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La obesidad y la actividad física: utilización del medio acuático

 

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad de Huelva

(España)

Eduardo Fernández Ozcorta

Julia García Martínez

Daniel Medina Rebollo

Inmaculada Tornero Quiñones

eduardo.fernandez@uhu.dempc.es

 

 

 

 

Resumen

          Actualmente el número de personas obesas está aumentando considerablemente, llegándose a convertir en una preocupación debido a los problemas de salud que acarrea esta enfermedad. Aunque la actividad física es considerada como beneficiosa, en personas con sobrepeso puede tener algunos efectos negativos, a los que pretendemos dar solución utilizando el medio acuático

          Palabras clave: Obesidad. Actividad física. Medio acuático.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 161, Octubre de 2011. http://www.efdeportes.com/

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1.     Introducción

1.1.     Obesidad

    Aunque antes se consideraba un problema exclusivo de los países de altos ingresos, el sobrepeso y la obesidad están aumentando espectacularmente en los países de ingresos bajos y medios, sobre todo en el medio urbano, debido a los patrones de estilo de vida sedentario en la población, tales como la escasa actividad física, el tiempo dedicado a ver la televisión y los trastornos de alimentación (Vicente-Rodríguez et al, 2008).

    Los últimos cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006) indican que en 2005 había en todo el mundo aproximadamente 1600 millones de adultos (mayores de 15 años) con sobrepeso, al menos 400 millones de adultos obesos, y 20 millones de menores de 5 años con sobrepeso.

    Además, la OMS (2006) calcula que en 2015 habrá aproximadamente 2300 millones de adultos con sobrepeso y más de 700 millones con obesidad.

    La OMS (2006) define la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Se suele medir mediante el índice de masa corporal (IMC), el cual se calcula: peso en kilogramos dividido por el cuadrado de la talla en metros (kg/m2).

    El IMC constituye la medida poblacional más utilizada para la valoración del sobrepeso y la obesidad, pues la forma de calcularlo no varía en función del sexo ni de la edad en la población adulta. La OMS define el sobrepeso como un IMC igual o superior a 25, y la obesidad como un IMC igual o superior a 30.

    Es importante tener presente que la grasa corporal tiende a aumentar con la edad (Durnin y Womersley, 1974), denominándose a este proceso obesidad progresiva. El motivo de este aumento progresivo del % de grasa corporal se debe a:

  • Declive de los niveles de actividad

  • Disminución del ritmo metabólico en reposo (Metabolismo basal)

  • Disminución de las necesidades calóricas del cuerpo.

    A través de la adquisición de hábitos de vida saludables en cuanto a alimentación y práctica de actividad física, podemos combatir a la perfección la obesidad progresiva, incidiendo en las tres causas generadoras.

Repercusiones frecuentes del sobrepeso y la obesidad en la salud

    El sobrepeso y la obesidad tienen graves consecuencias para la salud, tales como:

  • Las enfermedades cardiovasculares, que constituyen la principal causa de muerte en todo el mundo, con 17 millones de muertes anuales.

  • La diabetes, que se ha transformado rápidamente en una epidemia mundial.

  • Las enfermedades del aparato locomotor, y en particular la artrosis.

  • Algunos cánceres, como los de endometrio, mama y colon.

  • La obesidad infantil se asocia a una mayor probabilidad de muerte prematura y discapacidad en la edad adulta.

Causas de la obesidad y el sobrepeso

    La causa fundamental de la obesidad y el sobrepeso es un desequilibrio entre el ingreso y el gasto de calorías. El aumento mundial del sobrepeso y la obesidad es atribuible a varios factores, entre los que se encuentran:

  • La modificación mundial de la dieta, con una tendencia al aumento de la ingesta de alimentos hipercalóricos, ricos en grasas y azúcares, pero con escasas vitaminas, minerales y otros micronutrientes.

  • La tendencia a la disminución de la actividad física debido a la naturaleza cada vez más sedentaria de muchos trabajos, a los cambios en los medios de transporte y a la creciente urbanización.

  • Nutrición inadecuada durante el periodo prenatal, la lactancia y la primera infancia, seguida del consumo de alimentos hipercalóricos, ricos en grasas y con escasos micronutrientes, combinada con la falta de actividad física.

