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El licenciado Cabra. A martillo limpio
con la universidad de Buenos Aires

   
Sociólogo, Universidad de Buenos Aires
(Argentina)
 
 
Roberto Di Giano
robaied@hotmail.com

 

 

 

 

 
    Ramos Mejía no se quedará por mucho tiempo estacionado en la crítica sino que pronto se convertiría en un gran orientador, dinámico y operativo, que apuntará a resolver cuestiones elementales que hacían a la calidad de vida de los habitantes de estos parajes. Situado en la gestión pública aflorará su sentido de compromiso con los demás promoviendo la creación, entre otras instituciones importantes, de la Asistencia Pública y la Escuela Municipal de Enfermería, buscando así modificar el rumbo social para terminar con las promesas que no se cumplían jamás.
 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 166, Marzo de 2012. http://www.efdeportes.com/

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    En 1871, el futuro médico alienista José María Ramos Mejía, trazaba, con una fina ironía, los perfiles de conspicuos personajes de la Universidad de Buenos Aires. Los dejaría plasmados en el semanario 13 de diciembre, empleando para tal fin un seudónimo que invoca en el imaginario colectivo el ser dueño de un cierto grado de chifladura que lleva a una persona a desbordar las normas sociales: Licenciado Cabra1.

    Tal publicación era el órgano del movimiento estudiantil que demandaba una urgente reforma universitaria y reflejaba de alguna manera la inquietud que existía en ese ámbito de los estudios superiores en aquel momento histórico. Evaluaban los rebeldes que era necesario salir del comportamiento estanco en que se encontraba la universidad provincial para que pasara a ser un agente democratizador por excelencia.

A martillo limpio
Portada y primera página de A martillo limpio. Estampas y siluetas repujadas

    Prioritariamente pedían a las autoridades que se terminara con el régimen de exámenes en donde tenían tanto peso las recomendaciones de los poderosos, el amiguismo y otro tipo de arbitrariedades, metodologías perversas que, llevadas a su máxima expresión, provocarían el suicidio de un joven estudiante de Derecho.

    Por haberse convertido en uno de los líderes del movimiento rebelde que dejaría una huella digna de ser señalada ya que posibilitaría abrir nuevos caminos en el futuro, recaerán sobre Ramos duras sanciones: suspensión sin término de su derecho a la matrícula y acusación ante la justicia por delitos de imprenta.

    Si bien en uno de sus demoledores escritos no dejaba de rescatar algunas cualidades del Rector de la Universidad de Buenos Aires, designado diez años antes por Bartolomé Mitre, gobernador de Buenos Aires, pues era Juan María Gutiérrez un verdadero erudito y mantenía un espíritu reformista pese a su avanzada edad, le criticaba su poca firmeza de carácter para ejercer ese importante cargo que lo llevaba inexorablemente a cometer errores que impedían el verdadero despegue científico.

    De allí que, según la visión de un joven rebelde como era José María, las actitudes del prestigiado Rector no ayudaban demasiado para modificar de manera profunda el estado de deterioro en que se encontraba la malhadada universidad.

    Ramos Mejía, con su aguda observación, dedica también en aquellos tiempos un artículo al doctor en Medicina Juan Mariano Larsen, quien impartía lecciones de historia a la manera de una guía que proporcionaba fechas en abundancia y el onomástico de algunos héroes universales. Así, con tales manías Larsen postergaba lo esencial, los mecanismos explicativos, las claves para comprender cómo se sustentan los hilos visibles e invisibles de la historia.

    Como buen retratista social y humano que ya demostraba ser Ramos en su época de estudiante, entregaría a los lectores el siguiente perfil del profesor: Dotado de una memoria prodigiosa pero de un aparato digestivo intelectual de muy poca fuerza, recuerda las fechas de los acontecimientos más notables con una precisión admirable, el año, el mes, el día, la hora y si es posible el estado de la atmósfera (…) En el claustro sus discípulos lo esperaban desde temprano, lo rodean, lo aclaman, lo empujan y lo asedian con mil preguntas como: ¿Quién ganó la batalla de Platea? ¿Quién fue el héroe de Salamina? ¿Quién era Marco Aurelio? ¿Cuántos pares de sandalias tenía César?

    Asimismo, subraya al menos un rasgo positivo de Larsen, un hombre carente de imaginación pero que tuvo un gesto de heroísmo en un momento dramático. Cuando Buenos Aires fue asolada por la fiebre amarilla que dejó un saldo de muchísimos muertos, no abandonó la ciudad en lo más recio de la fiebre, como hicieron "algunos" de esos falsos sacerdotes, oprobio de la humanidad y mengua de la grande y divina carrera de medicina.

    Pero Ramos Mejía no se quedará por mucho tiempo estacionado en la crítica sino que pronto se convertiría en un gran orientador, dinámico y operativo, que apuntará a resolver cuestiones elementales que hacían a la calidad de vida de los habitantes de estos parajes. Situado en la gestión pública aflorará su sentido de compromiso con los demás promoviendo la creación, entre otras instituciones importantes, de la Asistencia Pública y la Escuela Municipal de Enfermería, buscando así modificar el rumbo social para terminar con las promesas que no se cumplían jamás.


Nota
1. Estos artículos conformarán, junto a otros, el libro A martillo limpio. Estampas y siluetas repujadas, Para desarrollar este trabajo se ha utilizado la edición realizada en la Ciudad de Buenos Aires por la Compañía Impresora Argentina en 1959.

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