La forma deportiva en el atletismo contemporáneo de alta competición | |||
Metodólogo Principal. Federación Cubana de Atletismo Presidente del Consejo Científico e Innovación Tecnológica de la FCA Director Técnico del Centro Internacional de Alto Rendimiento de la “IAAF” en La Habana (07-09) Profesor Auxiliar de la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Cubana Nivel V de la Academia Mundial IAAF (Director de Desarrollo de Entrenamiento) Disertante IAAF de Nivel II |
Dr C. Ariel Muñiz Sanabria (Cuba) |
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Resumen Inicialmente se trata la forma deportiva desde la conceptualización y manifestaciones que la caracterizan, posteriormente se somete a análisis crítico los parámetros de rendimiento propuestos por L. P. Matveyev (1974) que son asumidos rígidamente por los autores contemporáneos. Dichos parámetros son criticados desde la realidad práctica que representan sus porcentajes y con los elementos teóricos de esencia lógica de la significación que ellos suponen, conduciendo a la negación de los rangos, como también de sus denominaciones. La profundización que ocasiona el análisis propicia la propuesta de nuevas nomenclaturas y porcentajes correspondiente para el estado de capacidad de rendimiento. Definitivamente se asume la forma deportiva en la contemporaneidad atlética como un estado de estricto rigor, que se distingue del estado del atleta en el que no puede lograr rendimientos propios de su nivel atlético, rechazando la apertura tan exagerada que asumen los parámetros de la citada propuesta clásica de L. P. Matveyev (1974). En el artículo también se abordan los novedosos conceptos pico de la capacidad de rendimiento y precisión de excelencia de la capacidad de rendimiento. Las conclusiones del trabajo sintetizan el enfoque contemporáneo de la forma deportiva en el atletismo, originario y propio de la exigencia y comportamiento competitivo de este deporte en la actualidad. Palabras clave: Forma deportiva. Atletismo contemporáneo. Atletismo de alta competición.
Fundamentación Resumen del Proyecto: Estrategia de intervención metodológica para potenciar la precisión de la forma deportiva en el atletismo élite cubano. Muñiz Sanabria, A. (2009). Federación Atlética Cubana.
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EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 16, Nº 159, Agosto de 2011. http://www.efdeportes.com |
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Introducción
Conceptualización de la forma deportiva
Si se obviara el conocimiento de la forma deportiva, el cual se ha venido fundamentando cada vez más con el avance de los estudios científicos, se estaría desarticulando el propio engranaje conductor de los avances de la teoría y metodología del entrenamiento en su esencia toda.
Según L.P. Matveyev (1965) quien reformó este concepto luego de un análisis crítico a los postulados que se habían realizado hasta entonces, la forma deportiva “es el estado de capacidad de rendimiento óptima que alcanza el deportista en cada fase de su desarrollo deportivo gracias a una formación adecuada” (16, p. 34).
Dicha definición vino a completar las propuestas que con anterioridad habían enunciado otros teóricos del deporte, entre ellos Boigey (1938), Ozolin (1953), Krestounikov (1954) y Letunov (1961).
Las críticas que llevaron a L.P. Matveyev a reformular el concepto de forma deportiva se originaron en los elementos diferenciadores que manejaban los autores en sus definiciones, no dejando claro un punto de uniformidad que impidiese las distánciales interpretaciones de tan significativo conocimiento del entrenamiento deportivo.
De los autores mencionados anteriormente es apropiado dejar sentado que en sus definiciones aportaron elementos enriquecedores para el redondeo conceptual que ulteriormente hizo L.P. Matveyev, ejemplo de ello, es la que entre todas tal vez pueda considerarse más completa, referida por Krestounikov (1954): “la forma deportiva es un estado del deportista en el que sobresale su capacidad para rendimientos deportivos elevados de modo que, durante largo tiempo y en frecuentes competiciones logra un mantenimiento estable de sus propias marcas”(16, p. 33).
El concepto de L.P. Matveyev, el cual definitivamente es asumido como el referente en la contemporaneidad, unifica dos aspectos que dan una distinción al mismo por encima de los expuestos por Krestounikov y los otros autores citados: uno, “estado de capacidad de rendimiento óptima”, poniendo dicho estado como lo mayúsculo posible alcanzar por el atleta en su proceso de preparación; dos, se precisa que el deportista puede alcanzarla en “cada fase de su desarrollo deportivo”, por lo que no es exclusiva de la etapa de máximo esplendor atlético. La forma deportiva, además de manifestarse en cada estructura de planificación hay que asumirla como propia de cada fase del proceso de preparación deportivo plurianual.