1.2.     Actividad física

    Debido a que muchos niños y adolescentes obesos se convierten en adultos obesos, el rápido aumento reciente en la obesidad juvenil plantea un importante problema de salud pública, y la actividad física es la piedra angular de un enfoque multidisciplinar para la prevención y el tratamiento de la obesidad juvenil. Dar recomendaciones de ejercicio a los jóvenes obesos es crucial para reducir los comportamientos sedentarios como ver la televisión, pudiendo obtener beneficios a largo plazo (Bar-Or, 2000).

    A medida que aumentan las tasas de obesidad, el ejercicio de los profesionales se enfrenta con el desafío de mejorar los niveles de aptitud para las personas con sobrepeso de manera segura. Ejercicio en el agua ofrece la intensidad, variedad y seguridad el uso con esta población (Housle, 2006). Según Cadmus et al. (2010), el ejercicio acuático ofrece una opción terapéutica para promover la calidad de vida de las personas que viven con la obesidad.

    El ejercicio acuático, debido a la flotabilidad y las propiedades térmicas de agua, puede ser especialmente adecuado como un método de ejercicio para las personas obesas. Además, se pueden realizar actividades como nadar, montar en bicicleta y baile aeróbico en el interior de una piscina (Sheldahl, 1982).

    Es recomendable que los programas de actividad física para sujetos obesos se lleven a cabo en el medio acuático, no por la mayor reducción de grasa con respecto al medio terrestre, pues no existen diferencias significativas en el cambio de composición corporal tras entrenamientos aeróbicos realizados en el medio acuático y en el medio terrestre para una misma intensidad, duración y frecuencia (Gappmaier et al., 2006), sino por los beneficios que el agua aporta a la hora de realizar cualquier tipo de actividad. No por ello queremos decir que la actividad a llevar a cabo sea la natación, pues ésta requiere la realización de movimientos coordinados y amplios que pueden resultar complicados para los sujetos de estudio, sino que proponemos actividades acuáticas alternativas que involucren todo el cuerpo tales como: danza aeróbica, gimnasia, entrenamiento de resistencia o circuito.

    Destacar la importancia de la disminución del efecto gravitacional en el medio acuático con respecto al terrestre y la presencia de la fuerza de flotación, produce una serie de beneficios para la realización de actividad física, como son: la liberación del peso corporal, distensión de la masa muscular y la reducción del impacto articular, los cuales cobran relevancia en sujetos con sobrepeso, pues sus articulaciones no están preparadas para soportar la elevada carga que supone para ellos su propio peso corporal, siendo importante que las articulaciones no sufran los efectos de la gravedad. Además el medio acuático facilita la capacidad de movimiento, tanto articular como muscular, en determinados segmentos, aunque en las primeras etapas se puede producir desorientación y sensación de inseguridad en el medio.

2.     Revisión

    Se ha realizado una búsqueda de artículos del 1 al 15 de diciembre de 2010 en las bases de datos de Me­dline, Science Direct y Scopus con base a las siguientes palabras clave: training program, obese, water, swimming training y aquatic exercise, en diferentes combinaciones. El perío­do revisado fue de 1980 al 2010.

    Para la selección de los artículos a analizar se tuvieron en cuanta los siguientes criterios:

  1. Artículos que relacionaran actividad física en el medio acuático y pérdida de masa grasa

  2. Publicados desde 1995 hasta 2010.

    Tanaka et al. (1997), demostró como el ejercicio regular de natación disminuye la presión arterial en reposo, hallazgo importante para la población obesa, ya que la gran mayoría de estos sujetos padecen también hipertensión. La muestra de estudio fue de 18 pacientes sedentarios de 46 a 50 años de edad que presentaban hipertensión. El periodo de entrenamiento fue de 10 semanas empleando la natación como medio. La muestra se comparó con un grupo control. Los resultados del estudio demostraron que la frecuencia cardiaca en reposo disminuyó en el grupo experimental de 81 + / - 4 a 71 + / - 3 latidos / min, sin embargo, la masa corporal y el porcentaje de grasa no mostró cambios estadísticamente significativos.

