Antecedentes de la cuantificación y valoración del nivel de riesgo en el saque de voleibol |
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*Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte Profesor Asociado Universidad de León **Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte Profesor Titular Universidad de León (España) |
José Vicente García-Tormo* Juan Carlos Morante Rábago** |
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Resumen Son diversos los estudios (Martínez y Abreu, 2003) sobre la evolución que ha sufrido el saque con los diferentes cambios reglamentarios en los que se valora la importancia que está adquiriendo esta acción en el juego actual (Ureña y cols, 2001), siendo considerada la primera acción de ataque, en la que los jugadores asumen diferentes niveles de riesgo para lograr una mayor eficacia con el mismo. En este trabajo se recoge los antecedentes referentes a esta evolución del saque y la incorporación del concepto de nivel de riesgo asumido por los jugadores a nivel técnico-táctico. Palabras clave: Voleibol. Saque. Nivel de riesgo. Metodología observacional.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 162, Noviembre de 2011. http://www.efdeportes.com/ |
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1. Definición de saque
El reglamento de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB) define el saque o servicio como “la acción de poner en juego el balón por el jugador zaguero derecho, situado en la zona de saque” (Reglas FIVB, 2009, Art. 12).
El balón ha de ser golpeado con una mano o con cualquier parte del brazo después de ser lanzado o soltado de la(s) mano(s), teniendo para ello 8 segundos desde que el árbitro le autoriza el saque. En el momento del golpeo, el jugador no debe estar tocando la pista (incluida la línea de fondo) ni el suelo fuera de la zona de saque (Reglas FIVB, 2009, Art. 12.4).
El servicio es la única acción en la que el jugador dispone de un cierto tiempo para mantener el balón controlado en sus manos y decidir el tipo de acción e intencionalidad de saque que va a ejecutar; estas particularidades junto con el hecho de que no se produce una intervención directa de otros compañeros o adversarios, posibilitan una situación en la que el sacador toma la iniciativa en el comienzo de cada secuencia de juego. No obstante, existen una serie de factores que pueden condicionarlo de manera indirecta (Molina y Barriopedro, 2003; Molina, 2003), tales como: desarrollo e influencia de la competición, nivel de los oponentes, rotación del equipo, momento del juego, el marcador, el set en juego, el estado físico, etc.; es por ello que el saque no es solo una cuestión técnica, sino un momento de gran concentración donde se va asumir un riesgo “voluntario”, en función de los factores indicados.
2. Evolución reglamentaria
Desde sus comienzos, el voleibol ha sufrido gran cantidad de cambios reglamentarios, adaptándose a las exigencias de los tiempos. Estos cambios pueden clasificarse atendiendo a dos tipos de factores (Berjaud, 1995), internos y externos. Los primeros son los que constituyen el juego en si mismo, y tienden a favorecer el ataque y las acciones defensivas. Los factores externos son los relacionados con las características del terreno, el sistema de puntuación, la administración del tiempo,… enfocados a favorecer el espectáculo.
La evolución reglamentaria que comprende el periodo entre 1947 y 1999, ha favorecido prioritariamente las acciones defensivas (42%) frente a las acciones de ataque (9%) (Ureña, 2000), siendo las reglas más innovadoras el cambio del sistema de puntuación (Rally Point System) y la introducción del líbero como especialista en recepción y defensa.
Hasta 1994, han sido dos cambios reglamentarios los que han afectado al servicio, la ampliación en profundidad de la zona de saque (Regla 1.4.2, FIVB 2009), la cual permitía realizar una carrera o salto previo al golpeo, además de la posibilidad de efectuar saques con mayor flotabilidad con distancias largas, y la prohibición de bloquear el servicio en la red (Regla 14.5, FIVB 2009), favoreciendo los saque tensos y con un carácter más ofensivo (Callejón, 2006).
Es a partir de 1994, cuando la FIVB comenzó a aplicar una serie de cambios reglamentarios que afectarían directamente a la acción del saque y su capacidad ofensiva (Ureña, 1998).
La primera modificación fue la ampliación de la zona de saque a todo el ancho de la línea de fondo (Regla 1.4.2., FIVB 2009), dando la posibilidad de realizar servicios con nuevas trayectorias con las que dificultar la acción de recepción del equipo contrario, facilitando así la posterior fase defensiva y contraataque del equipo al servicio, además de lograr una igualdad en las posibilidades de servicio entre jugadores diestros y zurdos (Gerbrands y Murphy, 1995; Lozano y cols., 2003; Callejón, 2006).
