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Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino
Eduardo P. Archetti


El carácter ambivalente y complejo de la figura de Martín Fierro aparece claramente en la oposición entre "desafío" y "lamento". Los nacionalistas aristocráticos como Lugones recuperan al gaucho del "desafío" como modelo masculino mientras que los anarquistas verán en él al rebelde que lucha contra la injusticia, transformando, de esta manera, el "lamento" en rebeldía. Sarlo resume esta contradicción:

"Curiosamente, la elite criolla consiguió transformarlo en un epítome del carácter nacional (dejando de lado su naturaleza rebelde), mientras que los anarquistas de origen inmigrante lo transformaron en un modelo e inspiración para la rebeldía social. De esta manera cualquiera que escribiera en las primeras cuatros décadas de este siglo tenía que examinar y luchar con el mito del gaucho, ya sea para rechazarlo, retrabajarlo o adoptarlo. Tanto la vanguardia intelectual como los anarquistas usaron el nombre de Martín Fierro para dos revistas importantes: el suplemento cultural de un diario anarquista, al comienzo del siglo, y una revista literaria, publicada en la mitad de los veinte por poetas y escritores jóvenes, entre ellos Borges" (mi traducción) (1993: 38).

Borges, sin embargo, creía que Lugones exageraba al transformar al Martín Fierro en la obra representativa de la épica nacional. Borges observaba que Martín Fierro, un gaucho lleno de contradicciones, es, desde luego, imperfecto. Los héroes épicos deben ser, por el contrario, perfectos. Borges concluía que era necesario liberar al Martín Fierro no sólo de la interpretación de Lugones sino también de otras interpretaciones (ver Sarlo, 1993: 38-42).

Los compadritos de muchos tangos serán reemplazados en la lírica de tango más importante de los años '20 y '30 por los personajes románticos que en las tardes, pero sobre todo en las noches, pasan del arrabal al centro y se pierden en los bares, en los teatros y en los cabarets de la calle Corrientes. Para estos hombres el código moral del honor y la vergüenza presente en la aceptación de todo desafío violento y en la condena sin miramientos de toda traición, será reemplazado por el lenguaje del amor romántico (ver Archetti, 1994 d). Esta será una de las transformaciones radicales del tango que jamás convenció a Borges. El "lamento" se transforma en una queja individual y no da lugar a la rebeldía, a la defensa del honor a través del duelo y a la lucha contra la disciplina social impuesta por el peso de las leyes y la burocracia del estado nacional naciente. El compadrito borgeano da lugar al "hombre que está solo y espera" de Scalabrini Ortiz. Pelear deja de ser una fiesta. Esta será una de las transformaciones más importantes del modelo masculino en la literatura popular y urbana de los '30 en Buenos Aires. En el centro y en los barrios de Buenos Aries el tango será la música dominante y uno de los espacios privilegiados, tanto simbólico como social, de reflexión y práctica de las relaciones de género en el uso y goce del tiempo libre. En este espacio las mujeres van a ser el centro de la construcción de un mundo imaginado popular masculino.

El otro gran espacio de la construcción de imágenes masculinas será el fútbol. El análisis de El Gráfico en los años '20 y '30 me va a permitir reflexionar sobre un conjunto de procesos culturales que están presentes en las discusiones políticas y literarias de la época. Los redactores y periodistas del El Gráfico participan, a su manera e indirectamente, de esos debates. Los textos que voy a comentar no son muchos porque hay pocos textos "filosóficos" con intención histórica que tienen esa calidad. Esos textos tempranos se transforman en el eje de la interpretación histórica de El Gráfico y nunca fueron cuestionados. Su análisis es relevante porque todavía siguen siendo de gran influencia en la reproducción del imaginario histórico del fútbol argentino3. En primer lugar, el énfasis de mi análisis estará puesto en la importancia de encontrar un campo específico de la cultura popular en donde el fútbol esté acompañado por otras manifestaciones culturales, en este caso el tango, el producto cultural más evidente de la ciudad de Buenos Aires. En segundo lugar, en la necesidad de explorar la importancia de lo "criollo" en la creación de un estilo nacional de jugar al fútbol. Finalmente, en el examen, a partir de la imagen y el estilo de jugadores con nombre y apellido, de la construcción de un mundo de virtudes masculinas contrapuestas. En este espacio social la construcción de lo masculino nacional se hará en contraposición con otros estilos masculinos que se definirán como "extranjeros". El fútbol ayuda a construir la imagen de "uno" a partir de las diferencias con el "otro" o los "otros" masculinos en plural. En el fútbol no hay lugar para lamentarse por la pérdida de una mujer, como en el tango, pero sí por la pérdida de un estilo, de lo que se concibe como típicamente criollo o argentino, o por la pérdida de un torneo importante que hubiera hecho posible la ratificación de un estilo. En el mundo social y simbólico del fútbol, convertido en modelo y espejo de lo nacional, las derrotas o, en su caso, los triunfos y el estilo no suelen ir juntos. En otras palabras, es posible imaginar un triunfo traicionando el estilo o una derrota respetando el modo tradicional de jugar. El estilo tiene que ver con las raíces y no con los resultados transitorios. Veamos más de cerca algunos de mis hallazgos.


