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Realidades económicas del deporte moderno. Una visión desde Cuba

 

Universidad de Cienfuegos

Facultad de Cultura Física

(Cuba)

Dr.C. Osmani Mena Rodríguez

omena@ucf.edu.cu

MSc. Isabel Urquiza Pozo

isabel.urquiza@cfg.contraloria.cu

 

 

 

 

Resumen

          El presente trabajo propicia un acercamiento al tema de la comercialización en el deporte entendiendo que resulta necesario realizar un breve análisis de las realidades económicas del deporte moderno, cuando se acercan los Juegos Olímpicos de Londres y cuando la mayoría de los países intensifican la preparación de sus atletas con vista a discutir una de las medallas en disputa, centrado en una visión de un país tercer mundista. Los cambios económicos, sociales y políticos asociados al desarrollo del deporte traen aparejados cambios de mentalidad, financiamiento y dolarización que ha transformado la esencia misma del deporte. Se describen las cantidades de dinero que son movidas asociadas a este fenómeno del deporte y se reconoce que los países más pobres se ven cada día más privados de obtener resultados importantes en las principales competencias o al menos dedicar las grandes sumas de dinero que son necesarias para formar atletas élites.

          Palabras claves: Deporte. Negocios. Comercialización.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 167, Abril de 2012. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    Los problemas del deporte llaman cada día más la atención de los científicos, pues ven como este fenómeno, que surgió perdido en el tiempo, tan antiguo como las primeras expresiones de civilización ha ido transformándose morfológica, psicológica, pedagógica, política y socialmente; generando dificultades estéticas, morales, gnoseológicas, lógicas, metodológicas, de formación de valores, sociales, producto de un componente que cada día cobra mayor preponderancia: el económico.

    Constituye un hecho incontrovertible que el deporte es un fenómeno cultural y social de masas, alcance saber que a nivel mundial la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos representa una de las transmisiones más vista, sobrepasando los cuatro mil millones de televidentes, encima se puede aseverar que se inserta en lo antropológico, desarrollando su propia leyenda dentro del acontecer histórico cultural de la humanidad, donde asume las dimensiones, objetivos, propósitos e incluso estructuras características de cada época y circunstancias, conforme con las leyes del progreso científico técnico y la realidad política e ideológicos que influye en su desarrollo tanto nacional como global, resultando necesario dilucidar sus orígenes epistemológicos.

    Los filólogos hacen provenir la palabra deporte, que aparece como vocablo en el idioma español por primera vez aproximadamente en el siglo XIV o principios del XV, del término deportarse, divertirse, y esta a su vez del latino deportare, voz que originalmente expresaba la acción de pasar la puerta de la ciudad, es decir, salir al campo y entregarse a la acción, otros atribuyen un origen francés, imputado a la sureña provincia Provenza y la derivan de la expresión “estar de portu”, utilizada por marineros, y con la que pasaban en el puerto y en que se entregaban a la diversión, con lo que se explica que viniera a significar entonces una diversión de carácter ruidoso. La palabra cae en desuso en España a principios del siglo XVIII, y no aparece hasta principios del XX, como traducción del vocablo inglés sport, hijo a su vez del deport francés de origen latino éste último, como el deporte español. Adquiere entonces el significado moderno, que según la enciclopedia Encarta, de la Microsoft Corporation la reconoce como la actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas, aunque también como acepciones incluye la recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.

    El valor de la palabra deporte es bastante compleja, por lo que resulta difícil dar una definición concreta de ella, Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, lo describe como el cultivo voluntario y habitual del ejercicio muscular intensivo, apoyado en el deseo del progreso y pudiendo llegar hasta el riesgo. Sin embargo, esta definición es evidentemente incompleta, pues en algunas de las actividades que se califican de deportivas falta la nota del ejercicio físico, ejemplos tan expresos se encuentran en el automovilismo, o el ajedrez, por solo citar algunos, en tanto que no todas las actividades de carácter físico son consideradas deporte.

    Es incuestionable que el deporte propiamente dicho comienza sobre la existencia de la competición, de la lucha por vencer una dificultad opuesta por un contrario o por misma naturaleza con el menor porcentaje de azar posible. Pero no siempre se debe asociar competencia al colofón de un deporte, puesto que esta tuvo su génesis mucho antes que el surgimiento del propio deporte, entonces su significado no debe asociarse indivisiblemente al deporte.