Manifestaciones de los atletas en el estado de forma deportiva
Globalmente son irrefutables en la teoría y metodología del entrenamiento determinadas características que por múltiples estudios científicos han quedado establecidas como propias del estado de forma deportiva:
Más pronta disposición del organismo para iniciar un trabajo y mejor capacidad para pasar de una actividad a otra,
Concentración de la atención en la tarea asignada, llegando a ser capaz de autoevaluase,
La capacidad de realizar un trabajo muscular específico, orientado a las capacidades y/o habilidades con un nivel superior de eficiencia y efectividad,
Máxima coordinación en sus acciones motoras; se logra buena evaluación en las ejecuciones técnicas y tácticas,
Óptima capacidad de respuesta para superar las dificultades y situaciones variables que se presentan en la competencia,
Rápida resolución a las situaciones tácticas de la competencia,
Capacidad de dosificar eficazmente los esfuerzos según el nivel y exigencia de la competencia,
Capacidad de controlar sus estados emocionales durante la competición (sensación de control de si mismo),
Economización de las funciones orgánicas, manifiesta en un menor consumo de energía por unidad de trabajo en comparación con los restantes estadíos de la preparación,
Mayor rapidez en el proceso de recuperación energética y nerviosa luego de concluida las cargas de entrenamiento y las competencias,
El atleta se haya en condiciones de igualar sus mejores rendimientos de por vida, e incluso poder superarlos.
Ya para la década de los ‘60, aunque muy distante aún de los avances en el campo de las ciencias biológicas, la psicología tenía argumentos de clara identificación del estado de forma deportiva.
L.P. Matveyev (1965) tras la recopilación del conocimiento más avanzado de su época, se refirió a que en el estado de forma deportiva los deportistas presentaban un “auge emocional”, caracterizado por actitud de seguridad, optimismo, gran confianza y osadía, siendo muy notable la alegría desbordante por el deseo de competir y el ansia de victoria en el enfrentamiento competitivo caracterizada por el acrecentamiento de la fuerza de voluntad.
Los progresos de los estudios en el campo de la psicología en la actualidad han afianzado esos elementos llegando a precisiones más directas, y al establecimiento de mecanismos de control muy viables y efectivos para el control de la preparación. Entonces, el componente psicológico de la preparación aporta a los entrenadores variables para asegurar que la mente del atleta esté lista para la victoria.
De los autores que han abordado desde el campo psicológico el estado de forma deportiva, pueden citarse, entre tantos, a Ravizza (1977), Loehr (1984), Garfield y Bennet (1984 y 1987); Gould (1992), Eklanand (1994 y 1996), Williams y Krane (2001). Sus argumentos permiten sintetizar las características fundamentales de lo que nombramos engranaje psicológico del estado de forma deportiva; el cual puede entenderse como el conjunto de sensaciones, emociones, pensamientos y valoraciones positivas que se entretejen en la psiquis del atleta para concientizar el valor de su potencial ante el enfrentamiento competitivo.
Gráfico 1. Engranaje psicológico del estado de forma deportiva
Desarrollo
Parámetros que definen el estado de forma deportiva
Si existe un aspecto del conocimiento de la forma deportiva, que por su traslado en el tiempo ha resultado un tanto descuidado y desajustado, para apropiarlo a la dinámica que ha venido caracterizando el desarrollo del deporte de alta competición, son los parámetros de caracterización de tal estado.
En la actualidad debe cuestionarse los valores que indicó L.P. Matveyev (1974) como denominadores de la forma deportiva.
Zona I: Alta estabilidad: 98-100%
Zona II: Media estabilidad: 96.5-98%
Zona III: Baja estabilidad: 95-96.5%
Menor de 95%: Pérdida de forma
Tal clasificación ha sido asumida sin el más mínimo sentido de análisis critico por teóricos deportivos en los últimos 30 años, como Bompa (1983), Manso, Valdivielso y Caballero (1996) y Betancur (1999), por solo citar algunos.
Esta posición es criticable, pues cuando se conoce de las diferencias en el moderno y exigente calendario competitivo, de los rigurosos registros para insertarse en la élite mundial, de los aportes en las estructuras de planificación para asumir los períodos prolongados de mantención de la forma deportiva; en fin del desarrollo tecnológico que ha llevado al deporte de alta competición a una realidad práctica mucho más competitiva y perfeccionista, donde es una exigencia ineludible la estabilidad en los más altos niveles de rendimiento, se sostiene sin el debido análisis un pronunciamiento de valores nacido de las características competitivas de la década de 1960 y principio de los años 70.
Hagámonos un primer cuestionamiento sugestionados en el propio concepto de L.P. Matveyev. Si la forma deportiva es el “estado de capacidad de rendimiento óptima”, ¿Puede considerarse que cuando un atleta de élite mundial se encuentra un 5% por debajo de su mejor rendimiento está en forma deportiva?
En primer lugar, antes de cualquier análisis matemático, se rechaza el propio término de “zona de baja estabilidad” para referirnos a la forma deportiva. Desde nuestra consideración, si se está en forma deportiva no cabe la terminología “baja” para indicar un rango de rendimiento. Si el atleta está en un estado máximo para rendir, ese estado en sí mismo es un significado de lo superior que puede lograr, y no es opcional a un rango tan amplío que admita la propia imprecisión en el rigor del concepto, y de su esencia, cuando ya aceptamos que su capacidad es óptima. Lo óptimo significa que está listo para mostrar lo mejor de sí, entonces si hay rendimientos que lo sacan de lo mejor de sí, preferimos considerar que no se hable de forma deportiva, antes de justificar un porcentaje que numéricamente parece respetable pero que en la práctica de la alta competición es distante y desestimable.
Vayamos más allá de la impresión matemática del 95%, y veamos que sucede en la alta competición con los tiempos y marcas que en la práctica corresponden con ese valor.
