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El dilema de la integración y la participación en el fútbol argentino

   
Sociólogo, UBA
(Argentina)
 
 
Roberto Di Giano
robaied@hotmail.com
 

 

 

 

 
Se hace necesario señalar que desde hace algunos meses soplan vientos de renovación en algunos clubes de primera división. Es que los mismos alcanzaron un nivel tal de deterioro que llevó a muchos socios a involucrarse en los asuntos institucionales, quizás más por desesperación que por convicción.
 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 165, Febrero de 2012. http://www.efdeportes.com/

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No me dejes zumbar en el vacío
Como los abejorros ante el vidrio nocturno.

Efraín Bartolomé

    Se puede afirmar sin temor a equivocarse que en los últimos años una ancha franja da la comunidad futbolística se ha vuelto demasiado impaciente, y que sólo se preocupa por los asuntos inmediatos. Asimismo, se muestra sumamente tolerante con casi todas las actitudes y comportamientos que conducen al éxito, sin importarle mucho la manera en que se logre porque hace tiempo que su mirada quedó fijada en lo aparente.

    En lo que respecta a los jugadores de fútbol, principales protagonistas de un deporte que sigue apasionando a las multitudes aunque con menos fervor que antes, se han transformado en meteoros que atraviesan la vida de los clubes, tal como dice mi buen amigo el fino analista Christian Bromberger. Sucede, entonces, que los mecanismos de identificación para los demás actores, y especialmente para los hinchas más fieles, cambian permanentemente.

    La mayoría de los dirigentes argentinos, envueltos en crisis que nunca se resuelven, prefieren aferrarse a una reducida gama de estereotipos que hasta cierto punto tienen resonancia en la memoria de los aficionados, antes que buscar soluciones lógicas que sirvan para modificar el rumbo institucional de una manera más o menos duradera y resolver, a partir de un nivel básico de coherencia, una variedad de problemas,

    De tal manera que muchos dirigentes no tienen inconvenientes en hipotecar el presente y arriesgar el futuro de las instituciones despilfarrando dinero en base a propuestas desatinadas cuyo nivel de simplismo sirve para estimular los egos individuales ya que siempre se piensa en términos de imagen, de apariencia sin hacer el mínimo hincapié en la vitalidad y energía que puede encerrar lo colectivo cuando se lo despoja de todo artificio. Pensada la gestión como algo personal, saben las autoridades de los clubes que pueden acumular cada vez más poder ya que cuentan con la gran posibilidad de ejercer un pleno dominio sobre su entorno. Un entorno donde todo parece posible, conformado por personas que en vez de enfrentarse con realidades desagradables prefieren aceptar pasivamente las medidas que emanan del poder, renunciando de antemano a la lucha.

    Dichas personas, insertas en una aguda situación de debilidad, se convierten en sujetos/objetos de procesos que otros determinan y dejan así de problematizar las decisiones confusas, desacertadas, que los dirigentes frecuentemente llevan a cabo.

    Siguiendo este camino errado, resulta imposible diseñar formas organizacionales verdaderamente democráticas. De allí que no se pueda planificar un futuro venturoso que favorezca a todos los actores que participan en tan importante actividad cultural. En realidad, sólo los poderosos encuentran valiosas recompensan en este esquema piramidal en cuya cumbre se suelen negociar todo tipo de intereses.

    Volviendo al caso concreto de los jugadores, no se pueden sostener lealtades ni compromisos mutuos en equipos que no cuentan con un conjunto de profesionales estables. Una cuestión que obliga a los deportistas a reorganizarse afectivamente en forma casi permanentemente, debilitando de esa manera, quiéranlo o no, su carácter. De tal forma que no queda otra posibilidad que impere en dicho limbo de la hibridez, los lazos débiles y de corta duración que dificultan la posibilidad de enriquecer las relaciones que podrían establecerse si un grupo social no tuviera tan bloqueado el camino se traza.

    Ligado a este proceso de deterioro que incumbe primordialmente a los actores fundamentales del fútbol cuyas fuerzas se ven desgastadas, los socios de los clubes pasan a ser en la práctica "clientes" ya que encuentran dificultades para entrecruzar opiniones con los demás ante la existencia de una serie de rasgos que inhiben las posibilidades de actuar.(Además, lógicamente, de las propias limitaciones producto de vivir en una sociedad donde el poder, con su nube de alcahuetes, fabrica una variada gama de miedos).

    Asimismo los socios, no saben a ciencia cierta quien realmente los representa ni a que personas es mejor dirigirse cuando acumulan un poco de coraje y se deciden a participar activamente. En el extremo de esta trama perversa los socios y simpatizantes pasan a ser seres totalmente pasivos que soportan resignadamente las decisiones claves de los agentes más poderosos de la estructura institucional y juegan a que nunca pasa nada grave cerca suyo para no andar buscando responsables que finalmente puedan alterar sus conciencias dominadas por el conformismo.

    Entonces, la pregunta que surge es ¿cómo conseguir en este escenario tan peculiar en donde todo contribuye a la degradación institucional, un mínimo de cohesión entre sus miembros? No es para nada casual que en dichos marcos institucionales se terminen fabricando jugadores de baja calidad, huérfanos de referentes y que no pueden cultivar relaciones afectivas sólidas.

    En realidad todo apunta a que se agudice en ellos el individualismo, rompiendo con la ilusión de encarnar un colectivo. Por eso cuando los futbolistas se afirman en la primera división de un club determinado, con una serie de traumas psicológicos que no le permiten consolidar su carácter, tienen la virtud de aburrir al público. Y ello a pesar de que los medios de comunicación masivos intenten disfrazar sus anodinas actuaciones multiplicando la producción de banalidades para distraer de lo que verdaderamente importa1.

    Se producen excepciones cuando a los mismos les toca participar de algún partido atípico que rompe con la mediocridad. Esto sucede cuando el coraje de unos pocos jugadores que se encuentran prácticamente en extinción pero que todavía mantienen una capacidad de rebeldía que les permite conservar su sentido estético contra viento y marea, producen una suerte de salto cualitativo y obliga a los periodistas a hablar más tiempo del juego propiamente dicho. Rompen así los mismos, aunque sea por un momento y probablemente en contra de su voluntad, con la homogeneidad discursiva que se ha ido cristalizando en la comunidad deportiva de nuestro país.

    Para enmascarar todas estas falencias que trascienden el campo de lo empresarial y la del fútbol convertido en espectáculo (ilusiones sesentistas de los presidentes de los club más importantes del país) fluyen a la superficie las fantasías predilectas de los dirigentes deportivos que viven cambiando de piel para eludir los problemas de fondo y ponen, entonces, sobre la mesa propuestas engañosas, caóticas, disparatadas, que terminan de dañar los últimos vestigios del esplendor de los clubes, cuando, décadas atrás, los mismos articulaban, las actividades recreativas y culturales de los barrios.

    Se hace necesario señalar que desde hace algunos meses soplan vientos de renovación en algunos clubes de primera división. Es que los mismos alcanzaron un nivel tal de deterioro que llevó a muchos socios a involucrarse en los asuntos institucionales, quizás más por desesperación que por convicción. Ahora bien, más allá de las buenas intenciones de dichos protagonistas, es oportuno alertar que si no se apunta con valentía a realizar modificaciones estructurales se corre el serio peligro de afianzar lo mismo que aparentemente se cuestiona.

Nota
1. Sosteniendo discursos de tono ambiguo, los medios prefieren cooperar con el armado de escándalos, volverse incondicional de algún personaje con el cual, a veces, intercambiarán favores, vociferar por vociferar, antes que abordar las verdaderas causas de los problemas.

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