El fútbol y el tango como productos de la cultura del arrabal
En la década del '20 Buenos Aires es la ciudad del tango y del fútbol4. No hay ninguna otra ciudad argentina que pueda mostrar esa creatividad cultural. Los procesos de identidad popular pasan no sólo por la política, en el momento en que la democracia masculina comienza a consolidarse (las mujeres no obtendrán el derecho al voto hasta 1947) y los hombres participan activamente en la construcción de los partidos políticos y el movimiento sindical. La elección de la orquesta y los cantantes de tango favoritos y la identificación del equipo de fútbol favorito serán también actividades muy importantes. Prácticamente, cada barrio tiene su club de fútbol. Es la época del auge de clubes que posteriormente, y sobre todo en el momento de la profesionalización, a comienzos de la década del '30, han de perder importancia, como por ejemplo, San Telmo, Barracas Central, Defensores de Belgrano, Sportivo Barracas y Sportivo Dock Sud. Al lado de estos existen ya consolidados los clubes clásicos del período profesional como River Plate, San Lorenzo de Almagro, Huracán, Vélez Sársfield, Racing, Argentinos Juniors, Chacarita Juniors, Atlanta, Independiente, Ferrocarril Oeste y Platense. Todos estos clubes fueron fundados entre 1901 y 1912. Cada club tiene su estadio, una peculiaridad que la Argentina comparte con el fútbol británico, y su sede social y deportiva. Las sedes sociales, en muchos casos con bibliotecas importantes y salas de teatro, van a articular gran parte de la actividad cultural y recreativa de los barrios: bailes populares, fiestas sociales (casamientos, bautizos, días nacionales de las diferentes comunidades étnicas), festivales de teatro y bailes de carnaval, muy en boga en esa década.

El tango y el fútbol pasan a ser pasatiempos importantes a la vez que permiten el ingreso activo de Buenos Aires en el proceso creciente de globalización del tiempo libre. Clubes de fútbol europeos visitarán regularmente Buenos Aires desde 1904 y clubes argentinos saldrán de gira por Europa y América a partir de 1925. Desde 1921, con la partida de Julio Libonatti, jugadores argentinos ser convertirán en profesionales en clubes europeos, principalmente italianos. Paralelamente, el tango se convierte en una de las músicas preferidas de los europeos y las orquestas argentinas y los cantantes más populares comienzan a salir de gira al extranjero. Carlos Gardel triunfa en España en 1927 y en 1928 "conquista" París. Buenos Aires pasa a ser la ciudad del tango y del fútbol.

Borocotó, uno de los periodistas estrella de El Gráfico, escribe en 1928 uno de los artículos canónicos sobre las relaciones entre el fútbol y el tango. Borocotó se pregunta por qué "los pueblos del Plata" (incluyendo a Montevideo) aman el fútbol y responde:

"... (el fútbol) espectáculo moderno, de acción continuada, de belleza pasionante y de improvisación continua de situaciones, condimentado con ese granito de pimienta criolla, nuestro ingenio lo condicionó para poder gustarlo. Lo necesitaba y podemos asegurar que las habilidades criollas son las que decidieron ese amor que le profesamos. De por sí solo, aquel football inglés técnico, pero monótono, no habría logrado ejercer influencia requerida por el espíritu de nuestras multitudes. Carecía de ese algo típico que nos llega a lo hondo, que nos enronquece la voz en un grito que surge del corazón cuando la pelota es recogida por la red temblorosa: y tuvimos que adornarlo con el dribbling que encandila las pupilas y nos produce una inefable satisfacción interior, pues comprobamos que es patrimonio de estas tierras; y debimos hacer sus combinaciones más espectaculares" (1928, 467: 7).