Para la prueba de 60 metros puede significar aproximadamente 30 centésimas de segundos, quiere decir que un atleta de 6.50 segundos al correr 6.83 segundos estaría en la llamada zona de baja estabilidad de la forma deportiva; visiblemente resulta indiscutible que ese tiempo es mediocre, al punto que está por debajo de la mínima B de la IAAF para tener derecho de participación en el campeonato mundial bajo techo (6.69 para el Campeonato de Doha, 2010). Sin embargo, el tiempo de 6.50 es meritorio hasta para aspirar a lo más alto de podio en un campeonato universal. ¿Cómo justificar entonces que estén en la misma categoría de “estado de capacidad de rendimiento óptima” un rendimiento que puede proclamar campeón del mundo a un atleta con otro que le impida cumplimentar el registro exigido para poder asistir al evento mundial?
Sigamos con la velocidad: si un velocista posee 10.00 segundos en los 100 metros planos, su 95% es 10.50 segundos, es decir medio segundo más, para este caso se cumple igualmente el no poder asistir al campeonato del mundo al aire libre, pues las mínimas exigidas por la IAAF (2009) fueron 10.28 (B) y 10.20 (A).
Este porcentaje para un corredor de 200 metros que tenga un registro de 20.00 segundos representa un segundo más, estaríamos aceptando que cuando en su proceso de preparación esté listo para correr 21.00 segundos, ya está en forma deportiva.
Si se aborda prueba por prueba, vemos que en los 400 metros el 95% significa más de 2 segundos de diferencia respecto a su mejor tiempo, lo cual indica que un corredor de 44.50 segundos al correr 46.72 segundos está en la llamada zona de baja estabilidad de la forma deportiva.
Veamos un ejemplo de una carrera de medio fondo: tiempo del atleta en 800 metros, 1:44.00, 95%, igual a 1:49.20 minutos. ¡Más de 5 segundos de diferencia!
En las pruebas de salto es también alarmante el análisis. Si nos ubicamos en un saltador de triple que posee 17.50 metros, el alcance de su 95% es 87 centímetros menos (16.63). Para una saltadora de 7.00 metros en salto de longitud le bastarían 6.65 metros para su estado de forma deportiva.
En las pruebas de lanzamientos, ejemplifiquemos con la impulsión de la bala, donde un atleta de 21.00 metros tiene por 95%, 19.95 metros. Es decir más de un metro de distanciamiento.
Ciertamente, para las pruebas restantes del lanzamiento, por ser distancias mayores pudiera parecer menos perceptible el significado de la distancia que resta este porcentaje, pero si nos centramos en que son más de 3.00 metros, pudiendo ser superior a 4.00 metros, según la distancia, no es tampoco de plena satisfacción. Así, por ejemplo, para mujeres de 66.00 metros en el lanzamiento de la jabalina el 95% significa 62.70 metros; mientras que para un lanzador hombre de 90 metros el 95% es 85.50 metros, es decir, menos 4.50 metros.
Aunque no son conformes estas diferencias menores en estas pruebas respecto al 95% en otras disciplinas, genera la siguiente duda: ¿Debe ser el mismo porcentaje para todas las pruebas?
Si se parte del postulado que la forma deportiva se adquiere básicamente en el período preparatorio se estaría diciendo que culminado este período los atletas pudieran comenzar su período competitivo cuando están al 95% de su mejor rendimiento. ¿Qué significa esto entonces?, pues de seguro con el alto nivel competitivo actual, donde cada competencia adquiere cada vez más primordial importancia, muchos de los que lo hagan irían de seguro a competir con la certidumbre de la derrota, pues los tiempos y marcas que estarían preparados para hacer no les garantizaría la victoria en el circuito competitivo mundial.
En el atletismo contemporáneo de alta competición los atletas desde que se disponen a enfrentar su período competitivo están preocupados por mostrarse al máximo nivel de su potencial, por lo que atacan los eventos seleccionados con la perspectiva de un rendimiento élite, el cual nunca significará dentro de la perspectiva de una planificación para ganar, el 95% de su capacidad óptima.
Al estudiar el debut competitivo en el año 2010 de los líderes mundiales por pruebas de la temporada 2009 (39 atletas, 18 mujeres, 21 hombres), encontramos que el rendimiento promedio con que debutaron fue equivalente a 97.6% respecto al mejor registro de la temporada 2009. De los 39 atletas, 25 para un 64.1% obtuvieron un tiempo o marca igual o superior al promedio señalado. Ilustremos más esta referencia con el ejemplo del salto de altura masculino.
Véase también, los registros de la primera competencia en las pruebas de especialización de los velocistas Usain Bolt, Tyson Gay y Asafa Powell, respecto a su mejor rendimiento personal, coincidente para los dos primeros en la temporada 2009.
Se considera, entonces, como primer posicionamiento del nuevo enfoque teórico, rechazar el 95% como parámetro que indica el estado de forma deportiva de los exponentes del atletismo contemporáneo de la alta competición.
Surge la segunda interrogante: sí se niega el 95% y la clasificación de zona de baja estabilidad,¿qué significado tiene entonces el parámetro de 95-96.5%?.
