuerzo.

    Nuestra sociedad no favorece la tolerancia pacífica. Vivimos en la época de la competitividad contra los demás, obviando que lo realmente importante es mejorar uno mismo. Nos han enseñado que debemos superar a cualquiera que se interponga en nuestro objetivo y que sólo los más fuertes podrán ser felices, lo que nos lleva a una competición sin descanso contra todos y todo o lo que es peor aún, a discriminar a aquellos que cuentan con menos recursos o sufren algún tipo de minusvalía. Los momentos de ocio están llenos de estímulos visuales que, en demasiadas ocasiones, reproducen conductas agresivas y violentas, los videojuegos, las películas o los dibujos animados no colaboran en la formación de unos valores básicos de convivencia.

    Uno de los primeros pasos que debiera dar la Administración Educativa es una formación del profesorado mucho más implicada en la resolución de conflictos, a la vez que promover unos modelos de enseñanza más participativos, con los recursos materiales necesarios, para llevar a cabo un proceso de enseñanza que realmente favorezca aprendizajes significativos, que promuevan la autonomía del alumno y que no se base en la mera repetición mecánica de los mismos contenidos que las generaciones anteriores sufrieron.

    Fraile (2008) clasifica los tipos de conflictos a los que nos podemos enfrentar:

  1. Por discrepancias en el procedimiento: Los componentes del grupo no están de acuerdo en el modo de desarrollar una actividad concreta. Lo ideal es escuchar las distintas opiniones y tomar la decisión que la mayoría considere más oportuna.

  2. De naturaleza afectiva: La actividad no permite satisfacer las demandas afectivas de todos los integrantes, por ejemplo, en la organización en grupos. Debemos fomentar las relaciones de empatía y el razonamiento moral.

  3. Problemas en el reparto: Cuando se pretende un mismo objetivo, imposible de compartir, por ejemplo, cuando todos quieren contestar a la vez, ser los primeros de la fila o salir a la pizarra. La solución debe ir ligada a compartir.

  4. De percepciones diferentes: Dos o más alumnos tienen una vivencia distinta de un mismo hecho, por ejemplo, una falta en cualquier deporte colectivo. Debemos buscar una solución que satisfaga a la mayoría, siempre de forma razonada y argumentando.

  5. Por la defensa de intereses contrapuestos: Interpretación de la realidad del modo más positivo para los intereses propios, aun cuando el alumno es consciente de no tener razón. Suelen cerrarse a cualquier reflexión y entran en juego aspectos como la credibilidad o la autoestima.

  6. De diferencia de personalidad: El conflicto nace por un rasgo de la personalidad del otro: egoísmo, prepotencia... Orientaremos hacia la flexibilidad y la tolerancia recíproca.

  7. Por la convivencia: Nacen por las relaciones sociales dentro del grupo, como pueden ser la adopción de roles incómodos por el individuo o el liderazgo no aceptado. Encontrar la solución implica un proceso de reestructuración del grupo, si se consigue hacer de modo amistoso y razonado representará un enriquecedor aprendizaje.

  8. De naturaleza cultural: Los movimientos migratorios de las últimas décadas han posibilitado que compartamos aula con multitud de grupos étnicos al unísono. Debemos entender, y hacer partícipes a los alumnos, que cada uno, dentro de los límites que el sentido común promueve, puede tener unos procederes distintos y debemos aceptar a cada uno en su diferencia. Se desarrollará dentro de los principios de igualdad y equidad, nunca imponiendo los criterios de la mayoría.

    Nuestro objetivo, como educadores, debe ser potenciar el diálogo, aunque eso no garantice el éxito en todos los procedimientos. En este caso debemos conceptualizar el hecho y delimitar las responsabilidades de cada participante. No olvidaremos que nuestro proceder es el primer modelo que los alumnos analizan y que "el educador actúa como modelo y mentor, como creador de una comunidad moral y como promotor de un clima democrático" (Sánchez Torrado, 1998).

    Cada conflicto es diferente y, por tanto, necesita de unas herramientas particulares para su resolución, pero la mayor parte de los estudiosos coinciden en unas fases básicas por las que debemos avanzar para lograr el éxito:

  1. Crear un clima emocional adecuado. Generalmente, las personas se sienten ofendidas por el proceder del otro y en ese instante de ofuscación es muy complicado hacerle razonar. Debemos rebajar las tensiones provocadas, aceptando el derecho a enfadarse, no pretendemos enmascarar los sentimientos ni frenarlos pero el alumno debe ser consciente de la necesidad del autocontrol. El objetivo, para poder encarar el conflicto con garantías es crear un ambiente acogedor, para superar la desconfianza y favorecer la comunicación.

