La autoeficacia general en el acceso a la práctica física en edad escolar | |||
*Departamento Educación Física, FDE Santa María de la Victoria, Málaga ** Departamento Psicología Social, Antropología Social, Trabajo Social y Servicios Sociales. Campus de Teatinos, Universidad de Málaga, Málaga (España) |
Dr. Rafael Reigal Garrido* Dr. Antonio Videra García** |
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Resumen La Teoría de la Autoeficacia (Bandura, 1987) considera decisiva la implicación cognitiva del ser humano para emprender una acción. Schwarzer (1992) señala la existencia de una percepción general de eficacia que valora las posibilidades de nuestros actos en cualquier situación. Este trabajo pone de manifiesto los efectos de la autoeficacia general para llevar a cabo conductas de práctica física. La muestra, compuesta por 1325 adolescentes (740 hombres y 585 mujeres), tenían edades comprendidas entre los 14 y 18 años (M= 15.67; DT=1.04). La percepción de eficacia se midió a través de la escala de autoeficacia general (AEG) de Schwarzer y Jerusalem (1995), en concreto la versión en castellano desarrollada por Baessler y Schwarzer (1996). Los resultados obtenidos indican la existencia de relaciones positivas entre la percepción de autoeficacia general y el acceso a la práctica físico deportiva. Palabras clave: Actividad física. Adolescencia. Autoeficacia general.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 164, Enero de 2012. http://www.efdeportes.com/ |
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Introducción
Bandura (1987) considera de vital importancia para la determinación de nuestras acciones la opinión que tengamos sobre la eficacia personal, ya que tiene un rol decisivo entre el ambiente que nos rodea y la conducta final. Lo que se piensa y siente es un pilar básico en la elección del camino que vamos a seguir (Navarro, Bueno, Buz y Mayoral, 2006). Esta visión del comportamiento humano dota al mismo de un protagonismo que hace varias décadas no tenía, pues los modelos explicativos anteriores ponían especial énfasis en el contexto externo y dejaban a un lado los pensamientos, sentimientos o motivaciones de cada uno (Peralbo, Sánchez y Simón, 1986). El entorno es potencialmente determinante hasta que se encuentra a su paso con el individuo, dando lugar a un fenómeno que se denominó reciprocidad triádica y que debemos tener en cuenta a la hora de entender la conducta llevada a cabo (Bandura, 1982).
Podemos definir la autoeficacia como los juicios de cada individuo sobre sus capacidades, mediante los cuales organizará y ejecutará sus actos de modo que le permitan alcanzar el rendimiento deseado (Bandura, 1987). Chase y Feltz (1999) argumentan que la autoeficacia no supone únicamente conocer la forma de proceder más apropiada, sino organizar estrategias cognitivas, sociales y conductuales para llevar a cabo la acción. Estamos hablando de una cualidad dinámica, que debe ir adaptándose a los estímulos tan diversos y cambiantes que encontraremos en nuestra vida (Bandura, 1987). Casis y Zumalabe (2008) señalan que no llegaremos a enfrentarnos a una situación determinada si no somos capaces de creer que podemos hacerle frente con éxito, aunque tengamos, a priori, las cualidades necesarias para ello.
Nuestra capacidad para anticiparnos a lo que va a ocurrir condiciona la elección de la tarea a desarrollar (Bandura, 1977). Sin embargo, hay que cuidar muy bien el proceso de reflexión para no dejar de hacer algo que podemos superar o iniciemos una acción que desborde nuestras limitaciones. No obstante, las personas que van evolucionando y adquiriendo más competencias son aquellas que contemplan el contexto en el que se desenvuelven como poco hostil y no dudan en emprender una conducta aunque les suponga un esfuerzo. Aquellas que siempre tengan miedo serán cada vez más conformistas y no buscarán nuevas posibilidades (Ortega, 2005). Además, hay que tener en cuenta que la existencia de un entorno cambiante nunca va a presentar exactamente igual dos situaciones, lo que requiere, por tanto, el esfuerzo necesario para afrontar con entusiasmo las dificultades encontradas (Salvador, 2009).