    Considerando que el hombre prehistórico en su tránsito de barbarie a civilización debió tener una gran cantidad de exigencias físicas como derivación propia del medio hostil donde vivía y respondiendo a las necesidades de supervivencia de él y su familia, debe entenderse que en algún momento de sus vidas intentaron medir sus fuerzas con el medio, la naturaleza u otros hombres por lograr esta sobrevivencia. Así el hombre comenzó a medir sus fuerzas, así surgieron las primeras manifestaciones de deportes, muy similares a las expresiones de las actividades de subsistencias, que no solo encontraron su forma en la ejecución esporádica, sino al verse acompañada de componentes sociales lograron la organización de pequeñas y cada vez mayores y mayores competencias, a las que se fueron incorporando más participantes y mayores recursos, hasta que pronto comenzó las refrendas a sus ganadores.

    Durante las primeras Olimpiadas, el marcado carácter religioso de las competencias de Olimpia, hacían que los participantes llevaran a ellas un animal para ser sacrificado en honor a Zeus y luego las recompensas que se otorgaban al ganador excedieran muchas veces por su valor económico, de lo que podría ser un simple reconocimiento simbólico de una manifiesta superioridad deportiva. A veces solían ser: trípodes, vestiduras, armas y, según afirman algunos historiadores, en ocasiones hasta dinero; y es que el vencedor de la carrera al que le había cabido la honra de encender la llama del sacrificio en honor de Zeus, se le otorgaba un premio mezcla de recompensa y retribución. No obstante el verdadero período deportivo de los Juegos, en el que el factor religioso cedía su lugar preeminente al concepto atlético, el premio que se otorgaba al vencedor consistía en la simbólica rama de olivo.

    Sin embargo, Coubertin, a quien se le debe el honor de rescatar nuevamente las Olimpiadas y definir las responsabilidades del COI y de las personas que lo integraron, no soñó jamás las grandes transformaciones impuestas al deporte actual por la sociedad de consumo, resultados legítimos de la espectacularidad, del valor no de lo que se ofrece en estadios abiertos o cerrados, sino de todo lo que a su lado se paga, desde los anunciantes en televisión hasta los de cosméticos o productos de consumo que cada día aumentan su lista en vínculo directo a la actividad deportiva.

    Actualmente, a pesar de la lucha de Coubertin y sus seguidores, a pesar de las verdades irrefutables de la ciencia y la técnica, a pesar de los resultados de las múltiples y valiosas experiencias pedagógicas, los representantes de avanzada en el campo económico industrial, las transnacionales y los grandes consorcios han impuesto el poder y han penetrado ideológicamente el deporte aquel de ideales puros y sanos, logrando profesionalizar todas las actividades deportivas. Con oportunismo, utilizan los valores y posibilidades del deporte para enriquecerse, comercializar, y profesionalizar más al atleta y al espectáculo deportivo.

    Es importante sentar las bases que permitan diferenciar el ayer, en comparación con las deformaciones derivadas de este mundo globalizado y su sociedad de consumo, que podamos apreciar, por ejemplo, la modesta y la grandiosidad de los premios y honores otorgados en una y otra época. Los trofeos o premios que se entregaban a los atletas vencedores de las grandes competencias sufrieron una evolución cronológica, similar a lo que se observa en la esencia y en la ideología del deporte mismo.

    Múltiples pudieran ser los ejemplo de aquellas transformaciones que el deporte en sí y su expresión económica ha tenido este fenómeno, que alcanza y seguirá alcanzando niveles impredecibles.

    No obstante pudiera afirmarse que el tema no se presenta de igual manera en todos los deportes, ni mucho menos en todos los países, por eso resulta necesario hacer una valoración, con datos numéricos que en muchas ocasiones divagan en el tiempo o caen sobre algunos ejemplos alegóricos que por sí mismos exponen las realidades económicas del deporte moderno.

