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Grupos musculares más recomendables

para trabajar la fuerza en baloncesto

 

Doctor Europeo en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Licenciado como número 1 de la promoción en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Licenciado en CC. Empresariales. Licenciado en Derecho. Diplomado en Fisioterapia

Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid

Doctora Europea en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Master en CC. de la Actividad Física y del Deporte

Profesora de la Universidad de Alcalá y de la Universidad Complutense de Madrid

Campeona de España de baloncesto

Antonio Monroy Antón

antonio.monroy@uam.es

Gema Sáez Rodríguez

g.saez@uah.es

(España)

 

 

 

 

Resumen

          En el baloncesto se utilizan prácticamente todas las habilidades atléticas básicas: la carrera, el salto y los lanzamientos. La lucha por el rebote y los intentos de taponar los lanzamientos de los contrarios son momentos en los que la capacidad de salto se vuelve importantísima, pero el jugador también necesita correr distancias cortas a una gran intensidad y aguantar todo el partido desplazándose de un lado para otro a ritmos intermedios. No cabe duda, por tanto, que la fuerza juega un papel primordial en el entrenamiento de este deporte. En el presente estudio se intenta dilucidar qué grupos musculares deben trabajarse más, si es que existe alguno al que deba prestarse más atención.

          Palabras clave: Baloncesto. Sentadilla. Entrenamiento. Pretemporada. Fuerza. Rebote. Carrera.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 165, Febrero de 2012. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    El baloncesto es un deporte en el que se utilizan prácticamente todas las habilidades atléticas básicas de la persona: la carrera, el salto y los lanzamientos. Por tanto, la condición física adecuada es fundamental para llegar no ya al alto nivel, sino incluso a un nivel intermedio que permita la práctica de este deporte con regularidad.

    Un jugador de baloncesto de cualquier categoría, para afrontar un partido a un nivel competitivo con cierta intensidad, necesita correr distancias cortas a una gran intensidad, al tiempo que aguantar muchos minutos moviéndose a intensidades intermedias pero sin apenas descanso.

    La lucha por el rebote y los intentos de taponar los lanzamientos de los contrarios son momentos en los que la capacidad de salto se vuelve importantísima, al igual que ocurre en el tiro desde la puesta en práctica del tiro en suspensión hace ya muchos años. Para mejorar esta capacidad de salto, no hay mejor forma que el entrenamiento de la fuerza (Renfro, 1996).

    No cabe duda, por tanto, que la fuerza juega un papel primordial en el entrenamiento del jugador de baloncesto pues, además de otros beneficios más fácilmente visibles, puede incluso incrementar la flexibilidad (Fulton, 1992). Sin embargo, y sobre todo en ciertas parcelas como el baloncesto infantil y, sobre todo, el femenino, el entrenamiento de fuerza ha sido mal visto por entender que puede perjudicar aspectos como la citada flexibilidad o la técnica de tiro, entre otros (Mannie y Vorkapich, 2000). En estos casos se plantea la disyuntiva de si es mejor un equipo menos fuerte y con menor intimidación bajo los aros, pero supuestamente con mejor técnica de tiro, o lo contrario.

    Estudios realizados en el baloncesto universitario estadounidense muestran que un 98% de los mejores equipos de esta categoría realizaba entrenamientos de fuerza en la pretemporada, porcentaje que descendía al 75% durante la temporada y que se situaba en el 64% fuera de temporada, en el período de vacaciones (Groves y Gayle, 1989). Aparentemente, los equipos que seguían entrenamientos de fuerza durante la temporada regular tenían mayor probabilidad de clasificarse en mejor lugar que aquellos que no los llevaban a cabo.

    En cuanto a los efectos fisiológicos de este tipo de entrenamiento, se han mencionado varios como la disminución del porcentaje de grasa corporal, el aumento de la masa muscular y el aumento en la fuerza medida a través del press de banca, mientras que el salto vertical permanecía invariable (Grove y Gayle, 1993). Sin embargo, al aplicar métodos pliométricos junto al entrenamiento de fuerza, sí que se consiguieron aumentos significativos del salto vertical, así como mejoras en el I-test que recoge pruebas de velocidad y agilidad (Fulton, 1992).