En la temporada 98/99 la FIVB aprobó otras reformas: la posibilidad de que el balón contacte con la red en el saque (Regla 10.2; FIVB, 2009); desaparece la tentativa de saque y se amplía el tiempo que tienen los jugadores para efectuar el servicio a 8 segundos (Regla 12.4.4, FIVB 2009), requiriéndole al jugador una mayor concentración y exigencia técnica para llevar a cabo su saque. A estos cambios hay que sumarle la modificación del sistema de puntuación, incorporando el actual Rally Point System. (Características del juego; FIVB, 2009).
Paralelo a estos cambios, durante los últimos años se han incorporado otra serie de reglas que afectan indirectamente al saque (Ureña, 2001; Molina, 2003), dado que inciden sobre la acción de recepción, como son la introducción de un especialista en recepción y defensa – líbero –, (Regla 19; FIVB, 2009), y la permisividad en el primer golpeo de recepción (Regla 9.2.3.2; FIVB, 2009), facilitando dicha acción.
Estos cambios reglamentarios (Tabla 1) han propiciado una notable evolución del servicio, potenciando el perfeccionamiento y utilización de técnicas de saque más ofensivas: flotante en apoyo, flotante en salto y potente en salto (Molina y cols., 2004), convirtiéndose en la actualidad en la primera acción de ataque del equipo.
Tabla 1. Resumen de la evolución reglamentaria
3. Requerimientos
El voleibol de competición presenta una serie de características que lo diferencian del resto de deportes de equipo, desde el espacio en el que se desarrolla hasta la interacción entre las jugadoras y el balón (Cayero, 2009).
Estas características implican unos requerimientos técnico-tácticos, físicos y psíquicos, que van a condicionar el servicio como acción del juego.
3.1. Requerimientos técnico-tácticos
a. Análisis técnico. Tipos de saque
El voleibol requiere de una técnica altamente depurada para poder alcanzar el mayor rendimiento, la cual se ve afectada por el propio reglamento.
En la actualidad existe un amplio catálogo de saques que han ido evolucionando junto al deporte, surgiendo gran cantidad de ellos en diferentes escuelas y/o países. Hoy en día, el repertorio es bastante reducido, centrándose en saques con un carácter más ofensivo (Fröhner y Murphy, 1995; Gerbrands y Murphy, 1995; Molina y cols., 2004; García-Tormo y cols., 2006 y 2009).
Para la correcta ejecución técnica de los saques, Díaz (2000) establece una serie de aspectos a tener en cuenta:
Colocación de los diferentes segmentos del cuerpo con relación al campo contrario y entre los distintos segmentos en la posición de partida, de acuerdo con el tipo de saque a utilizar.
Coordinación entre el brazo ejecutor y brazo-mano sostén del balón durante la realización del elemento o destreza.
Relación lanzamiento, punto y momento de contacto mano-balón, de acuerdo al tipo de saque a ejecutar.
Participación – coordinación – relación de todos los segmentos del cuerpo en el momento del impacto.
Coordinación relación hombros-brazo ejecutor y brazo-mano de sostén.
Lanzamiento del balón y su proyección con respecto al brazo ejecutor y pierna del mismo lado.
Equilibración en todo momento de los distintos segmentos del cuerpo con relación a la base de sustentación o/y suspensión del salto.
Relación mano-brazo ejecutor en el momento del impacto o golpe.
Máxima aceleración del brazo ejecutor ante el golpeo.
Golpeo en un solo punto diametralmente opuesto a la trayectoria deseada para los saques flotantes, y así conseguir un recorrido paralelo a la superficie de cancha, y golpeo en la parte media-superior del balón para los saques en salto, y así conseguir una trayectoria parabólica descendente.
Estas consideraciones se pueden aplicar para la ejecución de todos los tipos de saque existentes dentro del repertorio considerado en este estudio.
Con el fin de facilitar la clasificación de los mismos y atendiendo a las tendencias observadas por los autores citados anteriormente (Fröhner y Murphy, 1995; Gerbrands y Murphy, 1995; Molina y cols., 2004; García-Tormo y cols., 2006 y 2009), se han agrupado las técnicas de saque en:
b. Saques en apoyo
Saque flotante o “de tenis”
Atendiendo a los aspectos técnicos y a las fases de aprendizaje, el primero de los saques con carácter ofensivo que se emplea en la actualidad es el saque flotante en apoyo (C.O.E., 1992), también conocido como saque de arriba o de tenis, el cual nació en 1948, en el Campeonato del Mundo disputado en París de mano del equipo de EE.UU. (Díaz, 2000).
La jugadora realiza este saque desde una posición estática, con el pie contrario al brazo ejecutor adelantado, realizando un lanzamiento del balón no muy alto (poco más que la altura del brazo estirado), en la vertical y frente al brazo con el que se golpeará el balón, el cual se ha de armar con el codo alto y llevando el hombro hacia atrás.