Desde su perspectiva, el amor al fútbol se convierte en algo propio sólo si los argentinos saben crear algo nuevo, son capaces de aportar algo nunca visto. La apropiación de algo que viene desde afuera se conceptualiza como un acto eminentemente creativo. Los argentinos se apropian del fútbol y, al hacerlo, lo recrean. Este proceso de criollización (Borocotó alude al "granito de pimienta criolla") lo trataré más adelante, pero es importante mencionarlo aquí para entender la relación con el tango. El fútbol es una creación inglesa, y en ese momento histórico los ingleses no sólo son los maestros indiscutidos del juego -jamás han sido vencidos en Wembley-, sino que, además, tienen una liga profesional admirada por el mundo entero. El tango, por el contrario, es una creación típicamente argentina y rioplatense (no hay que olvidar, en esta época, el paralelismo entre Buenos Aires y Montevideo: se habla castellano con el mismo acento y el fútbol y el tango ocupan un ligar privilegiado en el mundo popular urbano). En consecuencia, Borocotó tiene que transformar el fútbol en "algo nuestro" con la misma validez que el tango y para ello tiene que observar comportamientos similares en los dos campos 5 . Los argentinos introdujeron al fútbol:

"el condimento agradable de esta raza aún no definida que hace trepidar las instalaciones de los fields, que improvisa un saludo formidable agitando los pañuelos, que organiza manifestaciones ruidosas en homenaje a los triunfadores y que llora secretamente amores truncados, productos de su imaginación la mayoría de las veces, cuando el alma de los bandoneones musita condolidas plegarias a la percanta que se fue del bulín, llevándose consigo el trino de su risa de cristal" (1928, 467: 8).

El fútbol y el tango constituyen los mundos populares de Buenos Aires de una manera ineludible: en el fútbol se mezclan los placeres estéticos y los afectos tradicionales de barrios mientras que en el tango los sentimientos y la sensualidad predominan. Borocotó escribe:

"El football es el deporte colectivo del criollo; el tango su música. ¿Difieren fundamentalmente estas dos predilecciones? La primera constituye un placer estético asociado a una cuestión de intereses afectivos, de tradiciones de clubs y barrios; la otra es la parte netamente sentimental o con algo de sensualismo..." (1928, 467: 8).

Borocotó va a enfatizar que en el amor al fútbol no están sólo los hombres. El amor al tango por parte de las mujeres permite que éstas se introduzcan en el mundo de fútbol adorando a los mejores jugadores. Esto sería impensable sin el amor profundo de los hombres por el fútbol. Este amor compartido por hombres y mujeres es, según Borocotó, una garantía de la supervivencia de estas dos pasiones populares:

"...al rezongo de los bandoneones y al comenzar los violines a quejarse de penas ignoradas o fingidas, la pista se cubre de parejas que con placer inefable se dejan arrullar por la música que tiene la lamentación de la vidalita. Puede verse entonces a la milonguita que reclina su cabeza sobre el pecho del bailarín y, entonando los párpados sueña con algo impreciso y vago, con un amor pasado, con él endulza sus actuales momentos, o con el que siempre espera en cada mañana. Su compañero, con gesto displicente, dibuja sobre el piso del salón las más variadas filigranas. ¿No son estos personajes los mismos cuyas pupilas deben ansiosamente las jugadas brillantes del football? ¿No es esa milonguita clásica la que adora a "Tarasca", Piendibene o a otros ídolos?... Quizás el creciente cosmopolitismo, el ritmo acelerado de la época u otra razón de importancia logren cambiarle con la presentación de problemas más serios que los actuales; empero, no existe ahora una base que permita suponer pronto cambio. El tango y el football es posible continúen en su privilegiado puesto durante muchos años, o acaso para siempre, que es lo más factible" (1928, 467: 8).

Borocotó insistirá que tanto el fútbol rioplatense como el tango van a sobrevivir porque al margen de la devoción local han sido reconocidos y aceptados en Europa. Lo local al transformarse en global consolida la imagen creativa del rioplatense. Borocotó observa que.

"El tango hace rato que se abrió cancha en París. Salió de los arrabales, de los mismos en que se formaron los footballers; fue introducido en los salones que le despreciaban y luego extendió su reinado hacia la Ciudad Luz. Puede decir con orgullo y parodiando a Carlos V 'en mis dominios nunca se pone el sol'. Al deporte popular del Río de la Plata estaba reservada una suerte igual. Llevó al viejo continente lo que no habían lucido los ingleses. Y contra la fuerza de los corpulentos adversarios, el criollo sorteó obstáculos y marcó goals. El físico musculoso se estrelló contra la habilidad, contra la clase y ante millares de espectadores que deseaban verlos perder, bordaron sus nombres, argentinos y uruguayos, para que quede el recuerdo de sus hazañas en el verde pañuelo de Amsterdam" (1928, 467: 8).