    El recurrente tema acerca de que el entrenamiento de fuerza pueda ser perjudicial para la técnica de tiro fue contestado por Shoenfelt (1991), quien tras analizar a 14 jugadoras universitarias, la mitad de las cuales habían realizado un entrenamiento de fuerza durante 8 semanas mientras que el resto realizaba simplemente entrenamiento aeróbico, defendió que no existía correlación alguna entre dicho entrenamiento y los porcentajes de tiro libre acertado. La misma conclusión obtuvo Kerb (2000) midiendo la eficacia de tiro 8 horas después de un entrenamiento matinal con pesas y comparándolo con los días en que ese entrenamiento no se realizaba.

    Por tanto, aparentemente, los jugadores de baloncesto no experimentan deterioro alguno en sus capacidades al realizar entrenamientos de fuerza, mientras que sí que recogen efectos beneficiosos de él. Sin embargo, dadas las características peculiares de este deporte, hay que plantearse cuál es el entrenamiento de fuerza más conveniente, qué grupos musculares deberían estar más implicados, y qué rutinas se deben seguir en cada momento de la temporada.

    En el presente estudio se intenta dar respuesta a uno de estos interrogantes, el de qué grupos musculares deben trabajarse más, si es que existe alguno al que deba prestarse más atención. Renfro (1996) sostiene que los ejercicios que implican el uso de musculatura diversa, tales como la sentadilla o la cargada, son los mejores para mejorar las capacidades de salto y carrera. Stilger y Meadow (1999), por su parte, defienden que los ejercicios de la mitad superior del cuerpo son los mejores para mejorar en el rebote. Otros autores defienden la necesidad de llevar a cabo un entrenamiento de fuerza individualizado, pues entienden que no se pueden seguir las mismas rutinas con todos los jugadores, lo que llevaría al aburrimiento, la falta de progreso y la estabilización de la fuerza muscular (Owens, 1998; Hitchcock, 1988).

    Mundina (2001) señala que en veinte días no se puede desarrollar la fuerza de forma considerable, lo cual es completamente cierto, y limita muchos estudios que pretendan realizarse en una temporada, como es el caso de este. Por consiguiente, el trabajo de fuerza no puede iniciarse en el momento clave de la temporada, cuando el equipo tiene que jugar los partidos más importantes para su clasificación o para la consecución del Campeonato de que se trate, sino que debe comenzar a trabajarse desde la pretemporada para obtener los resultados deseados en el momento idóneo. En cualquier caso, el presente estudio resulta de interés por poder servir como base para otros posteriores más completos y de mayor profundidad.

Método

    El estudio se realizó con 12 jugadoras de la primera nacional española durante la temporada 2010-2011, que entrenaban tres veces por semana, durante un período de 6 semanas. Las jugadoras se dividieron en 3 grupos: las que realizaron un entrenamiento de fuerza general, basado en circuitos en los que se utilizaban todos los grupos musculares; las que centraron su entrenamiento en el tren superior; y las que lo hicieron en la mitad inferior del cuerpo.

    Los ejercicios seleccionados para las jugadoras del primer grupo fueron el press de banca, el curl de bíceps, el press francés para tríceps, las elevaciones laterales con mancuernas para hombro, la sentadilla, el curl para isquiotibiales y el jalón tras nuca. Las que incidieron en la mitad superior del cuerpo realizaron los mismos ejercicios excepto los dos de pierna. Por último, las centradas en la mitad inferior del cuerpo, ejecutaron ejercicios de sentadilla, curl para isquiotibiales y gemelos y sóleo.

    Todas las jugadoras realizaron un entrenamiento de 12 series de entre 8 y 10 repeticiones cada una, para que el tiempo total de entrenamiento fuera el mismo, si bien la dedicación a cada grupo muscular o zona corporal fue diferente.

    Para la medición de resultados se realizó, en primer lugar, un test de RM en press de banca y sentadilla, así como una medición del salto vertical desde parado a pies juntos. Además, se tomaron las estadísticas de rebotes durante los 3 partidos siguientes a la finalización del estudio y se realizó una toma de tiempos en carrera de 60 metros lisos. Todos estos resultados se compararon con los mismos tomados justo antes del inicio del estudio.