En el momento del golpeo la jugadora basculará el peso del cuerpo hacia el apoyo adelantado, golpeando el balón a la máxima altura, mediante un impacto en el punto opuesto a la trayectoria deseada y con la palma de la mano rígida y tangente a la circunferencia del balón. El movimiento ha de ser muy rápido, con un desplazamiento corto del brazo y frenado bruscamente momentos antes de contactar con el balón.
Dependiendo de la potencia y la angulación que se le imprima en el golpeo al balón, éste describirá una trayectoria e incidencia diferente. Cuando el golpeo se realiza paralelo al suelo, la resistencia del aire actuará sobre el esférico, dificultando la percepción de la trayectoria del mismo por parte del receptor, ya que pierde los puntos de referencia. En el caso de trayectorias parabólicas, aunque el receptor tenga más puntos de referencia sobre su trayectoria, el balón mostrará trayectorias más confusas por la flotabilidad que le imprime la resistencia del aire, que en este caso sería mayor (VV.AA., 1992).
Con el fin de lograr una mayor flotabilidad del balón y con ello dificultar la acción de recepción del equipo contrario, las jugadoras tienden a alejarse de la línea de saque, estableciéndose una variante del saque original que se realizaba cercano a la línea de fondo (VV.AA., 1992), aumentando la dificultad y con ello el riesgo de errar el servicio (García-Tormo. y cols., 2009a).
Este tipo de saque, dentro de los empleados en alto nivel, es a priori el más seguro y el que menos riesgo entraña a la acción del sacador (García-Tormo y cols., 2009a) permitiéndole dirigirlo con bastante facilidad en función de la zona sobre la que se quiera realizar el servicio.
Otros saques
Dentro del catálogo de saques en apoyo, se pueden encontrar otros tipos que no son tan empleados, aunque algunos de ellos se pueden ver en determinados equipos y categorías (Quiroga, 2005; García-Tormo y cols., 2006).
Son de gran importancia los saque de seguridad o de abajo (VVAA, 1992), empleados sobretodo en categorías de formación y primeras etapas de aprendizaje, debido a su facilidad de ejecución y entendidos como “medio por el que se pone en juego el balón” (Díaz, 2000).
Así mismo a lo largo de la historia del voleibol se han descrito diferentes tipos de saque en función de la escuela de origen, como el saque en gancho-flotante empleado por el voleibol japonés en los Campeonatos del Mundo de 1960 en Río de Janeiro (Díaz, 2000), o el saque de tenis con efecto (VV.AA., 1992), los cuales a penas están presente en el actual voleibol de alto nivel.
c. Saques en salto
Saque en salto flotante
El saque flotante en salto es similar al flotante en apoyo en cuanto al golpeo, pero varía la carrera previa al mismo, en la que se realiza una batida en profundidad con el objetivo de golpear el balón un poco más alto y más cerca de la red, lo cual acorta e imprime una trayectoria más descendente y disminuye el tiempo con el que cuenta el receptor para su correcta intercepción, forzando en algunos casos la adaptación del sistema de recepción al tipo de servicio.
La jugadora, al realizar este servicio, asume un riesgo más elevado, ya que requiere una mayor coordinación, además que al reducir las distancias hay que precisar más el golpeo para evitar que el balón se salga fuera de los límites del campo (García-Tormo y cols., 2006).
Saque en salto potente
El saque en salto potente busca una mayor altura de golpeo del balón, proximidad a la red y potencia del saque (Over, 1993), describiendo una trayectoria parabólica descendente (Díaz, 2000). Este fue visto por primera vez en 1955 en Polonia, aunque resultó ser la novedad de los JJ.OO. de Los Ángeles en 1984 (Díaz, 2000).
Técnicamente es muy similar al remate zaguero, estableciéndose diferentes fases en su ejecución (Díaz, 2000):
La carrera, la cual se inicia desde 3-4 metros por detrás de la línea de fondo, dependiendo de las características físicas y antropométricas de la jugadora.
El lanzamiento se puede realizar con una o dos manos, imprimiéndole un efecto rotatorio hacia arriba y adelante, con una altura acorde a las características de la jugadora, con el fin de que pueda interceptar el balón con su mano a la máxima altura.
La batida es similar a una batida de remate zaguero, en la que la jugadora se proyectará hacia delante para encontrarse con el balón.
El golpeo se realizará a la máxima altura y englobando el balón con la mano dándole una rotación de arriba-abajo en el sentido de la trayectoria, saliendo así con un efecto que acelera la caída del esférico, llamado efecto “Magnus”, con el que se explica también la posibilidad de que el balón describa trayectorias laterales, en función de la posición de la mano en el golpeo (Torres, 1993; González y cols., 1998).
La caída se realizará sobre los dos pies, amortiguándose y facilitando la acción defensiva posterior.