Desarrollo

    Ante la pregunta ¿Qué ha sucedido en los últimos años en el deporte mundial?, cabría la respuesta que la realidad de este gira alrededor de una situación socioeconómica diferente. Partiendo de enfoques marxistas pudiera entenderse que el deportista ha tenido que utilizar sus conocimientos, técnicas, habilidades o hábitos motores adquiridos durante largos y tortuosos entrenamientos como mercancía valorizada, la que vende al acaudalado representado en grandes consorcios, el cual lo explota ambiciosamente con el fin de obtener cada vez mayores ganancias. En la actualidad global los deportistas se ven precisados a vender sus capacidades de entrenamiento y de competencia, sus resultados deportivos.

    Si bien es cierto que cada deportista desea elevar sus resultados deportivos y que siente placer espiritual cuando estos sucede, sin embargo, cuando cada día, las agencias de información al servicio de las grandes potencias se encargan de resaltar en el mundo la “libertad” del deportista que ha elevado a niveles suficientes su capacidad atlética y se convierte en rentado, no obstante esta libertad no es más que la de elegir en un primer momento a la firma que lo representará, al pudiente que le pagará, y para quien entrenará, es decir, elegir a su dueño; aspecto que, incluso, ha llegado a convertirse en un proceso tan complicado, entroncado a dificultades y criticado que ni los mismos deportistas se encuentran conformes.

    Un deportista que haya comenzado como atleta en determinado deporte, se convertirá en deportista profesional pasado cierto tiempo, para ello vende su capacidad atlética a los magnates, quien la compra y la paga en dinero, entrando en el ciclo tradicional de plusvalía declarado por los fundadores de la filosofía marxista. El deseo principal del magnate es hacer negocio, sacar más de lo que fue primeramente invertido. Solo bajo esta condición el poseedor de dinero aflojará la bolsa. Quiere decir que la adquisición de las capacidades del deportista le permite satisfacer su deseo, igual que el hambre se aplaca con pan y la sed con agua, como dijera Marx. Pero a diferencia de otras mercancías, las capacidades del deportista no desaparecen conforme avanza el proceso de consumo, todo lo contrario crea un valor nuevo cuya magnitud es superior a la suma de dinero gastado, incrementada cada vez más por muchas y diversas causas, donde cada vez más personas ven la forma de obtener grandes ganancias a expensas de estos atletas, pero el negocio ha ido mucho más allá, también se obtienen grandes sumas de dinero de los eventos que la práctica deportiva genera.

    Muchos ejemplos podrían utilizarse para apreciar la aseveración de gastos asombrosos, y cada vez mayores en eventos deportivos, sólo se mencionarán algunos durante el desarrollo de este trabajo. En 1896 en Atenas cuando se realizaron los primeros Juegos Olímpicos Modernos, el costo de este espectáculo deportivo fue de 1,5 millones de dracmas (unos 250.000 dólares, conforme a la paridad vigente entonces). Sólo para tener una idea, cuando se cumplieron 100 años de aquel evento, en 1996, los celebrados en Atlanta costaron $1.700 millones de dólares, aumentando 6.800 veces sus gastos durante un siglo. Extendiendo progresiva y vertiginosamente el aumento de estas cifras en los continuos Juegos Olímpicos como más adelante podremos apreciar.

    Veamos también otros ejemplos; la Copa del Mundo de Fútbol celebrada en Sudáfrica en el año 2010, aportó grandes ganancias para sus organizadores. Sin embargo es bueno señalar los costos de sus fabulosos estadios, que en su conjunto debieron sobrepasar la cifra del citado Juego Olímpico de Atlanta. Véanse algunas muestras: el Stadium First National Bank o Soccer City, localizado en Johannesburgo, al construirse en 1987 disponía de una capacidad para 78.000 espectadores, siendo parcialmente desmantelado para el Mundial, y su capacidad ampliada a 94.700 espectadores sentados, lo que lo convirtió en el estadio más grande de África. Este estadio sirvió sólo para el partido inaugural del campeonato, entre la selección del país anfitrión y la selección de México el 11 de junio de 2010, así como a cuatro partidos de la primera ronda, uno de octavos de final, otro de cuartos de final y la gran final.