En nuestra concepción el 96%, incluso el 96.5%, aún siguen siendo objetivamente valores pobres, para considerarlo propio del “estado de capacidad de rendimiento óptima”. Dicho significado puede comprobarse con igual análisis que el realizado con el 95%, al referirnos a lo que representa el mismo en centésimas, segundos, centímetros y metros. Mencionemos tres ejemplos:
Para un velocista de élite mundial representarían aproximadamente 35 centésimas para los 100 metros, aproximadamente 70 centésimas para los 200 metros y 1.5 segundos para los 400 metros, sencillamente imposible considerar esta diferencia dentro del rango de lo óptimo. ¿Es adecuado que un corredor de 44.50 segundos, estabilizando sus rendimientos entre 46.05 (96.5%) y 46.28 (96.0%) segundos, deba asumir que está en “estado de capacidad de rendimiento óptima”?
Para el mismo saltador de triple, sus 17.50 metros de mejor marca tiene como 96.5% ,16.89 metros; nótese la diferencia de más de 60 cm que indica estar a 3.5% de su máximo rendimiento.
Si llevamos el 96.5% a la prueba de maratón, significa que un corredor de 2:08:00 horas puede perder en igual circuito y similares condiciones climatológicas hasta 4 minutos; sin dudas diferencia exagerada para tomarlo como que se haya a plenitud de su capacidad de rendimiento.
Para que un atleta lider mundial tenga garantía de su éxito o al menos de una destacada labor en los numerosos y exigentes eventos competitivos como los Juegos Olímpicos, Campeonatos Mundiales, Grand Prix, Liga del Diamante, etc., ha de estar asegurado de un estado de disposición competitiva que integre el refinamiento de los componentes físico, técnico, táctico, psicológico y teórico. Ese refinamiento es el que permite el rendimiento acorde a su nivel, de no poseerlo pueden venir las inesperadas derrotas o hasta decepcionantes actuaciones. Decepcionantes actuaciones se le llama a fracasos con rendimientos impropios del nivel del atleta.
Para los recordistas del mundo, solo no es decepcionante una derrota en un evento cumbre, si la imposibilidad de la victoria la ocasiona que otros atletas vencieron con tiempos o marcas del más alto nivel, semejantes a las que posse en ese momento el dueño del tope universal.
Este es otro argumento en que el 96 al 96.5% dejan margen, desde nuestra opinión, para no ser considerado como correspondiente al estado de forma deportiva. Estos porcentajes no indican la calidad del atleta, por lo que estaríamos hablando de un estado donde no está a punto la integración de los componentes de la preparación.
¿Debe hablarse de forma deportiva cuando siendo el mejor del mundo no se tiene garantía para una aceptable participación competitiva en los principales eventos mundiales?. Pues no.
El criterio que se defiende es el que indica que forma deportiva en el atletismo de alta competición, debe asumirse como la categoría superior que identifica a cada atleta en su nivel cualitativo de rendimiento, y que constituye importante garantia para aspirar a los éxitos que su máxima capacidad atlética posibilitan.
Veamos otros ejemplos que desde nuestro enfoque niegan el 96.5% como propio del estado de forma.
Para corredoras de 10.90 segundos en los 100 metros, el 96.5% corresponde a 11.28 segundos;
Para corredores de 13.00 segundos en 110 metros con vallas, el 96.5% es 13.46 segundos;
Para corredores de 1:43.00 minutos en 800 metros, el 96.5% representa 1:46.61 minutos;
Para corredoras de 1:58.00 minutos en 800 metros, el 96.5% equivale a un tiempo 2:02.13 minutos;
Para heptatletas de 6700 puntos el 96.5% es 6466 puntos; y para un decatlonista de 8600 puntos el 96.5% es 8299 puntos.
Todos estos casos donde se da una diferencia de 38 centésimas para los 100 metros planos femenino, 46 para los 110 metros con vallas, más de 3 segundos para los 800 metros de ambos sexos, y 234 y 301 puntos para las heptatletas de 6700 y los decatletas de 8600 respectivamente, denotan un margen amplio de deficit en la concreción del nivel más elevado alcanzable por el atleta en la integración de los componentes físico, técnico, táctico, psicológico y teórico de la preparación para la competición.
Estos argumentos obligan a rechazar completamente la llamada zona baja de estabilidad. Ya se expresó el entendimiento de que el propio término “baja” no era adecuado para el carácter tan primordial que se viene defendiendo del concepto de forma deportiva en el atletismo contemporáneo de alta competición. Se asume que el margen de error de la preparación no debe llegar a tanto (3.5%), para todavía declarla imponderable.
Tercera interrogante: ¿Cómo considerar entonces la zona media de estabilidad (96.5-98%)?
Esta zona posee otra consideración, si bien desechamos el 96.5% también contemplado en la zona baja, damos un valor diferente al 98%. Se añade, además, que no debe verse como correcto que un mismo porcentaje se incluya en dos zonas como se expone en la propuesta clásica que se analiza.
Referirse al 98 % es ubicarse respecto al máximo rendimiento del atleta en la proximidad que denota su identidad competitiva. Se considera que para cualquier caso de atletas élites mundiales, los tiempos y marcas correspondientes a ese porcentaje siguen dando crédito de su gran nivel competitivo. Aunque no sería correcto absolutizarlo como porcentaje de entrada a la forma en todas las pruebas, pues no puede semejarse el valor de igual diferencia porcentual en unidades de medidas diferentes en el contexto de la práctica competitiva.