Autores como González y Tourón (1992) defienden la valoración de este constructo en circunstancias específicas, dado que una persona puede verse capaz de afrontar un reto y no otro. Sin embargo, hay quienes resaltan que los individuos tienen una percepción sobre sus capacidades en relación a cualquier tipo de situación y la confianza con la que se enfrenta a ella (Schwarzer, 1992; Grau, Salanova y Peiró, 2000; Salanova, Grau y Martínez, 2005). Esta generaría una predisposición general para llevar a cabo múltiples conductas que supongan un reto, con entusiasmo y estando preparados para afrontar un amplio abanico de estresores asociados a ellas (Sanjuán, Pérez y Bermúdez, 2000), lo cual ha sido estudiado en numerosas investigaciones (Contreras, Espinosa y Esguerra, 2008; González y Landero, 2008). En cualquier caso, autores como Bandura (1997) señalan que no tienen que ser ambas manifestaciones excluyentes, sino que pueden ser complementarias.
La autoeficacia se ha estudiado en numerosos ámbitos, como es el caso de la actividad físico deportiva (Balaguer, Escartí y Villamarín, 1995) siendo una de las teorías más utilizadas en la motivación vinculada al deporte y la ejecución motriz (Feltz, 1995). Olaz (2004) considera que la autoeficacia influye en la elección de una tarea, el esfuerzo empleado en ella, la perseverancia ante los obstáculos, etc. Las actividades físico deportivas suelen ser exigentes, pues necesitan de una serie de capacidades para realizarla con éxito. Ellas se pueden ir adquiriendo, pero requiere al principio de la decisión de iniciarse en ella, para después ir mejorando e integrando nuevos patrones de actuación perfeccionados (Olivari y Urra, 2007). O como dice Bandura (1987), una persona con una autoeficacia baja, estará más lejos de emprender conductas que necesiten del esfuerzo y percepción de eficacia necesarios.
El trabajo que presentamos a continuación busca poner de manifiesto la relación entre práctica física y autoeficacia general. En primer lugar, destacando la mayor percepción de eficacia que poseen los adolescentes activos, para posteriormente centrarnos en el papel mediador que la percepción de eficacia tiene en el acceso a la práctica de actividades físico deportivas en estas edades. La hipótesis central de este estudio considera que la autoeficacia general influye en el acceso de los adolescentes a la práctica de actividades físico deportivas.
Método
Muestra
Los participantes de este estudio fueron 1325 adolescentes de la ciudad de Málaga (España), seleccionados de una muestra mayor formada por 2155 individuos. Tras una primera exploración, el estudio se focalizó sobre aquellos que pensaban poseer buenas capacidades para la práctica física y una adecuada forma física, siendo el 55.8% hombres (n=740) y el 44.2% mujeres (n=585). Pertenecían a los niveles educativos 3º y 4º de secundaria y 1º de bachillerato, en edades comprendidas entre los 14 y 18 años (M= 15.67; DT=1.04). La selección de la muestra fue mediante proceso aleatorio por conglomerados, polietápico estratificado (Ramos, Catena y Trujillo, 2004).
Instrumentos
La toma de datos se llevó a cabo mediante varios cuestionarios gracias a los que se obtuvo información sobre la percepción de capacidades para la práctica y forma física, así como el nivel de autoeficacia general. Las respuestas dadas a las dos primeras se recogieron mediante dos ítems a los que se respondía “sí” o “no”, en función de los propios pensamientos (A=¿Consideras que tienes buenas capacidades para la práctica físico deportiva?; B=¿Piensas que tienes un buen estado de forma física?). La última variable se midió a través de la Escala de Autoeficacia General (AEG) de Schwarzer y Jerusalem (1995), en concreto la versión en castellano desarrollada por Baessler y Schwarzer (1996). Esta escala, formada por 10 ítems, mide el sentimiento estable de competencia para manejar situaciones en la vida y ha sido analizada en población española en diversas ocasiones, siendo sus propiedades psicométricas adecuadas para su uso (Sanjuán et al., 2000; Martín et al., 2002). Se respondía con una escala de respuesta tipo Likert con 4 posibilidades, desde muy en desacuerdo (puntuación= 1) hasta muy de acuerdo (puntuación= 4) respecto a las indicaciones de cada ítem.
Procedimiento
Este trabajo sigue una metodología no experimental (Ramos et al., 2004) de tipo transversal o correlacional (Salkind, 1999), en el que se usa la encuesta como herramienta para la toma de datos y no se produce manipulación de las variables objeto de estudio. Las técnicas estadísticas usadas para procesar los datos fueron: T-Student y ANOVA de un factor. Para la recogida de datos fuimos a centros escolares, a los que se pidió permiso previamente. Los cuestionarios fueron auto-administrados, aunque se explicaron adecuadamente y se estuvo presente mientras eran cumplimentados para resolver posibles dudas. Se rellenaron en el aula, siendo la duración media de 15 minutos. Los cuestionarios correctamente cumplimentados fueron 2155, de los cuales se escogieron finalmente 1325 por cumplir los requisitos planteados al inicio de esta investigación. Tras identificar a los participantes que se consideraban aptos para la práctica físico deportiva., iniciamos la segunda parte del trabajo, donde pretendimos alcanzar los objetivos marcados en el estudio.