    Por su parte el Green Point Stadium tiene capacidad para 70.000 espectadores, fue el segundo de mayor capacidad del campeonato y su costo de construcción fue de 605 millones de dólares y se realizaron en él sólo ocho encuentros. Otros estadios construidos especialmente para este gran campeonato sobrepasaron cada uno el costo de 200 millones de dólares su edificación. Varios de estos estadios tendrán que ser utilizados para otras actividades, pues el deporte de fútbol en aquel país africano no es de lo más practicado y algunos de ellos se levantaron en ciudades muy pequeñas.

    Si de gastos en construcción queremos ejemplificar debe señalarse los 1.400 millones de dólares empleados al construir el Cowboys Stadium en Texas, Estados Unidos, finalizado en mayo de 2009 y con una capacidad para 80.000 espectadores. Durante un partido de NFL, esta instalación fue habilitada con la pantalla de alta definición (HD) más grande del mundo hasta el momento, con 49 metros de largo y 22 de alto. Este estadio ha reunido la mayor cantidad de personas para presenciar un partido de baloncesto (108.713 personas), superando su capacidad diseñada. Nótese los sorprendentes valores en gastos en comparación al primer Juego Olímpico moderno.

Cowboys Stadium

    En el mundo de hoy, la práctica del deporte se haría imposible sin la existencia de las firmas comerciales que producen implementos o ropas deportivas, son muy reconocidas las marcas: Nike, Adidas, Tiger, Puma, Mizuno, Voight, Rawling, Spalding, Arena, por sólo mencionar algunas de las más famosas que prácticamente acaparan el mercado deportivo, ellas no siempre han asumido igual preponderancia en la práctica del deporte. Albert Spalding se puso a vender material deportivo en 1876, ya antes del primer Juego Olímpico moderno y poco tiempo después se dedicó a fabricarlas. Consiguió absorber a otras empresas más modestas y logró que la pelota que llevara su apellido fuera declarada la reglamentaria en la Liga Profesional. Esta comenzó vendiéndose a un precio de 5 centavos y su precio osciló entre 4.50 y 8.70 dólar durante aquellos años, de acuerdo con la calidad del material fabricada, ya en la actualidad este mismo implemento deportivo sobrepasa los 20 dólares.

    Otras empresas destinadas inicialmente a la producción y negociación de otros productos de mucha demanda internacional han descubierto las ganancias que ofrece este fenómeno social llamado deporte y se involucraron en ello, así vemos como la firma Mercedes Benz, destinada tradicionalmente a la fabricación de automóviles, actualmente “regala” carros de último modelo a los primeros lugares del Grand Prix de Atletismo. Otras empresas pagan por promoción de sus productos durante la realización de las actividades deportivas grandes cantidades de dinero que posibilita a los organizadores de los eventos pagar grandes premios monetarios a los triunfadores, así se paga 1 millón de dólares al primer lugar de la Liga Mundial de Voleibol, o se le regala una motocicleta en una competencia de ciclismo al triunfador. Las empresas de confecciones textiles venden pulóveres con la imitación del uniforme de representantes de diferentes equipos a precios superiores a los 80 dólares. Solo por negocio de marcas en el 2007 se pagaron 20 mil millones de dólares. Las transnacionales Coca-Cola, Visa, IBM, Kodak, McDonalds, y Xerox pagaron al COI, en el 2008, 50 millones de dólares por el uso del logo olímpico. Está muy claro que grandes ganancias se aprecian detrás de estos regalos que desde luego se convierten en inversiones.

    También pudieran mencionarse la inclusión de las transmisiones de los resultados deportivos, fíjese como la cadena televisiva CBS adquirió por primera vez los derechos de transmisión de unos Juegos Olímpicos en 1960 para transmitir los de Roma por 350 000 dólares. La ABC que ha transmitido la mayoría de los Juegos Olímpicos de invierno y de verano, obtuvo los derechos para los juegos de México en 1968 por un valor de 4 500 000 dólares, estos derechos fueron ascendiendo el valor y los Juegos de Munich en 1972 se cotizaban en 7 500 000 dólares, los de Montreal 1976 en 25 millones de dólares y en 1984, en los Ángeles, la ABC pagó 225 millones de dólares. En los Juegos Olímpicos de invierno de 1992 en Albertville, pagaba 243 millones de dólares. Por su parte la NBC que compró los derechos en Moscú 1980 por 87 millones de dólares adquirió los de Seúl ‘88 por 300 millones de dólares.