Si comparamos los lanzamientos de jabalina, disco, martillo con los 100 metros tenemos una evidente discrepancia. Para las pruebas de lanzamiento el 98% puede significar hasta menos de 1.50 metros, según la prueba, mientras que para los 100 metros significa aproximadamente 20 centésimas. Significa semejar 10 centésimas en la carrera con menos de un metro en los lanzamientos.
El 98% para los velocistas todavía da margen de lejanía de su nivel, mientras que para los lanzadores es aceptable de su máxima capacidad de rendimiento. Confirmese este planteamiento con estos ejemplos: lanzadora de jabalina de 66 metros el 98% es 64.88 metros, para un martillero de 82 metros el 98% significa 80.36 metros.
Otros ejemplos del 98% son los siguientes:
Para corredoras de 10.90 segundos en los 100 metros, el 98% corresponde a 11.12 segundos;
Para corredores de 13.00 segundos en los 110 metros con vallas, el 98% es 13.26 segundos;
Para corredores de 1:43.00 segundos en los 800 metros, el 98% representa 1:45.06;
Para corredoras de 1:58.00 segundos en los 800 metros, el 98% equivale a 2:00.36 segundos;
Para heptatletas de 6700 puntos, el 98% es 6566 puntos;
Para un decatlonista de 8600 puntos, el 98% es 8428 puntos.
Las diferencias que se establecen entre 22-26 centésimas para los ejemplos de los velocistas, casi 2 segundos para los 800 metros, afianzan la necesidad de cerrar más el rango en las pruebas de velocidad.
Ni pensar entonces en porcentajes por debajo del 98 %. El 97% representaría para los ejemplos anteriores, tiempos y marcas que se observan distantes del mejor estado del atleta. Dígase 33 centésimas en la prueba de 100 metros, 39 en los 110 metros con vallas, más de 3 segundos para los 800 metros y, más de 200 puntos para los multiplistas. Evidentemente que estas diferencias no resisten el significado del término óptimo.
Las pruebas de velocidad y los 800 metros requieren de un prociento superior, debiendo ser el 98.5% el umbral de la forma deportiva.
Los 134 puntos para las heptatletas, y los 172 para los decatletas, son aceptables en el anáisis de búsqueda de considerar el rango de “estado de capacidad de rendimiento óptima”, incluyendo como argumentos las dicimiles cuestiones de incidencia competitiva de orden climatológico, organizativas y hasta tácticas que se presentan en estas pruebas.
En la profundidad analítica de L.P. Matveyev (1965), encontramos ideas geniales que adquieren una señalada contradicción con los parámetros que propuso; pero, lejos de referirnos en detrimento a la coherencia unificatoria de todos los aspectos del estado de forma deportiva abordados por él, presentan útilidad en el reforzamiento de la actualización de los valores del estado de forma en la contemporáneidad.
“… decimos que la forma deportiva es un estado de capacidad óptima…con frecuencia se habla de “buena”, “estupenda” e incluso “mala” (!?) forma deportiva. Partiendo de nuestra definición, tales expresiones han de ser consideradas incorrectas. Hablando con propiedad, la forma deportiva no puede ser ni estupenda, ni mala, porque ¿qué puede haber mejor que una disposición óptima? Si el deportista no llega a los rendimientos de que él es capaz, no se trata de “mala” forma, sino de falta de forma deportiva” (16, p.34)
Desde esta máxima es devaluable la idea de verla como se propone en las expresiones autorales que se continúa leyendo en la actualidad, tales como: “el alcance de la forma elevada”, “la mejor forma deportiva”, “nivel de alta forma” “buen estado de forma”. Ya L.P. Matveyev nos definió que la forma deportiva no requiere adjetivos, pues nada es superior al “estado de capacidad de rendimiento óptima”.
Desde toda la argumentación expresada, la interrogante final que se impone es: ¿cuáles pueden ser considerados en el atletismo contemporáneo de alta competición los parámetros identificativos de la forma deportiva?
En primer lugar, se hace necesario un aporte en la nomenclatura que oriente el proceso de preparación en diferentes niveles del estado de capacidad de rendimiento de los atletas, pues como hemos demostrado hablar del 95% al 100% como “estado de capacidad de rendimiento óptima”, es incorrecto.
Para ello, se propone que forma deportiva se asuma verdaderamente con el carácter de lo óptimo, inapreciable; visto como el estado de excelencia, respetando su exclusividad, por lo que no puede estar mezclado un 99% con un 95.5%, por citar dos cifras. Forma deportiva es lo superior a que puede aspirar el atleta en el proceso de preparación para alcanzar de su potencial el máximo nivel atlético. Forma deportiva no es nada mediano ni bajo, es lo extraordinario, entonces debe verse como el rendimiento que indica más del 98% o 98.5% del mejor registro logrado por el atleta, debiendo ser excepción para las pruebas donde la diferencia suele ser marcada más por los metros que por centímetros: lanzamientos de la jabalina, disco y martillo.
Enfocando la contemporaneidad es pertinente incluir dos nuevas categorías: estado de capacidad de rendimiento subóptima o submáxima, la cual antecede a la forma deportiva y, estado de capacidad de rendimiento distante de forma (Muñiz Sanabria, 2009).