    Nagle et al, (2003) examinaron los efectos de un ejercicio combinado acuático y caminar, en comparación con el programa de caminar sólo en el medio terrestre, en la pérdida de peso, capacidad aeróbica, fuerza muscular y flexibilidad. La muestra fue de 44 mujeres obesas (IMC 34,9 ± 3,8 kg /m2), de mediana edad (40,3 ± 6,8), fueron asignadas aleatoriamente al ejercicio combinado o a caminar a pie. El programa de actividad física se desarrolló durante 16 semanas, mediante dos sesiones semanales. Tras dicho periodo se evaluó las diferencias entre los dos grupos en cuanto a: peso corporal, fuerza muscular, flexibilidad y capacidad cardiorrespiratoria y se obtuvieron los siguientes resultados en el grupo de entrenamiento combinado: disminución del peso corporal 6,8 kg (-7,5%), mejora del estado cardiovascular 2,3 ml • kg/min2 (11,6%), aumento de la flexibilidad 3,3 cm, y de la fuerza 2,1 repeticiones (14%). Mientras que los resultados del entrenamiento en tierra fueron los siguientes: disminución del peso corporal 5,6 kg (-5,8%), mejora del estado cardiovascular 2,7 ml • kg/min2 (15,3%) aumento de la flexibilidad 2,0 cm y aumento de la fuerza 2,1 repeticiones (16%).Estos resultados sugieren que el ejercicio acuático en combinación con la marcha puede servir como una alternativa al ejercicio de caminar solo para las mujeres con sobrepeso durante los períodos de pérdida de peso, y esto puede mejorar el estado de salud funcional.

    En el estudio de Gappmaier et al. (2006), se pretendió comprobar la eficacia en cuanto a la pérdida de peso de un entrenamiento en tierra frente a otros en el medio acuático. La muestra estuvo compuesta por 38 mujeres obesas de entre 23 y 44 años de edad, con un porcentaje de grasa entre 25 y 47 %. Ésta se separó en tres grupos, el grupo 1 caminó en tierra, el grupo 2 realizó natación a 27°C y el grupo 3 caminó en el agua a una temperatura de 29°C en la parte menos profunda, con el agua a la altura del ombligo. La intensidad para todos los grupos experimentales fue del 70%, establecida mediante la fórmula 220-edad. Los sujetos participaron en un ejercicio controlado de 13 semanas, 4 veces a la semana, inicialmente de 10 minutos, y se fue incrementando el tiempo de ejercicio 5 minutos cada sesión hasta llegar a 40, y se mantuvo durante las 10 semanas próximas. Además, se les sometió a una dieta hipocalórica. Tras 13 semanas de periodo experimental los sujetos fueron evaluados, y se observaron diferencias significativas en el peso corporal (5,9 kg), porcentaje de grasa corporal (3,7%), medidos mediante los pliegues cutáneos y circunferencia, éstas se produjeron en todos los sujetos, no encontrando diferencias significativas entre los grupos. Los resultados de éste estudio demuestran que no existen diferencias en cuanto a la pérdida de peso y a la disminución porcentaje de masa grasa, en entrenamientos aeróbicos en el agua o en la tierra, para una misma duración e intensidad.

    En el estudio de Novak et al. (2008), el objetivo es la reducción del perfil lipídico y la tolerancia a la glucosa en sujetos obesos aplicando un programa de actividad física en el medio acuático. Para este estudio, la muestra poblacional empleada fue de 12 mujeres de entre 44 y 61 años que padecían obesidad. La intervención se desarrolló durante 3 meses a través de actividades acuáticas recreativas de baja intensidad. Tras la aplicación del programa, no se registraron cambios sobre la masa corporal, pero sí sobre el metabolismo glúcido y lipídico.

    En la investigación de Jones et al. (2009), se investigó la efectividad de un entrenamiento acuático para mejorar la respuesta insulínica y la glucosa en mujeres con sobrepeso. Se empleó una muestra de 15 mujeres con sobrepeso, que tenían un IMC mayor de 25 que realizaron un entrenamiento de 12 semanas, de intensidad moderada, a base de circuitos realizados en el agua, utilizando una combinación de ejercicios aeróbicos y de resistencia en un medio acuático, 3 días por semana y 60 minutos por sesión al 70-75% de su frecuencia cardiaca máxima. Tras dicho periodo, no se observaron diferencias significativas en cuanto al peso y el IMC, sin embargo, sí se produjo una disminución del 5,3% de la circunferencia de la cintura, 6% de disminución de la circunferencia de la cadera, y 5,5% de disminución de la relación cintura-cadera.