    El montaje, organización y el desarrollo de los Juegos Olímpicos también constituye una gigantesca inversión, cuyas ganancias no van directamente a satisfacer las necesidades de la gran masa de la población que son los pobres. Normalmente se queda entre los organizadores oficiales. Los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88 tuvieron 815 millones dólares de gastos, sin embargo dejaron beneficios brutos por alrededor de 349 millones de dólares. En el apartado de entrada a los juegos se recaudaron 25 millones y 8 años más tarde en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, fueron vendidas 6.163.562 entradas.

    En los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 las cifras sorprenden a cualquier conocedor del tema. Su costo total se calcula en unos 2.100 millones de dólares, las inversiones en instalaciones deportivas alcanzaron la cifra de 40.000 millones de dólares (trece veces más que la de los juegos de Sidney). El Estadio Olímpico de Beijing utilizado para la ceremonia inaugural y ceremonia de cierre de los Juegos costó 500 millones de dólares, la Villa Olímpica con capacidad para 16 mil atletas costó unos 400 millones de dólares, el aeropuerto de Beijing costó unos 3.650 millones de dólares. En publicidad se movieron aproximadamente 6.000 millones de dólares, en seguridad la cifra utilizada se elevó a 1.530 millones de dólares (nueve veces más que la de los juegos Olímpicos cuatro años antes). Se estima que unos 4.000 millones de personas siguieron los juegos por TV (los de Sidney habían logrado una audiencia de 3.700 millones de espectadores). El estimado de nuevos empleos en China generados en construcción, tecnología, manufactura y servicios fue de 1.800.000. Las visitas de turistas sobrepasaron los 2 millones, de ellos más 300 mil extranjeros, para una facturación en el sector de unos 963 millones de dólares.

    Los Juegos Olímpicos en China contaron con 63 empresas patrocinantes, incluyendo las 12 marcas asociadas al Comité Olímpico Internacional, 11 de la ciudad de Beijing, a los que se sumaron diversos proveedores exclusivos. Para las compañías con derechos globales del uso del nombre olímpico: Adidas, Visa, Coca-Cola, Kodak, McDonald’s, Samsung, Swatch, John Hancock Financial Services, el fabricante de computadoras Lenovo, la compañía informática Atos Origin de París y Panasonic. Los Juegos Olímpicos de Beijing fueron una oportunidad de oro para llegar a uno de los mercados más grandes del mundo. General Electric pagó, al igual que los otros socios, unos 79 millones de dólares en patrocinio. Su desembolso le asegura derechos para usar las imágenes olímpicas en sus campañas publicitarias. McDonald’s creó más de mil restaurantes en Beijing para los Juegos. Por su parte, la marca alemana Adidas compitió con su eterna rival Nike en China, no sólo por el uso del nombre olímpico sino porque fue la encargada de vestir al equipo del país anfitrión y abrió nuevos puntos de venta para una facturación próxima a 1.470 millones de dólares. Para esos Juegos la marca Adidas y Reebook ubicaron 3.550 tiendas en más de 400 ciudades de China.

    Todas estas inversiones permitieron que las ganancias de los Juegos Olímpicos de Beijing estuvieran por encima de los 1.300 millones de dólares.

    A partir de este aumento desmedido de gastos y ganancias sobre el espectáculo deportivo, los salarios y premios a los deportistas han aumentado también significativamente, veamos algunos ejemplos: mientras Andre Agassi en 1988 obtuvo ganancias de 822.062 dólares cuando quedó en el puesto tres del escalafón de la Asociación de Tenis Profesional, en 1996 recibió 1.692.929 dólares como premio al quedar ubicado en el número ocho del ranking. Agassi, quien en 1992 se compró un avión Boeing 727 para sus viajes, se mantuvo dentro de los primeros puestos del ranking que le proporcionaron ganancias de alrededor de 12 millones de dólares.

    Muchos ejemplos tienen el fútbol del aumento escalonado del valor de uso de la capacidad atlética de sus deportistas, Edson Arantes Do Nacimiento (Pelé) tuvo primer encuentro oficial con la camiseta de Brasil con 16 años y sólo con 17 años participó en su primer Mundial en Suecia donde marcó 6 goles, dos de ellos en la gran final donde Brasil se coronó campeón. Se retiró de la selección en 1971 con 31 años y siendo el único atleta del fútbol mundial con 3 copas del Mundo a su favor. En estos momentos gracias a su vida como futbolista, considerada por muchos el mejor de todos los tiempos, es un próspero empresario, relacionista de varias empresas en el mundo como Mastercard (tarjetas de crédito), Umbro (ropa deportiva) y muchos contratos más.