Debe especificarse que los valores que ellos encierran constituyen el punto referativo para la generalidad, pero no sería correcto en un análisis del comportamiento competitivo de los atletas de las diferentes pruebas, asumirlos independientes de los factores externos (climatológicos, características de las áreas de competencia) y de la estrategia de la preparación y la táctica competitiva manifiesta. Asimismo, cualquier análisis para las carreras de medio fondo, fondo, las pruebas combinadas y hasta para los relevos se torna más complicado. Es requesito juntar en el razonamiento el resultado, dígase victoria o fracaso, además del proprósito competitivo en el momento de la preparación hacia la competencia fundamental del atleta.
Tabla 1. Estados y parámetros de la capacidad del rendimiento de los atletas en la preparación para la alta competición. (Muñiz Sanabria, 2010)
Estabilidad de la forma deportiva en el atletismo contemporáneo de alta competición
Si en décadas anteriores la preocupación mayor para un entrenador era hacer coincidir la forma deportiva en la competencia fundamental, en la contemporaneidad se le ha sumado el reto de la mantención de la misma por períodos que pueden ser superiores a 12 semanas.
Por la exigencia de los calendarios competitivos actuales se precisa mantener la forma luego de concluida la competencia cumbre, como pueden ser los Juegos Olímpicos o Campeonatos Mundiales.
A diferencia de períodos anteriores cuando se entrenaba mucho para competir lo necesario, en la actualidad se percibe la búsqueda científica del conocimiento que posibilite entrenar solo lo necesario para competir al más alto nivel lo mucho que se pueda. Puede ubicarse con facilidad en el plan de entrenamiento correspondiente a una temporada anual más de 20-25 competencias, pero sobre todo con la exigencia de que para ganarlas debe el atleta estar estable en su rendimiento por el tiempo que requiere el calendario competitivo.
En el caso de Blanca Vlasic, en la temporada olímpica de 2008, como otros ejemplos de atletas de la élite mundial, ya en el mes de mayo estaba en forma deportiva, aún cuando los juegos olímpicos se celebrarían en agosto.
Tablas 2. Estabilidad de la Forma Deportiva de Blanca Vlasic en la temporada al aire libre del año olímpico 2008
En el mes de junio del año olímpico de 2008, Dayron Robles, en su tercera competencia al aire libre implantó record del mundo; sin embargo, ello no le impidió mantener su estado de forma y vencer en la competencia cumbre de Beijing.
Tablas 3. Estabilidad de la Forma Deportiva de Dayron Robles en la temporada al aire libre del año olímpico 2008.
Ambos atletas fueron capaces de tener un rendimiento promedio de más del 98% en todo el tiempo de competencia superior a las 12 semanas; 13 semanas, Dayron, 17 semanas, Vlasic, con la particularidad que antes de los Juegos Olímpicos estuvieron 4 semanas sin competir.
El pico de la capacidad de rendimiento y la precisión de excelencia de la capacidad de rendimiento
El pico de la forma deportiva (Privelte, 1982) se entiende como el rendimiento que sobrepasa la media del rendimiento habitual, o como aquellos episodios de rendimiento superior. Siendo así, queda este concepto reducido solo a cuando el atleta está en estado óptimo de la capacidad de rendimiento, por lo que es más apropiado denominar este fenómeno de manera global como pico del estado de la capacidad de rendimiento, en el cual se incluye como parte fundamental el pico de la forma deportiva.
Sin embargo, hay un hecho que es la máxima aspiración del logro de la forma deportiva en el deporte, el cual se traduce en la obtención del mejor rendimiento en la competencia fundamental. Aunque, en ocasiones ello no garantiza el éxito ni una buena actuación de los atletas, pues tal rendimiento no lo obtienen en fase final, sino en alguna fase clasificatoria.
Se acepta entonces, como lo superior y de máxima aspiración, la realización del mejor registro de la temporada en la fase clasificatoria donde se disputan las medallas; o para el caso de atletas que no puedan avanzar a la final por su nivel atlético, la fase última de su participación en el evento.
Claro está, este punto no es absoluto en las variadas pruebas atléticas pues las carreras de medio fondo y fondo responden a la determinante situación táctica que se maneje según las características de los atletas, ya que al final lo más importante es la victoria competitiva.
Con la anterior salvedad se hace necesario no solo hablar del pico de la forma deportiva o del estado de capacidad de rendimiento, según sea el caso, por lo que añadimos el concepto de precisión de excelencia de la capacidad de rendimiento, el cual “se considera como la obtención del pico de la forma en la fase clasificatoria última de la competencia fundamental de la temporada y del ciclo para el cual se preparó el atleta”. (Muñiz Sanabria, A., 2010).
Tabla 4. La precisión de excelencia del estado de la capacidad de rendimiento en los 279 finalistas
de 28 pruebas atléticas de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 (Muñiz Sanabria, 2009)
Análisis del estado de capacidad de rendimiento de los atletas cubanos finalistas en el Campeonato Mundial de Berlín 2009
En el Campeonato Mundial de Berlín 2009 el atletismo cubano se ubicó en el noveno lugar por países en la tabla por puntos tras ubicar once finalistas (51 puntos), y en el duodécimo en la tabla de medallas: 1 de oro, 4 de plata, 1 de bronce.