En este tipo de saque prevalece la potencia y velocidad a la precisión en el destino, lo cual hace que también haya un mayor riesgo de errar el mismo; también es posible que el golpeo sea más controlado, de manera que se busque una mayor precisión en detrimento de la potencia del mismo (Díaz, 2000).
Este servicio, además requiere una exigencia física mayor que los demás, ya que se está hablando de un salto máximo por acción, para poder golpear el balón desde el punto más alto posible y así imprimirle esa trayectoria parabólica descendente y de gran velocidad; esto condiciona que muchos jugadoras no lo empleen (Over, 1993).
d. Análisis táctico. Fases de juego
El voleibol, como todo deporte, está regulado por un reglamento que condiciona todos sus aspectos técnico-tácticos y con ello la estructuración del juego (Díaz, 2000).
Una de las características más destacables de este deporte es la regla de la rotación (Regla 7.6; FIVB, 2009), la cual implica que todos las jugadoras deban pasar por cada una de las zonas establecidas en el terreno de juego, las cuales requiere distintas capacidades físicas y habilidades técnico-tácticas (VV.AA., 1992). Esta norma condiciona que el saque sea una exigencia técnica necesaria para poder jugar, debiendo afrontar dicha acción en algún momento del partido. Esto afecta a todas las jugadoras a excepción de la líbero que por reglamento no tiene permitido realizar ninguna acción de ataque, incluido el saque (Regla 19.3.1.3; FIVB, 2009).
Este deporte presenta una organización y estructura dividida en dos complejos estratégicos, Complejo I o KI y Complejo II o KII, los cuales hacen referencia al momento o situación del juego, ya sea la recepción (KI) o la defensa (KII), con sus respectivas fases de ataque o contraataque (Morante y cols., 1994; Monge, 2001; Monge, 2007). El saque, objeto de estudio en el presente trabajo, se encuentra integrado dentro del KII, iniciando la secuencia de acciones (Figura 3).
Ambos complejos se encuentran vinculados entre si por los aspectos fundamentales del voleibol (González, 2003), los cuales están reflejados por Beal (1989) en el modelo cíclico secuencial del juego en voleibol, en el que se observa claramente como el saque es la acción de partida de cada secuencia de juego (Figura 1):
Figura 1. Modelo cíclico y secuencia del juego en voleibol (Beal, 1989)
El KI (Figura 2) parte de la recepción del saque efectuado por el equipo contrario, con el objetivo claro de construir, a partir de la defensa de dicho servicio y mediante un pase, un ataque exitoso.
Figura 2. Secuencia de acciones que integran el Complejo I (KI) y combinaciones
de acciones que realizan las jugadoras (Morante y cols., 1994)
El saque forma parte del KII (Figura 3), en el cual el objetivo claro es dificultar en lo posible la acción de recepción y ataque del equipo contrario para así facilitar la defensa de dicho ataque y poder realizar con éxito un contraataque (Morante y cols., 1994).
Figura 3. Secuencia de acciones que integran el Complejo II (KII) (Morante y cols., 1994)
Con la evolución que ha experimentado el voleibol y en concreto el servicio, actualmente se han descrito dos tendencias claras a la hora de entender y entrenar el KII: una intencionalidad ofensiva basada fundamentalmente en un saque de potencia con el que se pretende conseguir el punto directo asumiendo un elevado riesgo de error (Díaz, 2000; Anastasi, 2001; Ejem, 2001; Quiroga y cols., 2005; Muchaga, 2005), y una intencionalidad defensiva basada en un saque táctico que se realiza con un mayor control y dirección del envío, con el fin de dificultar la construcción del ataque adversario, facilitando así las acciones defensivas propias y el posterior contraataque (Ureña, 2000; Díaz, 2000; Molina, 2003; Muchaga, 2005; Lozano, 2007).
El saque tiene un alto componente táctico, reflejado en la táctica individual del jugador, ya que éste cuenta con un tiempo reglamentario en el que debe decidir qué técnica o tipo va a emplear, que dirección o sobre qué zona va a efectuar su servicio y si tiene una intención de anotar punto o de dificultar la acción ofensiva del equipo contrario. Además, el jugador debe atender a otros aspectos externos al servicio, con los que valorar en cada ocasión si es un momento de arriesgar o de asegurar con el fin de obtener la máxima eficacia con su acción (Buceta, 1998; Díaz, 2000; Muchaga, 2005).
Cada uno de los saques que se describen en el repertorio del presente estudio se corresponde con una intencionalidad, reflejada en la táctica individual de cada jugador y en la importancia de la variedad de servicios que posea un equipo para dificultar la adaptación del sistema de recepción del oponente a esa variabilidad del saque (Díaz, 2000; Ureña y cols., 2000; Bailasha, 2001; Molina y cols., 2004; Lozano, 2007).