Resultados
Fiabilidad del instrumento
Los análisis de fiabilidad realizados (Alfa de Cronbach) para nuestro estudio mostraron unos niveles adecuados que indican una buena consistencia interna de la escala AEG, para la muestra total (α= 0.86) y los grupos activos (α= 0.86) y no activos (α= 0.84). Para los subgrupos activos en función de la antigüedad de práctica y los no activos en función de la intención de volver a practicar, las puntuaciones obtenidas tras el análisis de fiabilidad estuvieron dentro del intervalo 0.82-0.90.
Comparaciones inter e intra grupos
Los resultados encontrados en nuestro estudio indican que de los encuestados que consideraban poseer buenas capacidades para la práctica física y buena forma física (N= 1325), los que eran físicamente activos en su tiempo de ocio (n= 955) obtuvieron mejores resultados en la escala de autoeficacia general (AEG) (M= 30.55; DT= 4.54) que aquellos que no lo eran (n=370) (M=29.03; DT=4.38). Además estas diferencias fueron estadísticamente significativas (t 1323= -5.52, p<0,001).
Por otro lado, al clasificar a los adolescentes activos en dos grupos en función del tiempo que llevaban practicando (1= desde este año; 2= desde el año pasado o más), las puntuaciones en la escala de autoeficacia general se modificaban ligeramente: No (M= 29.03; DT= 4.38); Sí, desde este año (M= 30.42; DT= 4.68); Sí, desde el año pasado o más (M= 30.56; DT= 4.53). El ANOVA de un factor indicó que las diferencias encontradas eran significativas (F[2,1322]=15.28; p<0.001). Para contrastar las medias entre grupos (comparaciones múltiples), la prueba de homogeneidad de varianza (Levene) mostró que se podía aceptar la hipótesis nula (F[2,1322]=0.985; p>0.05) que señalaba la igualdad de varianzas.
Decidimos utilizar, por tanto, la prueba HSD de Tukey llevar a cabo dicho procedimiento. Como podemos identificar por los datos obtenidos, entre los grupos No y Sí desde este año, las diferencias fueron significativas (p<0.05); así como entre los grupos No y Sí desde el año pasado o más (p<0.001); entre los dos grupos de participantes activos, las diferencias no mostraron variaciones importantes (p>0.05) (tabla 1; figura 1).
Tabla 1. Comparaciones múltiples (HSD de Tukey). VD= AEG, Factor de agrupación= Práctica física
Figura 1. Medias (AEG) en función del tiempo de práctica física
Por otro lado, si tenemos en cuenta únicamente a los individuos activos, los que pensaban que seguirían practicando en un futuro puntuaban más en AEG (M= 30.63; DT= 4.49) que los que pensaban que no seguirían haciéndolo (M= 28.79; DT= 5.36). Siendo estas diferencias estadísticamente significativas (t 953= -2.60; p<0.01). Los participantes no activos obtenían mejores puntuaciones en AEG a medida que pensaban volver a practicar, siendo la variación de puntuaciones estadísticamente significativa (ANOVA, F[3,366]= 2.78; p<0.05). La prueba de Levene nos dijo que las varianzas eran homogéneas (F[3,366]=1.89; p>0.05). La prueba HSD de Tukey mostró que las diferencias significativas se encontraban sólo entre el grupo que no pensaba practicar y el que valoraba hacerlo dentro de poco (p<0.05) (tabla 2; figura 2).
Tabla 2. Comparaciones múltiples (HSD de Tukey). VD= AEG, Factor de agrupación= Intención de practicar (participantes no activos)
Figura 2. Medias (AEG) en función de la intención de volver a practicar (participantes no activos)
Discusión
Los datos hallados en este trabajo arrojan diversas conjeturas relacionadas con los fundamentos teóricos expuestos anteriormente. Hay que recordar el filtro utilizado, que limitaba esta investigación a los adolescentes del conjunto inicial que percibían sus capacidades como óptimas para la práctica física. La razón de esta elección era escoger una muestra que tuviera, a priori, ciertas características apropiadas para acceder a conductas de práctica física. De esta forma, podríamos incidir en la identificación de otras conexiones como la influencia de la autoeficacia general en el acceso a estas actividades. Hay que advertir que nuestra investigación ha sido de tipo correlacional y no ha existido manipulación de las variables, por lo que debemos ser cautos a la hora de reflexionar sobre las relaciones que se establecen entre las mismas.