Aunque el resultado se valoró de bueno, un análisis crítico nos indica que el tema de la precisión de la forma deportiva sigue siendo una demanda tecnológica de primer orden para el difícil objetivo de avanzar peldaños en la privilegiada lista de la élite mundial del atletismo. En lo positivo, solo un atleta no logró el mejor rendimiento en el evento en la fase final; pero solo 2 (18.2 %), obtuvieron el mejor rendimiento de la temporada en el Campeonato Mundial.
Inquietantemente hay señalar que la mayoría de los atletas quedó en deuda con su máxima capacidad de rendimiento de la temporada. Entre los medallistas Yarelis Barrios en el lanzamiento del disco lanzó 65.11 metros quedando solo a 13 centímetros de la campeona mundial Dani Samuels (AUS), (65.44), sin embargo posterior al Campeonato Mundial lanzó 65.86 metros.
Los triplistas Alexis Copello y Arnie David Girat saltaron 17.65 y 17.62 metros respectivamente, varios meses antes del campeonato; estas marcas demuestran que potencialmente pudieron estar más alto en la final, incluso ambos en el podio.
Tabla 5. Comportamiento de los finalistas cubanos en el Campeonato Mundial de Berlín 2009
Componentes programáticos elementales para la precisión de excelencia de la forma deportiva en el atletismo contemporáneo de alta competición. Opinión de entrenadores cubanos
Un punto de partida para perfeccionar el complejo fenómeno de la precisión de excelencia del estado de la capacidad de rendimiento en el atletismo élite cubano, pero más específicamente de la forma deportiva es el análisis de integración de criterios de los más exitosos entrenadores de la actualidad.
Para ello se entrevistó a 8 de los más brillantes entrenadores cubanos de los últimos tres ciclos olímpicos, sobre los aspectos que desde su experiencia conducen a lograr el ansiado peldaño de precisión de excelencia de la forma deportiva.
Los entrenadores entrevistados: Milán Matos, saltos de longitud y triple; Sigfredo Banderas, saltos de longitud y triple; Amarilis Hernández, 400 metros, 800 metros y 4x400 metros; Faustino Hernández, 400, 800 metros planos y 400 metros con vallas; Dionisio Quintana, lanzamiento de la jabalina; Santiago Antúnez, 100 y 110 metros con vallas; Eladio Hernández, lanzamiento del martillo, y Gavino Arzola, pruebas múltiples, tienen el aval conjunto de 4 títulos olímpicos, 19 en Campeonatos del Mundo al Aire Libre y Bajo Techo, además de haber llevado a sus atletas 27 veces más a la obtención de subcampeonatos o medallas de bronce en tales eventos cumbres.
La síntesis de sus planteamientos resultó en los siguientes nueve factores programáticos:
Conocimiento de la individualidad evolutiva en la preparación del atleta para una programación particularizada del plan.
Precisión en la determinación de los contenidos de la preparación en correspondencia con el propósito de rendimiento planificado.
Exactitud en la ubicación e interrelación de los contenidos y medios de la preparación en cada etapa de la misma.
Correlación óptima de las intensidades en cada fase del macrociclo y en la consecución de los mismos cuando se planea una periodización múltiple.
Precisión en la estabilización de las intensidades de entrenamiento en la etapa especial y en el tránsito de esta al período de competición.
Advertencia e intervención según problemática de las incidencias negativas de factores sociales ajenas al proceso de entrenamiento.
Correcta selección de los bloques competitivos.
Estabilización del rendimiento competitivo apropiada al momento de la temporada, a las intensidades de reafirmación en los entrenamientos y al propósito para la competencia fundamental.
Organización y ajuste de las cargas en los microciclos de modelaje competitivo adecuados a la tipología del atleta.
Conclusiones
El estudio de la forma deportiva en el atletismo contemporáneo de alta competición genera argumentos que contradicen los parámetros propuestos por L. P. Matveyev (1974) los cuales son asumidos por teóricos actuales como válidos.
La propia realidad de la exigencia y nivel competitivo en la modernidad no admite la validez de los parámetros enunciados hace más de 30 años, en los cuales el 95% de la capacidad de rendimiento máxima es el valor sugerido como umbral de la forma deportiva en todas las pruebas atléticas. Valor, al igual que otros que le siguen, que en el análisis objetivo de la práctica resulta inestimable para el significado que adquiere el concepto de forma deportiva en el mundo atlético contemporáneo.
Con la ineludible negación de los parámetros de L. P. Matveyev (1974) también son rechazadas, desde la lógica que se deriva de la significación esencial del estado de forma deportiva, las denominaciones de “zona de baja estabilidad” y, “zona de media estabilidad”. Estas denominaciones se suprimen por resultar inadecuadas en la subdivisión del estado de capacidad de rendimiento óptima, que como expresó contradictoriamente el propio Matveyev, no admite calificativo por entenderse que “nada es superior a un estado de capacidad de rendimiento óptima”. Se reafirma el planteamiento del propio autor: “Si el deportista no llega a los rendimientos de que él es capaz, no se trata de “mala” forma, sino de falta de forma deportiva” (16, p. 34).