El saque en salto potente es el ejemplo más claro de intencionalidad ofensiva, mediante una gran velocidad del balón y una trayectoria descendente, con el objetivo de conseguir punto directo, ya sea por impacto del balón con el suelo o error de la recepción (Over, 1993; Ureña, 1998; Díaz, 2000; Palao, 2001; Quiroga y cols., 2005; Muchaga, 2005; Salas, 2006; Maia y Mesquita, 2006).
El resto de saques del repertorio, se caracterizan por el tipo de golpeo flotante, con una intencionalidad táctica de dificultar la acción ofensiva del equipo contrario, estableciendo como objetivos aquellos puntos de mayor conflicto entre jugadoras o intentando dificultar el ataque de algún jugador clave del sistema ofensivo del oponente (Ureña, 2000; Guidetti, 2001; Lozano y cols., 2002 y 2003; Sagastume y Cayero, 2003; Martínez y Abreu, 2003; Muchaga, 2005; Lozano, 2007).
Diferentes autores han expuesto los posibles objetivos tácticos a los que puede atender la jugadora en el momento del servicio (Díaz, 2001; Muchaga, 2005), siendo indiferente el tipo de saque efectuado. Concretamente, Muchaga (2005) define cinco posibles objetivos a los que atender:
Sacar sobre los peores receptores.
Sacar sobre los sectores más débiles.
Sacar entre dos receptores o zonas de interferencia.
Sobrecargar a un mismo receptor o ignorarlo.
Sacar a lugares conflictivos (penetración, corto, esquinas,…).
3.2. Requerimientos físicos
La condición física es un elemento que va a limitar las posibilidades de la jugadora en todos los aspectos del voleibol, entre los que se encuentra el servicio, el cual se ve condicionado por factores físicos y antropométricos (Leonidas, 2008).
De los servicios contemplados en el repertorio, el más exigente físicamente es el saque en salto potente (Over, 1993), el cual para lograr la máxima altura de golpeo y una gran velocidad en la trayectoria del balón, requiere de un salto máximo y un golpeo potente (Díaz, 2000), además de verse favorecido por las características antropométricas de la jugadora.
A nivel físico, el saque en salto flotante no es tan exigente pues no se busca esa máxima altura y potencia de golpeo, siendo un saque más táctico al igual que ocurre con los servicios en apoyo. Aún así, la acción de frenada del brazo para imprimirle esa flotabilidad al balón, requiere de una fuerza considerable, lo que dificulta que en categorías inferiores se observe dicha fluctuación del esférico (González, 2003). A igual que ocurría en el saque en salto potente, los factores antropométricos van a facilitar un mayor rendimiento de los mismos.
Los aspectos antropométricos que más van a intervenir en el rendimiento de las jugadoras al servicio son las palancas del tren superior con las que además de mayor altura van a lograr una mayor velocidad de golpeo del balón. Así mismo, la talla del jugador permite igualmente esa mayor altura de golpeo y le facilita lograr trayectorias más tensas y descendentes con el fin de dificultar la recepción del oponente (VV.AA., 1996).
3.3. Requerimientos psíquicos
Con el cambio al nuevo sistema de puntuación, Rally Point System, el servicio ha aumentado su importancia en el juego (González y cols., 2001). La jugadora ha de tomar una serie de decisiones previas de gran trascendencia, ya que es un momento de máxima tensión, siendo consciente de la situación del marcador y de la responsabilidad individual que se tiene en esta acción, en la que el fallo del saque recae únicamente sobre la jugadora al servicio.
Está tensión genera situaciones de ansiedad (Cuccarini y cols., 1999; Díaz, 2007) que se ven reforzadas por el hecho de que toda la atención del público y la presión del momento de juego incide sobre la jugadora al saque, es por ello que han de presentar una correcta disposición psicológica en esta fase del juego, en la que tienen lugar una serie de procesos cognitivos que serán responsables de la toma de decisión y del éxito del servicio (Cárdenas, 1995).
4. Antecedentes de estudio del saque
En el Campeonato del Mundo Femenino de 1994, Fröhner y Murphy (1995) describieron las tendencias observadas en el juego. El servicio, mostraba un leve aumento del uso del saque en salto potente, síntoma del cambio ofensivo que estaba evidenciando esta acción, aunque conllevaba un alto porcentaje de error. En este mismo campeonato, Gerbrands y Murphy (1995), reflejan esta tendencia ofensiva al analizar las consecuencias del cambio de la regla del saque, donde describen las nuevas trayectorias y la trascendencia que tiene de cara al juego, ya que el saque obtiene una mayor capacidad para limitar el ataque del equipo en recepción y tomar ventaja con el bloqueo y la defensa propia.
En esta línea, Krajc (1982) ya catalogó el saque como la primera arma de ataque, seguido de otros autores como Katsikadelli (1997), Díaz (2001), Nikolovski y cols. (2002) y Molina y cols. (2004).