    Tomas Hassler con solo 22 años en 1990, sus derechos fueron comprados por el Juventus de Turín en la importante suma de 8 millones de dólares, el tercer traspaso más costoso del mundo hasta ese momento. Actuó solo una temporada en dicho equipo y fue transferido a la Roma, en otra cifra millonaria.

    Franz Beckenbauer (el Káiser) fue proclamado en diciembre de 1993 el mejor entrenador y el segundo mejor jugador de todos los tiempos en el equipo Mundial, veredicto de mil periodistas internacionales. Gozó de un patrimonio elevado en el que figuraban un periódico deportivo, una casa exorbitante, terrenos y una compañía de seguros.

    Mientras en 1991 el futbolista mejor pagado, Diego Armando Maradona cobraba 1 millón de dólares anuales y su renegociación del pase estaba valorada en 9.000.000 de dólares; en 1998, los dueños del club del Inter de Milán pedían por Ronaldo la cifra de 100.000.000 de dólares. Por su parte, otro futbolista de nombre similar, Cristiano Ronaldo cobró casi 10 años después un salario bruto anual de 13 millones de euros por temporada en el equipo Real Madrid, convirtiéndose en el futbolista mejor pagado del mundo hasta esa fecha, superando los 12 millones del interista Ibrahimovic.
Por otra parte el alemán Michael Schumacher, corredor de Fórmula 1, ganó en su carrera deportiva 800 millones de dólares y el golfista norteamericano Tiger Woods ganó en el 2008 la cifra de 100 millones de dólares.

    Cabría preguntarse cuánto puede pagar un país pobre por la preparación de sus atletas a las grandes o medianas competencias en un mundo donde la ciencia, la tecnología y los implementos deportivos que de ella se derivan cambian constantemente, quizás de un ciclo olímpico a otro o tal vez de un año a otro, si sus precios son gigantescos, pudiera un país tercer mundista pagar modernos laboratorios para entrenar a atletas con las más adelantadas técnicas o las más modernas pruebas. Podría el gobierno de un país empobrecido pagar a sus atletas una suma millonaria por la práctica del deporte.

Delegación cubana a los Juegos Olímpicos

    Cuba, pequeño país latinoamericano y caribeño realiza un extraordinario esfuerzo por mantener sus resultados deportivos al más alto nivel, con entrega, responsabilidad y mucha inteligencia, donde sus atletas representan los valores morales del amor a su patria y ven la victoria como el éxito de 11 millones de cubanos por encima de sus valores económicos. Es cierto que muchos de nuestros atletas, a pesar de ganarse el derecho de su participación en la reunión olímpica de Londres por haber vencido los tiempos mínimos, como es el caso del atletismo con más de 60 atletas; o haber ganado su derecho en competencias pre olímpicas, no podrán participar en la competencia de sus sueños. Cuba no se encuentra en condiciones económicas de llevar una delegación formada por todos aquellos atletas clasificados. Deberá priorizar los de mayor posibilidades de medalla o de finalizar entre los primeros 8 lugares, pues no posee los recursos para ello. La casi inapreciable suma de 2.200.000 dólares en este año, destinada por el gobierno cubano para la preparación o participación de los cubanos en las competencias clasificatorias para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, dan el verdadero valor de cada resultado deportivo cubano, cada punto, cada segundo, cada tanto, cada lugar o cada victoria cubana tendrá un dulce sabor porque representa el deporte que soñó Coubertin.

Conclusiones

    El deporte ha devenido un fenómeno social muy utilizado a escala mundial para la obtención de grandes ganancias económicas, donde priman un objetivo mediado por el dinero que pudiera estar ocasionando enajenación en ciertos deportistas. Con este fenómeno los países más pobres se ven privados de llevar el deporte a todas las masas. En este contexto actual los resultados deportivos cubanos representan un valor extraordinario por las circunstancias reales de Cuba.

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