  2. La exposición del conflicto, es el momento clave. Debemos promover una escucha activa, por ejemplo, parafraseando lo que dicen los participantes, colaborando en la expresión de sentimientos y regulando el uso de la palabra para evitar que se interrumpan. Dejamos que cada cual exponga sus motivaciones, explique sus acciones y su punto de vista de forma ordenada y sin interrumpirse para, después, caminar hacia una percepción común de lo sucedido.

  3. Buscar alternativas que solucionen la disputa. Lo más positivo es plantearlas desde la opción cooperativa, para que ninguno tenga que renunciar a los derechos que considera fundamentales, podemos comenzar por el planteamiento de Burnley (1993) "si...entonces...". En este momento la exploración creativa y la imaginación cobran primordial importancia. Planteadas las propuestas de solución debemos llegar a un resultado que tiene que dejar contentas a todas las partes, tratando de buscar puntos en común o beneficios para ambos, no solo en el marco del propio conflicto sino en los aspectos afectivo y social. Siempre actuaremos dentro de los principios de equidad, respeto, asertividad y empatía. Todo compromiso al que lleguemos, debe contar con el beneplácito y el compromiso de las partes para ponerlo en práctica, esto no significará un acuerdo cerrado, ya que, podremos flexibilizar el plan de acción en función de las cambiantes circunstancias que observemos.

  4. Los implicados valoran la solución acordada y se hacen conscientes de los compromisos que afrontan a partir de este instante.

    Todo el proceso debe desarrollarse dentro de un marco de privacidad y confidencialidad. Al finalizar, se pueden poner en común, con el resto de la clase, tanto el origen del problema como la resolución final, con ello estamos anticipando futuros problemas y ejerciendo, de nuevo, la prevención. Este modelo de resolución de conflictos pretende crear seres más autónomos, con juicio crítico, a la vez que supera los roles de profesor como sujeto directivo y alumno como obediencia sin condiciones.

    En algunas situaciones se convierte en imposible el razonamiento con el sujeto, paralizando la clase y poniendo a todo el grupo ante una situación poco deseable, entonces debe prevalecer el derecho del resto de alumnos y podemos proceder, si no encontramos otra solución, a la expulsión, pero este no es el punto final de la intervención sino el principio. Cimentado nuestro proceso de intervención en la reflexión y la comunicación total con alumnos y familias.

    El alumno excluido saldrá con otro profesor y realizará una reflexión inicial, pudiendo ser informal y oral o escrita, que le permitirá descubrir nuevas alternativas ante la situación vivida. Después el profesor "expulsador" se reunirá con el expulsado, no se limitará entregarle la falta, sino que juntos buscaran respuestas por su actitud y compromisos para el futuro. Se hace fundamental una reunión con los padres para coordinar una intervención positiva para todos, con un pacto de seguimiento y poniendo en común posibles problemas que el alumno esté sufriendo. El papel del equipo directivo se centrará en ofrecer los servicios de los profesionales de los que disponga el centro: psicólogos, psicopedagogos u orientadores, tanto a las familias como a los alumnos y a los propios docentes, facilitando pautas de actuación, nuevas herramientas y recursos o derivando hacia los servicios sociales, si lo considera oportuno.

    Las expulsiones temporales se utilizan como medida correctora, pero en realidad no solucionan el conflicto, simplemente lo aparta durante un tiempo del centro. Toda expulsión debería llevar asociadas unas actividades de reflexión y seguimiento. Una medida muy positiva es que el alumno pase todo el día con su progenitor/a: madrugando con el/ella, realizando sus tareas habituales, conociendo su ocupación y descubriendo una realidad distinta a la que está acostumbrado en la escuela.

    La mejor forma de afrontar los conflictos es intentar anticiparse a ellos: Prevención. Es necesario establecer un espíritu de afirmación personal y aprecio entre los alumnos, posibilitando que se conozcan más a si mismos y a los demás, promoviendo la voluntad de mejora. Debemos educar en la empatía, que aprendan procederes asertivos y de respeto a las ideas de los demás. Lo que se resume en una conducta prosocial, con capacidad para la exteriorización de sentimientos, escuchando al prójimo y valorando su estado de ánimo. Es fundamental crear un ambiente de inclusión en el aula, evitando separar a los alumnos en función de sus capacidades o por el género.