Posteriormente, Ureña (1998) en su Tesis Doctoral sobre la “Incidencia de la función ofensiva sobre el rendimiento de la recepción del saque en voleibol”, indica el aumento del uso del saque en salto, tanto en categoría masculina como femenina, destacando ligeramente en la primera, observando una mayor efectividad de este tipo de saque frente a los flotantes. La justificación a esa desproporción ante el menor uso del saque en salto por parte de la categoría femenina es debido en parte a la diferencia de altura de la red, ya que hay 19 cm de diferencia entre categorías, lo que implica que los jugadores han de realizar un servicio en salto si se pretende salvar la red con una trayectoria descendente y de gran potencia del balón que dificulte la acción receptora del equipo oponente, mientras que en categoría femenina no es tanta la diferencia entre la altura de la red y las posibilidades de golpeo por parte de las jugadoras.
Ureña (2000) en su estudio sobre “la facilitación defensiva a través del saque en el voleibol femenino de alto nivel” demuestra como con el saque se debilita en gran medida el ataque contrario en función de la trayectoria que se realice con el servicio, facilitando así la acción defensiva del equipo en posesión del saque, señalando que para lograr esta situación ventajosa para la defensa, la trayectoria ha de buscar una zona exterior de la recepción. El mismo autor (Ureña, 2000b) constata la incidencia que tiene el servicio sobre el resultado de la jugada, siendo el saque en salto flotante el que presenta un mayor grado de éxito.
Con el título de “Incidencias de las rotaciones sobre el rendimiento del ataque y el bloqueo en voleibol”, Palao (2001) expone en su tesis doctoral una serie de resultados acerca del saque, entre los que destaca un considerable aumento del empleo del servicio en salto potente, para la muestra obtenida en los JJ.OO. de Sydney (2000). Para la misma muestra Ejem (2001) corrobora los resultados presentados por Palao, en los que el tipo de saque menos empleado en categoría femenina es el salto flotante seguido del salto potente, mientras que el más empleado es en apoyo flotante.
Paralelo al estudio de Ureña, Lozano (2002 y 2003) trata en sus diversas investigaciones sobre la “influencia de la trayectoria saque-recepción en el rendimiento de la recepción en el voleibol femenino español de alto nivel”, en los que analiza las posibles trayectorias que describen los servicios y el rendimiento que se le saca a cada una de ellas en función de las posibilidades de ataque del equipo en recepción. En estos estudios cabe destacar los datos obtenidos sobre el empleo de las diferentes zonas de saque y de los tipos de saques catalogados.
Bailasha (2001) en su trabajo sobre “la efectividad de los servicios realizados en el XII campeonato africano de clubes femeninos”, analiza y cuantifica los saques realizados durante dicha competición, señalando la escasa diversidad de tipos de servicios empleados, concluyendo que sería importante que los equipos variasen el repertorio de servicios utilizados por las sacadoras, con lo que aumentaría la eficacia al crearle más incertidumbre a las jugadoras en recepción. También fuera de España, Guidetti (2001), describe las tendencias del voleibol femenino observadas en el Torneo de Montreaux de 2001, en el que hace referencia al mayor empleo de saques en salto potente y de servicios tácticos desde cerca de la línea de saque.
Palao y cols. (2002) siguiendo la línea y muestra de su tesis doctoral, presenta en el Congreso Internacional sobre Entrenamiento Deportivo en Voleibol la incidencia del rendimiento de los complejos de juego por rotaciones sobre la clasificación final de los JJ.OO. de Sydney 2000, determinando que la mayoría de los equipos obtienen menos éxito en la jugada cuando se encuentra en posesión del saque (Complejo II). El mismo grupo de investigación y con la misma muestra exponen un estudio en 2004 con el título de “Efecto del tipo y eficacia del saque sobre el bloqueo y el rendimiento del equipo en defensa”, del que se extrae la importancia del servicio de cara a dificultar la acción ofensiva del oponente, además de la eficacia que tiene el saque en salto potente a nivel individual pero no tanto a nivel colectivo del equipo.
Atendiendo a la influencia de otros elementos reglamentarios sobre el servicio, la comunicación presentada por García-Tormo y cols. (2003) en el “Congreso Internacional sobre Entrenamiento en Voleibol”, en el que realizó un “análisis sobre la eficacia de los tiempos muertos solicitados durante el Campeonato de España Juvenil Femenino 2003”, concluye que en el 8,3% de los casos, los tiempos muertos provocan un error del servicio por parte de la jugadora, y en el 77,7% recuperaba el saque el equipo solicitante.