Ante la necesaria clasificación del estado de capacidad rendimiento se propone como valor límite inferior (considerando la relatividad que le corresponde por diferencias de pruebas y otros factores), entre el 97-98% del máximo rendimiento obtenido por el atleta, excepto para las pruebas de velocidad y los 800 metros, para las cuales se establece el 98.5%. No obstante, cualquier análisis debe tornarse flexible, pues los parámetros fijados no son absolutos; corresponde considerar que siempre están los factores tácticos competitivos y los externos no controlados como por ejemplo, el viento en el salto con pértiga y en el lanzamiento de la jabalina, los cuales son incidentes en la ejecución técnica.
Se añade, además, como nuevas nomenclaturas para identificar el estado de la capacidad de rendimiento de los atletas: estado de capacidad de rendimiento subóptima o submáxima, y estado de capacidad de rendimiento distante de forma. Estas nomenclaturas permite diferenciar la forma deportiva como un estado único y superior, no ubicado en el mismo criterio de análisis de estados que están por debajo del mismo, incluso grandemente, como el representado por valores inferiores al 95-96%.
Los parámetros asumidos, aún con su fundamentación en el comportamiento competitivo contemporáneo no deberán fijarse como restrictivos de una profundización desde la argumentación biológica y psicológica futura, que incluso especifique más por características de pruebas y niveles de rendimientos el verdadero estado de capacidad de rendimiento óptima de los atletas de la alta competición.
Desde el hecho que un atleta puede llegar a lograr su mejor rendimiento en la competencia fundamental, y más en la fase clasificatoria última de la competencia fundamental en que participa, incluso no llegando a alcanzar su forma deportiva en la temporada, es que surge el nuevo concepto de precisión de excelencia del estado de capacidad de rendimiento; significando, entonces, que el mismo es un hecho en cualquier estado en que se encuentra el atleta, incluyendo la forma deportiva como estado fundamental. Queda reafirmado en el análisis de 279 finalistas de los Juegos Olímpicos de Beijing, 2008, que la precisión de excelencia de la capacidad de rendimiento por su complejidad es alcanzada solo por un selecto grupo de atletas en los máximos eventos de la alta competición. Este es un reto estratégico en el que está inmerso el atletismo cubano para avanzar en posiciones más privilegiadas en el mundo atlético
Anexo. Tres campeones olímpicos cubanos opinan sobre el estado de forma deportiva
Osleidis Menéndez, ex recordista mundial, campeona olímpica y mundial del lanzamiento de la jabalina
“Es definitorio la satisfacción, seguridad, relajación que uno va creándose con el trabajo que va realizando en el período preparatorio. Ya en el momento próximo a la competencia el cumplimiento de algunos parámetros me complementan la máxima seguridad.
Después sólo me queda pensar en hacerlo lo mejor que puedo. No me interesa nada más que hacerlo lo mejor que puedo.
En ese momento de forma para una competencia fundamental es esencial la comunicación que establecemos mi entrenador y yo, donde intercambiamos criterios para decidir el trabajo a realizar.
Definiría la forma deportiva como sentir que puedes alcanzar lo que deseas. Creo, que en el momento en que uno va a ganar siempre lo sabe”.
Anier García, campeón olímpico de los 110 metros vallas y mundial de los 60 con vallas
“Iba reafirmando mi estado de forma en el período competitivo, dominando las carreras con diferentes objetivos tácticos que me iba planteando.
Es determinante saber controlarte la ansiedad. En la competición solo me preocupaba por estar centrado en mi carril. Sabía que estaba en forma cuando hacía lo que me propusiese con las vallas. Cuando podía alternar las características de los movimientos como quisiese. Me era determinante ir venciendo las metas parciales previas a la competencia fundamental.
Decidía como correr en las diferentes competiciones anteriores a los mundiales o juegos olímpicos, en dependencia del nivel de la competencia, en unas enfatizaba las primeras vallas, en otras me preparaba para el cambio en la segunda parte de la carrera, el objetivo era ir sintiéndome pleno en la prueba.
Para vencer en las grandes competiciones también se hace necesario la comprensión, a partir de la experiencia acumulada, de saber previo a las competencias que ejercicios te propician la mayor confianza y sensación de óptimo estado físico. Es esencial tener pensamiento ganador, esa es una garantía para que las cosas te salgan bien”.
Dayron Robles, recordista mundial y campeón olímpico de los 110 metros con vallas, campeón mundial de los 60 metros con vallas
“Forma deportiva es similitud de seguridad y exactitud de los movimientos, además de estar concentrado y muy seguro. Es tener la capacidad de auto motivarte ante estados de ánimo que no son positivos, pues no siempre estás en igual disposición para competir.
Estar en forma no significa sentirte siempre igual, entonces se impone la seguridad en sí mismo, en el trabajo realizado para el éxito aún cuando estés un tanto tenso o relajado.
Muscularmente puedes sentirte relajado, sensación de una gran libertad para desplazarte, estás muy claro en la sensibilidad del esfuerzo, sientes que tus movimientos son especialmente diferentes.
La seguridad en sí mismo en el deporte de alto rendimiento garantiza un gran resultado, se trata de buscarla en uno mismo, en las fuerzas que tienes y la preparación que has realizado”.
Bibliografía
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Arzola, Gavino (2009). Entrevista efectuada por Ariel Muñiz Sanabria, La Habana, 9 de abril.
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