Podemos comenzar diciendo que los encuestados activos tenían una percepción de eficacia general mayor que aquellos que no practicaban actividad físico deportiva, coincidiendo con otros estudios (Blasco, 1999). Estos datos indican que ha existido conexión entre la percepción de eficacia y la práctica física en tiempo de ocio (Olaz, 2004), lo que plantea la posibilidad de que una mayor percepción de eficacia personal podría haber influido en la decisión de emprender este tipo de actividades. Sin embargo, podríamos pensar también que esta asociación pudiera surgir de los efectos beneficiosos que la práctica física tiene gracias a los éxitos obtenidos en la ejecución de la propia conducta (Holloway, Beuter y Duda, 1988). De esta forma, el aprendizaje de una tarea ocasionaría mejoras en las destrezas y capacidades personales, influyendo en su autoestima y ciertas implicaciones cognitivas como la percepción de autoeficacia, que mejoraría (Balaguer et al., 1995).
Dadas estas circunstancias y para entender mejor el fenómeno, quisimos dividir a los participantes activos en dos grupos. El primero llevaba practicando sólo varios meses, lo que consideramos insuficiente para que los efectos positivos de la práctica física sobre la autoeficacia fueran importantes. El segundo grupo era activo desde hacía más tiempo, lo que aumentaba las posibilidades de que los efectos de la práctica física fueran más notables. Si observamos los resultados encontrados, podemos ver como hay un efecto singular. Por un lado, hay diferencias importantes entre los adolescentes que no practican y los que sí, tanto los que llevaban poco tiempo como los que llevaban haciéndolo desde hacía más. Por otro lado, entre los grupos de individuos activos las diferencias existían pero no eran estadísticamente significativas.
Si nos detenemos en el grupo de adolescentes no activos y los que lo llevaban haciendo poco tiempo, podemos encontrar diferencias importantes en su percepción de eficacia. Ambos se consideraban aptos para llevar a cabo este tipo de conductas, pero es significativo como aquellos que decidieron emprenderlas tenían una mejor valoración de su eficacia general. Esto hace que nos inclinemos hacia pensamientos que señalan la influencia de este constructo sobre dicha elección. Además, pensábamos que un mayor tiempo de práctica supondría, a nuestro juicio, obtener mejores resultados en la escala usada para medir la percepción de eficacia. Su origen estaría basado en la mejora de las destrezas y habilidades motrices, las relaciones interpersonales establecidas durante estas actividades, etc., que haya reforzado su seguridad y confianza para desarrollar éstas y otras tareas. Sin embargo, las diferencias no han sido muy importantes respecto al grupo que lo hacía desde hacía menos tiempo.
Nos gustaría añadir que hemos observado como entre los participantes activos, aquellos que deseaban seguir practicando en un futuro tenían un nivel de autoeficacia superior a los que no pensaban continuar. Esto apoya la idea de que la autoeficacia puede ser una buena herramienta para mantener programas de actividad o persistir en la tarea, como señalan autores como Prieto (2007). De igual forma, los participantes en el estudio, que no eran activos y que no tenían intención de incorporarse a la práctica física, manifestaban un nivel de autoeficacia general más bajo que aquellos que si pensaban hacerlo y de forma inmediata. Esta situación contrasta positivamente con la anterior y nos da una idea de la fuerza que tienen los procesos cognitivos internos en la determinación de la conducta humana.
Este trabajo pone de manifiesto indicios sobre el papel mediador que la autoeficacia posee en la decisión de practicar por parte de los adolescentes. Nos acercamos a posturas, por tanto, que lo consideran un buen predictor de la conducta humana (Caro, 1987). Para concluir, podemos decir que: a) los adolescentes encuestados activos manifestaban mayores puntuaciones en la escala de autoeficacia general (AEG); b) los participantes que realizaban práctica física regular tenían una autoeficacia mayor, observándose una línea ascendente desde aquellos que no practican hasta los que llevaban varios años, aunque hay que señalar la ausencia de diferencias estadísticamente significativas entre éstos últimos y los que lo hacían desde hacía poco tiempo; c) la percepción de eficacia ha influido en la toma de decisiones de los individuos encuestados, ya que aquellos que tenían una percepción de autoeficacia general mayor asumieron conductas de práctica física, al contrario que los que poseían una peor visión de sus posibilidades.
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