Borocotó alude a la final de fútbol de los Juegos Olímpicos de Amsterdam en 1928 que fue jugada entre argentinos y uruguayos. Es esa época, antes de que se organizara la primera Copa del Mundo en 1930, los Juegos Olímpicos eran considerados "campeonatos mundiales". Uruguay había ya ganado en París en 1924 y se repetirá su hazaña en 1928. Los argentinos participan por primera vez en 1928 llegando a la final. Para decidir el ganador se jugaron dos partidos. En el primero empataron uno a uno y en el segundo ganaron los uruguayos dos a uno. No es de extrañar, entonces, que Borocotó termine su artículo del siguiente modo:

"...los mismos que se apilan en el tango 'apilaron' a los europeos, quienes nos dirán ahora que somos sus descendientes. De acuerdo. Pero como es del labrador el árbol que éste plantó en la Pampa. El tango quejumbroso, el ombú legendario, el cimarrón compañero de confidencias, el chiripá bordado, los cielitos que cantaron los Santos Vega, el alma rebelde que heredamos del montonero, la Pampa hospitalaria, los consejos del Viejo Vizcacha, el tintineo de los nazarenos y otras cosas muchas que me callo, siempre las hablamos considerando bien nuestras: pero no estábamos seguros que también pertenecían al mejor football del mundo" (1928, 467: 8).

Borocotó enumera las "cosas bien nuestras" en un estilo casi borgeano y comienza por las "cosas" de la pampa. El gaucho y sus diferentes contextos definen lo "nuestro": el ombú en donde esconderse del sol, el caballo compañero, su ropa de fiesta, la música cantada por Santos Vega y su actividad rebelde en las montoneras. Borocotó no tiene la visión sarmientina del gaucho civilizado por su pasaje en el ejército nacional. La pampa es, además, hospitalaria, generosa porque ha recibido tantos inmigrantes y los ha aceptado, los ha convertido en "propios". Borocotó acepta que el mundo rioplatense y sus equipos nacionales de fútbol están llenos de hijos de inmigrantes, hijos de europeos, pero éstos ya son bien criollos. Para Borocotó las raíces están evidentemente en la pampa, y de esa manera presenta lo que era comúnmente aceptado en esa época: la imagen pastoral de lo nacional. Sin embargo, vemos el arrabal a través del tango y muchos de sus jugadores de fútbol nacidos allí que harán famosa a la ciudad de Buenos Aires. La pampa y el arrabal aparecen unidas casi del mismo modo que en la representación de lo nacional que hace Borges. Las diferencias existen ya que Borocotó acepta el tango "quejumbroso", o sea el tango no querido por Borges, y define al fútbol como algo bien argentino y rioplatense.

Borocotó y Borges participan, cada uno a su manera y en su ámbito literario específico, del debate sobre lo nacional y popular. Aceptan que lo nacional tiene que ver con la pampa y con una cierta zona de la ciudad de Buenos Aires. Desde esta perspectiva el territorio de lo nacional aparece circunscripto a Buenos Aires y sus alrededores, o sea la pampa húmeda, ya que Buenos Aires puede ser correctamente concebida como la capital de la pampa húmeda (y sólo posteriormente del país). El mundo social del tango y del fútbol va a definir desde la perspectiva de lo popular campos culturales desde donde el mundo masculino producirá sus imágenes, sus ritos y sus héroes. Los grandes clubes de fútbol de Buenos Aires han de convertirse en "clubes nacionales" y eso a pesar de la tradición futbolística de las ciudades de Rosario y La Plata. Un club grande de Buenos Aires, Boca Juniors o River Plate, pertenece a la Nació, es una suerte de patrimonio nacional, mientras que los clubes importantes de otras ciudades, Rosario Central o Estudiantes de la Plata, serán percibidos como clubes de "provincia". Es altamente probable y deseable ser hincha de River Plate y vivir en La Quiaca. Mucho más raro será encontrar un hincha de Rosario Central, no nacido en Rosario y sin padres rosarinos, en Ushuaia.

Según Borges (1993: 25), la pampa y el arrabal deben ser los espacios que generen una lírica y una literatura nacionales ya que ni las montañas o el mar argentino han sido vistos por los poetas. En el análisis de Borocotó la pampa existe de un modo concreto porque de ella vienen las raíces (las tradiciones) que transforman a los hijos de inmigrantes en criollos, pero el espacio privilegiado será el arrabal (y la ciudad) en tanto productor de una cultura popular urbana en donde los ídolos y los héroes vana nacer en el tango y en el fútbol. Borocotó enfatiza, por otro lado, que los éxitos futbolísticos en los juegos olímpicos de Amsterdam así como la aceptación y el triunfo del tango en París demuestran que Buenos Aires (y la Argentina) es capaz de producir "cosas nuestras" aceptadas y reconocidas por todo el mundo. El tango y el fútbol aparecen entonces como las contribuciones argentinas en la construcción, en esa época, de un espacio global corporal del tiempo libre que trasciende las fronteras nacionales. De esa manera Buenos Aires, una ciudad tan cosmopolita como Nueva York y Johannesburgo en la década del '20, va generando su propia mitología y con ello dejando en la oscuridad al resto del país.


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revista digital · Año 4 · Nº 16 | Buenos Aires, octubre 1999