    Wouters et al. (2009), en su trabajo, examinaron la eficacia del potencial del entrenamiento de aquajogging en personas obesas. La muestra fue de 15 personas de edad comprendida entre 18 y 65 años, y con IMC de más de 30 Kg/m2. Llevaron a cabo un programa de actividad física de dos veces a la semana, durante seis semanas, un total de  doce sesiones, de una hora cada una. Cada participante eligió la intensidad inicial del entrenamiento, aunque fue estimulado para aumentarla a lo largo del plan de entrenamiento. Los resultados obtenidos fueron los siguientes: la masa grasa total y la circunferencia de la cintura disminuyó 1,4 kg y 3,1 cm respectivamente. Aumento de la distancia recorrida 41 metros.

    En el estudio de Camdus et al. (2010), se evalúa la eficacia del entrenamiento en el medio acuático para la mejora de la calidad de vida de las personas con artritis. Esta enfermedad es de gran importancia en la población obesa, ya que muchos de éstos padecen artritis. La muestra empleada fue de 249 adultos separados en dos grupos. El grupo de intervención formado por 125 sujetos realizó al menos dos sesiones de ejercicios acuáticos por semana durante 20 semanas, frente al grupo de control, con 124 sujetos, que mantuvieron su nivel de actividad normal durante el mismo periodo. Tras 10 y 20 semanas de entrenamiento, se aplicaron test para valorar la calidad de vida percibida, y se obtuvo el IMC. El ejercicio acuático tuvo un impacto positivo en la calidad de vida, y se observaron diferencias en el IMC en sujetos obesos, con un ICM mayor de 30, pero no en sujetos con sobrepeso o con peso normal.

Tabla 1. Resumen de los artículos revisados sobre actividad física en el medio acuático en personas obesas

Discusión

    El medio acuático comparado con el medio terrestre no produce mejoras superiores, en cuanto a la pérdida de masa grasa ni en el sistema cardiovascular, basándonos en los resultados obtenidos en los artículos revisados, al igual que demostró Gappmaier et al. (2006). Por lo tanto, si el objetivo que buscamos es la pérdida de masa grasa, con dicha revisión nos harían pensar que no existen diferencias significativas entre el uso de actividades en el medio terrestre o en el acuático, en cambio esta afirmación no es del todo correcta ya que existen otros factores ventajosos que tienen las actividades en el medio acuático que ya hemos mencionado anteriormente. Además, según Housle (2006), es que ofrece la intensidad, variedad y seguridad para el uso con esta población.

    Los estudios hallados investigan principalmente los cambios en el IMC y en la masa grasa aplicando básicamente un programa de actividad física en el medio acuático, salvo uno de ellos, que lo combina con el medio terrestre, y otros comparan los efectos derivados de la aplicación del programa en un medio y en otro.

    Después de este laborioso trabajo podemos afirmar que el entrenamiento idóneo que podemos aplicar a una población obesa de cualquier edad, es aquel que combina ejercicios aeróbicos (caminar en el agua, bicicleta ergométrica…) para estimular el metabolismo lipídico con ejercicios contra resistencia, para una mejora de la estructura muscular. La intensidad debe ser variable, pasando de bajas a moderadas, con un periodo mínimo de 6 semanas y una frecuencia semanal de 2 sesiones de, al menos, 60 minutos. Y por último, la temperatura del agua debe estar a entre 17 y 22°.

Referencias bibliográficas

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  • Tanaka, H.; Bassett, D.R.; Howley, E.T.; Thompson, D.L.; Ashraf, M. y Rawson F.L. (1997). Swimming training lowers the resting blood pressure in individuals with hypertension. Journal of Hypertension, 15(6):651-657.

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  • Wouters, E.J.M.; Van Nunen, A.M.A.; Geenen, R.; Kolotkin, R.L. y Vingerhoets, J.J.M. (2010). Effects of Aquajogging in Obese Adults: A Pilot Study. Journal of Obesity, 7. doi:10.1155/2010/231074.

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