Martínez y Abreu (2003), observando la Liga Mundial y los Juegos Panamericanos de 2003, indican las características del servicio encontradas en dichas competiciones tras la implantación del actual sistema de puntuación (Rally Point System), destacando el aumento de los saques en salto, concretamente el salto flotante dirigido a zonas 6 y 5, aunque encuentran poca variabilidad en dicha acción.
Un importante estudio en relación al presente, es el realizado por Molina (2003) en su Tesis Doctoral, en la que realiza un “estudio del saque de voleibol de primera división masculina: análisis de sus dimensiones contextual, conductual y evaluativo”. En esta investigación, Molina analiza todas las variables que afectan al servicio y su rendimiento, destacando el repertorio de servicios empleado, las zonas de origen, las zonas de impacto, las direcciones y trayectorias, así como la valoración de la eficacia de los mismos.
González (2003) en su tesis doctoral sobre la “influencia de las estructuras del juego sobre los índices de participación y de continuidad en el voleibol de categoría infantil masculina”, constata en su apartado sobre la técnica de saque el altísimo porcentaje de utilización del saque de arriba (89,8%) en categoría infantil masculina, frente al 0,3% de saque de abajo, apareciendo el saque en suspensión con un 9,8%, con un alto índice de efectividad. Esto indica la importancia que está adquiriendo este elemento técnico en el juego desde las categorías de formación.
En el estudio “análisis de las acciones finales en el voleibol femenino: comparación entre las categorías de rendimiento y perfeccionamiento”, Sagastume y Cayero (2003), muestran las distribuciones de servicios realizados por jugadoras en proceso de formación y jugadoras de alto nivel, (Flotante, 50%; Salto potente, 47%; Salto flotante, 3%).
En un trabajo comparativo entre la Liga Italiana y la Española, Fernández y García (2003) concluyen que la liga transalpina es más competitiva que la española, destacando grandes diferencias en el servicio.
En el “Congreso Internacional sobre Entrenamiento en Voleibol” de 2004, García-Tormo y cols. (2004), presentaron una “Propuesta metodológica para el análisis del saque de voleibol en función del nivel de riesgo asumido y su eficacia: aplicación a un estudio en categoría juvenil femenina”, la cual supuso el estudio previo a la actual investigación. Dicho trabajo fue publicado empleando como muestra la fase final del Campeonato de España Juvenil Femenino de 2003, en el que se definió el primer sistema de categorías empleado en la actual investigación tras su revisión (García-Tormo y cols., 2006)
Molina y cols. (2004), aplican al saque un análisis del juego desde el modelo competitivo, del que se extrae la importancia del servicio en el juego y una buena planificación de su entrenamiento, con el fin de obtener el máximo rendimiento del mismo.
Observando la Final Cup femenina de 2005 jugada en Tenerife, Quiroga y cols. (2005 y 2008) realizaron un estudio en el que comparaban los diferentes tipos de saque con su eficacia e introducían un nuevo aspecto a valorar, la velocidad del servicio, empleando para ello un radar de mano. El servicio que presentó mayor eficacia fue el saque en salto potente, del cual registraron una velocidad máxima de 107 km/h, mientras que los saques en apoyo no superaban los 79 km/h.
Muchaga (2005) destacó el doble carácter del saque, ofensivo y defensivo, una característica que no comparten todas las acciones del voleibol.
Salas (2006), en su tesis doctoral titulada “Observación y análisis del ataque y la defensa de primera línea en voleibol”, hace referencia a la importancia del saque de cara a facilitar la acción defensiva del equipo al servicio.
En un análisis de equipos senior femeninos de la Liga Portuguesa de voleibol, Maia y Mesquita (2006), realizan un análisis comparativo entre las receptoras y su zona de recepción, en el que indican la importancia de los diferentes tipos de saque así como la incidencia que tienen los mismos sobre la recepción. Este mismo grupo de trabajo y en la misma línea (Moraes y cols., 2008) presentan un análisis de las tendencias de saque y de recepción en alto rendimiento.
En 2006, Callejón presentó su tesis doctoral titulada “Estudio y análisis de la participación técnico-táctica del jugador líbero en el voleibol masculino de alto rendimiento”, en el que establece un sistema de categorías para el servicio, incluyendo el tipo de saque, la zona de origen y la zona de impacto. Además, ese mismo año, este autor realiza un estudio del saque de voleibol masculino de alto rendimiento (Callejón, 2006), siguiendo su propio sistema de categorías.
La dirección del saque en Superliga Masculina de voleibol fue descrita y analizada en un estudio realizado por Moreno y cols. (2007) con una muestra de la temporada 2004/2005.
Volviendo al voleibol femenino, Lozano (2007) defendió su tesis doctoral titulada “Incidencia del saque y los elementos de la fase de juego del k1 sobre el rendimiento de la misma en el voleibol femenino español de alto nivel”, en la cual realiza una descripción del saque femenino en la Superliga Española.