Resultados

    Los resultados muestran que:

  • de las 12 jugadoras, 11 consiguieron incrementos significativos en la fuerza medida a través de la RM en el press de banca y la sentadilla

  • solo 7 de las 12 jugadoras obtuvieron mejoras en el salto vertical, sin que además estas mejoras fueran significativas si se toma la media de todas ellas, y estando presentes, entre las que consiguen mejoras, jugadoras de los tres grupos seleccionados

  • en la carrera, no se consiguen tampoco mejoras significativas, llegando incluso a empeorar sus tiempos 4 de las 12 jugadoras

  • por último, las estadísticas de rebotes totales conseguidos por el equipo pasan de 26,4 a 27,9 comparando los 3 partidos anteriores al entrenamiento con el de los 3 posteriores; mientras que el único grupo que muestra un incremento significativo en este aspecto es el que realizó el entrenamiento de fuerza centrado en la parte superior del cuerpo.

Discusión y conclusiones

    Desde hace bastante tiempo, el entrenamiento de fuerza ha pasado a ser habitual en los equipos senior de baloncesto masculino. Sin embargo, en el baloncesto femenino aún existen opiniones dispares acerca de la conveniencia o no de este tipo de entrenamiento.

    Nuestro estudio coincide con las conclusiones y recomendaciones de Bell y Chen (2002) de que hay que educar a los entrenadores de baloncesto femenino en el uso del entrenamiento de fuerza, haciéndoles olvidar teorías pasadas de que puede perjudicar la técnica de tiro y otros aspectos del juego. El entrenamiento de fuerza solo beneficia ciertas capacidades, y no empeora ninguna que se haya podido demostrar de forma fehaciente.

    En cuanto a la cuestión planteada de cuáles serían los grupos musculares que se deben priorizar en el entrenamiento de fuerza en el baloncesto, se debe concluir que, en línea con estudios anteriores, este entrenamiento no mejora sustancialmente la capacidad de salto o la velocidad (Grove y Gayle, 1993). Sin embargo, aparentemente, un trabajo de fuerza centrado más en la mitad superior del cuerpo mejoraría la capacidad reboteadora del jugador. El motivo que se puede imaginar es el de que en el rebote influya no sólo el salto vertical, sino también, e incluso más que aquel, la capacidad del jugador para ganar la posición a los contrarios, para lo cual la fuerza del tren superior es imprescindible. En este sentido, nuestro estudio reafirma la tesis de Stilger y Meadow (1999).

    Al tratarse de un estudio con una muestra relativamente pequeña y en un momento determinado de la temporada, sería conveniente y deseable continuar esta línea de investigación a lo largo de toda la temporada y con jugadoras de distintos equipos.

Bibliografía

  • Bell, R.C. y Chen, S. (2002). A Strength Training Program of "Ya-Tung" Women's Basketball Team of Taiwan. The sport Journal, 5(1), 2002.

  • Fulton, K. T. (1992). Off-season strength training for basketball. Journal of Strength and Conditioning. 14(1), 31–44.

  • Groves, B. R., y Gayle, R. C. (1989). Strength training and team success in NCAA men’s Division-I basketball. Journal of Strength and Conditioning. 11(6), 26–28.

  • Hitchcock, W. (1988). Individualized strength and conditioning program for women’s basketball. Journal of Strength and Conditioning. 10(5), 28–30.

  • Kerbs, B. (2000). Effects of same-day strength training on shooting skills of female collegiate basketball players. Microfilm Publication. Eugene, OR: University of Oregon.

  • Mannie, K., y Vorkapich, M. (2000). Off-season and preseason strength conditioning for basketball. Scholastic Coach and Athletic Director. 70(3), 6–11.

  • Mundina, J. (2001): “Transcripción de Javier Mundina”, en Preparación física en baloncesto de formación y de alto nivel. Ed. Gymnos, Madrid.

  • Owens, J. (1998). Strength training for basketball: Building post players. Journal of Strength and Conditioning, 16–21.

  • Renfro, J. G. (1996). Basketball specific squats. Journal of Strength and Conditioning. 18(6), 29–30.

  • Shoenfelt, E. L. (1991). Immediate effect of weight training as compared to aerobic exercise on free throw shooting in collegiate basketball players. Perceptual and Motor Skills. 73(2), 367–370.

  • Stilger, V., y Meadow, R. (1999). Strength exercises: An upper body proprioceptive neuromuscular facilitation rebounding exercise. Journal of Strength and Conditioning. 21(6), 29–31.

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