    Un clima afectivo propicio nos permitirá elaborar, de forma dialogada, unas reglas fundamentales, que todos debemos respetar. Reflexionando sobre la necesidad de cuáles o cuántas, lo que posibilitará una convivencia constructiva. Las normas de convivencia deben estar enunciadas de forma sencilla y clara, recogiendo sólo los principios más fundamentales, evitando redacciones interminables y a la vista de todos, pero no pueden convertirse en un listado de conductas disruptivas con sus correspondientes sanciones, ya que, la finalidad de éstas debe ser la búsqueda de las herramientas idóneas para mejorar el proceso educativo y no delimitar cual será el castigo de cada acción determinada. La aplicación mecánica y rápida de estas tablas, respondería la mayor parte de los docentes, posibilita un trato objetivo hacia todos los alumnos, pero nada más lejos de la realidad. Este instrumento nos haría olvidar el carácter individualizador que todo proceso educacional se merece.

    Debemos contar con la posibilidad de adaptar las sanciones en función de la intencionalidad, la reincidencia, las variables familiares, la personalidad... Buscando siempre un proceso formativo, en el que el alumno sea capaz de reflexionar sobre su actuación y el docente intente llegar al origen del problema, evitando centrarse, únicamente, en la simple conducta disruptiva.

Conclusiones

    La mayoría de los conflictos que suceden en la escuela, son provocados por la convivencia diaria y la defensa de intereses contrapuestos. Debemos ayudar a los alumnos a comprender valores como la necesidad de compartir, dialogar o la tolerancia y conseguir que logren una visión empática de lo que suceda a su alrededor. Esta misión es muy complicada porque vivimos en una sociedad tremendamente competitiva, en la que desde pequeños nos enseñan que lo importante es el que propio individuo y conseguir lo que cada uno se propone a cualquier precio, del mismo modo, la pérdida del liderazgo educativo por parte de los padres y los maestros es más que palpable. Los modelos en los que se fijan nuestros jóvenes son de escasa credibilidad que, generalmente, se rigen por la ley del más fuerte y utilizan la violencia ante la menor contradicción.

    Para mejorar estos aspectos debemos trabajar sobre el autocontrol y la autorregulación. La herramienta más provechosa es la prevención. En el centro educativo debemos colaborar para crear un espíritu de afirmación personal y aprecio hacia todos, posibilitando un ambiente de inclusión general, evitando discriminaciones por el grado de habilidad o en función del sexo o la edad. Enseñarles técnicas de estudio o relajación que favorezcan su concentración y practicar juegos cooperativos para mejorar el aspecto relacional y social puede representar el punto de partida para la aceptación de los demás. Aun llevando a cabo un proceso de prevención primaria sistematizado y provechoso, es imposible pensar que los conflictos desaparezcan. Nuestra misión será utilizarlos para fortalecer la conciencia de grupo y hacer crecer a todos los integrantes en autonomía, pensamiento reflexivo y aceptación positiva de roles.

Referencias bibliográficas

  • BARRI VITERO, F. (2006) SOS bullying, prevenir el acoso escolar y mejorar la convivencia. Monografías Escuela Española, educación al día. Madrid.

  • BURNLEY, J. (1993) Conflicto, Editorial Morata, Madrid.

  • CASAMAYOR, G. (2009) Como dar respuesta a los conflictos. La disciplina en la enseñanza secundaria. Editorial Graó. Barcelona.

  • CEREZO RAMIREZ, F. (2006) La violencia en las aulas. Análisis y propuestas de intervención. Ediciones Pirámide. Madrid.

  • FRAILE, A. LÓPEZ PASTOR, V.; RUIZ OMEÑACA, J. V. (2008) La resolución de los conflictos en y a través de la educación física. Editorial Graó. Barcelona.

  • LETAMENDIA PEREZ DE SAN ROMAN, R. El maltrato en contextos escolares. Revista de Psicodidáctica, enero-junio, número 13. Universidad del País Vasco.

  • RUIZ OMEÑACA, J. V. (2004) Pedagogía de los valores en la educación física. Madrid: C.C.S.

  • SÁNCHEZ TORRADO, S. (1998), Ciudadanía sin fronteras. Cómo pensar y aplicar una educación en valores. Desclée De Brouwer, Bilbao

Otros artículos sobre Educación Física

  www.efdeportes.com/
Búsqueda personalizada

EFDeportes.com, Revista Digital · Año 17 · N° 169 | Buenos Aires, Junio de 2012  
© 1997-2012 Derechos reservados