Por último, García-Tormo y cols. (2009a) presentaron en el Congreso Internacional de la UCAM, una propuesta modificada a la presentada en el 2004, con un nuevo sistema de categorías con el fin de analizar con mayor precisión los servicios así como cuantificar el nivel de riesgo de los mismos. Esta propuesta fue empleada con una muestra de los ocho equipos participantes en la fase final de la Coppa Italia femenina de 2008. Posteriormente esta misma metodología, se siguió para realizar un análisis descriptivo de Liga FEV y Primera División Nacional femenina por García-Tormo y cols (2009b) y presentada en el Congreso Internacional de Entrenamiento Deportivo de Voleibol.
5. Antecedentes de análisis del riesgo
El concepto de riesgo vinculado al servicio ya lo introdujo Beal (1989) citado por Salas (2006), incidiendo en la importancia que tenía tomar ciertos riesgos en el saque para hacer frente a una superioridad ofensiva del oponente.
En el libro “Voleibol Español: reflexión y acción” de Díaz (2000), se recogen diversas publicaciones del mismo autor, entre las que se encuentra el riesgo como componente estratégico del saque, indicando las situaciones en las que el jugador debería asumir un mayor riesgo con el fin de dificultar la acción de recepción y ofensiva del oponente.
Citados por Palao y cols. (2004), Thines (1992) y Ahrabi-Fard y Heusley (1995), defendían que con el Rally Point System los equipos asumirían un menor riesgo en el servicio, ya que el error supondría un punto para el oponente. Contrarios a estos, se encuentran Zimmerman (1995), Patterson (1999) y Ejem (2001), los cuales opinan que los jugadores efectuarían saques con un mayor riesgo. El citado grupo de investigación registró en su muestra femenina un aumento del riesgo y con ello también de los puntos logrados con el servicio, concluyendo la importancia que tiene el entrenamiento del control del nivel de riesgo así como el ratio punto/error. Este ratio queda reflejado numéricamente en Ejem (2001), con resultados diferentes para masculino (1 pto./1,5 error) y femenino (1 pto. /2 error).
Fröhner y Murphy (1995), citado por Ureña (2000), hacen referencia al empleo del saque táctico para evitar el riesgo en la búsqueda del punto. También está contemplado el riesgo espacial en el servicio, observándose una tendencia en la dirección del mismo hacia las zonas centrales del campo, para evitar la proximidad de las líneas laterales. Se refiere al riesgo como lo necesario para dificultar el ataque del contrario aunque es más costoso que antes, debido a que el error conlleva un punto directo para el oponente.
Lozano (2003) también hace referencia al menor riesgo que supone un saque a zona 6 del campo receptor, siendo dicha zona la que más saques recibe en su muestra.
Molina y cols. (2003), realizan un análisis del saque masculino, delegando al jugador la responsabilidad de decidir qué riesgo asumen en función del tipo de servicio que emplea.
Muchaga (2005), plantea una clasificación del saque en función de la intencionalidad táctica del mismo, definiendo tres tipos: saque de riesgo máximo en el que el objetivo es marcar punto o lograr un freeball, saque de riesgo controlado, en el que se evitan errores pero se pretende dificultar la recepción del rival, y saque táctico con el que se busca dificultar el ataque del adversario.
En un planteamiento de intervención psicológica en el voleibol, Díaz (2005) justifica el asumir un mayor riesgo para dificultar el ataque rival.
En las tesis de Callejón (2006) y Cayero (2008) se hace referencia al riesgo que se asume en el servicio atendiendo al aumento de errores, siendo los servicios con un mayor índice de riesgo los saques en salto potente. Igualmente Guidetti (2001), señala que se aumenta el riesgo del saque porque se fuerza dicha acción con el fin de lograr un punto.
Con una muestra de equipos universitarios, Portela (2008) realiza una clasificación del riesgo de los diferentes tipos de saque en función de los errores cometidos con cada uno de ellos, de tal manera que el 94,8% de los fallos de saque se corresponden con el servicio en salto potente, seguido del salto flotante y flotante en apoyo, con el 4% y el 1,2% respectivamente.
Por último, el grupo de trabajo de García-Tormo y cols. (2004, 2006, 2009a y 2009b) lleva un tiempo desarrollando una metodología para valorar y cuantificar los niveles de riesgo que asumen las jugadoras en el momento del saque, presentando una propuesta metodológica que han empleado con muestras de equipos de voleibol femenino de categoría juvenil, liga FEV, Primera División Nacional y Copa Italia. Dicha metodología queda reflejada y definida en la tesis doctoral de García-Tormo (2010) con una muestra de los mejores equipos femeninos de la liga española (División de Honor) y la liga italiana (A1).
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